Dicen que las mejores oportunidades, se presentan cuando menos te lo imaginás.
Ese día, era nuestro aniversario de bodas, así que decidí hacerle un regalo muy especial a mi esposo.
Días previos, había hablado con mi madre para llevarle a los chicos a su casa y así poder disfrutar solos de una velada especial.
Pero jamás imaginé, lo que esa tarde me pasaría.
Después de dejar a los chicos en casa de mamá, decidí ir al centro para hacer algunas compras. Al cruzar avenida Pueyrredón, vi en la vidriera de un negocio, una bonita lencería y pensé que sería una adecuada ocasión para usarla. Así que, sin titubeos, entré al negocio.
Al ingresar, el ruido de unas campanitas en la puerta, anunció mi presencia. Desde el fondo del local, una voz muy varonil me dice ”ya voy”.
Minutos más tarde, un hombre alto, con unos hermosos ojos azules se perfila al mostrador diciendo:
–¿Si, en que puedo servirte?
–Estoy buscando una linda lencería animal print para agasajar a mi esposo.
– Ah si, ya te traigo.
Al rato, vuelve con un montón de cajitas con diferentes modelos. Empiezo abrir una por una, hasta elegir el que más me gustaba.
Casualmente en ese momento no había nadie en el local, así que, pensé entrar a un probador para ver cómo me quedaba.
–¿Me lo podría probar? Le pregunto al vendedor, agarrando mi cartera junto con uno de los modelos que había elegido.
El hombre me mira a los ojos y dice,
–si, claro, pasá por acá –abriendo uno de los probadores. Al entrar, el hombre cierra la cortina, aunque no completamente. Pero yo no advertí ese pequeño detalle…
Me doy vuelta y empiezo a sacarme toda la ropa, apoyándola en la pared del cubículo. Abro la cajita para sacar el conjunto. Luego de ponérmelo, me quedo mirando frente al espejo. ¡No estas nada mal, eh! me decía en voz baja, mientras apoyaba las manos en mis firmes glúteos largando una bocanada de aire.
Aunque siempre intentaba vestirme con ropa holgada, nunca lograba pasar desapercibida. Era casi imposible no ser el centro de atención de todos los hombres, que, al pasar, sus miradas se clavaban en mi espalda.
Debo confesar que, si bien esta situación me incomodaba un poco, en el fondo, también me producía una ligera sensación que despertaba en mí ciertos deseos ocultos.
Al volver la mirada al espejo, percibo que los ojos del vendedor me observan desde el filo de la cortina. Al principio eso me molestó mucho, pero después, encontré en sus ojos cierto sabor sensual que me sedujo…
Miro al hombre través del espejo, dibujándole una sonrisa insidia. Luego giré mi cabeza para verlo directamente a los ojos, sin la intervención del espejo. ¿Te vas a quedar ahí? Le dije mordiéndome mis carnosos labios. Se que da mirándome sorprendido. Luego va hasta la puerta y la cierra con llave.
Con cierta timidez, entra y cierra la cortina del probador. Así, de espaldas a él, empieza a besar suavemente mí cuello. Noto que su miembro crecía más y más en mis nalgas, mientras sus manos descendían hasta mi vagina recién depilada sin sacarme la tanga, me estimuló con sus dedos hasta ponerme caliente.
Entre besos me decía, –me encanta como te queda el conjunto–, seguramente a él le fascinará… Ambos, nos reímos cómplices de una traición honestamente inesperada. Me doy vuelta y nos besamos desaforadamente por largo rato. Mis manos buscan su miembro, que ya estaba grande y duro.
Me agacho y comienzo a lamber su pene con la lengua, mientras él agarra mi cabello. Lo meto todo en la boca hasta la garganta.
Luego me incorpora y me pone contra la pared. Penetra mi cola, yo grito al sentir entrar su enorme pene, pero él tapa mi boca con su mano para evitar mis gritos. Me coge fuerte y yo lo disfruto. Luego de siete minutos quiere sacarla porque dice que va acabar, pero le digo que no, que quiero sentir su semen. Me abraza con sus brazos para darme duro. Cierro los ojos… siento su secreción desparramarse por mis piernas.
El olor a sexo se impregna en las cortinas del probador.
–Luego me dice, te lo llevas al conjunto? Si, le fascinará a mi marido…