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Jacqueline: la coqueta y erótica Jacqueline (Parte 6)
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Creo que Jacqueline pronto se sintió reemplazada por Karina y con los días iba conociendo a una chica diferente, aquella que realmente sentía celos o que dramatizaba muy bien los celos. Realmente nunca estuve seguro de lo que realmente era Jacqueline, pero por esos días de un nuevo final de año, increíblemente ya habíamos tenido dos quebrantamientos sin haber llegado nunca a ser novios… realmente nunca lo fuimos.

Por la época de navidad Karina mi secretaria vino a ser esa acompañante en varias de mis reuniones y como dije, esta mujer al igual que Jacqueline era una bella y hermosa mujer, pero también por su edad de unos 28 años, era muy madura. Quizá ella había mal interpretado aquellas invitaciones como una obvia intensión de que deseaba acercarme a ella y fue cuando me confesó en un almuerzo que ella era lesbiana. Obviamente ella conocía a Jacqueline y quizá sí hubiese tenido los momentos que yo tuve con esta chica, Karina hubiese logrado más de lo que yo había logrado, pero eso solo era un pensamiento perverso y morboso de mi parte. No se había aparecido por casi dos meses y un buen día me llegó por correo una de esas tarjetas de navidad que solíamos enviar por el viejo correo. Era una tarjeta, como queriendo ocultar a la Jacqueline que había conocido y presentarme una nueva… no sugería nada más que mostrar un buen deseo por la época.

Por esos días me encontré casualmente a la madre y hermana de Jacqueline cuando desayunaba con mi cuñado en uno de esos restaurantes populares de la ciudad después de un juego de golf en un domingo soleado y muy frío. Me reconocieron o nos reconocieron… no lo sabía en el momento, pero pensé que su ademán de saludo era dirigido a mí, pero luego días después también supe que mi cuñado pensó lo mismo. No lo supe hasta días después que finalmente Jacqueline se había armado de un complejo de prudencia y me había llamado por teléfono haciéndome una invitación. Se había disculpado de todo y me había propuesto en que fuéramos amigos e incluso me había sugerido llevar pareja a la invitación de navidad que se iba a dar en la casa de su madre. Pensé que solo iría si podía conseguir que me acompañara una chica que de alguna manera Jacqueline sintiera que era competencia. Esa era la preciosa Karina.

Aceptó mi invitación y sé que lo hacía por una sencilla razón… a Karina le sentaban mal esas chicas con un comportamiento infantil y mimadas. Pasé por ella a su apartamento y Karina me deslumbró con un vestido rojo de una sola pieza que apenas cubría la parte posterior de la rodilla, un escote en V donde se podía ver una buena parte del lado interior de sus suculentos senos, pero sin llegar a ser descarado o vulgar, le daba esa apariencia sensual de una mujer madura, pero jovial. Jacqueline al igual llevaba un vestido rojo, pues creo que era cuestión de la época, un tanto diferente por no decir más provocativo. Ella conocía a Karina y la saludó con un comportamiento simple por no decir con cierto desdén. Nuevamente vi a la madre y hermana de Jacqueline a quienes me había encontrado días antes en el restaurante. La fiesta se animaba conforme pasaban las horas, pero Karina me había aclarado que debería estar con sus amigas en un club a las once de la noche y la fui a dejar hasta el lugar. Le di las gracias, nos dimos un cariñoso beso en la mejía y me dijo algo que nunca me esperé de esta preciosa mujer y quien se había sincerado haciéndome saber que era lesbiana.

-Sr. Zena, le puedo decir algo y espero no me mal entienda. – por esa época siempre me llamaba “señor”.

-Dime lo que tú quieras… -le contesté.

-Usted… usted es un hombre muy guapo… creo que usted lo sabe. Obviamente es muy seguro de sí mismo, pero le voy a decir el porqué usted atrae a Jacqueline y quizá a muchas otras mujeres. Usted es delicado como una mujer.

-¿Cómo? ¡No te entiendo!

-¿Cómo le explico? ¡Creo que ya me metí en problemas! Mire… usted tiene ademanes delicados… no quiero decir femeninos. La forma que come, como se lleva el pañuelo o la servilleta a la boca, le pueden parecer eróticos a cualquier mujer. Tiene una voz grave, pero dulce y relajada y hoy me di cuenta de que estando con usted, perdí la noción que estaba todavía conviviendo con mi jefe y sentí que estaba con una de mis amigas. No lo confundí, ¿verdad?

-¿Tengo ademanes de gay… eso quieres decir? -le dije de broma.

-¡No…! Para nada… usted es muy masculino, pero con una delicadeza que hace que cualquier mujer lo note. -Terminó diciendo.

La noche había transcurrido de lo más normal en casa de la madre de Jacqueline. Me aparecieron dos llamadas de ella después de haber partido, pero las cuales ignoré. Estaba decidido en no caer en las garras de su coquetería y darle la oportunidad a Jacqueline que me diera otra frustración dejándome a medio camino excitado. Esta vez sería yo quien le daría las frustraciones y me importaría poco lo que ella pensara de mí. Días después de esta fiesta en casa de la madre de Jacqueline, sorprendentemente una tarde me habla mi cuñado, el esposo de mi hermana y quien es abogado especializado en casos comerciales y civiles. La llamada me dejó pensando, pero todavía no ataba todos los cabos pues eso debería ocurrir mucho más tarde.

-Antonio, ¿recuerdas a aquella mujer que nos saludó aquel domingo en el restaurante? Me preguntó por ti esta tarde.

-¿La conoces?

-Es una clienta, le asesoro de vez en cuando. Creo que está interesada en ti. -Me dijo.

La verdad que no le quise aclarar el por qué creía que ella preguntaba por mí, pues no quería hacer el ridículo ante mi cuñado y que este le contara a mi hermana que había salido con una chica de solo 20 años. La verdad que la sola idea me perturbaba, esta había sido la primera experiencia cortejando a una chica de esa edad.

Jacqueline ya no se apareció por mi oficina, creo que no quería mostrar ante Karina que era ella quien me buscaba, pero tomó la estrategia de llamarme y hacerme esas pláticas eróticas, las cuales muchas veces las llevé por las avenidas breves y de esa manera frustrar sus intenciones. Era difícil dejar de escucharla y entiendo perfectamente como esas líneas eróticas hacen mucho dinero con servicios como ese. Jacqueline era una tentación con su voz melosa y describiendo de una manera erótica lo que usaba e imaginaba hacer. Para mí era más fácil imaginarlo que cualquier cliente con una extraño llamando a uno de esos servicios de llamadas calientes. A Jacqueline la conocía, nos habíamos tocado, nos habíamos visto desnudos y ella tomaba aquellas experiencias para darle rienda suelta a su imaginación.

-¿Recuerdas Antonio esa noche? Esa noche que vestías esa bata con ese calzoncillo transparente que te regalé. Quería comerme tu polla y quería que me comieras mi coñito, pero no me esperaste a que saliera de bañarme. Siempre sueño con ese momento y fantaseo con esa follada que nunca me diste. Imaginaba besar esa preciosa polla, saborearla pedazo a pedazo, sentirla como mi abriría mi coñito y sentir tus embestidas con ese golpeteo de tus bolas pegando en mi trasero. Como me gustaría chupar esas grandes bolas que tienes… ¿algún día me las darás?

-¡Posiblemente suceda?

-¿No estás seguro? ¿No deseas follarme mi coñito?

-Claro que si Jacqueline, pero yo soy más de acción que de palabras.

-Pues ven… estoy a solas en mi casa o nos podemos ver en algún motel si gustas.

-Hoy estoy muy ocupado Jacqueline, hoy no puedo dejar mi oficina.

-Pues ven después del trabajo.

-No puedo, quedé con Karina en acompañarla a una fiesta con sus amigas.

-¿Me quieres dar celos con Karina?

-¡No Jacqueline! Simplemente que ya tengo un compromiso con ella.

-¿Te hace rico el amor Karina?

-¡Lo siento Jacqueline! Debo dejarte, debo atender esta llamada. – Y le colgaba.

Creo que se molestaba mucho, más que todo porque la excusa era otra chica y que ella simplemente era otra mujer más… hermosa y bella pero una mujer más. Pero en vez de disuadirla con ese rechazo creo que para Jacqueline se le hizo un reto o un capricho. Y semanas después insistía con una de esas llamadas eróticas: -Tony, estoy pensando en ti… te imagino con esos calzoncillos transparentes y que te los quito y me haces sentir cada centímetro de tu hermosa verga… me tienes tan caliente que solo me queda jugar conmigo misma pensando en ti. -Todo era una invitación a sexo y un día se me ocurrió hacerle el juego más humillante y cruel que uno le puede hacer a una mujer. Acepté ir a verla a un hotel cerca de donde trabajaba y del cual ella tendría que pagar, pues como excusa para no pensar que me dejaría plantado, yo iba a llamar a la habitación de hotel y corroborar que ella verdaderamente se encontraba ahí. Aceptó y quedamos que estaría ahí a las siete de la noche en punto.

Desde las cinco me llamó y me hizo saber que ya se encontraba en el hotel y me había dado el número de la habitación. Coquetamente me hacía saber que estaba lista, que había llevado una botella de Chivas Regal y que tenía vino para que yo no me preocupara por ello. Esa tarde le pedí a Karina de favor de que me llamara exactamente a las 7:30 p.m. que lo pusiera en su agenda que sé que colgaba en la puerta de su refrigerador y que era muy importante. Con Karina sabía que podía contar, ella era más puntual que yo y muy eficiente, especialmente que le dije que no era cuestión de trabajo, sino un favor de amigos. Llegué al estacionamiento del hotel minutos antes de las siete y llamé a recepción y me comunicaron con la habitación de Jacqueline:

-¿Realmente pensaste que te dejaría plantado? Sube, estoy ansiosamente esperándote.

Me tomó un par de minutos para subir al segundo nivel del hotel, abrió la puerta y ahí estaba Jacqueline con su dulce aroma, con un nuevo tinte de cabello que ahora se le miraba rojizo, con un vestido de color blanco bien ajustado a su precioso y sensual cuerpo. Este día estaba más maquillada que en otras ocasiones, me quitó el chaleco apresuradamente y nos comenzamos a besar como si de dos amantes en reconciliación se trataba. Me desabotonó el pantalón y esta vez iba directa a lo que iba, no quería dejar lugar a las dudas que tan pronto me despojó del pantalón me quitó el calzoncillo estilo bikini que llevaba. Me paró la verga rápidamente pues golosamente se la llevó a la boca. Primera vez que sentía los labios de Jacqueline apretando deliciosamente mi verga. Me estaba dando una felación deliciosa a la orilla de la cama y disimuladamente miré mi reloj: llevamos diez minutos en ello. Le pedí que se parara y le bajé el cierre de su vestido blanco el cual me dejaba ver el relieve su sus calzoncitos y descubrí que llevaba unos cacheteros también blancos y ella me asistía a removerlo pues pensaba bajarlo y Jacqueline se lo removió subiéndolo por todo su cuerpo.

Me quedaba ante mí, sola con ese calzón que magnificaba esos glúteos que se podían sentir firmes. Ya los había acariciado, pero nunca lo había hecho como ese día. No llevaba brasier, este vestido no lo requería y sus dos ricos y espectaculares melones quedaban a disposición mía. Los besé y les dediqué un par de minutos mamándolos y el cuerpo de Jacqueline se erizaba y no era por el frío de la época, la habitación tenía una temperatura adecuada. Se sentó por sobre mis piernas y exclamó con su voz picara y sugestiva: ¡Que rica se siente… tienes una verga divina! -No le había quitado su calzón cachetero, pero mi verga le hacía un hueco en su caliente sexo, que realmente no sentía que llevaba calzones, pues estaba ya mojado y caliente que verdaderamente creí que ella se los había quitado por arte de magia.

En esa posición a la orilla de la cama, con una agilidad de flexibilidad se fue por encima de mí y comencé a quitarle sus calzones que ya estaban más que húmedos. Yo le di vuelta a Jacqueline y ahora ella quedaba acostada por sobre su espalda y miré ese coñito pequeño y espectacular que tiene esta linda chica. Estaba bien depilado y vi el brillo de sus labios húmedos y el brillar de su inflamado clítoris que brillaba igual que el pendiente de un corazón de rubí que siempre llevo. Me dediqué a chupar su coñito y Jacqueline tomó mis manos cuando intenté llegar a sus pezones, pero luego creo que intuyó mi intención y me dejó masajear sus tetas y apretar sus pezones mientras me comía su coñito… le metía la lengua a su hueco y luego regresaba y le chupaba su clítoris. Recuerdo sus exclamaciones con su acento español y muy eróticos: ¡Que rico mi amor, que rico la chupas! Me vas a hacer correr en cualquier momento. – Cuando sentía que, hacía ese vaivén para encontrar su orgasmo, me dirigía a su ombligo o besaba sus entrepiernas… Ella me dijo en cierto momento: Antonio, me estás haciendo sufrir, fóllame… quiero sentir que me follas… méteme tu preciosa polla mi amor.

Disimuladamente vi en mi reloj que faltaban siete minutos para las 7:30 p.m. Le puse una almohada debajo de las nalgas a Jacqueline y ella me asistió intuyendo mi intención, pero nunca se imaginó lo que vendría después. En esa misma posición chupándole su coñito, le elevé sus dos hermosas piernas y le deslicé mi lengua hasta su culo. Sintió mi invasión que creo no se lo esperaba y exclamó: ¡Me quieres volver loca! ¡Qué rico Sr. Zena, usted está decidido a volverme loca… que delicioso cariño! -Le chupé el ojete por un par de minutos, donde también intenté penetrarle con mi lengua. Ella me lo pedía con su voz erótica: ¡Fóllame el coño Antonio, fóllame que me vuelves loca mi amor!

Me incorporé y me hinqué sobre la cama en posición del misionero. Jacqueline miraba como me tomaba la verga que estaba brillosa de mi glande por esos líquidos pre seminales que ya habían dejado mi evidencia sobre las sabanas de la cama. Así hincado frente a su conchita se la deslizaba de arriba hacia abajo y le sobaba con mi glande su inflamado clítoris. Miraba como Jacqueline cerraba sus ojos, fruncía su labios, gemía, su respiración se volvía profusa, su piel se erizaba y ella solo me exclamaba cuando me miró a los ojos: -Antonio, méteme la verga… quiero sentir tu verga adentro de mi… fóllame como tú quieras. Le deslicé mi verga lentamente y Jacqueline se sentía bien apretada… su vagina me mandaba ese vibrar exquisito, me apretaba mi verga con su coñito. Estaba delicioso y Jacqueline quería conllevar ese vaivén porque sabía que su orgasmo estaba cerca. Siempre que sentía que quería acelerarlo se la sacaba y como tenía esa almohada debajo de sus nalgas, me quedaban también expuesta para sodomizarla.

Le asomé mi glande a su ojete, y se lo quise follar, pero me puso la resistencia de un anillo no acostumbrado a esta perforación. Jacqueline me preguntó: ¿Te lo quieres follar… te quieres follar mi culito? – Tomé mi glande con mi mano y se lo hundí por unos segundos, pero volvió a salir expulsado. Jaqueline solo me dijo: No cariño, lo intentamos más tarde… fóllame el coñito que me vas a hacer correr pronto. – le volví a dejar ir mi verga en su conchita y Jacqueline gimió de nuevo y comenzó a hacer un vaivén a punto de correrse y sonó el teléfono. Me levanté de la cama y pude ver su frustración en su rostro y contesté mi teléfono. Estaba tan caliente y verdaderamente estaba gozando el momento y sabía que lo que había pensado hacer de antemano, me iba a doler, pero también le iba a dar con todo al ego de Jacqueline. Me fui al baño a lavarme, me puse los pantalones mientras Jacqueline quedaba anonadaba en su asombro.

-¿Qué te pasa? ¿Quién llamó?

-Karina… luego te cuento. Debo de ir por ella.

-Por favor… ¿Realmente debes ir?

-Si Jacqueline… es una emergencia. Luego te hablo. -le decía mientras me acomodaba los zapatos.

Ni tan siquiera le di un beso de despedida, me aseguré de que llevaba todas mis pertenencias y salí de esa habitación. Debo decir que, sí me dolían los testículos, es difícil evitar ese ardor cuando se ha estado tan excitado y no haber liberado esa presión. No me atreví ir a donde Grace para liberar tal presión, pues ahora no solo olía a perfume de mujer, sino que también olía a ese sexo fresco, al joven sexo de la preciosa Jacqueline. Al igual que me dolían los testículos, siempre imaginé que a Jacqueline le deberían estar doliendo los ovarios, si es que una mujer pasa lo mismo cuando no se puede liberar esa presión de un acto sexual frustrado. No sé cuántas veces me llamó Jacqueline aquella noche, ignoré esas llamadas y solo me la imaginaba frustrada en la cama, poniéndose su calzón cachetero y su vestido blanco, llevándose su vino tinto y la botella de whisky que nunca destapamos.

El próximo capítulo es el final y te sugiero que para entender el contexto de esta historia debes leer los capítulos anteriores. Solo de esa manera se puede entender el porque hice lo que hice. De solo recordarlo, me arden los huevos, pero también me causa una erección.

Continuará.

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