Ya habían pasado varios meses y Jacqueline siempre me mantenía con esas emociones que llegaban como las expectativas infantiles de la sorpresa. Me gustaba su juego y no sé si lo hacía por la prudencia, por las intenciones de torturarme y acorralarme entre las ansiedades, pero no me importaba pues por aquellos días estaba descubriendo las avenidas amplias de volver a ser soltero y, no me iba tan mal. Las erecciones que Jacqueline me provocaba al coquetearme, ya sea de una forma verbal o física, tenían los seguros desahogos en chicas como la bella rubia Grace, la hondureña Yoseline, su compatriota y bella mexicana Marisela, por mencionar a las que más recuerdo. Pero ahí estaba en el juego de Jacqueline y después de varios almuerzos y encuentros, después de cuatro meses solo me había ofrecido que besara sus labios y que tocara los otros de su hirviente y juvenil sexo.
Por esos días me invitó a que le acompañara a su modista, pues debería de medirse algunos vestidos que había ordenado. Habíamos ido a almorzar y camino para que ella me fuera a dejar a mi oficina, quedaba esta plaza comercial donde estaba su modista. Le saludó una señora que andaba pellizcando las apariencias de una quinta década, una mujer muy elegante que al verme me dio una de esas miradas que puedes sentir cubrió sin casi disimular desde la punta de mis zapatos al tope de mi coronilla. Jacqueline me presentó como su novio y por primera vez a mis 33 años me sentía incómodo que una chica de 20, con apariencia de quinceañera me presentara como su novio. Imaginaba lo que esta mujer pensaba de mí, pues yo estuve al otro lado de la moneda década atrás con mujeres que cuando yo tenía 18 o 20, miraba ya en los rostros de la bella y sensual Desiree, el rostro de una mujer madura y para mi a esa edad, ya Desiree era una mujer que imponía respeto y que yo ya consideraba como una mujer mayor. Hoy que he atravesado el medio siglo de vida, veo a una mujer de 33 como a una jovenzuela y a una de 20 todavía en esa metamorfosis infantil. Jacqueline me miró pensativo y me dijo acercándose a mi oído:
-¡Le gustas a la señora… te come con esa mirada!
-Pensé que me miraba de esa manera porque presiento que se hace esa pregunta interior: ¿Qué hace este viejo con esta jovencita? – Y Jacqueline sonríe.
-¿De veras te consideras un hombre viejo?
-Mucho mayor que tú… de seguro. – vuelve a sonreír.
La señora la hace pasar a una habitación donde Jacqueline debe probarse los nuevos vestidos. Es Jacqueline quien me pide que la acompañe y veo que hay un pequeño sofá, una de las paredes es un espejo gigantesco, hay un cancel en la otra pared opuesta y donde Jacqueline podrá desvestirse y probarse los nuevos vestidos. La mujer le lleva las nuevas confecciones y Jacqueline me llama para que le asista a desabrochar su brasier. Este día vestía uno de esos overoles que le hacían ver más juvenil y Jacqueline ya se había despojado de ellos y solo la encontraba con sus bragas estilo bikini de un color beige que al principio pensé que se encontraba desnuda de esa parte, el brasier era del mismo color y le asistí en desabrocharlo.
Sus pechos tenían una medida espectacular y siempre tenía en mente que eran la obra de algún cirujano plástico, pero no reconciliaba esa idea, pues Jacqueline tan solo tenía 20 años. Hice como que quería evitar mirarla, pero esta mujer es una tentación que es imposible hacerlo. Pude ver esa piel corrugada de un café rosa de su areola, sus pezones estaban erectos y Jacqueline sostenía sus dos hermosos pechos con sus pequeñas manos. Me iba a retirar después de colgar su brasier y escucho que me dice: ¡Cariño… ayúdame a vestirme! -Y luego dice algo que plenamente me incómodo, pues realmente no me lo esperaba, especialmente estando frente a una mujer mayor y para mí, además de que era mayor también era desconocida. Jacqueline de una forma simple, pero con una ironía erótica le dice a la modista: -Estos hombres… que bien como ansían desvestirnos, pero para ayudarnos a vestir… ahí nos ignoran. -Y Jacqueline me sonreía con esa mirada picara y preciosa. Estuvimos en esa rutina de pruebas por unos 40 minutos, donde la bella y erótica Jacqueline me brindó un espectáculo para que yo la viese ese día semidesnuda. Por suerte, puede ocultar mi erección, pues esa es la ventaja de usar trajes o sacos de vestir.
No sé si Jacqueline me exageraba o me mentía, pero debido a que ya le había visto los pechos desnudos y creo que conocía a su modista por algunos años, mientras se probaba aquellas confecciones me hablaba de que debido al crecimiento de sus pechos y de su trasero en sus años de pubertad, dejó de practicar ballet pues sus dedos de los pies no podían ya en sostener ese peso adicional. La modista, que en ese día supe también era la modista de su hermana mayor y madre, dijo algo que me hizo llamar la atención: ¡A esta mujer le asentó muy bien llegar a ser madre muy joven! De repente un día la vi hecha toda una mujer que hasta llegué a pensar que todo aquello que resaltaba tenía que ver con la cirugía plástica. – La cuenta de los tres vestidos eran alrededor de unos $800.00 dólares, los cuales me ofrecí en pagar, pero Jacqueline intervino y me dijo de esta manera: ¡Disculpé Sr. Zena! Muy su mujer puedo ser, pero mientras no lo confirme ningún documento, yo me valgo por mi misma. Gracias, pero no puedo aceptarlo. – concluyó diciendo.
Podía sonar autoritaria pero la mayoría del tiempo era una chica muy melosa. Le molestaba que la compararan con esa actriz juvenil mexicana Thalía, quien cuando la vi por primera vez en una fotografía, me pareció una chica muy guapa y sensual y sí tenía algunas facciones muy parecidas, pero definitivamente Jacqueline era mas voluptuosa que la sensual Thalía, pero al igual que la actriz tenía una llamativa cintura. No recuerdo haberla visto nunca vistiendo lo mismo, excepto las veces que lucía sus jeans bien ajustados y que era una delicia verla en ellos, especialmente sí solo usaba bustier o esas pequeñas blusas que me dejaban verla con su ombligo adornada de sus piedras brillantes. Siempre me cuestionaba como podía hacerse de todo aquello que hasta un día llegué a pensar que se dedicaba parcialmente al sexo de paga de la alta clase. No tenía un coche muy caro que digamos, pero en los tres años que la conocí siempre cambió su coche al año más reciente. Lucía siempre alguna diferente joya y bonitos atuendos confeccionados especialmente para ella o esa ropa de marca que venden los departamentos populares de la alta clase. Vivía en un condominio en un lugar que se podía decir de media clase alta, pero que no se podían sostener todos estos lujos con un salario de recepcionista. Su esposo al que nunca conocí debería ser el que pagaba todas aquellas cosas. Tiempo después entendía de donde provenía todo eso.
Hasta el momento creo que nunca estuvo casada, pues salía conmigo a todas horas de los días sin ninguna preocupación. Un día me la encontré con alguien más por pura casualidad en un restaurante cuando yo también me miraba con su compatriota Marisela, quien también era muy bella y con un cuerpo igual de espectacular. A diferencia con Jacqueline, Marisela si era casada y tenía cuatro hijos a sus 27 años, sorpresa que me llevé cuando lo descubrí, pues Marisela nunca me habló de hijos, mucho menos que había parido cuatro. La verdad que se me hizo difícil de creerlo, pues esta mujer tenía un cuerpo de doncella espectacular. Ese día que nos vimos el uno con el otro con diferentes parejas, ni ella ni yo intentamos hacer contacto, aunque el día siguiente me cuestionó:
-¿Quieres provocarme celos?
-¡Para nada! Esa chica es representante de ventas… cuestiones de negocios.
-¡A las ocho de la noche!
-Jacqueline, hay veces que desayuno a las seis de la mañana con un cliente y ceno y voy a cocteles hasta medianoche.
-¡Siempre has tenido en tu vida las excusas perfectas!
-¿Si estás celosa?
-¡No! ¿Y tú no me vas a preguntar nada de mi compañía de esa noche? ¡Quizá no te importo! ¿Verdad?
-No tengo por cuestionar nada… siempre he pensado Jacqueline que me someto a tu juego y nada más.
-¿No te causó un poquito de celos verme con otro hombre?
-No… Pensé que era tu esposo. Tú me hablas de él todo el tiempo y es por eso por lo que pienso que lo tuyo es nada más que un juego. -Y escuché como el tono del teléfono desapareció. Me colgó.
Ese día conocí a la Jacqueline infantil y caprichosa y no intenté en marcarle o buscarle días después. Pasó un mes y un día se aparece la recepcionista con un ramo de rosas rojas. Nunca nadie en la vida me había enviado flores… me parecía inusual: ¿Una mujer enviándole rosas a un hombre? Yo nunca le había enviado rosas, a pesar de que sabía que muchos de sus admiradores se las enviaban todo el tiempo. Me propuse no contactarla y la seguí ignorando. Dos días después la misma recepcionista subía con otro ramo de rosas, el cual también ignoré en enviar las gracias y por pura coincidencia, ese fin de semana tomaba mis vacaciones y las cuales ya había agendado para visitar la tierra de mi padre y me fui con mi hijo a la bella ciudad de la loba: Roma. Regresé dos semanas después, solo para partir una semana más a la ciudad de Cancún en México y la misma recepcionista me contaba que habían tenido que tirar el resto de las rosas que envió Jacqueline.
No la vi por dos meses consecutivos y un día se apareció en mi oficina sin siquiera pasar por recepción para anunciarse. La recepcionista que ya la conocía se contacta por medio del intercomunicador y con tono de advertencia me dice: Sr. Zena, Jacqueline va subiendo las gradas… no ha pedido audiencia. Le dije que no se preocupara y que no me pasara llamadas hasta ver salir a Jacqueline de las instalaciones. La vi aparecer y aunque la puerta estaba medio abierta, ella tocó la puerta y me preguntó: ¿Puedo pasar? – Vestía un vestido de una sola pieza que se le ceñía a su hermoso cuerpo. Era de esa tela de mezclilla y con botones de bronce y, con un escote que se podía apreciar buena parte de la piel tersa de sus preciosos senos. Llegó como una gatita buscando mimos.
-¡Hola, cariño… cómo te he echado de menos!
-¡Hola Jacqueline! ¿Cómo has estado?
-¡Tu debes saber como me encuentro! ¡Te he extrañado un siglo!
-Jacqueline, disculpa que te suene breve, pero acabo de regresar y tengo muchas cosas pendientes en mis manos.
-¡Esta bien! Solo quería pedirte perdón por haberte colgado… quiero saber que me perdonas.
-Jacqueline, no hay nada que perdonar. – Se acercó a mí, me dio un abrazo intenso y se despidió con un beso en los labios.
Creo que fueron cinco minutos y me gustó haberla visto vistiendo ese atuendo realmente muy provocativo. Esa especie de vestido me dejaba ver unos doce o catorce centímetros por sobre sus rodillas, un escote provocativo que parecían que esos dos melones se salían y verdaderamente me excitaron y que me hicieron soñar. Tres días después ella me llama para hacerme una invitación:
-Tony… ¿podemos cenar juntos mañana?
-Si… solo con una condición.
-¡Condición! Ok… creo que me lo merezco. Solo porque eres el Sr. Antonio Zena, me someto a tu condición. Dime.
-¿Puedes llevar el mismo vestido que llevaste la última vez que nos vimos?
-Usted no conoce a las mujeres… no podría llevar el mismo vestido.
-¿Por qué no? Me gustaría verte con el mismo vestido. Tienes tiempo para lavarlo, llevarlo a la tintorería si lo requiere… simplemente quiero verte con el mismo vestido.
-¿Alguna otra petición?
-Déjame pensar un segundo… No lleves nada de maquillaje, no quiero que tengas ninguna joya, no quiero que, vistas ninguna ropa interior, solo puedes usar ese perfume que usas y nada más.
-De acuerdo… ¿pero puedo pedirle algo?
-Tú dirás…
-Si yo digo No significa No y si me quedo callada significa Si.
-Siempre lo he intuido así.
-No significa Si y, si hay silencio significa también Si.
-Eres chistoso Antonio, por eso me encantas mucho más de lo que tú te imaginas.
Creo que desde ese punto los niveles de erotismo de parte de esta preciosa mujer se elevaron. Ella me sorprendió con ese dilema de su tortura, pero de una manera masoquista me sometí a ella… creo que valdría la pena… creo que muchos se habrían sometido a ella. Jacqueline era una tortura erótica, era como decirle a un oso, ahí esta el panal de miel, pero no lo muerdas; como estar muerto del hambre viendo el bistec mas gustoso y que te digan que solo puedes olerlo… oh… simplemente desvestir a una mujer mas hermosa con los ojos cerrados: Es imposible.
Este relato continuara el día de mañana y quizá la próxima semana, pero si no entiendes el contexto en general, intenta buscar las partes anteriores. Jacqueline siempre fue erotismo y se intensifica tan violenta, como cuando te sorprende una marea alta. Tienen que ver muchos los astros, pero en realidad, Jacqueline tiene control de las mareas.
Continúa.