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Iniciando a nuestros hijos mellizos (10)
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Durante la semana que siguió, la vida en casa se mantuvo en su ritmo acostumbrado, sin embargo, la atmósfera tenía una tensión erótica. Cada noche, Myriam y yo no pudimos evitar la tentación de hablar en la cama acerca de la revelación de Sandra y su anhelo de experimentar nuestro estilo de vida. Nuestras fantasías se expandían, imaginando a nuestra hija inmersa en la escena que una vez pensamos que era solo para nosotros.

El sábado por la tarde habíamos acordado ir a la sex shop, Sandra en pocos días elevo su libido, de ser una universitaria deportista e hija de familia, vestir con pants deportivos, shorts y calzado cómodos, a salir ese día de su habitación con un short extremadamente corto que apenas le cubrían las nalgas y una blusa suelta que hacían notar sus generosos senos y dejando además a la vista su ombligo y su vientre plano, con su figura atlética se veía espectacular con ese atuendo.

Jamás imagine que mi hija iría a una sex shop y menos en compañía de nosotros, y la idea de que lo hiciera con esa ropa que la hacía lucir tan tentadora, era una combinación que a mi esposa y a mi nos ponía nerviosos. Aunado a eso Myriam le sugirió que usara unas zapatillas casuales con plataforma en lugar de sus zapatillas deportivas, mi hija acepto sin dudarlo.

Salimos de casa. En el coche, la conversación fue tensa, los tres estábamos ansiosos. El sex shop está dentro de un concurrido centro comercial discretamente ubicado al final de un pasillo, era necesario pasar por tiendas de ropa y quioscos de venta en los pasillos del mall, Sandra se movía con la gracia de una gacela, atrayendo miradas de algunos hombres e incluso mujeres que se cruzaron en su camino. Entramos a la elegante tienda, que olía a cuero, seda y perfume exótico, afortunadamente por la hora, no había clientes en la sala principal, lo que me permitió sentir un alivio temporal. Había 3 empleados a la vista, una chica y dos chicos.

Los ojos de Sandra se abrieron de par en par al ver la gran variedad de artículos que ofrecía la tienda. Había juguetes eróticos en todos los tamaños y formas imaginables, lencería provocativa colgando de perchas, y estanterías repletas de DVD y revistas que en la actualidad inexplicablemente aún existían.

Sandra caminó por el pasillo central, examinando todo con curiosidad, a veces deteniéndose a leer la descripción de un producto. A medida que caminamos por la tienda, Sandra se movía con gracia, su short resaltando cada movimiento de su cadera, y su blusa se abría levemente con cada paso. La chica del mostrador, cuyo uniforme sugerente no pasó desapercibido, se acercó a nosotros y, con una sonrisa en los labios, nos ofreció su ayuda. “¿Es su primera visita?” Preguntó. Mi esposa y yo con la boca seca le contestamos que ya habíamos venido antes. “¿Tienen alguna idea de lo que buscan?” Nos consultó, y Sandra respondió sin rubor: “Queremos ver ropa sexy para una despedida de soltera”.

La chica asintió y, tomando a Sandra por el brazo, la guio a el área de lencería en la que colgaban centenares de conjuntos.

Mi esposa y yo la seguimos con cierta timidez, aún sin creer que nuestra hija estuviera allí, en una tienda para adultos, eligiendo ropa atrevida para su mama y quizá para ella misma. De repente, Sandra detuvo su marcha ante un maniquí que portaba un liguero de cuero y un corset ajustado que dejaría a la vista los pezones. Nos miró a los dos, y su rostro se tornó entre tímido y aventurero. “¿Qué les parece?” preguntó, con sus mejillas sonrojadas. La dependienta, con un tacto experto, empezó a mostrarle opciones: “Este sería ideal, se adhiere perfecto al cuerpo y resalta tus curvas”, decía, o “mira este color, te quedaría genial. ¿Las dos necesitan atuendos?” Preguntó.

Sandra respondió con tono seguro: “Sí, primero mi amiga Myriam, que es la que se va a casar soy su Wedding Planner (Organizadora de Bodas). Y él es Miguel el afortunado novio, me gustaría para ella algo que la haga sentir sexy y divertida en su despedida de soltera”. La chica del mostrador asintió, entendiendo la situación, y continuó mostrando opciones de lencería cada vez más atrevida.

Mientras mi esposa y yo observábamos, intentando no mostrar nuestro asombro y sorprendidos de como nuestra hija manejaba la situación y la volvía divertida, por dentro moria de risa por su ocurrencia de presentarse como la organizadora de nuestra boda. La conversación con la vendedora se centró en cuáles serían las mejores opciones para que Myriam deslumbrara en su fiesta.

“Me gustaría algo más sexual para mi clienta” Pidió Sandra, me estaba excitando mirarla con su diminuto short, caminaba al lado de la vendedora sus hermosas piernas me volvían loco.

Sentí que mi corazón latía más rápido al escuchar la petición de Sandra. La vendedora le guiño un ojo y asintió, conduciéndola a un rincón exclusivo de la tienda. La sección de lencería se tornaba aún más provocativa, con encajes que se adherirían a la piel y diseños que dejarían al descubierto la imaginación. La chica cogió un par de conjuntos “¿Qué tal este?” dijo, mostrando un body transparente con detalles en terciopelo rojo que resaltarían la piel de mi esposa. “Sí, este sería perfecto. Myriam ama el rojo, y estoy segura de que le encantará”. La conversación siguió, y la tensión sexual en la tienda se volvía aún más densa, con cada prenda que la chica presentaba. La confianza de mi hija en este entorno me sorprendía, y no pude evitar sentir un extraño cosquilleo en el estómago al verla tan segura.

La vendedora les mostró la sección de probadores y las tres desaparecieron detrás de la cortina.

Sali y me senté en una silla afuera en la parte principal de la tienda, intentando mantener la compostura. Mirando a mi alrededor, me di cuenta que entraron nuevos clientes, algunas venían en parejas y otros eran hombres solos, los empleados estaban atrás de un mostrador de cristal en cuyo interior había todo tipo de artilugios y accesorios sexuales. En el pasado mi esposa y yo habíamos ido exclusivamente por ropa, de hecho, era una tienda recurrente de nuestros amigos del ambiente.

No era la única sex shop de la ciudad, pero si la más exclusiva sabía que incluso tenía unas secciones privadas que en el pasado eran para trasmitir películas clasificación xxx, en la actualidad me habían informado que tenían otras funciones. Era como si fuesen dos tiendas o escenarios.

A la otra sección jamás tuve curiosidad por entrar ya que mi cuota de perversión la tenía cubierta en el ambiente swinger. Vi que entraron algunos chicos, pero no vi que entrase alguna mujer. Decidí regresar para estar más cerca de mi familia, no podía evitar escuchar sus risas suaves detrás de la cortina que conducía a los probadores. Finalmente, la cortina se abrió, Sandra salió y me pidió entrara para que mirara los atuendos que mi esposa había elegido, Myriam salió del probador luciendo un liguero que resaltaba su figura y unas bragas transparentes que me dejaron sin aliento. Sandra la miraba con una sonrisa orgullosa y dijo: “¿Ves? Le queda de maravilla”.

“¿Te gusta, amor?” Preguntó Myriam.

“¡Me encanta!”, le respondí.

“¿Que me sugieres para acompañar a mi clienta en su despedida de soltera? Me gustaría algo sexy de acuerdo a mi edad”, Pregunto mi hija a la empleada. “Si me permites Sandy te puedo ayudar a elegir” le sugirió mi esposa siguiendo el juego a nuestra hija. Decidí darles intimidad y salí nuevamente a la sala principal de la tienda, paseando por entre las estanterías, examinando los juguetes eróticos que brillaban con las luces tenues.

Pensando en mi hija probando ropa sexy y mi esposa guiando sus elecciones, mi imaginación empezó a volar, y no pude evitar sentir un calor que se extendía por mi miembro, que ya empezaba a endurecerse en mi pantalón. Dejando que mi mente se llenara de imágenes vividas de lo que podrían estar pasando detrás de aquella cortina, me dediqué a explorar la tienda.

Aproveché para platicar con uno de los vendedores y le pregunte si aun funcionaban los privados o era solo otra sección de la tienda en donde había otros artículos ya que vi que otro grupo de 3 chicos entraron.

“Si, es privado para asociados con membresía” me contesto.

“De que se trata?” Pregunte realmente intrigado

“Son dos salas para Glory Hole y un cuarto oscuro. ¿Sabe a qué me refiero?”

“Bueno, Glory Hole si conozco el termino, son orificios en la pared en donde hombres introducen sus miembros para recibir sexo oral, y el cuarto oscuro no tengo la menor idea, pero me lo puedo imaginar” Respondí, en algún club swinger que visitamos existen las salas de Glory Hole.

“Bien, el cuarto oscuro funciona después de las 8 de la noche y es exclusivo para Gays, y las dos salas para Glory Hole una es gay y otra es para heteros” Me respondió de forma profesional el vendedor.

“¿Esas dos salas están ahora abiertas?” Pregunte

“Si, desde las 2 de la tarde”

“Disculpa, no quiero ser indiscreto, solo he visto que entren hombres, ¿entiendo que realmente el tema es gay?

“Mayormente señor, aunque algunas parejas vienen más tarde, entre los asociados se ponen de acuerdo, ¿le interesa una membresía?” Me ofreció

“¡Ho no! Solo curiosidad. ¿Puedo echar ahora un vistazo?” Pregunte

“Es exclusivo, lo siento, de hecho, la entrada es digital no tenemos acceso o control solo los asociados lo pueden hacer y el personal de limpieza al abrir y al cerrar la tienda, todo es anónimo una vez ingresando. ¿Le activo una membresía? solo son 300.00 dólares anuales para hombres y $ 200.00 dólares para parejas, es decir los dos pueden entrar se les asignan dos códigos y las chicas solas la membresía es gratuita… y perdone mi atrevimiento. ¿Las dos chicas que le acompañan son algo de usted?” Pregunto tratando de ser cuidadoso.

“Es mi… futura esposa y una amiga de mi esposa que está organizando nuestra boda” Seguí mintiendo con el juego creado por mi hija

“Bueno, por $ 200.00 dólares podrían tener acceso las tres personas a partir de hoy ¿que le parece?”

“Cuál es tu nombre chico?”

“Brian, señor”

“Brian, eres un excelente vendedor, créeme que lo tomare en cuenta”

“Disfrute la tienda señor, si necesita algo no dude en contactarme” Me extendió su tarjeta.

La vendedora, salió de la sección de ropa y me pidió la acompañar a petición de mi esposa.

Cuando entré a la sala de probadores, Sandra se encontraba parada delante del espejo, luciendo un atuendo que la hacía ver simplemente espectacular. Había escogido un liguero y bragas de cuero brillante, que ceñían su figura con un encanto irresistible, y un par de zapatillas altas con tacón que la hacían ver más alta y le daban un aire dominante y sensual. “¿Qué piensas, Miguel?, quería saber tu opinión” Me miró con ojos brillando de emoción y curiosidad. “¿Crees que este sería un buen look para la despedida de soltera de Myriam?” Su tono sugerente y su postura me dejaron sin aliento por un instante.

Cuando mi hija se dio la media vuelta, pude apreciar que el atuendo se metía audazmente entre sus nalgas, resaltando cada curva de su figura esbelta. Su piel brillaba a la luz tenue de la tienda, y cada movimiento que hacía con sus caderas hacía que la tela se ajustara aún más a su redondo culo. La prenda se deslizaba de una manera que acentuaba cada contorno, mostrando la separación perfecta de sus nalgas y la suave piel que se escondía debajo de la tira delantera.

Sus senos, ya de por si voluminosos, parecían querer escaparse de la diminuta prenda que los sostenía, a cada respiración que daba, se notaba el esfuerzo del encaje por contener la carne que amenazaba con salir. Su rostro se iluminó al ver mi reacción, su sonrisa sugería que sabía el impacto que causaba en mí.

Traté de reaccionar, evitando que notara mi turbación. “¡Mierda!, Sandra, vas a causar estragos en la fiesta de Myriam, ya debes saber que eres hermosa y te ves espectacular”, respondí, sin poderme contener. El espejo reflejaba su silueta, la tela del liguero y las bragas se ajustaban a su piel, resaltando cada contorno de su figura atlética. La habitación se llenó de un silencio cargado, en el que solo se escuchaba el suave sonido de sus pasos al andar y la respiración agitada de mi esposa y la mía. La intimidación que sentí en la tienda se transformó en una extraña combinación de orgullo y nerviosismo al ver a mi hija tan segura de sí, jugando con su sexualidad de una manera que jamás hubiera imaginado.

Agradecimos a la chica por sus atenciones, mi esposa y mi hija se pusieron deprisa la ropa con la que habíamos entrado. Con un paso ligero, cruzamos la tienda, pasando por delante de los clientes que miraban a mi hija con disimulado interés. Llegamos a la caja, atendida por el joven vendedor, Brian. Él sonrió al vernos y dijo: “¿Todo listo para la fiesta? la tensión en el aire se intensificó a medida que Brian escaneaba los artículos sin dejar de ver a mi hija y a mi esposa con cierto morbo.

Finalmente, el total fue calculado y mi esposa pagó con su tarjeta de crédito. A medida que salíamos, la vendedora nos deseó suerte en la despedida de soltera otorgándonos un guiño sutil. “Gracias, lo pasaremos de maravilla”, le dijo mi esposa con una sonrisa, y la puerta de la tienda se cerró detrás de nosotros, sellando la experiencia y el secreto que ahora compartíamos los tres.

Caminando por el bullicioso centro comercial, mi hija, se movía sensual y despreocupada, su corto short ajustado se movía con cada paso que daba, provocando que sus nalgas se contonearan de una forma que era imposible de ignorar, se movía con una sensualidad descarada, era difícil pasar desapercibida. Su actitud era evidente, disfrutaba ser el foco de atención y que los desconocidos la admiraran. Con cada paso que daba, sus caderas se balanceaban de un lado a otro moviendo su respingado culo.

Nunca me hubiera imaginado que mi hija tuviera una libido tan parecida al nuestro, que le gustara exhibirse y sentir los ojos de los demás encima. La miraba caminar y no podía evitar sentirme orgulloso de la persona que se había convertido. La confianza con la que se exhibía era en cierto sentido familiar, ya que mi esposa y yo solíamos disfrutar de ese tipo de atención en las fiestas swingers a las que asistíamos.

De repente, Sandra se detiene y me mira con ojos desafiantes, “¿Papá, en serio te gustó la ropa que elegí, no está muy atrevida?” Me acerque a ella, tomando su cintura, “Me encantó, bebe, te ves espectacular. Deberíamos celebrar que ya eres una adulta que se atreve a disfrutar de la vida”. Las invito a tomar un aperitivo antes de ir a casa.

“Buena idea, un aperitivo suena fantástico”, dijo Sandra, regalándome una hermosa sonrisa.

Decidimos ir a un bar cercano que solíamos frecuentar con nuestros amigos del ambiente. Al entrar, la atmósfera sensual me recordó nuestros juegos del pasado y mi imaginación se disparó con la idea de que mi hija de alguna forma ahora formara parte de este mundillo. Nos sentamos en un rincón discreto, y pedimos unas bebidas. Sandra y mi esposa reían divertidas sobre la actuación que tuvieron en la sex shop y el estar ahí con nuestra “Organizadora de Bodas” tomando una copa.

Mi hija nos preguntó si íbamos frecuentemente a esa tienda “¿Sabes? No la hemos visitado en un buen rato” Le contesto Myriam. “De hecho fue una de las primeras tiendas a las acudimos a comprar ropa o algún juguetito”, agregue sonriendo ante su inocente curiosidad.

Myriam le pregunto a mi hija que como había adquirido el consolador que nos confesó usaba

“¿De dónde lo sacaste?” Pregunté también intrigado.

“Oh, una amiga me lo dio cuando cumplí 20. Me dijo que era perfecto para probar cosas… sin compromisos”, dijo Sandra, bajando la mirada a su vaso y sonrojándose ligeramente.

Mi esposa se río suavemente, “¿Y qué tal la experiencia?”

“Ha sido interesante, la verdad. Aprendí bastante”, respondió con una media sonrisa, levantando la mirada y desafiando nuestros ojos.

Mi hija tomó un trago de su bebida, aclarando su garganta con un susurro y dijo: “¿Saben? Estuve a un paso de pedirles otro regalo allí en la sex shop, un consolador que vi. Pero me dio pena”. Nosotros intercambiamos miradas divertidos. “¿Y qué te detuvo?” Pregunté, intrigado por saber cuáles podrían ser las limitaciones que mi propia hija se autoimponía ya que todo el día se había mostrado abierta a cualquier situación. Ella se río un poco y respondió: “Creo que la gente que estaba en la caja me cohibió”.

Mi esposa, que ya se estaba relajando y disfrutando de la conversación, le dijo: “Sandy, si quieres un consolador o lo que sea, solo dilo. No hay nada de que avergonzarse.

Sandra se sonrojó aún más, “Bueno, no es que quiera que la gente sepa que lo use, mamá”, dijo en un tono tímido.

“Por supuesto, cariño, tu intimidad es sagrada. Pero si alguna vez quieres hablar de ello o de… cosas similares, no dudes en acercarte. Eso es lo que somos, una familia que se apoya”, le dijo mi esposa.

Sentando la base para que mi hija se sienta segura y apoyada en su exploración sexual, mi esposa sugirió: “Si hay alguna otra oportunidad, cariño, te lo compro yo, o si tienes pena, lo pido por Amazon, no hay de qué preocuparse”. Sandra sonrió, apreciando la oferta, “Gracias mamá, tal vez lo hagamos la próxima vez que vayamos a la sex shop”. La conversación continuó con un tono ahora más ligero y divertido, hablando de los consoladores y la variedad que hay en el mercado, las risas y comentarios subidos de tono llenaron el aire.

“Tenemos que ir pronto a la tienda de nuevo, mamá”, dijo Sandra

“Claro que iremos”, respondió mi esposa.

“En la actualidad hay mucha apertura, no hay de que sentirnos apenados le dije a mi hija, ahí mismo en la sex-shop hay un mundo oculto, platiqué con uno de los vendedores y me conto que hay unas salas especiales en donde hay algún tipo de actividad sexual”. Les confese

Mi esposa y yo intercambiamos una mirada que decía “¿estamos realmente teniendo esta conversación?” Sin embargo, la emoción en la cara de Sandra era evidente. Ella se ajustó el asiento en el banco, cruzando y descruzando las piernas, lo que solo sirvió para resaltar aún más su atractivo. “¿De verdad, papá? Hay lugares en la tienda para…”, se detuvo, buscando las palabras adecuadas. “Sí, cariño, hay salas privadas en la que la gente se reúne para… divertirse”, le expliqué, evitando ser demasiado explícito. Ella asintió, sus ojos brillaron de curiosidad

“Es como un club, pagas una membresía en la sex shop y tienes acceso a esas áreas, en algún sentido tiene que ver con el ambiente swinger, aunque está encaminado a otras variantes, como el sexo en general o las relaciones gays”

“¿De verdad?”, exclamó Sandra, intrigada por la revelación. “¿Y cuáles son esas variantes?”

Mi esposa y yo intercambiamos una mirada de duda, no sabíamos si debíamos continuar con el tema o si ya habíamos ido demasiado lejos. “Bueno hay cabinas temáticas”.

“Que son las cabinas temáticas en una sex shop?

“Son lugares privados en la tienda, que las personas alquilan para disfrutar de experiencias sexuales específicas” Trate de explicar.

Sandra me miraba con ojos que no se podía negar que ya no era la inocente adolescente que creíamos. Estaba creyendo en su sexualidad y la curiosidad que sentía por la escena swinger era evidente. “¿Y tienes que ser swinger para ir a esas salas?”

“No, cariño, no son propiamente swingers son personas que van en busca de sexo en general”, dijo Myriam

“Bueno, al fin y al cabo, es solo sexo, y si la gente quiere divertirse de maneras un poquito loca, es su decisión”, respondió Sandra con una sabiduría que me sorprendió.

“En clubs swingers hay cabinas temáticas y se llaman Glory Hole, a algunas parejas les gustan esas prácticas, nosotros jamás hemos participado, pero son especificas en club swingers. En el caso de la Sex Shop venden membresías para ingresar a esas cabinas, de hecho, me informaron los precios para hombres solos, parejas y las chicas o mujeres solas entran gratis.”. Le informe.

“Y que sucede en los Glory Hole”. Pregunto mi hija con los ojos muy abiertos.

“En esas salas, la idea es que haya orificios en la pared, por el que uno o varios miembros masculinos introducen anónimamente sus penes y la persona del otro lado, que tampoco se ve, les brinda sexo oral. Es un concepto discreto y anónimo que a mucha gente les gusta probar, por ello hay cabinas para gays y otra para heterosexuales, para las parejas hay un descuento y las chicas solas, bueno, no pagan, es gratuito para ellas”, Le expliqué, intentando ser lo más franco y sincero.

Su curiosidad se intensificó aún más, “¿Por qué no pagan las chicas?”

“Por la misma razón que en los club swinger no pagan derecho de membresía o acceso hija, es muy reducido el número de mujeres que participan o tienen esa fantasía como singles, comúnmente son parejas en el ambiente las que gustan de ese tipo de salas aun así son un número reducido en el caso de sex shops por ello pagan una cuota menor, y en el caso de hombres se les cobra una cuota mayor ya que son la inmensa mayoría, además están las salas gay en el mismo concepto con la variante que son hombres con hombres, el que está al interior de la cabina como los del exterior.” respondí

“¡Wow!, estoy en shock todas las opciones y posibilidades es un mundo que no sabía que existía, les agradezco que me lo estén mostrando, confieso que es excitante, muy hardcore en el caso de las cabinas para mí, aun así, algún día me gustaría mirarlo como espectadora solo por curiosidad. ¿Podemos en alguna futura visita… verlo?” Me sorprendió con su respuesta.

“Solo si pagamos la cuota de asociados”, Le recordé.

“Quizá en un futuro, después de tu fiesta de iniciación” Comento mi esposa

“En nuestra próxima visita a la sex shop pagare la membresía anual que me ofrecieron y nos registraremos los 3, quizá sea buena idea echar un vistazo” Les sugerí.

Continuará…

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6 COMENTARIOS

  1. Esta historia se esta poniendo cada capitulo mas interesante….. Todos estamos esperando ese gran debut de Sandra…..

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