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Tiempo de lectura: 8 minutos

Ella me eligió, desde que nuestras miradas se encontraron bajo la sombra de ese árbol fui la víctima que disfrutó sus perversiones y su cuerpo.

Ingobernable, incontenible, sensual; no tengo otra forma de describirla.

Podría decir que la follé, pero estoy seguro que fue todo lo contrario…

Creo que el primer beso que se dan dos personas es con la mirada y vaya que ambos nos besamos y nos desnudamos ese mediodía en esa calle repleta de gente, nos comenzamos a follar en medio de todos sin que nadie más se diera cuenta de lo que pasaba, sin que nadie se diera cuenta que entre dos desconocidos comenzaba el baile de la seducción.

Me encontraba a un costado del teatro Degollado, como siempre de nueve a dos de la tarde es mi lugar de trabajo así acordé con los encargados de cobrar plaza en esa zona, la cuota es un poco elevada pero como hay mucho turista extranjero bien vale la pena. Estoy abajo de uno de los árboles que dan sombra por el andador que une la Catedral, el teatro Degollado, el mercado san Juan de Dios y al fondo el instituto cultural Cabañas.

Justo a la entrada al estacionamiento entre el teatro y el edificio de la universidad.

Me encanta esa zona, los edificios antiguos tan llenos de historia majestuosos a pesar del tiempo con sus adornados remates, sus puertas de madera talladas a mano y el hierro forjado que cubre las ventanas. Si no fuera por el olor a orina que de repente llega sería un lugar mágico.

¿Que, qué hago?

Dibujos, bocetos, y pinturas; me encanta dibujar y es una forma de llevar dinero a casa. Desde las ocho treinta de la mañana que llegó comienzo a instalarme, abro mi mochila y sacó los pinceles y pinturas acrílicas, los carboncillos y las hojas para dibujar, el caballete lo cargo en la espalda sujeto a la mochila así es que nada más lo abro y está listo para poner el lienzo sobre él, por último saco un par de lazos que amarró entre dos árboles y con ayuda de pinzas de madera cuelgo en ellas los dibujos que tengo terminados y listos para vender, así la gente ve mi trabajo y me hace encargos o se lleva algo que les guste, tengo animales, rostros, paisajes, fruta, etc…

Ese día me dio por dibujar un paisaje frío, de tormenta, de fondo; el cielo oscuro con nubes grises en distintas tonalidades, desde un gris profundo casi negro hasta un claro casi blanco, en el medio un enorme jacarandá en flor con el clásico púrpura de sus hojas rodeado en sus trecientos sesenta grados por el verde vivo de las milpas a punto de espiar.

Como es costumbre la gente le dedica algunos minutos a ver las obras, otros se quedan durante el proceso de la obra, estaba absorto en mi trabajo cuando levanté la vista y ahí estaba ella en el medio de sus dos amigas con una pícara sonrisa en sus labios rojos y su mirada fija en mis manos, su pelo lo llevaba suelto sobre sus hombros, un par de trenzas muy delgadas sujetas por varios moños de diferentes colores caían a cada lado de su rostro, no era muy alta, todo lo contrario de su presencia que parecía llegar al cielo.

Lo primero que noté fueron sus enormes y alegres ojos junto con su perfecta y apetecible boca, le calcule 1.60 de altura, con unos tacones y de puntas quedaría perfectamente tensa de la barra que cuelga al centro del departamento.

Vestía jeans claros y una blusa muy colorida que no escondía su generoso busto, cuando me miró bajé la vista un momento antes de volver a levantar mis ojos y retarla con mi mirada, me la sostuvo hasta que alguien preguntó el precio de un elefante a carboncillo.

Cuando la mayoría de la gente siguió su camino ella tomó dio un paso adelante y me habló sobre pintar una foto de ella que le gustaba mucho a lo que accedí en el mismo instante.

Esos trabajos me encantan los puedo cobrar más caros y es básicamente lo mismo que dibujar algo que veo en el celular, así que le pedí que me mandara la foto por el celular y así de sencillo en unos pocos minutos ya había conseguido su número y una foto de una hermosa mujer.

Otra conquista fácil, era mexicana, pero por lo poco que me contó supe que llevaba mucho tiempo en el extranjero y por lo regular ellas cuando vienen quieren divertirse, pasarla bien y por lo regular un buen polvo para recordar y qué mejor que yo para divertirnos juntos, pero todo a su tiempo, primero el dibujo y más tarde le tiro el anzuelo de llevarlas a una velada de baile y cerveza.

La foto no era nada del otro mundo salvo por la modelo que luce hermosa, ella estaba de pie en medio de un jardín, tal vez en su casa. Estaba de pie con una mano sobre su cintura y un pie delante del otro.

En la foto vestía con un conjunto de malla rosa mexicano, que consistía en un pequeño top y un short arriba de las rodillas, encima de eso una blusa blanca abierta y unos tenis impecablemente blancos.

Cuando comencé el boceto le dediqué varios minutos a los ojos porque quería capturar el misticismo de su mirada, también me entretuve en sus labios porque quería que fueran perfectos como los reales quería que esos labios invitarán al placer, luego lo demás, su cuello, sus piernas, sus brazos y el resto del rostro. Debo admitir que sentí cierto placer al dibujar su entrepierna y me imaginé repasando la zona con mi lengua.

Le dije que en un par de horas lo tendría listo por si quería aprovechar para conocer ya que sólo estaría en la ciudad un par de días antes de ir al pueblo a visitar a sus familiares para luego regresar a California.

Se fueron a conocer la ciudad y cuando volvieron cada una sostenía una cerveza en una mano y morían una bolsa de plástico que en su interior traía una torta ahogada que se me antojo en ese instante.

Creo que fue una prueba y quería saber si la podía dibujar correctamente. Me pagó el precio que le puse sin rechistar y desaparecieron de mi vista alejándose rumbo a la plaza de armas.

—Dime ojitos, ¿cómo te llamas?

—Lau dime Lau

Y así sin más despedidas se fueron las tres mujeres que componían la comitiva.

Estaba llegando a casa a punto de mandar un mensaje para invitarla a cenar cuando recibí un mensaje.

Me sorprendió saber que era de ella.

Era la ubicación de su hotel y una invitación a cenar junto con la petición de llevar mis carboncillos.

Sonríe, claro que iría.

Esta noche será memorable, unos golpecitos en mi ropa interior confirmaron que esta noche sería inolvidable…

Llegué puntual a la cita, en recepción me dejaron pasar y me indicaron por donde llegar a la habitación.

Toque con los nudillos y espere afuera del número 818 abrieron la puerta y cruce el umbral, la visión de Lau me deslumbró y me causó una erección inmediata.

La mujer con un toque infantil e inocente que vi en la mañana se había transformado en una felina al acecho ahora frente a mí estaba una chica castaña, en corset y bragas rojas de un fino encaje, medias de altas semitransparentes con un antifaz que no escondía su mirada, esos ojos llenos de deseo; parecía una madame fina, elegante, de época.

Quise sentir en ese instante su cuerpo contra el mío; dulce, firme, caliente, vivo.

—Hoy mi querido artista vas a ser mi juguete.

No pude decir que no, así que dejando mi pequeño maletín de carboncillos sobre la mesa me acerqué y cerré el trato con un beso en los labios, mientras su mano exploraba por encima de mi pantalón.

—¿Estamos solos?

—Sí

—Perfecto y qué se te ocurre

—Quiero un dibujo mío así como estoy.

Dicho esto se acercó a la mesa y tomó una silla y la dejó en el medio del salón, se sentó en ella dándome la espalda, se arqueo hasta pegar sus senos al respaldo, sus piernas bien abiertas a cada lado de la silla, sus manos sobre el respaldo y con un pequeño giro su cara quedó a mi alcance para poder dibujar su perfil y sus ojos.

Tomé mis herramientas para dibujarla, dibujé a detalle el antifaz, y el brillo de sus ojos, la espalda y el trasero que sobresalía un poco de la silla, sus piernas envueltas con sus medias y las zapatillas.

Por fin terminé su dibujo y se lo mostré, lo observó un momento, sonrió para sí misma y lo dejó sobre la mesa.

En un momento de sumisión sacó un plug anal con una piedra negra de la bolsa que llevaba por la mañana.

—Quiero usar esto. Siempre he querido ser follada con uno y hoy pensando en ti lo compré.

Se puso en cuatro al filo del sillón donde estaba. Fue espectacular verla abrir con sus propias manos sus nalgas y esperar expuesta a que le metiera la piedra en su trasero.

Lubriqué el acero con sus propios jugos y un poco de gel que tenía preparado para la ocasión y comencé a empujarlo dentro de su culo que al principio se resistía.

—Relajate Lau porque si no no va a funcionar.

Deje de lado el juguete y use mi lengua, un beso negro muy especial me sumergí en ella como una laguna, lamí, bese, mordí, chupe, acaricie con mi lengua cada milímetro de su trasero antes de volver a intentarlo la relaje mientras suavemente una de mis manos frotaba y acariciaba su sexo húmedo, la masturbe lo suficiente para que se olvidara de mi boca en su trasero. Lo volví a intentar sin dejar de masturbarla esta vez la resistencia fue menor pero aun así vi como sus puños se cerraron cuando la parte más gruesa del juguete la penetraba.

Cuando por fin estuvo dentro la vista fue hermosa y me prometí inmortalizar la visión en un próximo dibujo que dejaría para mí.

—Desnúdate para mí.

Era mi turno de enseñar piel así que me saque rápidamente la playera, abrí el botón del pantalón y baje el cierre, le mostré un poco mi ropa interior y la evidente erección que ya tenía y se asomaba un poco por encima de la tela, saque mis botas y deje caer el pantalón al suelo quedé en mi boxer oscuro frente a ella.

—Todo, quítate todo.

Su voz no dejaba momento para la duda, para reclamar, el tono utilizado era para mandar lo que me excito mucho porque por lo regular es al revés, yo ordenó y ellas obedecen.

Quedé completamente desnudo frente a ella que me observó como antes analizaba su dibujo.

Se acercó y cubrió mis ojos con la bufanda que antes llevaba en la mano, me privó de la vista y me dejó expuesto ante ella me sentí vulnerable y en un inocente movimiento quise tapar mi erección poniendo mis manos sobre mi sexo.

Su carcajada fue sonora lo que provocó un rubor en mis mejillas y un calor expandiendo por mi ser.

—Vas a darme placer y quizá si lo haces bien puedas cogerme. Sería una pena desperdiciar esa buena verga porque no sigues las instrucciones.

Tomó mi mano y me guio por el lugar, luego con sus manos sobre mis hombros me hinco sobre la alfombra y se sentó frente a mí.

—Quiero placer y quiero saber si tu boca es tan buena como tus manos.

Quiero ver si eres capaz de provocar un orgasmo sin poder usar tu vista. Parece fácil ¿no?

Ya lo veremos, muchos ni siquiera se acercan al lugar correcto con el don de la vista y en cuanto les vendan los ojos no saben ni donde poner la lengua.

Sus palabras me sacaron de balance, de verdad que yo soy el juguete y no soy el único, hasta ese momento lo comprendí, siempre me toca estar del otro lado de la situación.

Sus manos empujaron mi cabeza al centro de su entrepierna, aspiré su olor, el olor de la lujuria escapando entre sus piernas, comencé a usar mi lengua a moverla y explorar su sexo

—Ve despacio, quiero sentir tu lengua lentamente por toda mi vulva, quiero que reconozcas cada pliegue de mis labios y quiero que sepas en que lugar mi cuerpo reacciona sintiendo placer.

Así lo hice, fui lento, sentí sus jugos escapando, su sabor era fuerte, dulzón, exquisito…

Movía mi lengua buscando su placer sus piernas temblaban involuntariamente cada que rozaba ese lugar mágico, pero no me dedique solo a lamer ese lugar la llevaba poco a poco al orgasmo la acercaba y luego me alejaba, lamia, besaba, frotaba mi barba en otra zona, en interior de sus piernas la parte baja de su ombligo, el monte de venus cubierto de un recortado vello púbico, mis manos tampoco estaban quietas una rozaba su trasero jugaba con la piedra en el empujaba más adentro o la sacaba para volver a meterla por su culto, la otra la usaba en sus tetas, tocando, apretando, pellizcando.

Cuando sus manos sujetaron firmemente mi cabeza supe que ya no quería que me moviera de esa zona y moví la lengua más rápido, más fuerte, succione el clítoris varias veces hasta dejarla al límite, le di placer hasta que se corrió y seguí ahí hasta que ella estuvo satisfecha una, dos, tres y hasta cuatro veces, me bebí sus orgasmos directo de la fuente luego se relajó y se tiró por completo donde estaba mientras yo esperaba ansioso sus nuevas órdenes.

Pasaron unos segundos que me parecieron eternos luego me llevó a cuatro hasta la cama

Existe una sensación única, inigualable, exquisita, la sensación de saber cuando una mujer te quiere para su placer, para coger como a ella le dé la gana sin pensar en tu placer, la sensación de ser su juguete bien podría ser la gloria…

Me levanto y con un ligero empujón caí de espaldas sobre el colchón sentí el peso de su cuerpo hundir un poco el colchón se colocó entre mis piernas abiertas totalmente, nos besamos como un par de adolescentes, saboreo su sabor directo de mi boca. Luego de unos minutos de besos sin descanso se detuvo, se quitó las bragas y las aventó sobre mi rostro estaban mojadas y olían a ella abrió el corset y lo lanzó por algún lugar de la habitación luego paso sus piernas por fuera de las mías acercando su sexo húmedo, caliente palpitante al mío duro, erecto, listo para invadirla se acomodó sobre mi falo y nuestros cuerpos se unieron en un fuego que lo quería consumir todo, mis manos rozaban y acariciaban sus senos, era una delicia sentir su cuerpo desnudo frotando contra mío, fue sublime sentir sus pezones rozando mi piel

Podía imaginar su cara enrojecida de placer, su mirada lasciva, sentía la humedad creciente en su vulva mojando todo, me monto con lujuria una mujer en celo, en todo su esplendor, un cuerpo perfecto subiendo y bajando sobre mí, su magnífico trasero chocando contra mi pelvis, sus gloriosas nalgas rozando mis muslos, bailando a su ritmo, buscando y encontrando su placer, gimiendo, arañando, gozando…

En cierto momento elevé mis caderas y en ese movimiento encontré la gloria su gemido fue brutal y con cada movimiento se intensificó.

—Ahí!!! Ahí!!! No pares

Cada que ella bajaba yo subía tocando ese lugar de mágico después de eso se corrió fácilmente mientras sus manos se aferraban en mis caderas empujando hacia ella tratando de tenerme lo más profundo de su ser…

Cuando nos tranquilizamos y por fin me quito la bufanda que me impedía ver me di cuenta que ya no estábamos solos, sus compañeras de cuarto habían regresado cada una con una conquista, nos estuvieron mirando creo que desde que la bufanda cubrió mis ojos, y estaban tan calientes que comenzaron a quitarse la ropa frente a nosotros ese fue el comienzo de una noche épica.

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