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Infiel en el terreno baldío
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Siempre estuvo detrás de mí, yo la verdad le daba entrada y es que me encantaban sus ojos y admito que su forma de ser me llamaba la atención.

Obviamente a mis 26 años era muy tonta, él era un bueno para nada, andaba en malos pasos y aunque una vez salí con él a una feria y aunque la pase muy bien, sabía que no era conveniente para mí.

El tiempo paso y el por andar con malas personas y ser un tipo tonto termino en prisión, pero mi sorpresa fue casi 7 años después que, caminando por la calle, luego de que el “huevo” me obligara a aflojarle para no delatarme con mi esposo, me lo encontré.

Q: ¡Hola, mira nada más!

K: ¿Enrique? ¡Que haces aquí!

Q: ¡Pues ya vez, regresando a mi hogar!

K. Órale, que no estabas en prisión?

Q: ¡Sí, pero ya salí! ¡Y tu estas de lujo!

K: ¡Gracias! ¡Bueno nos vemos!

El verlo me puso tensa, sabía que me buscaría y no quería más problemas de los que tenía.

El resto de la semana me la pase nerviosa, a que él se paraba afuera de mi casa a fumar y observar, a mí me dio miedo, sentía que me quería hacer algo malo, pero solo estaba ahí fuera, fumando observándome.

Las fiestas de la colonia llegaron y con ello el baile donde me gusta ir a tomar una miche lada y a bailar un poco.

Ese día me puse mis medias color negro, una minifalda negra entallada y mi blusa roja, me arreglé bien coqueta para ir y pasar un rato con mi marido y tratar de borrar un poco lo que había vivido las semanas anteriores.

El ambiente era muy agradable, la música era buena, no había muchos tipos imprudentes, me la estaba pasando muy bien con mi marido, hacía tiempo que no salíamos y ese día estaba saliendo a la perfección.

Pero casi a las 11 de la noche después de la quema del castillo, apareció Jesús un amigo de ambos y con él, venia Enrique, al verlo me quise morir, quería irme, pero mi marido estaba contento de verlos, él y ellos tenían sus aventuras de borrachos y por esa razón les invito un trago a ambos, yo por mi parte traté de ignorarlos, Quique me miraba de arriba abajo, me sentí acosada así que fui a comprar un dulce.

Cuando regrese ya había más cervezas y mi marido me dijo que nos invitaron unas, eso me enojo mucho y aunque no lo demostré me quería ir, tomaba las cervezas más de fuerza que de ganas, quique con su sonrisa sabía que su presencia me incomodaba y más se daba a lucir.

Trate de evadirlo, pero no podía incluso consiguió que mi marido me dejara bailar con él, en el baile él me decía que me veía muy rica, que tenía ganas de mí, yo no le contestaba y no lo veía a los ojos, pero en un movimiento su mano toco mi tarsero y eso me molesto así que lo encare, disimuladamente, pero lo hice.

K: ¡Que te pasa, ya tranquilo!

Q: ¡Perdón nena, pero estas buenísima!

K: Ya, ¡mi marido está aquí no te pases!

Q: ¡Ni cuenta se da, está tomando, ni se fija en ti!

Las palabras que me dijo me molestaron muchísimo, pero era la verdad, mi marido estaba sumergido con sus amigos y se había olvidado de mí, así que tome la decisión de irme a mi casa y dejarlo.

Un poco molesta le dije que ya me iba, él no quería que me fuera, pero yo no quise quedarme, fue entonces que él me dijo que me acompañaría, pero quique le dijo que me llevaría, que él tenía su moto y me podía dar un rite.

Mi marido sin dudarlo le dijo que sí, yo no sabía que decir, solo asentí con la cabeza y me fui con Enrique.

Su moto estaba en la parte más lejana del lugar así que tuve que tolerar como me arrimaba su miembro mientras pasábamos a la multitud. Cuando llegamos en la moto el me tomo por atrás y me beso el cuello, con sus manos apretó mis muslos, esa acción me molesto, pero al mismo tiempo me excito un poco.

Q: ¡Estas buenísima!

K: ¡Basta, nos van a ver!

Q: ¡Y que! ¡No me importa, te quiero coger!

K: Ya, no se pude, ¡además antes no cogimos ahorita menos!

Q: ¡Ándale, sé que tú quieres!

K: ¡Ni loca voy a un motel ahorita!

Mientras charlábamos, ¡su boca estaba en mi cuello y sus manos debajo de mi falda acariciándome mi vagina que se empezaba a humedecer!

K: ¡Ya!! ¡Por favor!

Q: Lo ves, ¡te mueres por esto!

Confiado de sí mismo me tomó de las nalgas y me beso en la boca, el beso fue emocionante, mi corazón se aceleraba y mi vagina se mojaba más, Enrique me arrimaba su verga que también se endurecía y se sentía bien.

Q: ¡Vamos, se dónde ir!

No dije nada y sin decir más, me subí en la moto y fuimos hasta un terreno baldío cerca del metro.

K: ¿Aquí? ¿Qué hacemos aquí?

Temerosa le pregunte, mientras el metía la moto y caminaba hasta lo más oscuro del lugar.

Q: No quisiste un hotel, aquí nadie pasa, ¡además no nos molestaran!

K: ¿Pero…? Esto es denigrante!

Q: ¡Ya, ven, solo cogeremos, no necesitamos una cama, ven amor, ven!

Me tomo de la mano y me comenzó a besar con fiereza, nuestras lenguas intercambiaban saliva, sus manos apretaban mis tetas, piernas y nalgas, me subió la falda y con sus dedos jugaba con mi vagina, yo le besaba el cuello, ¡me tenía muy caliente!

¡Me pego a la moto y subió mi falda e hizo a un lado mi trusa y empezó a chupármela de forma deliciosa!

Solo podía gemir y disfrutar de su lengua que sabía moverse, sus manos subían por mis piernas hasta mis tetas, me acariciaba las nalgas, yo escurría, le decía su nombre, ¡me tenía en el cielo!

K: ¡Uhm, quique, que rico!

Q: ¡Siempre quise tu pepita!

K: ¡Uhm, de saber qué hacías esto, uhm!

Q: ¡Ni digas nada uhm!

Sus dedos apoyaban la fenomenal amaba, me retorcía como gusano, su lengua entraba y salía con rapidez, sus dedos tallaban mi clítoris, ¡no pude resistir más y comencé a venirme y tener un orgasmo!

K: ¡Ah! ¡Qué rico!

Q: ¡Eso mi amor, uhm!!

No pude reposar de mi orgasmo ya que él me arrodillo y se sacó su verga, dura, blanca como canelo, gruesa y jugosa, sin decir más la llevé a mi boca y comencé a mamársela con delicadeza.

Chupaba de sus bolas a su cabeza, la cual lamia en repetidas ocasiones para luego meter la puntita en la boca y succionar sus fluidos, me había vuelto una mamadora, ¡una puta infiel!

Q: Mamacita que rico, ¡uhm!

K: ¡Uhm, que rica, sabe riquísimo!

No podía creer que de mi boca salían esas palabras, pero ni hablar, ya estaba ahí y solo quería gozar.

Enrique disfrutaba de mis chupadas y yo de su verga, le mordía el mástil, la tragaba enterita, me encantaba los fluidos que expulsaba, mi marido no hubiese aguantado tanto placer.

Me levanto del cabello y me beso de lengua, ¡luego me levanto una pierna y lentamente me comenzó a penetrar!

Q: ¡Uhm, quería hacer esto hace años, uhm!

K: ¡Ah!! ¡Dios, ah!!

Se movía suave, tomándome de las nalgas para apoyarse y moverse rápido, nos besábamos, me mordía las tetas, yo lo mordía aquel, ¡que rico momento!

Luego me dio vuelta y yo me empiné lo más que pude, casi tocando el suelo con mis manos, el me tomo de la cadera y me penetro con fuerza, sus embestidas me tenían gimiendo, ¡en un terreno abandonado como una puta!

K: Así api, uhm, que rica, que rica verga, ¡ah!

Q: ¡Si, toma nena, toma esta verga, uhm!

K: No pares, me tienes loca, cógeme, ¡cógeme!

Q: ¡Que rico, ah, como soñaba con darte pito!

Ahora yo solita me movía mientras él estaba en su moto apoyado, movía mi cadera me hacía para adelante y luego rápido para atrás, el gemía me daba de nalgadas, gritaba, no sé si nos escuchaban, ¡pero que rico cogíamos!

Me pidió me apoyara en la moto y quedara lista para él, me abrió las nalgas y me envistió con fuerza.

K: ¡Así, dámela toda, uhm!

Q: ¡Nena, que rico, me sacas la leche!

K: ¡Si, uhm, que rico, ah!

Ambos nos movíamos como locos, las embestidas subían de velocidad, sentí como se inflaba y sin aguantar más, ¡me comenzó a llenar de semen!

K: ¡Así, que rico, ah, ah!

Q: ¡Ah, uhm, esto es lo mejor, ah!

El orgasmo fue fenomenal, quedamos pegados como perros mientras pasaba el orgasmo, después inmediatamente me vestí y el sonriendo decía que acabábamos de empezar algo nuevo.

Sin decir más le pedí me llevara a casa, por suerte mi marido no estaba, el regreso con ellos y yo me metí a bañar, pensando en sus caricias, besos, en su verga y en cómo me cogió, ¡ya me había vuelto toda una puta!

Kali

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