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Infiel con el plomero
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Para entender mejor este relato debo explicar cómo vivía en aquellos años. En la propiedad hay tres casas y aquel tiempo vivía una tía en su casa, mi mamá en la otra y yo en la otra; actualmente mi mamá se fue a vivir a su pueblo, así que rentamos esa casa y mi tía le dejó su casa a uno de sus hijos. Mi suegra vivía a un par de cuadras.

Ahora sí, cuando tenía como seis meses mi segundo hijo, decidimos mi esposo y yo hacer algunos cambios al baño de nuestra recámara y al de los niños; el nuestro tendría jacuzzi y el de los niños tina. Para eso se necesitaba hacer obra en ambos y pensamos que sería buena idea conseguir a una persona que hiciera albañilería y plomería. Resulta que un vecino de la colonia lo podía hacer, nos lo recomendó una amiga de mi suegra. Un sábado que estábamos con mis mamá, llegó el trabajador para revisar los baños y hacer un presupuesto; mi esposo lo atendió.

En la noche ya que me preparaba para dormir noté que mi tanga no estaba en la regadera; normalmente las uso, las lavo y a la segunda o tercera puesta las meto a la lavadora. Me parecía muy raro, pero probablemente Raúl, mi esposo, la había guardado para que no la viera el trabajador. Al día siguiente me bañé temprano, dejé a los niños en la guardería y fui al gym, cuando volví estaba esperándome el trabajador. Entramos y mientras él trabajaba en el baño de los niños me metí a bañar. Después de vestirme fui a casa de mi mamá un rato, no quería estar con el escándalo del trabajador rompiendo piso.

En la tarde, ya con los niños en casa, al estar juntando la ropa sucia, vi que estaba revuelta y un par de mis tangas estaban hasta arriba. Me puse a buscar la tanga del día anterior y no apareció. Me molestó mucho al principio, pero debo reconocer que después me fue desagradando menos la idea; empecé a ver algunas ventajas. Raúl era bue proveedor, pero por alguna razón había perdido interés sexual en mi y cuando teníamos relaciones francamente eran de flojera, muy mecánico, muy rutinario, no me chuleaba casi, así que sentirse deseada por un hombre sería rico; además ver no hace daño, provocar tampoco y en una de esas hasta descuento podríamos obtener sólo por enseñar un poco y dejarle oler mis calzones o llevarse alguno sucio de vez en cuando. Y por qué no, si se me antojaba pues dárselas. Decidí coquetearle, dejarlo ver.

Al día siguiente lo normal, llevé a los niños a la guardería, fui al gym y al volver ya estaba el plomero esperándome. Entramos y me metí a bañar, después salí en toalla y me pasee un poco por la casa esperando que me viera al pasar por el baño de mis hijos; al vestirme me puse unos mallones blancos algo gastados para que se transparentara un poco me puse tanga negra un poco pequeña y una blusita de tirantes muy corta y bastante escotada, se veía mucho el bra y el nacimiento de mis tetas. Después de un rato me bajé los tirantes de un lado y fui a ofrecerla agua de limón al trabajador (Manuel).

Manuel: Ay, muy amable, doña.

Yo: Cómo “doña”? No la amuele, si más chica que usted. Apenas tengo 20.

Manuel: Jajaja, pues sí, pero es la esposa del señor. La señora de la casa… y qué señora, eh –dijo levantando la ceja-.

Yo: Jajaja por qué o qué?

Manuel: Lo que se ve no se juzga, señora.

Yo: Tanto así?

Manuel: Pues…

Yo: Qué?

Manuel: Es que está muy… -levanté la ceja invitándolo a que siguiera- pues muy bien.

Yo: Pero muy bien qué? –en su cara noté que había entendido el juego e iba a jugar hasta el tope-.

Manuel: Muy bien hechecita, de todo a todo –me comió con la mirada, sobre todo las tetas- quién fuera su marido… o alguien más.

Yo: Por qué alguien más?

Manuel: Nomas digo –me ruboricé un poco y salí sintiendo su mirada clavada en mis nalgas-.

Los días siguientes fueron iguales; un día no fui al gym, sino que me quedé en casa a hacer yoga –si te asomas del baño de mis hijos ve directo a la sala en donde yo estaba empinándome para Manuel: solo traía unos shorts chiquitos y una ombliguera; otro día me puse un vestido blanco cortito semi transparente; otro me puse unos jeans stretch acaderados y sobresalían los tirantes de mi tanguita, a lo que Manuel se limitó a decir “qué bien se han de ver” señalando con la mirada los tirantes. Esa noche le mandé una foto de mis nalgas en esa tanguita. Me contestó con una de su bultote. Al día siguiente, que era sábado y no vendría sino hasta el lunes, cuando se fue le di un sobre y le dije que era un regalito: era la tanguita un poco sucia por mis fluidos.

El lunes lo dejé trabajando solo porque tenía que hacer unos mandados, cuando regresé ya no estaba y en la noche poniendo la ropa sucia vi que uno de mis calzones estaba hasta arriba y todo manchado de semen seco. Lo olí, me excitó; en la noche mientras mi esposo dormía me masturbé delicioso oliendo mis calzones manchados con el semen del trabajador. Al día siguiente antes de que llegara le dejé mis calzones manchados de mis jugos de la noche anterior en el baño de mis hijos.

Después de llevar a mis hijos a la guardería y de ir al gym, como de costumbre, llegué a casa dejé entrar a Manuel y mientras subíamos las escaleras sentí su mirada clavada en mis nalgas; me excitó sentirme así de deseada, seguro se le había parado, aunque sea un poco. Entramos y él se fue al baño de mis hijos, yo a la cocina a tomarme un jugo; en eso estaba cuando sentí que alguien –obviamente Manuel: se me pegaba por atrás, embarrándome su paquete en las nalgas y hablándome al oído.

Manuel: Qué rico regalito el del sábado y el de hoy, chiquita –sentía su paquete bien duro en mis nalgas- huelen bien rico tus jugos, ya me imagino la delicia que debe ser esa puchita –subió sus manos de la cadera a mis tetas y las apretó delicioso- las ganas que te tengo, mamita.

Yo: Espérate, estoy toda sudada.

Manuel: Me vale madre, putita…ahorita vamos a sudar más y te voy a dejar bien pinche embarrada de mecos, como de seguro te gusta, cabrona.

Yo: Ay, sí, cógeme rico; lo necesito.

Manuel: Quieres verga, putita? –me golpeaba las nalgas con su paquete como si me estuviera bombeando-.

Yo: Sí, necesito una buena cogida, por favor –me rompió la playerita del gym y me agarró las tetas- ay, así.

Manuel: Tu marido no te atiende, putita? Por eso andas caliente?

Yo: No, casi no me coge y yo necesito mucho sexo.

Manuel: Mucha verga es lo que necesitas, puta, muchos mecos –bajó la mano a mi panochita dentro de mis leggins- mira lo mojada que estás, Susy.

Yo: Ay, sí.

Manuel: Esta pucha quiere verga, putita.

Yo: M hm.

Manuel: Primero quiero que me la mames, putita –me metió en la boca uno de sus dedos empapado por mi jugos, luego me besó, me di la vuelta nos besamos unos segundos y después me hinqué; le abrí los pantalones sucios, se los bajé, luego le bajé los calzones y apareció frente a mi su verga dura y grande, se veía deliciosa; se la lamí desde abajo y hasta la puntita, luego la chupé en varias partes y después empecé a mamársela poco a poco hasta meterla casi toda en mi boquita; así aprendí a hacerlo en la secu- ay, cabrona, mira que sabes mamarla.

Yo: Mmmmm….

Manuel: Me encanta tu cara de putita, Susy; qué rico la saboreas, cabrona. Se ve mamas muchas vergas, mamita –estuvo así unos minutos, después de levantó, me puso de espaldas, me quitó los leggins y los calzones, luego me abrió un poco las piernas y me la metió de una embestida.

Yo: Ay, cabrón… -empezó a bombearme- ay no mames qué rica la tienes, está durísima.

Manuel: Estás buenísima, putita; pinches nalgas deliciosas, pinche Susy… y tus tetas también, mamita –me las agarró y pellizcó los pezones.

Yo: La tienes bien rica, justo como me la imaginé, qué rico.

Manuel: Así te la imaginabas, puta?

Yo: Sí, Manu –me bombeaba duro, se oía cómo chocaba su pelvis con mis nalgas-.

Manuel: Te dedeabas pensando en mi verga, puta?

Yo: Ay, sí, sobre todo cuando dejaste uno de mis calzones todo embarrado de mecos.

Manuel: Te dedeaste rico, putita? –me bombeaba duro y rápido-.

Yo: Sí, mi esposo estaba dormido a mi lado y yo me dedee oliendo mi tanga embarrada.

Manuel: Eres una cabrona, Susana.

Yo: Quiero montarte, vamos al sillón.

Manuel: Vamos, quiero ver tu cara de puta mientras me montas y te metes mi verga, perrita –fuimos al sillón de la sala y ya los dos completamente encuerados; se sentó y lo monté de frente- qué ganas tenía cogerte, pinche putita; me calentaste cabrón con tus puterías.

Yo: Ah, sí? Como cuáles? –acomodé su verga en la entrada de mi panochita y me fui sentando en ella- ay, qué rica verga tienes, Manu… está súper dura.

Manuel: Dejando tus calzones para que se me antojara tu culo… el que me regalaste, putita, cómo te vestías después de bañarte, dejando la puerta abierta del baño y de tu cuarto para que me asomara, culona… enseñando tetas, enseñando nalgas; eres toda una puta, Susana.

Yo: La primera vez fue por accidente, la verdad; cuando viniste a lo del presupuesto –me agarraba fuerte las nalgas y las tetas, me las comía también, me chupaba los pezones-.

Manuel: Jajaja ni madres, putita, lo hiciste a propósito, por eso me la llevé, para ir oliendo tu papaya, zorrita; además ya sabía que eres bien ponedora, putita; el barrio habla, Susanita.

Yo: Ah, sí? Y qué dicen?

Manuel: Que eres bien puta, mami; que te encanta mamar vergas y dar las nalgas; que don Pepe te estuvo dando verga todo el tiempo que estuviste en la tienda; el único que no sabe es el pendejo de tu esposo. Pero el barrio sabe lo puta que eres, mamita. Eras su putita, verdad? Le diste las nalgas a don Pepe, zorrita.

Yo: Sí, don Pepe me daba verga.

Manuel: Eras su puta? –me hacía chupetones en las tetas-.

Yo: Sí, era su puta, Manu. No me hagas chupetones grandes, papi.

Manuel: Te cogía rico el viejo, zorrita? –asentí- se las dabas en la tienda? –asentí- en donde más te dio verga, Susana?

Yo: En su coche… en su casa, en mi casa.

Manuel: Jajaja pinche zorra cabrona ; en dónde más?

Yo: Me llevó a hoteles.

Manuel: Te gustó coger con él, putita? –asentí-.

Yo: Sí, me cogía bien rico… la tenía grande… gorda… me cogía con muchas ganas.

Manuel: Y cómo no, Susanita, si estás bien buena… y tenías 18 añitos, no mames! Tan chavita y tan putita.

Yo: Ay, me voy a venir, Manu… me voy a venir… dime que soy una puta, ándale.

Manuel: Te calienta que te diga eso, putita?

Yo: Ay, sí… ay, no mames, qué rico.

Manuel: Estás bien buena, pinche putita –me escupió las tetas y un poco la cara- eres bien putona, Susana.

Yo: Ay, qué rico, hazlo otra vez… escúpeme, Manu.

Manuel: Te gustó, puta? Te gustó que te escupieras tus pinches tetotas?

Yo: Sí, escúpeme –me escupió, nunca me lo habían hecho y sentí riquísimo- ay, me vengo, Manu, me vengo, ay no mames…no mames –me escupió otra vez y en ese momento me vine, fue delicioso!!!- aaaah… puta madreee…

Manuel: Qué rico te vienes, putita; ándale vente en mi verga, culona –me dio una nalgada y me apretó las nalgas; acabé y sentí montándolo lentamente- qué rica carita pones cuando acabas, puta; cara de “sígueme dando verga, soy una puta” –entonces me puso de perrito en el sillón, me incliné levantando más mis nalgas y me la metió duro-.

Yo: Ay, cabrón, sigues bien duro, qué rico!

Manuel: Te gusta, verdad zorrita?

Yo: Ay, sí está durísima; qué rico coges, cabrón! –me bombeaba duro-.

Manuel: Te ves bien rica empinadita, putita! Tienes un culo de poca madre, Susana –me dio una nalgada-.

Yo: Te gusta mi culo? Se te antojaba darme así, papito?

Manuel: Cómo no, culona? Desde que te vi se me antojaron esas nalgotas, pinche Susy. Cómo las mueves cuando caminas, putita; vas por ahí antojando ese rico culote.

Yo: Es tuyo, papito, disfrútalo; dame verga, dame tus mecos cuando quieras…soy tu puta, Manu… soy tu putita.

Manuel: Eres mi puta, Susy? Soy dueño de este culo?

Yo: Ay, sí, papito, mi culo es tuyo… no chingues, me voy a venir otra vez.

Manuel: Te vas a venir otra vez, culoncita? Me vas a bañar otra vez la verga, zorrita? –me vine- ándale, putita, vente –me dio un par de nalgadas, en cuando terminé me dio la vuelta, quedé acostada en el sillón- ahí te van mis mecos, perrita –se la jaló y me echó toda su leche encima, me salpicó el abdomen, las tetas y la cara- aaaah…

Yo: Qué rico, papi, qué rico… échamelos todos… -me embarraba sus mecos con mis manos en las tetas- cuando acabó se bajó del sillón, me puso su verga en la boca y se la mamé tomándome lo que quedaba de sus mecos y limpiándole la verga.

Manuel: Eres una golosa, putita –me dijo mientras me agarraba la cara y me la movía para que volteara a verlo mientras se la mamaba- me mata tu cara de puta, Susy. Te gustó, putita?

Yo: Coges delicioso; me hacía falta una cogida así.

Manuel: Que no sea la única.

Yo: Por favor; tienes trabajo extra para estos días; los baños y darme bien rico todos los días –le dije agarrándole la verga-.

Manuel: No tienes llenadera, putita; qué rico.

Yo: Nos bañamos?

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