Nos conocimos de una manera inesperada, como suelen ocurrir las cosas que no se programan en la vida. Fue en un portal de internet de opinión y debate donde participaban personas de toda Latinoamérica. Tamara era mexicana, una profesional del área industrial de 28 años, casada hace cuatro, pero sin hijos. Yo vivo en Santiago de Chile, nos dedicamos a lo mismo, pero tengo 20 años más de edad.
Coincidimos en muchas cosas y puntos de vista, nos intercambiamos correos y en cierta manera nos fuimos haciendo amigos. Una cosa lleva a la otra y comenzamos a hablar temas más personales, me contó de su vida y su intimidad. Eran un matrimonio joven y Tamara no se encontraba satisfecha, con mi experiencia supe escucharla, entenderla y ganarme su confianza, los correos subieron de tono, comenzaron los mensajes por WhatsApp y las video llamadas cuando ella quedaba sola en casa, hasta que llegó el día que luego de una conversación muy caliente por video llamada le pedí que se desnudara.
Tamara a esta altura me complacía en todo lo que le pedía, primero se sacó la polera quedando en sostenes y luego bajó su buzo deportivo quedando solo con su tanga, era un conjunto blanco que la hacía ver más inocente y joven, su piel era como una porcelana, su pelo un suave rubio con brillos dorados, todo su cuerpo irradiaba juventud, le pedí que me bailara sensual y así lo hizo, luego le pedí que se sacara su sostenedor…
Quedé perplejo al contemplar sus pechos, eran de mediano porte, pero eran de una doncella que nunca ha amamantado, sus pezones eran perfectos, sus aureolas rosadas, a esa altura yo solo imaginaba estar ahí chupando ese par de tetas, estaba en mi casa a miles de kilómetros y tenía una erección salvaje, luego le pedí que se pusiera en cuatro patas sobre la alfombra de su casa y me mostrara todo su culo con su tanga blanca. Ahí yo no aguante más y comencé a masturbarme.
Tamara era delgada, pero con grandes caderas, estaba totalmente expuesta para mí, con esa ropa interior que contorneaba todos sus labios vaginales, en ese momento me enloqueció, su culo era perfecto, sus nalgas de piel rosada eran carnosas, su conchita era estrecha, solo quería estar ahí y montarla así mismo, en cuatro patas, mover delicadamente su tanga hacia un lado y partirle la panocha de un espolonazo, bombearla hasta reventar…
Le pedí que se levantara y se sacara la tanga. Lo hizo de manera muy sensual moviendo sus caderas hasta que quedó completamente desnuda para mi… Fue un momento que nunca olvidaré, comencé a masturbarme mirándola, acerqué la cámara a mi verga para que Tamara la pueda contemplar, hice un primer plano de mi glande, de mis huevos y de las venas del tronco, podía ver su cara totalmente desencajada, estaba excitada, el deseo se reflejaba en sus ojos y en su panochita que estaba hinchada y jugosa. Comencé a masturbarme para que Tamara pueda ver, para que vea como me masturbo pensando en ella, finalmente le pedí que se sentara en frente de la cámara y comenzara ella a masturbarse.
Ver como se acariciaba con sus piernas abiertas, como se tocaba y abría sus labios, ver como se mojaba y lubricaba su vagina dejando ver la flor que estaba ahí, Tamara no duró mucho y tuvo su primer orgasmo, por mi parte aceleré el ritmo hasta que eyaculé largos chorros de esperma, lanzando alguno de ellos sobre la cámara para que mi princesa lo pueda disfrutar.
Hubo muchos encuentros de estos hasta que nuevamente se presentó un hecho inesperado, Tamara fue convocada a un congreso por su trabajo a Lima, Perú, en ese momento se selló el pacto, nos encontraríamos clandestinamente en la frontera con Chile en la ciudad de Arica. Ahí yo la esperaría con mi moto chopper para salir a recorrer la ciudad y finalmente poder destara y consumar nuestros más bajos instintos…
Tamara voló más de cinco mil kilómetros, yo viajé en moto dos mil desde la capital a esta ciudad fronteriza del norte. El encuentro fue apasionado e intenso, como dos amantes que se encuentran después de meses o años quizás, salimos a recorrer la ciudad juntos en moto. Ella se vistió con unos jeans vaqueros, una polera ajustada y una chaqueta de cuero negra, lo que la hacía más coqueta era que no llevaba sostén y sus pezones se marcaban en la tela de la polera. Mientras cargábamos algunas cosas en las alforjas de la moto antes de salir a pasear, no pude dejar de contemplar su figura, sus pechos juveniles, su cabello levemente ondulado de un color castaño claro, sus labios, su cara de princesa y por sobre todo su hermoso culo, esos pantalones lo esculpían, me relamía imaginando que sería mía, sencillamente era hermosa…
Tamara: Que hacía yo, me pregunté varias veces, mientras repegaba mi pecho sin sostén a su espalda, que tenía el que a pesar de los años me atraía, abría las piernas y dejaba que mi conchita algo húmeda se pegara a sus nalgas esperando que la sintiera. Las palmeras de la costanera y el pavimento eran los únicos testigos. ¿Qué hago, con un hombre más grande, eres una chamaca a su lado?
Yo: que haces Tamara a miles de kilómetros de tu hogar, viviendo una aventura sin rumbo, viajamos por la costanera de una ciudad fronteriza, las palmeras y el mar nos acompañan, la brisa es fría en chile y eriza tu piel, endurece tus pezones, comienzo a recorrer tu pierna con una mano, lentamente la voy subiendo hasta llegar a tu entrepierna, sientes mis dedos, te acaricio la concha por encima del jeans mientras viajamos, puedo sentir la humedad de tus labios vaginales, miras las olas reventar y cierras los ojos, te abandonas, mientras sientes como te presiono con los dedos, explorando tu intimidad, tu boca entreabierta jadea la respiración, mientras instintivamente abres más tus piernas y comienzas a mover las caderas….
Tamara: Sientes mi humedad claro que sí, sabes lo que provocas en mí, comienzo a moverme, ni siquiera siento el frío en mi piel, al contrario, estoy ardiendo, siento que hiperventilo, me repego más a ti. Eres el hombre de mis amores y sueños, paso de abrazar tu pecho a buscar ese animal que traes entre las piernas y que ya se empieza a levantar, no quiero distraerlo mientras maneja mi señor, pero no puedo contenerme, la vibración de la moto y tus dedos hacen un juego eléctrico en mi cuerpo, me muero por ser tuya.
Yo: Tamara siento tus manos acariciar mi bulto, te dejo para que lo sientas, para que lo imagines dentro de ti, lo aprietas, acaricias el pedazo de carne que ya está en llamas, me clavas las uñas sobre el pantalón mientras los kilómetros pasan y pasan. A lo lejos diviso un puente sobre la carretera con un mirador, paro sobre él y estaciono la moto, te doy la mano y te ayudo a bajar, caminamos por la orilla del puente hasta un extremo, descendemos por un roquerío costero a la orilla del mar, una vez abajo del puente y con la briza marina inundando todo comenzamos a besarnos desesperadamente, con pasión, nuestras lenguas luchan ardientemente, te tomo de tu culo y te aprieto contra mí para que tu conchita sienta mi tronco, te comienzo a puntear, puedo sentir el calor y humedad de tu panocha, te abrazo con fuerza, te abrazo apasionadamente y te susurro al oído… hoy serás mía
Tamara: Que caballero, me matas, me ayudas a bajar de su corcel de hierro, me tomas de la mano y me guías. Noto como en el asiento de piel de la moto ha quedado la evidencia de mi humedad y me avergüenzo un poco, pero tú pareces no mirar o haces como que no te das cuenta. Te sigo como borrego al matadero, pero con unos ojos en los que notas mi deseo de ser poseída por usted mi señor. Me hacen falta labios para besarte y manos para tocarte, me acercas a ti de las nalgas y me besas apasionadamente.
Yo: con fuerza de doy vuelta, apoyas las manos sobre la pared del puente, bajo tus jeans y ropa interior, te tomo de la cintura y te levanto la cola, con mis manos abro tus nalgas y ante mí queda expuesta una hermosa vulva de labios turgente, hinchados por la excitación, brillosos por tus propios jugos y tu aro anal prístino y prieto, esperando el momento en que lo desflorare. Introduzco un dedo en tu vagina y comienzo a jugar suavemente con tu clítoris, comienzas a retorcerte de placer, con mi dedo totalmente lubricado por tus jugos subo hasta la entrada de tu ano, lo acaricio, te estremeces y se te eriza toda la piel. Finalmente te apunto con la verga, la refriego suavemente en tus labios vaginales, tu clítoris a punto de estallar, arqueas tu espalda y paras más la cola. Te contemplo, me siento un hombre afortunado, Tamara, princesa, a tus 28 años eres un manjar para mí, eres una muñeca, con delicadeza apunto el glande a la entrada de tu concha y para mi sorpresa tú te la clavas de un golpe apoyando todo tu cuerpo hacia atrás, jadeas de placer. Hago una cola con tus cabellos tomándote firme del pelo, te levanto la cara para que puedas mirar los autos y camiones que pasan, para que puedas ver las caras de los que manejan, sus miradas lascivas, sorprendidos al ver tus carnes desnudas bajo el puente a la orilla del mar, el espectáculo es lujurioso, quiero que te sientas usada como una prostituta callejera. Arqueas tu cuerpo y comienzo a galopearte, te estoy montando como a una puta, te empalo hasta los huevos. A lo lejos se pueden ver personas en la playa, las gaviotas graznan en el cielo y las bocinas de autos y camiones no parar al pasar. Ya nada importa, estamos aquí, viviendo un momento intenso, viviendo un momento único e irrepetible, el aroma de tu piel, el perfume de tus cabellos doraos se funden con el aroma del mar, te estoy culiando como a un salvaje, tus tetas saltan al aire en cada envestida tratando de seguir el ritmo, tus pezones al viento, tus ojos nublados. Has perdido toda razón del tiempo y lugar, sigo taladrando tu concha con fuerza y dureza, una nalgada, una segunda, una tercera, tus nalgas están rojas… comienza a jadear como hembra en celo, tu espalda se estremece, se contrae, aprietas tus puños. Tienes un orgasmo que es una explosión que recorre tu cuerpo, lo puedo sentir, acelero el rimo solo pienso en ti y descargo toda mi leche en tu interior, chorro, tras chorro hasta vaciarme completamente, eres mía… eres mía, desde hoy serás mi princesa
Tamara: ¡Así mi amor! Con fuerza me volteas, sabes que me gusta, sabes que esos movimientos bruscos me matan y sabes que haré lo que me digas, siento tu verga acariciándome, ¡aaaah!
Jadeo de ansiedad por sentirte dentro, y así es, me penetras como solo la experiencia sabe hacerlo, y grito para ti y grito tu nombre porque aquí y dónde me digas soy tuya, para ti soy una princesa, y eso quiero ser, tu princesita mala, consentida y a la vez quiero ser una zorra y que me trates como a una puta.
Ahora te descargas y sentir toda tu leche dentro me hace correrme también.
Intentas subir mi ropa interior, te detengo y me desnudo completamente para ti, mi tanga de encajes completamente mojada la guardo en la bolsa de tu chaqueta como recuerdo del día que me cogiste bajo un puente en la ciudad fronteriza del norte Chile, te prometo que coleccionarás más de estas.
Ahora abrázame y bésame, bésame y júrame que hay más, que aún el paseo no se acaba, no existe pasado ni futuro, solo este momento único e irrepetible, solo este mágico presente.