-Papá. ¿Sabes que me dijo mi amiga Merchi?
-¿Qué te dijo, cielo?
-Qué si a una chica le comen bien el chochito y se corre después casi no le duele al desvirgarla.
-No sigas por ese camino.
Rosa, que era una joven de 18 años, alta, de cabello corto, ojos marrones, con un cuerpo de escándalo, y que en aquel momento estaba en vaqueros y camiseta blanca sentada enfrente de su padre con las piernas cruzadas en un sillón, le dijo:
-Estamos solos en casa. Nadie más que tú y yo sabremos que lo hicimos. Desvírgame.
Aquella conversación ya la habían tenido, por eso a Roque no le extrañó, y le dijo:
-A ver si te queda claro de una vez por todas, Rosa. Antes de hacerle daño a tu madre me la corto.
Rosa fue a su lado, puso su cabeza en el pecho de su padre, y le dijo:
-No te creo.
La cabeza bajó, se apoyó en su regazo y sobre la polla.
-Ya la tienes gordita.
La quitó de encima.
-Ya es hora de que te vayas para la cama.
Rosa siguió con la misma música.
-¿Ven conmigo, papá?
-Vete para cama y déjate de tonterías.
Rosa se levantó del sillón, estiró los brazos hacia arriba, y dijo:
-Uuuum. ¡Qué ganas tengo!
-Y yo también, pero de mear.
Roque se levantó del tresillo y fue al servicio. Al cogerla polla para mear se le puso dura, y dijo para si mismo:
-Joder qué ganas me entraron de correrme.
Rosa, mientras su padre se debatía entre si menearla o no, sacó del bolsillo del pantalón una pastilla de viagra china que le había dado su amiga Merchi, se la echó en el brandy que estaba tomando, revolvió con un dedo y después se fue para su habitación
Roque, un cuarentón, alto, doble y de buen ver, al volver del servicio llenó la copa de brandy, echó un buen trago y volvió a mirar la película que estaban dando en 13 tv: Centauros del desierto.
Tiempo después sintió cómo se le iban calentando los huevos y acto seguido su polla se le puso con una dureza cómo había tiempo que no se le ponía. Volvió a hablar solo.
-Esta golfa me trae de calle.
Estaba a punto de ir a la habitación de su hija cuando volvió Rosa a la sala. Traía puesto un picardías de seda transparente cortito que dejaba ver sus largas y finas piernas, su coño depilado y sus redondas y medianas tetas con areolas rosadas y gordos pezones. Le dijo:
-Necesito tu polla dentro de mi coñito, papá.
Se sentó de lado sobre sus rodillas y quiso besarlo. A punto estuvo de comerla viva, pero giró la cabeza y se hizo el duro.
-A ver, hija. ¿No ves que no puede ser? Amo a tu madre.
-No te estoy pidiendo que te cases conmigo, papá.
-No entiendes.
-Entiendo que estás empalmado y que yo tengo unas ganas tremendas de correrme.
Le dio un beso con lengua y salió el diablo que había dentro de Roque.
-¡Tú a mí no me jodes la vida, mocosa!
La puso sobre sus rodillas y le dio con ganas con las palmas de sus manos.
-¡¡Plas, -ayyy-, plas, -ayyy-, plas…!!
Rosa lo iba a poner a mil a decirle:
-¡Me encanta!
-¡¿Qué?!
-Que me pusiste más cachonda de lo que estaba.
-¡Serás puta!
-¡¡¡Plas, -ayyy-, plas, -uyyy-. plas!!! ¡Oooh!
Roque rizó el rizo esperado que su hija siguiera con la seducción.
-Vuelve para tu habitación.
Rosa al ponerse en pie le cogió la cabeza y se la llevó a su coñito empapado.
-¡Come!
-No me hagas esto, Rosa.
-Come, papá, come.
Aquel coñito olía a gloria bendita. Roque se iba a hartar. Su lengua lamió el coñito mojado y sus manos magrearon las duras tetas. Rosa después de conseguir lo que tanto ansiaba, espoleó a su padre.
-¡No pares, papá, no pares, sigue, sigue, no pares, haz que me corra en tu boca!
Roque siguió lamiendo… Poco después dejó de magrearle las tetas, le echó una mano a su estrecha cintura, con un dedo de la otra mano le acarició el ojete y Rosa explotó:
-¡Me corro, papá!
Al acabar de correrse le dio la vuelta y le comió el culo bien comido, o sea, lamió su periné y su ojete y se lo folló con la punta de la lengua. El coñito de Rosa, goteaba jugos, y cada gotera colgaba cómo una liana, hasta que salía otra y volvía a colgar. Rosa no paraba de gemir y la polla de su padre latía cómo el corazón de un toro al ser toreado.
-¿Me la vas a meter en el culo, papa?
-¿Te gustaría?
-Sí, pero antes quiero hacer otra cosa.
Rosa se dio la vuelta, besó a su padre, después se arrodilló delante de él, le sacó la polla empalmada, la cogió y la metió en la boca. Rosa no sabía mamar, por saber no sabía ni menearla, ya que al hacerlo parecía una batidora humana. Roque le dijo:
-Para, para.
-¿Te duele?
-No, pero así no se hace. Cógela por el cuello y lame los huevos -lamió-. Ahora lame de abajo a arriba hasta el frenillo y después lame la cabeza como si fuese un helado -lo hizo-. Mama como si fuese una teta -lo hizo-. Sube y baja tu mano con lentitud apretando la polla -lo hizo-. Mámala entera -la mamó hasta donde pudo-. Ya sabes cómo hacerlo.
Rosa siguió haciendo lo que le dijo. Cuando Roque sintió que e iba a correr, le dijo:
-Ahora, sí, ahora menéala como hacías al principio.
La mano derecha de Rosa volvió a hacer de batidora y Roque se corrió soltando largos chorros de leche. Rosa estaba boquiabierta mirando cómo salían.
Al acabar la polla seguía dura. Rosa se dio la vuelta, la acercó al ojete, empujó con el culo y la metió hasta la mitad. Aquel culo ya fuera follado. Roque lo sabía pero no dijo nada, dejó que la metiera toda y que lo follara.
-¿Te gusta, papá?
-Mucho.
Rosa con la polla dentro del culo cogió la teta derecha y le puso el pezón entre los labios.
-Lame.
Roque lamió mientras Rosa subía y bajaba el culo… La polla salía casi totalmente del ano, salía hasta que solo quedaba dentro la puntita, luego entraba lentamente hasta llegar al fondo.
-Ahora lame la otra… No chupes, lame.
Roque con las manos cogiendo las nalgas de su hija dejaba que lo follara a su aire, aunque con la mirada rogaba por sus besos, besos que Rosa le negaba.
-Deja que pruebe tu boquita, cariño.
-No, mis besos solo son para mi novio. Ahora mama mis tetas.
Le magreó y le mamó las tetas con ganas atrasadas. Rosa follándolo a su ritmo y sintiendo que e iba a correr, le dijo:
-¿Quieres que la meta en el coñito?
-Sí.
Rosa sacó la polla del culo, la puso en la entrada del coño, empujó y… Zas, la polla entró con una suavidad exquisita. Rosa tenía el virgo en las orejas.
-¡Diooos! ¡¡Qué gustazo!
-¡Me voy a correr, Rosa!
-Córrete dentro, papá.
A Roque se le alejó.
-¡¿Estás loca?! Puedes quedar preñada.
-No, no puedo, ya estoy preñada.
A Roque casi le da algo.
-¡¿Qué?!
A Rosa le vino de repente.
-¡Me corro otra vez, papá!
Roque, al sentir cómo el coño bañaba su polla, buscó la boca de su hija y le metió la lengua en la boca, Rosa se la devoró y Roque descargó dentro del coñito de su hija.
Al acabar de correrse la quitó de encima, y le preguntó.
-¿Quién te dejo preñada?
-Tú, o eso espero.
Roque se puso en pie, y le dijo:
-¡¿Me engañaste para que te preñara?! Ojalá no quedaras.
-El tiempo lo dirá. En caso de que quedara no te preocupes, no es a ti a quien quiero.
-¡¿Encima me usaste para cazar a otro?!
Rosa era una pécora de mucho cuidado.
-El fin justifica los medios.
-No tienes principios.
-Tengo, pero soy más de finales.
Mañana más.
Quique.