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Incestos en cadena
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Hacía diez años que se casaran Roque y Clara llevando al matrimonio de antiguas relaciones un hijo él y una hija ella.

Un mal día, Sara, la madre de Clara, se rompiera una cadera y Benito llevaba a su madre a un pueblo del Principado de Asturias en el Kia Río de su padre. Se hiciera de noche y estaba lloviendo. Un auto le puso las luces largas y Benito casi se sale de la carretera. Clara, que era una mujer de 36 años, de ojos marrones, morena, de estatura mediana y con un cuerpo diez, le dijo a su hijo:

-Para en el primer motel que encuentres, es mejor llegar mañana que no llegar nunca.

-Cómo digas, madre.

Algo después estaban en una habitación de un motel. Benito llevaba la maleta de su madre en su mano derecha. La habitación tenía dos camas con cobertores marrones, una mesita de noche entre las camas, dos lámpara de pie al lado de cada cama, un tresillo de color marrón y del mimo color eran la cortina que hacía de puerta del aseo y la de la ventana. La habitación estaba pintada de blanco, blancas eran las alfombras que tenían las camas a los lados y en la pared había una televisión de plasma. Clara le dijo a Benito:

-Será mejor echarnos a dormir ya y levantarnos a primera hora.

Clara cogió en la maleta la bata de casa y se iba a ir a cambiar al baño. Benito, le dijo:

-Puedes cambiarte aquí. Eres mi madre y verte desnuda no me excitaría.

-¿Por qué mientes, hijo?

-No miento, madre.

Benito tenía a su madre desconcertada. Los últimos meses le había echado unas miradas que la devoraba. Al saber lo de la abuela pugnó con el padre para ser él quien la llevara junto a la vieja. Incluso un día se chocara con ella al salir del aseo y sintiera su polla empalmada entre sus piernas, por eso no entendía su actitud.

-¡¿Tan vulgar me ves?!

-No, pero además de ser mi madre eres una persona mayor. Me cambio yo en el baño.

-¿Es qué me ves cómo a una vieja?

-A ver, mamá, si te digo la verdad pides otra habitación.

La seriedad de Clara tornó en una leve sonrisa.

-Ya me parecía a mí muy raro lo que estabas diciendo. Vete a cambiar y no vuelvas hasta que yo no te lo diga.

-Vale.

Benito volvió antes de que su madre lo llamara y al verla se quedó boquiabierto, y no era para menos, Clara, con su largo cabello suelto, llevaba puesta una lencería blanca con encajes en el sujetador y en las bragas, en la que salían por los lados pelos negros, un liguero y unas medias blancas.

A Benito, que tenía 19 años, medía un metro setenta, era moreno, de complexión fuerte, y que estaba solo vestido con sus boxers se le puso la polla tiesa. Clara viendo el bulto, le dijo:

-Te dije que no volvieras hasta que no te llamara.

Benito no escuchó a su madre. Estaba embobado mirando para ella.

-¡Jesús!

Clara rompió a reír.

-Dime la verdad. ¿Que ves?

-Un sueño erótico.

Clara, sonriendo, le habló cómo si fuera un niño.

-Anda, anda, métete en cama y échate a dormir.

Benito se metió en la cama, pero de tonto no tenía un pelo. Sabía que si su madre llevaba esa ropa interior no era para cuidar a su abuela. Lo de las luces largas fueran la excusa perfecta para dormir juntos en un motel. Era cuestión de esperar.

Clara se metió en la cama, se tapó, le dio la espalda a Benito, apagó la luz de la lámpara de su lado, y le dijo:

-Buenas noches, hijo.

-Buenas noches, madre.

A los cinco o seis minutos de estar con las luces apagadas sintieron gemidos en la habitación de al lado, primero en bajo, pero poco a poco fueron subiendo de intensidad y acabaron siendo gritos que no cesaron hasta que oyeron los inconfundibles jadeos de una chica al correrse.

Clara le preguntó a su hijo.

-¿Duermes, hijo?

-Así no hay quien duerma, madre.

Clara encendió la luz de la lámpara de su lado.

-A ver si se calla esa maldita.

La maldita comenzó a gemir de nuevo. Al ratito le dijo:

-Ya que no vamos a dormir voy a poner algo en la tele.

Le dio al uno en el mando a distancia que tenía encima de la mesita de noche y sintieron los mismos gemidos de antes. En la habitación de al lado estaba mirando porno. Clara, sonriendo, dijo:

-Ups.

-Déjala, madre.

-No es apropiado que una madre y un hijo vean una peli porno juntos.

-¿Qué podría pasar?

-Lo sabes bien. ¿Sigues con la erección?

-Sí, madre.

-Entonces la dejo. Bájala que no es bueno guardar esas cosas dentro.

En la tele un negro corpulento con una tremenda verga estaba follando a una rubia con un cuerpazo. Pasados unos minutos la mano de Clara se metió dentro de sus bragas y la colcha comenzó a moverse. Pilló a Benito mirando cómo la colcha se movía, quitó la mano y le dijo:

-Hace calor aquí.

-Mucho, madre, mucho.

Benito se destapó y su madre viendo cómo la mano de su hijo subía y bajaba por aquello 18 centímetros con la uretra y las venas marcadas en ellos, dijo:

-Sabía que esto iba a pasar.

-Tócate otra vez madre. Deja que vea cómo te tocas.

-Si lo hiciera sería una guarra.

-Sé guarra por una noche.

-Solo masturbarnos. ¿De acuerdo?

-De acuerdo, madre.

Clara se destapó y magreó las tetas por encima del sujetador y se tocó el coño por encima de las bragas. Cuando ya el dedo hacia que las bragas mojadas se metieran entre la raja quitó el sujetador, el liguero, las medias y las bragas y se siguió masturbando mirando cómo follaban el negro y la rubia. Benito, le preguntó:

-¿Puedo verte de cerca, madre?

-Ven y mira, cariño.

Benito fue a su lado y de pie al lado de la cama se masturbó mirando cómo se masturbaba su madre… Vio como sus dedos entraban y salían del coño pringados de jugos, cómo acariciaba el clítoris con ellos, de abajo a arriba, hacia los lados y haciendo círculos sobre él, cómo los sacaba del coño y los chupaba, cómo, magreaba sus tetas y cómo apretaba los pezones, vio una masturbación en toda regla. Clara, le dijo:

-Tienes una buena polla, cariño.

-La tiene mejor el negro, mamá.

-A mi me gustan más tuya, es más manejable.

-¿Se la chuparías al negro?

-En este momento, sí.

-Eres una cochina.

-Viciosa hijo, soy una viciosa

-¿Me la chupas, madre?

Clara ya se dejó ir.

-No debía, pero un día es un día.

Benito le pasó la cabeza de la polla por los labios. Clara le lamió el glande mojado, después se la metió en la boca y se la mamó. Chupaba el glande y lamía la corona, el meato y el frenillo… Benito de cuando en vez empujaba y se la metía hasta la campanilla.

Al rato el negro de la televisión se corrió en la cara de la rubia y Clara se fue con él. Quitó la polla de la boca y dijo:

-Me corro, hijo, me corro!

Benito le saltó encima, le levantó el culo y se la metió hasta la trancas. La folló a lo bestia mientras se corría. Clara, segundos después de correrse se volvió a correr, en ese momento le llenó el coño de leche.

Nada más acabar y con la polla dentro de su coño, le dio:

-Eso no estuvo bien. Aprovechaste que me estaba corriendo para penetrarme.

-Era una de las fantasías que tenía.

A Clara se le iluminó la cara al oír las palabras de su hijo.

-¡¿Tienes fantasías conmigo?!

-Sí.

-¿Qué más fantasías tienes?

Benito le dio un par de picos a su madrastra.

-Comerte las tetas y comerte el coño.

Le devolvió los picos.

-Si no es más que eso…

-También fantaseo con penetrarte analmente.

-Todos los hombres quieren hacer eso. Ahora fóllame, me gusta sentirme sucia.

Benito la folló hasta que Clara se puso encima y lo folló a su aire… Agarrando las manos de su hijo con las suyas, de un golpe seco metía la polla hasta los cojones, lo besaba con lengua, le daba las tetas a mamar, la metía y sacaba diez o doce veces, se paraba y de otro golpe seco la volvía a clavar hasta los cojones… La leche y los jugos salían del coño con cada uno de estos golpes secos, que tiempo después valieron para que Benito le volviera a llenar el coño de leche.

Al acabar de correrse, se echó boca arriba al lado de su hijo. Benito le comió el coño, un coño rosado y asqueroso, pero eso sí, jugoso, jugoso, jugoso. Después de hartarse de coño y de poner su clítoris mirando al techo, le comió las tetas, unas tetas grandes, con areolas rosadas y pezones cómo dedales y le folló el coño con dos dedos. Clara era puta y guarra. Se dio la vuelta, se puso a cuatro patas y le dijo:

-¿No me querías penetrar analmente?

Benito, que a estas alturas tenía otra vez un empalme bestial, lamió su ojete se lo folló media doces de veces con la punta de la lengua y acto seguido, tirando de sus pelos hacia atrás y calentando su culo con las palmas de las manos se le clavó hasta el fondo de su culo.

-Eres cómo tu padre, lleváis los dos un marica dentro.

-Y tú una perrita.

Le folló el culo sin miramientos. Cuanto más le daba y cuanto más los huevos chocaban con su coño empapado, más le gustaba.

-¡Dale más fuerte a tu perra!

Benito se vino arriba.

-¡Te voy a romper el culo!

-¡Revienta, cariño, revienta.

Le giro la cabeza, le comió la boca, le dio caña brava y le calentó las nalgas con las palmas de las manos. Clara se vino con un tremendo temblor de piernas.

-Ah, ah, aah. ¡Ay qué me corro, ay que me corro. ¡¡Coñooo!!

Clara descargó cantidad de jugos espesos que dejaron perdida la cama. Benito le llenó el culo de leche.

Al acabar, echados uno al lado de la otra. Le dijo Clara a su hijastro:

-¿Qué estarán haciendo mi hija y tu padre?

Rosa, la hija de Clara, le estaba diciendo a su padre:

-Papá. ¿Sabes que me dijo mi amiga Merchí?

-¿Que te dijo, cielo?

-Que si a una chica le comen bien el chochito y se corre después casi no le duele al desvirgarla.

Mañana más.

Quique.

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