Recuerdo muy bien el día que le conocí. Mi novio y yo nos dirigíamos a nuestra enésima fiesta de la empresa, aunque la palabra fiesta se le quedaba muy grande. No eran más que reuniones sociales donde todo el mundo estaba encantado de conocerse a sí misma a la vez que intentaban demostrar a todos los demás que seguían molando tanto o más que el año pasado.
Una auténtica tortura para la que me había preparado durante unas largas cuatro horas.
Fiel a mi costumbre adquirida a lo largo de los años, no tardé mucho en separarme de mi novio, de sentarme en la barra y hacer lo único que lograba hacer soportable el paso del tiempo en aquel lugar. Sí, me refiero a beber una copa detrás de otra.
-¿Tienes a alguien que te lleve? Porque el ritmo que llevas es para pensar seriamente en ello.
-He venido con mi marido, por si le interesa.
No sabría decir exactamente porque mentí.
-Si yo fuera él, no habría manera de que te separaras de mi lado.
Pidió una copa y se alejó sin hacer más comentarios. Yo me quedé mirando cual quinceañera embobada como se movía de grupo en grupo.
No sabía quién era ni tampoco me importaba mucho.
-Pierde su tiempo.
-¿Disculpe?
-Al caballero le interesan solo una clase muy específica de mujeres. Puede creerme si le digo que no es su tipo.
No pude preguntarle qué clase de mujeres le gustaban porque no tardaron en llegar nuevos clientes y el hombre que había despertado mi interés salía de mi espacio visual.
No sabía el porqué, pero ejercía en mí una atracción difícil de explicar.
-Es un vicio asqueroso.
-He intentado dejarlo muchas veces, pero siempre terminó volviendo a él. ¿Quieres uno?
-No, gracias. Viendo lo que cuesta dejarlo, es mejor no empezar con ello.
-Supongo que tienes razón. ¿Quieres hacer algo divertido?
Se me paró el corazón por un instante. ¿A qué demonios se refería con algo divertido?
-Hay una piscina por aquí cerca.
-No he traído traje de baño.
-Yo tampoco. ¿Vienes?
Me ofreció su mano y la agarré. Pensándolo bien, debía estar loca por dejarme llevar, pero simplemente lo hice.
La piscina estaba alejada de la sala principal y me sentía como una chiquilla traviesa.
Él, ni corto ni perezoso, comenzó a quitarse la ropa hasta quedarse completamente desnudo y se lanzó al agua.
Si os soy sincera, tuve que cerrar los ojos en el proceso, y no los abrí hasta que no escuché el ruido del agua al saltar.
-Vamos, está estupenda.
-¿Qué tenemos? ¿Quince años? ¿Y si nos pillan?
-¿En serio te preocupa eso?
-Sí.
-Quítate la ropa y tírate de una vez.
-¿Sólo me has traído aquí para verme desnuda?
-Tírate vestida si lo prefieres.
Él comenzó a nadar mientras yo le observaba y miraba a mi alrededor.
Me quité los zapatos.
-Oye, no me mires.
-No puedes culparme, eres lo más interesante que hay por aquí.
-No voy a desnudarme – aseguré.
-Tú te lo pierdes.
Siguió nadando como si nada y yo volví a mirar a la sala.
Respiré hondo.
El único hombre que me había visto desnuda era mi novio de toda la vida y nunca había estado con nadie más. Y le amaba más que a nada.
¿Y ahora que estaba a punto de hacer?
Me llevé las manos a la cremallera del vestido y comenzó a bajarla muy despacio.
Es difícil explicar las sensaciones que me dominaban en ese momento.
¿Estaba caliente y excitada? Sin duda
¿Temerosa? También
¿Loca? Es posible.
Me terminé quedando en ropa interior cuando noté sus ojos clavados en mí.
Me tapé por la vergüenza que estaba sintiendo.
-Ya te dije que no me voy a desnudar.
-A mí me vale.
-No seas guarro. No sé ni porqué estoy haciendo esto.
-Claro que lo sabes.
¿Lo sabía? No estaba segura. Él me seguía mirando y yo bueno, decidí ir hasta el final…
-Date la vuelta, por favor.
-Chiquilla.
Ciertamente me estaba comportando como una. Mis manos no paraban de temblar cuando las lleve al cierre del sujetador para desabrocharlo.
Porque fui la que cedí.
Una a una me fui quitando bajo su atenta mirada las escasas prendas que aún cubrían mi cuerpo.
-¿Te gusta más así?
Él no dijo nada. Salió de la piscina y vino hacía mí. Estaba duro y erecto para entonces.
Nunca había visto en vivo una polla tan grande.
Parecía uno de esos consoladores extra grandes que se exponen en los sex shop y que una se pregunta como alguien se puede meter eso por alguna parte la primera vez que lo ves.
Pero lo realmente increíble es que estaba pegada a un cuerpo que se acercaba cada vez más a mí.
Inconscientemente abrí mis piernas y… joder.
Mi novio nunca me había follado como él lo hizo esa noche.
Recuerdo como me penetró, recuerdo su fuerza y su falta de miramientos.
Recuerdo como me hizo sentir una cosa que era utilizada para satisfacer sus necesidades más primarias.
¿Una muñeca hinchable? ¿Una vagina en lata?
Un simple agujero que se estaba muriendo de placer.
Recuerdo el mordisco que me dio en el pecho justo cuando me corría.
Cuando acabó, comenzó a vestirse y se marchó dejándome muy confundida.
Me había corrido, sí.
Me había corrido como nunca a pesar de que me habían tratado peor que nunca.
Y me había dejado con ganas de más, de mucho más.
Lleve mi mano a mi entrepierna simplemente para notar como estaba empapada de mis propios jugos y su semen.
Y comencé a tocarme. Primero suavemente, luego a fondo.
Nunca antes me había masturbado después de tener sexo y nunca antes me había chupado los dedos al terminar de correrme por simple y puro vicio.
Tras acabar, me vestí como buenamente pude y volví de nuevo a la fiesta. Necesitaba una copa.
-No debió haberle seguido.
No hice caso al comentario y empecé a buscar a mi novio de forma desesperada. Necesitaba salir de allí y volver a mi casa.
Necesitaba una ducha.
Y un polvo.
Uno suave, dulce y cariñoso.
Uno que apaciguara a la loba hambrienta de sexo que había dentro de mí.
Mi novio siempre fue un cielo. En cuanto me vio, salimos juntos sin hacer preguntas
Un cielo, sí. Un tonto, no.
Ya en el coche me resultaba imposible aguantar su mirada.
Yo no me di cuenta, pero apestaba a sexo y estaba hecha un desastre.
Me pregunté porqué demonios no me había dado un chapuzón en la piscina para quitarme al menos el olor.
Al menos eso.
-Entonces, ¿Qué tal tu noche?
-Ha sido un error que no volverá a pasar.
-Acostarse con otro hombre no es un error, es acostarse con otro hombre, Mar. Y por como apestas, debe haberte encantado.
Esa parte no la pude negar.
-¿Con quién ha sido?
-No lo sé. No lo había visto antes, no le conozco de nada. Y no creo que nos volvamos a ver nunca.
-¿Y cómo ha sido?
Yo le miré sorprendida.
-¿Qué tal folla? – repitió
-¿De verdad me estás preguntando esto?
-Sí.
-Es una puta bestia. La tiene así de grande. Y entraba y salía, y volvía a entrar y…
-Basta.
-Mientras gemía como una puta loca.
-He dicho que basta.
-Y me ha mordido. Tengo sus putos dientes marcados en mi pecho.
-A mi nunca me has pedido que te muerda.
-Ni a él tampoco, simplemente lo ha hecho y ya.
El coche se sumió en un silencio muy espeso.
-Creo que deberíamos darnos un tiempo, Mar. Nos vendría bien a los dos.
-No me puedo creer que me estés diciendo esto.
-Ni yo que te hayas tirado a…
En cuanto llegué a casa, comencé a hacer el equipaje. Todas mis cosas me cupieron en un par de maletas y me fui de la casa para no volver.
No sabía a quién estaba buscando, pero sí que sabía por dónde empezar a buscarlo.
-No es un buen hombre, ya se lo he dicho.
-Debo encontrarle, por favor. Puedo pagarle.
El camarero me miró un momento antes de abrir la boca.
-Venga conmigo.
Le seguí hasta el baño de los hombres. Cuando él notó que yo era reticente a entrar, me dijo algo que se me quedó grabado para siempre.
-Si de verdad quieres estar con él harás cosas mucho más asquerosas que esta.
No era como si tuviera mucha más elección. Estaba decidida a ir con él y si este era el precio a pagar, que así fuera. Así que entré en el baño con él. Me indicó que me pusiera de rodillas mientras él se sacaba la polla.
No es que hiciera ascos a comerme una polla, pero lo que me pusieron delante de la cara no lo había visto nunca.
Con mi novio estaba acostumbrada a hacerle las mamadas después del baño, una vez limpio.
La polla que tenía delante apestaba a sudor de todo el día y a orina.
Abrir la boca ya me costó un trabajo enorme. Pero lo hice y me la metí entera.
Comencé a chupar y lamer el enorme trozo de carne que tenía dentro mientras el camarero me trataba como una puta.
No recordaba ningún otro momento en que me hubiera degradado tanto.
Se corrió en mi boca y cuando iba a escupirlo fiel a mi costumbre, me regañaron.
-Las de tu clase se lo tragan.
¿Las de mi clase? ¿Y qué clase era esa? Pero terminé obedeciendo, y por primera vez en mi vida, me tragué el semen de un hombre.
Mi recompensa fue una dirección y un billete arrugado como pago por el servicio.
-Ya se acostumbrara – me soltó cuando vio mi cara al mirar el billete.
¿Me iba a convertir en eso? ¿En la puta de un chulo?
Salí dudando y a punto estuve de echarme a llorar una vez dentro del coche.
¿Qué mierda estaba haciendo?
¿Qué mierda acababa de hacer?
Pero lo que realmente me comía por dentro es que no tenía ni puta idea de lo que iba a hacer a partir de ahora.
Cogí la dirección y la metí en el GPS.
En mitad de la noche, me dirigía a un pueblo que no conocía
Allí me planté, a las tantas de la madrugada, enfrente de una casa muy grande y toqué el timbre.
Salió a recibirme una chica bastante joven.
-Buenas, ¿Es la casa de…?
A buenas horas me acordé que no sabía ni su nombre.
-Sí, es aquí. Joaquín me ha dicho que vendrías y no se equivoca en estás cosas.
Me abrió la puerta de la verja y yo suspiré antes de atraversala.
-Me llamó Esmeralda, por cierto, aunque solo me llamarás ama.
-Perdona, pero yo…
-Estar aquí ya implica que nos perteneces, pero nadie te va a obligar a quedarte.
-Yo no tengo donde ir.
-¿En serio? ¿Una mujer tan guapa como tú no tiene un sitio donde quedarse? Entonces, hum, supongo que debo aprovecharme de la situación. Desnúdate.
Miré a mi alrededor y luego posé mi vista en la descarada pelirroja que tenía delante que sonría con toda la suficiencia del mundo.
Y comencé a quitarme la ropa hasta quedarme totalmente desnuda.
-Sígueme
Seguí a mi ama hasta el patio trasero de la casa, más concretamente, hasta la perrera. Allí me indicaron una jaula y…
-¿No pensarás de verdad que…?
Mi ama me colocó su dedo índice en los labios obligándome a callar.
-Eres mía. Sé que has venido aquí por él y su enorme polla como la mujer hetero que eres, pero las cosas salen como salen. Sí, pasarás la noche aquí y aquí te quedarás hasta que venga recogerte para sacarte de paseo y para que hagas tus necesidades. Y ahora arrodíllate.
Yo no obedecí. No estaba por la labor de obedecer a una cría y… mi ama me castigó.
Nunca en mi vida podré olvidar el primer azote que recibí de ella. Lo hizo con una fusta, en mi vientre, pillándome totalmente desprevenida.
-De rodillas.
Y me arrodillé en lugar de salir corriendo.
-Abre la boca.
Yo obedecí sin saber que me esperaba cuando de repente un escupitajo cayó en el interior de mi boca.
Estaba tan asqueada que fue mi ama quien me tuvo que cerrar la boca.
-¿Cómo se dice?
Nada, no dije nada. ¿Qué clase de mujer dice algo cuando la escupen?
-Se dice gracias.
Me volvió a azotar en el vientre de nuevo.
¿Pero qué estaba haciendo yo allí? ¿Por qué debía aguantar esto? ¿Qué me estaba pasando?
-Mírame. He dicho que me mires.
Y la mire.
-Verás, sé lo que estás pensando. Sé lo que se te está pasando ahora mismo por la cabeza. Pero no lo vas a hacer. No vas a salir corriendo a ninguna parte. Y ahora bésame los pies.
-Quiero irme a casa – mencioné en un susurró.
-Ya estás en tu casa. Y ahora obedece.
No sé por qué obedecí, pero maldita sea, lo hice mientras ella se reía.