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Hipotético trío (2)
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Tiempo de lectura: 6 minutos

“¿Entonces…?

Con mi copa de vino colgando de mi manos, presioné mis antebrazos contra el borde del bar y me incliné.

“Todavía tenemos algo de tiempo antes de que esté listo el siguiente plato… ¿Ya pensaste en alguna pregunta para mí?”

Últimamente habíamos estado jugando a este juego para alentar y enriquecer nuestras conversaciones en torno a nuestra aún incipiente y siempre cambiante vida sexual. Principalmente porque hablar de todas las posibilidades me excita muchísimo, pero también porque me gustan los agradables efectos secundarios que tuvo en nuestra conexión cada vez más profunda en general. Por suerte para mí, él estaba más que feliz de complacerme.

“¡Hmmm…!” —Se limpió los últimos restos de comida de las comisuras de la boca y dejó caer la servilleta junto a su plato vacío—. “Sí, creo que tengo una.”

“Muy bien. Déjame escucharla.”

“Entonces, sé que te gustan las chicas.”

“¡Oh, Dios mío!, es que las chicas son taaan guapas.”

“¡Oh, Dios mío!, ¿verdad? Estoy de acuerdo. Cien por ciento. Pero mi pregunta es: ¿cuánta experiencia práctica tienes con ellas? Si es que tienes alguna.”

Le di una sonrisa tímida.

“¿Qué?”, se rio a la defensiva.

“Nada. Me sorprende un poco que hayamos llegado a este punto de conversación.”

“¡Qué, no puedo mostrarte toda mi mano así como así!” —Su rostro permaneció fijo en el mío mientras giraba de un lado a otro en su asiento—. “Tengo que jugar mis cartas sabiamente si quiero que estés cerca. Si nos apresuramos demasiado, te aburrirías de mí y buscarías a alguien más con quien jugar.”

“¡Mírenlo! Es más que una cara bonita; ¡también aprende rápido!

Simplemente me guiñó un ojo y tomó otro trago de su vaso mientras yo quitaba nuestros platos del camino y los ponía en el fregadero para más tarde.

“Bueno, veamos.” —Me di la vuelta de nuevo para mirarlo, me incliné hacia el mostrador detrás de mí y crucé los brazos sobre el pecho, mirando al techo para crear un aire más pensativo a mi alrededor—. “Supongo que he salido con tres chicas. Una de esas situaciones era más bien platónica.”

Sus cejas volvieron a mostrar curiosidad.

“Es decir, estábamos bastante enamoradas, pero no nos acostamos. Y éramos muy felices así.”

“Ah, sí. ¡Qué bien!, genial.”

No había nada jocoso en su tono.

“Pero… también me han propuesto, a veces literalmente, a hacer algunos tríos con las llamadas parejas heterosexuales.”

Dejó de girar y no logró ocultar la forma en que se retorcía ligeramente en su asiento.

“¡No digas…!”

“¡Mmm… Ah!, y he asistido a algunas fiestas sexuales muy calientes solo para mujeres, así que…” —No pude evitar sonreír cuando sus cejas se deslizaron hasta la línea del cabello—, “supongo que podría decirse que mi experiencia práctica con las mujeres es bastante matizada.”

No dijo nada. Se mordió el labio inferior como si necesitara morder algo.

“¿Qué?” —pregunté.

“Nada” —dijo con un leve movimiento de cabeza—. “Eso es… mucho más excitante de lo que esperaba que dijeras.”

“Nunca me subestimes, querido.”

“Te prometo que no lo hago.” —Se mordió el labio de nuevo y, aunque no se movió, pareció mirarme desde un ángulo diferente—. “Ahora es tu turno.”

“Bueno, creo que voy a aprovecharme de esta pregunta y lanzártela de vuelta. ¿Y tú? ¿Qué te pasa con las personas que no son chicas guapas como yo?”

“Quiero decir” —se levantó de su asiento y se acercó a mí otra vez—, “si un chico es guapo, una chica o quien sea, son guapos, seré el primero en admitirlo. No me da vergüenza.”

Se paró a mi lado y jugó con las puntas cortas de mi cabello mientras continuaba con su confesión.

“Pero mis experiencias con otros chicos no han sido tan… guapos, si sabes a qué me refiero.” —Envolvió sus dedos alrededor de mi nuca y me apretó mientras lo decía. Cerré los ojos y me derretí en su tacto.

“Mmm, creo que estoy captando lo que estás diciendo.”

“Supongo que lo he pensado” —añadió—. “Porque me conoces, no tengo miedo de hacer de manosanto con la gente que me gusta. Abrazo a casi todo el mundo.”

“También eres bastante bueno en eso.”

Volvió a sonreír.

“Pero sí, definitivamente ha habido algunos momentos, normalmente cuando estoy un poco achispado, así que, ya sabes, inhibiciones…” —dijo agitando la mano para despedirse en el aire—, “en los que el extraño abrazo con ciertos chicos en el pasado… bueno, me ha hecho pensar en ello.”

“Mm, sí.”

“Pero eso es a lo más lejos que ha llegado. Si soy honesto…” —Su rostro se suavizó como siempre lo hace cuando se permite ser vulnerable conmigo—. “Es solo que… ni siquiera sé por cómo empezaría, incluso si tuviera la oportunidad.”

“Sí, lo entiendo perfectamente.”

“Además”, —su tono se alzó de nuevo—, “me gusta cómo estoy ahora mismo.”

Suspiré profundamente. Sus palabras hicieron que cada centímetro de mi cuerpo ardiera en deseos de más. Mi apetito ya estaba más que despertado por él.

“¿Crees que lo harías?” —insistí un poco más—. “¿Quizás te gustaría besar a un chico? ¿Quizás más, llegar más lejos?”

Parecía agradablemente contemplativo mientras sus respuestas salían a borbotones.

“Supongo. Quiero decir, con el chico adecuado. Sí, probablemente.”

“Me gusta esa respuesta.”

Me di vuelta para echar un vistazo rápido dentro del horno; el postre estaba casi listo. Aprovechó la oportunidad para deslizar una mano por mi muslo exterior y debajo de mi falda.

“Porque… oh, sí, eso también me gusta… porque necesitaba a alguien que se sumara a una fantasía que tengo en marcha.”

“¿Ah, sí?” Me dio un apretón en la mejilla desnuda de mi trasero. “¿Y cuál fantasía es esa?”

“La de llevar a dos chicos a mi cama que sean extremadamente generosos conmigo”, me empujé hacia sus caderas, “y tal vez también entre ellos.”

El bulto en sus jeans me golpeó y exhaló desde algún lugar de la parte posterior de su garganta.

“¡Caramba!”, dijo.

El aire fresco era agradable en mi piel cuando levantó mi falda para exponer mi trasero.

“Bueno, parece que… también eres más caliente de lo que esperaba.”

Sentí la generosa humedad creciendo entre mis pliegues de nuevo y me preocupé por un momento por lo que podría hacerle a sus pantalones negros, pero pensé: «él es un adulto, puede tomar esa decisión por sí mismo.» Me empujé hacia atrás de nuevo, frotándome con más intención en su erección cada vez más tensa.

“¡Hmm… Sí!, creo que… ¡ohhh sí!, por favor sigue haciendo eso… con la chica adecuada… ésta es un tipo de caliente que podría gustarte mucho…”

Se inclinó sobre mí y deslizó una mano por el frente de mi camisa, ahuecando un pecho mientras besaba la parte superior de mi columna.

“Creo que realmente me encantaría verte perder la cabeza…”

Mi voz se volvió un gemido entrecortado:

“Mmm, sí, yo también quiero eso. Me encanta la idea de que me cojas por detrás, así, mientras otro se embiste hasta el fondo de mi garganta.”

Luego deslizó la mano por debajo de la parte delantera de mi falda y se metió entre mis pliegues.

“¡Ups!, estás mojada” —jadeó.

Ignoré el comentario y añadí mi mano a la suya, alentándolo a deslizarse más profundamente.

“Y luego verlo chupar todos mis fluidos.”

Palpando detrás de mí con mi otra mano, busqué a tientas su cinturón y sus botones para llegar hasta sus pantalones. Por lo que pude ver, no parecía molestarle en absoluto esta fantasía mía.

“¡Unf…! ¡Y luego tal vez…! —Tenía la boca demasiado seca; las sílabas seguían tropezando con mi lengua mientras intentaba encontrar algo parecido a un equilibrio—. “Tal vez te gustaría que supiera a qué sabes en él.”

“Sí, realmente me gustaría.” Tiré de sus pantalones hasta que los bajó por completo para mí y liberamos su pene juntos.

“¡Ohhh!, realmente lo haría. Solo el pensar en ustedes besándose me marea.”

Apartó su mano de mi vagina mientras yo lo acariciaba con una mano suave y firme. Sacó su pene de mi mano. Gemí por su ausencia momentánea, incliné mi frente sobre la mesada y metí la mano entre mis piernas para jugar distraídamente conmigo misma.

“¡Uy!, estoy tan mojada por ti ahora mismo.”

“¡No me digas!

Esta vez no me provocó primero. Deslizó su pene envainado dentro de mí con una embestida hábil, llenándome por completo. Gemí, alto y sin aliento, y golpeé mi mano sobre la tabla de cortar cuando llegó a mis límites. (No se preocupen, el cuchillo ya estaba guardado para entonces.)

“Sin embargo, hay una cosa…” —jadeé entre embestidas— “…que aún no puedo entender: ¿cuál me gustaría más…?”

“¿Sí?” —Su voz era más bien un gruñido, igualmente trabajoso—. “¿A qué te refieres?”

“Tu pene en su boca. O el suyo en la tuya.”

Gimió y me arrastró hacia él por el pelo, acercándome a su cuerpo mientras bombeaba un poco más fuerte, un poco más profundo dentro de mí.

“¿Y qué hay de ti?” —jadeó directamente en mi oído—. “¿Qué vamos a hacer contigo? Hay muchas formas de meter dos penes duros dentro de ti.”

Gemí y empujé con más fuerza hacia él hasta que envolvió su mano alrededor de mi garganta y apretó más mi cabello.

“Sabía que te gustaría eso… Tal vez deberías cogerme por el culo, ya que ya sé lo que te gusta hacerlo por ahí atrás, mientras a él lo dejamos que pruebe adecuadamente esta hermosa concha.”

Soltó el agarre de mi cabello para buscar mi clítoris mientras lo decía. Me limité a gemir con aprobación.

“¿Eso es lo que quieres? ¿Tener nuestras dos pijass dentro de ti al mismo tiempo?”

“¡Sí!” Tosí a pesar de la tensión de su agarre en mi garganta. “Oh, Dios mío, eso es exactamente lo que quiero.”

Entonces me dio la vuelta y me estiró sobre la mesa baja de la sala. Pero antes de que pudiera deslizarse de nuevo dentro de mí, gruñí:

“Espera”, y lo empujé y me di la vuelta para mirarlo.

Me recosté sobre la superficie dura y plana y abrí un poco más las rodillas. Con los ojos fijos en él, cubrí mis dedos con saliva espesa y me froté el clítoris con seriedad. Él estaba gloriosamente despeinado entonces: el pecho agitado, el cabello alborotado, la camisa y el chaleco desabrochados colgando como cortinas alrededor de su pene siempre duro, que sostenía en una mano mientras sus ojos se movían de mi cara a mi mano trabajadora.

“¿Estás segura de que podrías soportar eso?” —preguntó entre respiraciones.

“Estoy bastante segura de que puedo. La pregunta es: ¿podrías tú?”

Se lamió su labio inferior antes de mordérselo como siempre hace, mientras levantaba sus curiosas cejas y ladeaba la cabeza hacia mí.

Eso fue suficiente para hacerme perder el control. Me froté el clítoris hasta quedarme sin aliento y casi sollocé mientras me derramaba sobre la superficie de madera de la mesita. Podría haber caído literalmente por el borde si él no se hubiera movido para atraparme a tiempo. Cuando traté de ponerme de pie, perdí el equilibrio.

“¡Vaya!

Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo mientras me sujetaba con firmeza.

Enterré la cara en su pecho y todo lo que pude decir fue un exasperado «¡Guau!».

“Cuando estés lista… —dijo mientras me acariciaba el pelo—, “deberíamos limpiar esto antes de servir más postre, ¿eh?”

“Sí” —refunfuñé—. “Probablemente sea una buena idea.”

Una vez que todo volvió a estar en orden, lo envié a la sala de estar con la tarea de encender velas y servir más vino.

“Entonces… creo que tengo otra pregunta.” —dijo con la voz ligeramente elevada.

Yo estaba en la cocina, fuera de su vista, pero al alcance del oído.

“Ah, sí, ¿cuál es esa otra pregunta? —grité mientras colocaba un generoso trozo de tarta de crema de coco en un plato blanco.

“¿Quién es este otro tipo de tu fantasía?” —preguntó. Fue una broma, pero no me pasó desapercibido el tono semiserio. “¿Alguien que conozca?”

Sus cejas se fruncieron con un tipo diferente de confusión cuando entré en la sala con tres porciones de pastel en mis manos.

Sonó el timbre.

“¿Te gustaría averiguarlo?”

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