Llegué a mi apartamento que ahora llamo “De soltera” para encontrarme con Hector, un chico 10 años menor que yo que ha vuelto a despertar mi apetito sexual por segunda vez. Últimamente hemos estado explorando muchas cosas que me ponen nerviosa descubrir, pero me encanta satisfacerlo y me excita mucho tan solo pensar que puede pasar en cada encuentro.
Eran ya casi las 11 am y Hector me estaba esperando ya adentro del apto, habíamos acordado vernos en las mañanas porque así evitamos las preguntas de mi esposo si me demoraba de noche, además que él también salía las mañanas al trabajo. Mi Daddy ya tenía las llaves de la mi renta porque le saque una copia y pase a dejársela debajo de la puerta de su oficina. Solo me comentó que podía venir vestida como quisiera, pero si quería que le haga algo de comer, algo sencillo.
Al entrar al apartamento, Hector me recibió con un beso apasionado apenas cerré la puerta, después de un momento largo de acariciarnos, me preguntó si estaba lista. Dije que “SI”. ¿Para que? No lo sé, solo sé que me gustaba estar con él y lo que estábamos experimentando. Me llevó de la mano hasta la sala y me situó en medio al lado de una balanza.
Por orden de mi master, me quité toda la ropa con algo de vergüenza que alguien pueda verme por los ventanales del balcón. Totalmente desnuda, me trepe a la balanza. Sin levantar la mirada de su teléfono, Héctor me pregunto mi peso.
– “145 libras”. –Dije con algo de desilusión de haber subido unas libras después de casarme otra vez.
Héctor levanto la mirada, y me dio temor que pensara que estaba mintiendo acerca de mi peso. Camino al baño lamente porque me olvide decirle Daddy… A regañadientes entré a la ducha para asearme a pesar que estaba recién bañada. La renta tiene dos cuartos, y un baño que conecta el hallway con el cuarto principal. Tenía ordenado entrar siempre por el hallway y salir por la puerta del cuarto, para mi sorpresa al salir, encontré diferentes juguetes sexuales extendidos en la cama: consoladores, vibradores de todos los tamaños y colores. También había pequeños consoladores de forma de flecha y otras cosas que no sabía que eran. Reconocí otros como esposas, abrazaderas y látigos de diferentes diseños. Mentiría que no me haya sorprendido como un caballero como Hector, pueda ser tan pervertido en privado.
Llegué a la sala, la balanza no estaba y fui ordenada al centro dando la espalda a Hector que estaba sentado en el sofá. Pensando todavía en lo que había visto en la cama, mi mente no aterrizo hasta sentir un dedo gordo afueras de mi ano. Mi chucha estaba ya mojada y mi Daddy, con una sonrisa muy siniestra, comenzó a examinar mi culo y chucha al mismo tiempo. Tenía fácil acceso porque estaba parada agachada abriendo mis nalgas. Me sentía expuesta, nunca he dado tal show a nadie, pero todo este juego me ponía húmeda.
– “Cuántas sentadillas has hecho al día?” –Pregunto mi master.
-“Ahhh…” .- No supe que decir porque no había hecho ninguna.
Mi Daddy me agarró del cuello por la parte de atrás, me mantuvo en mi posición y me dio mi merecido. Traté de no gritar, pero no pude contener la sorpresa, ni el placer de sentir el calor de sus manos en mi piel. Al enderezarme me alcanzó una ropa de colegiala, una blusa pegada y corta y con una falda de cuadros cortita. Antes de ponerme el calzón, se arrodillo y me puso una clase de vibrador con colita dentro mi chucha sin necesidad de lubricante.
-“Ve a la cocina y hazme un sanguche de pavo y queso”. – Dijo Hector cordialmente.
En la cocina encontré pan y todos los ingredientes que necesitaba para hacer lo que me había pedido. Hector debió haber comprado esto unos días atrás, me hacía pensar si él venía sin yo saberlo, estaría fuera de lugar al preguntarle así que no lo hice y seguí con mi tarea. Al voltear para la pequeña mesa de la cocina, mi Daddy estaba sentado mirándome como construía el sanguche.
Deje sobre la mesa su sándwich listo y me pidió que me haga uno y que le echara extra mayonesa y mostaza. A mí no me gusta la mayonesa, pero no podía desobedecer y puse extra mayonesa a su pedido. Puse mi plato sobre la mesa para comer y me quedo mirando extrañamente. Hector cogió mi plato y lo puso en el piso junto a sus pies sin decir ninguna palabra. Me arrodille mirándolo perpleja a que me trate así pero obedecí sin mostrar mis dudas, incluso cuando me dijo que no usare mis manos, solo mi boca como una perra.
– “Estás en celo?” – Preguntó mi Daddy.
– “Si…”. – Respondí dudosamente porque no sabía que iba pasar.
Mi master se levantó de su silla para amarrarme las manos atrás de mi espalda con unas muñequeras blancas de correas negras y ponerme un brazalete de hebilla en el cuello. Estaba muy incómoda pero no tardo mucho que mi cuerpo se acomodara a esa posición. Con las manos atrás reanude mi tarea de comer mi sanguche lleno de mayonesa con tan solo la boca. Fue entonces cuando caí en cuenta que lo que había dentro de mi chucha era un vibrador Wireless, mi Daddy lo manejaba desde su teléfono. La vibración comenzó tenuemente, pero aumentó sorpresivamente cuando estaba por dar mi primer mordisco.
– “Te gusta comer no? ¿Y así quieres bajar de peso? Come ahora…” – Dijo Hector subiendo la intensidad de la vibración.
Trataba de darle mordiscos al pan, pero el placer de la vibración era demasiado. De mi boca salía gemidos cortados y en vez de comer solo me embarraba la boca de jamón, queso, tomate y mucha mayonesa. Sentada sobre mis rodillas y con la cara en el plato, mi Daddy debió divertirse mirándome como me sacudía de placer con mi cara pegada al plato. La vibración paró justo cuando estaba por alcanzar mi orgasmo y maldije en mi mente a mi master.
Hector dijo mi nombre el cual me hizo despertar mientras me jalaba por la hebilla del brazalete del cuello. Mi cuerpo estaba cansado de la sesión de vibración, pero no podía demostrarlo solo mi balance no era el óptimo ya que no tenía mis manos para posicionarme. No podía ver casi nada porque mi cara estaba cubierta de comida y mayonesa. Abrir los ojos era casi imposible sin antes limpiarlos, pero no tenía manos.
– Abre la boca y saca la lengua”. –Ordenó Hector.
Temí que me vaya a meter el resto de la comida a la fuerza mientras pasaban los minutos de tener la boca abierta. Escuchaba clicks de su iPhone, estaba tomándome fotos que sabía que no iba a compartir con nadie, pero dentro de mí, siempre había dudas. Siempre dudaba de las personas y más de los hombres. No con mi esposo de ahora porque lamentablemente no se le paraba bien, por esa razón estaba allí con mi Daddy con la lengua fuera.
Erguida en mis rodillas, sentí en la punta de mi lengua algo redondo, gordo y con textura. Sonreí al escuchar el mandato de “No lo muerdas”. Hector había puesto su pene en mi boca y yo me lo comía con morbo por tener los ojos sin poder abrirlos. Me excitaba tenerlo en mí, subir y bajar con mis labios en todo su falo, jugueteando con mi lengua su glande. Recibí una cachetada de mi master en mi lado izquierdo porque no estaba siguiendo sus órdenes.
– “Te dije que abras la boca y saques la lengua!”. – Exclamó mi Daddy.
Todavía dolida por la cachetada, pero caliente, abrí la boca lo más grande que podía, sacando la lengua. Hector no tenía una polla inmensa pero nunca me lo podía comer completo, mi boca no era tan grande o quizás su miembro era grande y no lo había notado. El de mi ex esposo si casi por completo me lo comía entero, era casi del mismo tamaño que el de mi Daddy pero el de él es más gordo. El de mi ahora esposo era más grande que ambos, pero flácido… sin vida.
Desde aquel día que Hector me follo la boca en el sofá, descubrí que me gustaba que me domine de esa forma, sabiendo que lo excitaba mi entrega total a su placer. Con la cara embarrada de comida y la lengua afuera soportaba las embestidas salvajes de su pene. Sus dos manos en mi nuca empujaban mi cabeza para poder meter todo su miembro en mi boca, por momentos me daba ganas de vomitar cuando su glande chocaba con el fondo de mi garganta sin poder penetrarla. Mi garganta era virgen.
Lagrimas brotaban de mis ojos por cada atorada que me daba al recibir el pene de Hector, empujaba hasta poder llegar mi lengua a sus bolas, pero estaba lejos de alcanzarlas. Paramos un par de veces porque parecía que iba a vomitar y porque mi baba parecía que chorreaba mucho. Mis ojos se limpiaron por las lágrimas que me salía pero todavía no podía ver, estaba en medio de una neblina con ojos que me ardían. Hector siguió follando mi boca sin parar, pensaba que quería venirse dentro de mí, pero no lo hizo, estuvimos 10 minutos en esa saca y mete, mi chucha chorreaba de placer por haberme convertido en un objeto, por ser usada por mi master. Me excitaba la imagen que tenia de mí en ese momento, verme entregada a él, con las manos atadas y recibiendo como podía su verga. No recibí su semen en mi boca, en cambio llevo mi cabeza otra vez al plato del piso y me ordenó que siga comiendo.
– “Ni te atrevas dejar de comer”. – Dijo Hector.
– “Si Daddy… m… me comeré todo”. –Conteste faltándome el aire.
Todavía sin ver bien, y probablemente con la cara llena de baba, comencé a comer lo que había en el plato. Note que había más de lo que había dejado antes de comerme la polla de Hector. Debió haber puesto su sanguche en mi plato. Trate de comer lentamente pero su mano empujo mi rostro manteniéndola allí con fuerza. Parecía que me ahogaba porque el pan entraba por mis fosas nasales. En eso comenzó de nuevo…
El vibrador en mi vagina se activó, vibrando más rápido que antes. Con la cara sumergida en el sanguche, el placer era punzante, intenso, tenía órdenes de no alcanzar el orgasmo… no tenía permiso de venirme.
– “Sigue comiendo, no pares…”. –Dijo Hector sacando la presión sobre mi cabeza.
La sensación que pasaba dentro de mi vagina nunca la había tenido, trataba de comer mientras mi cuerpo retorcía del placer, en vez de morder la almohada como personas normales, comía, lamía desesperadamente el plato como si fuera el miembro y las bolas de mi Daddy. Temblando en el piso me vine 3 veces, perdiendo el control de mi vejiga y eyaculando en el piso descontroladamente. El temblor paro en mi cuerpo y Hector me levanto del piso. Todavía con a ciegas, me levanté con su ayuda para ir al lavadero de la cocina. En poco tiempo Hector me tuvo totalmente desnuda y con el vibrador fuera de mí ser. El agua comenzó a correr y mi cara a ser lavada dulcemente con una toalla enjabonada, suave y tibia. Pude abrir ya mis ojos y ver a mi master seriamente analizando mi rostro para que este bien limpio.
Hector cambio de toalla, humedeciéndola en agua tibia del lavadero para limpiar mi cuerpo sin decir ni una palabra. Comenzó lavando mis tetas con movimientos circulares, alrededor de mis pezones y en todo mi pecho. La toalla no era como cualquier otra, tenía fibras muy suaves que estimulaban mi piel con cada pasada. Respiraba hondo, me mordía el labio y cerraba las piernas mientras mi master me lavaba. En total silencio, Hector posicionó su mano en mi entrepierna. Abrí mis piernas para recibirlo tímidamente porque esa parte de mi cuerpo estaba tierno. El placer que me originaba el roce de la toalla era delicioso, era como una provocación, pero no podía ocultar lo rico que se sentía. Mis piernas se abrían con mis rodillas dobladas para poder aguantar el placer sin caer al piso. No solo mi chucha fue lavada sino también mi ano, que debió estar mojado con todos mis jugos después de explotar en mi eyaculación. Mi ano quería que me metiera un dedo, algo que meses atrás no me hubiese pasado por la mente pero ahora lo deseaba, estaba en celo, estaba arrecha.
– “De rodillas”. – Dijo Hector después de secarme toda.
Pensé que allí mismo se la iba a chupar otra vez porque mi cara estaba a la misma altura de su pelvis. Hector terminó de enjaguar las toallas para ponerlas a remojar sobre el grifo de agua. Mi master fue a recoger una correa negra con un gancho para conectar al bracete de mi cuello, el cual me había olvidado que vestía. Me puse en cuatro patas para ser jalada como una perra alrededor de la cocina y la sala para lentamente llegar al dormitorio. Subí a la cama y reposé mi vientre sobre dos almohadas que estaban listas para recibirme. A mi derecha estaba el borde de la cama, a la izquierda diferentes tipos de consoladores y látigos, en al frente mío había una webcam sujetada al cabezal de la cama. Detrás mío, mi master tenía todo mi culo a su disposición.
Estaba relajándome en mi nueva posición porque mis rodillas me estaban matando, nunca había pensado que a mis 50 años estuviese ensayando todas estas poses que estiraban mis músculos y ponían mis articulaciones en situaciones ricas, pero incomodas. Hector metió su lengua en mi ano jugando con movimientos circulares y me ordeno que me masturbara con una mano. Mi clítoris estaba muy sensible y fue fácil excitarme de enseguida. La meta de Hector era relajarme para meterme algo, que no sabía si iba ser algún consolador o su verga. Sacó su lengua de mi culo…
Abrí la boca para recibir un pequeño consolador de metal con un botón de “diamante” al final. Lo chupé eróticamente hasta dejarlo húmedo de baba mientras mi ano era lubricado con un frio gel.
– “Mastúrbate y relájate.” – Mi master ordeno dándome una palmada en mi chucha.
– “No dejes de mirar a la cámara. ¿OK?” –Dijo Hector
– “OK”. – Respondí nerviosa.
La punta del tapan anal comenzó a entrar, me puse nerviosa y contraje mi ano haciendo difícil que Hector me lo metiera. Intento otra vez después de indicarme que me relajase, pero no pude hacerlo y no pudo meterlo tampoco en la tercera. Vino a mirarme con una mordaza de bola roja en mano… Me puse pálida del susto y dije que si porque no quería que los vecinos escuchen lo que iba a salir de mi boca. Hector pudo haberme amarrado las manos, pero creo que quería que todo este descubrimiento sea paulatino, algo gracioso porque estaba a punto de desflorarme el ano.
En el cuarto intento, Hector no tuvo paciencia ni piedad y empujó el tapón en mi culo. No entraba, grité más de nerviosismo que de dolor, mi cuerpo negaba la penetración… Mis manos me temblaban. Recibí múltiples palmadas en mi culo por tener un obstinado ano… Salte, grite y me enterré en la cama para no seguir recibiendo el castigo. No sé por qué reaccionaba así, ese maltrato y humillación me excitaba, deseaba que me penetrara no solo por el culo.
“Suplícame que te lo meta por el culo.” – Dijo mi master desabrochando el bozal y dejándome libre mi boca.
“Métemela en el culo, te suplico”. – Dije sorprendida de lo cachonda que estaba.
No tenía ya la mordaza, una táctica que debería relajarme sino todo el edificio escucharía mis gritos sino me entraba. Mas lubricante fue untado en mi ojete, mi cuerpo completamente extendido y mis manos abriendo mis nalgas, Hector me la metió empujándole todo en una. Solté un grito espeluznante, mordiendo las sabanas y apretando colchón. Fueron unos largos 20 segundos que tardo en introducir el tapón anal de 2 pulgadas de ancho. Mi ano lo acepto a regañadientes felizmente sin expulsarlo, contrayendo mis músculos interiores que hacían que no se escape. Mi cuerpo temblaba…
De los pelos me bajo de la cama, ato la correa a mi cuello y me llevo por toda la casa como una perra. Me hizo gatear por toda la casa, recitándome todo lo malo que había hecho en esa sesión de mañana.
– “Te has olvidado de decirme Daddy”. – Dijo Hector para luego darme una palmada en el culo.
– “Tuviste orgasmos sin pedirme permiso”. – Me reclamó con dos palmadas fuertes en ambas nalgas.
– “Mira lo que has hecho en el piso de la cocina!” – Mi Daddy me grito por haber eyaculado en todo el piso.
No sé cuántas fueron, pero me cacheteó el culo como si fuese una niña malcriada, me hizo saltar en mis propias rodillas, esconder el culo y tirarme al suelo para no recibirlas. Me dio duró que me hizo gritar dejándome sin aliento. Me llevo al baño, bajo su cierre y con su miembro sami erecto orinó sin quitarme la mirada y yo de su miembro que deseaba tener adentro.
– “Ruégame que quieres lavar mi verga con tu boca”. – Me dijo Hector mirándome
Cuándo veía a Hector años atrás, siempre deseaba chupársela y él se retrajo en algunas ocasiones porque estaba sucio. Ahora el quería que se la chupe, pero nunca pensé lavarle la pinga con mi boca. Me excité en solo pensar ese pedido, pero con dudas le pedí que me la metiera en la boca. El solo se rio y me dijo que todavía no estaba lista para hacerlo.
Me llevó al centro de la sala donde me quito la correa de perro. Me puse de pie a pedido de mi master y saco una cadena de su bolsillo. Eran dos ganchos de metal unidos en una cadena de casi un metro de largo. Recibí un beso apasionado en mis dos pezones, dejándolos húmedos y poco adoloridos después de ser mordidos. Hector me miró directamente a los ojos y conectó cada abrazador en mis pezones.
Estando en mis cuatro patas, mi master caminó alrededor mío varias veces enseñándome provocativamente una pala de negra de cuero que decía “BITCH”. Era grande, negra y sonaba espeluznante cuando la hacía chochar con la palma de su mano. Yo sacudía la cabeza diciendo que no quería recibirla, tenía miedo que me deje marcas, pero el rozar del cuero por mi cuerpo me excitaba. Hector estuvo 5 minutos acariciando mis partes íntimas con el borde de la pala, incluso metiéndola un poco dentro de mi chucha, notando lo mojada que estaba.
El castigo comenzó en mis nalgas, golpe tras golpe venían en olas que activaban mis sentidos que hacían vibrar mi cuerpo. El tapón de mi culo parecía entrar más a mis entrañas con cada paletazo, mis músculos se retraían y relajaban instantáneamente haciendo que mi culo sea estimulado por el tapón que entraba y salía. Me sentí sucia, mala y que me merecía todo el castigo que mi master me daba.
Las lágrimas me salieron cuando Hector me jalo la cadena de los abrazadores de mis pezones, lo hizo varias veces mientras me castigaba ahora con la paleta golpeando ambas nalgas. El golpe era profundo que empujaba el tapón, causándome un dolor exquisito pero difícil de soportar. Me tire al piso porque el dolor de mis tetas fue demasiado… Mi master siguió castigando mi culo que estaba en fuego con 5 paletazos más… Tuve que contarlos porque era el castigo que me merezco por ser una puta.
– “Te voy a dar una sorpresa, Silvia”. – Dijo Héctor
Me levanté del piso con su ayuda. Nos besamos apasionadamente y me puso una venda en los ojos para luego sacarme las pinzas que apretaban mis pezones. Me quede parada allí en la oscuridad mientras Héctor se ausentaba de la sala.
Después de unos minutos Héctor volvió, y me llevo de la mano a la cama. Me puso de rodillas sobre esta mientras mi mente trataba de llenar los vacíos que mis ojos no veían. Héctor descubrió mis ojos para encontrar su pene inmenso, gordo y con un jebe negro en la base de su miembro. Sin duda una sorpresa porque a pesar que no lo tenía muy grande, siempre fue grande para mi boca.
– “Pronto tendrás que cometerlo todo, pero quizás hoy no. Solo dale una probada”. – Dijo Héctor con una sonrisa.
Me mordí el labio de tener esa gran verga frente a mí, nunca había visto una tan grande en persona, solo en las porno que mi ex veía. Puse mi boca en su glande duro y ancho, con dificultad me lo metí a la boca, y comencé a mamarlo con la mirada hacia arriba.
– “En eso no consiste tu premio bello”. – Me dijo después de unos minutos para luego sentarse en la cama reposando su espalda en el soporte.
No podía quitar la mirada de Hector y su pené, no sé qué había hecho para tenerlo de tal tamaño. Estaba fascinada, mojada y con ansias que me coja. No lo pensé dos veces y fui a su encuentro sobre la cama, antes de posicionarme sobre él, me volteé para me quitara el tapón del culo. Salió suave, limpio y con un grito de satisfacción. Me limpio el culo con un pañito húmedo higiénico y por fin pude posicionarme encima de su verga.
– “Tienes permiso para venirte sin tener que preguntar antes”. – Dijo Hector agarrándome las tetas con ambas manos.
Me dejó sorprendida esa frase por que pasaría si él se viene antes que yo? ¿Será que pueda aguantar multiple orgasmos asi como en mis sueños? Deje que mi mente no me distraiga de ese palo gordo que tenía en frente y comencé a bajar lentamente mis caderas. El glande penetro mis labios interiores produciendo escalofríos en mi espalda, solo había visto 3 vergas en personas y esta era la más grande y gorda que iba a penetrarme. Me salía fluido en dos orificios.
No tenía ya la mordaza y con la mitad dentro de mí, solté un suspiro de placer, me agarre del cabecero de la cama que estaba sobre los hombros de Hector y baje toda hasta sentir sus testículos llegar en mi ano. No había tenido este sentimiento de plenitud en mi vagina desde que perdí mi virginidad en mi luna de miel, pues llegué virgen al matrimonio.
No pude mi curiosidad de echar un vistazo cuando la tenía toda adentro, llena de placer de tener ese pepino dentro de mí. Siempre he tenido el fetiche de introducirme un pepino en mi vagina, pero nunca lo hice a pesar de la petición de mi es ex esposo. Mi master me estaba enseñando a no tener vergüenza de ser puta.
Agarrándome del cabezal de madera de la cama, cabalgue su falo poseída. Ese instante yo tenía el control de mi placer y no quería desperdiciarlo, mis nalgas golpeaban su pelvis y sentía sus huevos rebotar. Escucharme a mí misma gemir en alto me excitó a montarlo más fuerte y rápido, Hector apretaba mis pezones que intensificaba mi placer. Mientras mi chucha estaba por explotar, Hector no parecía venirse pronto y los cachetazos a mis tetas estaban llevándome al límite. No tarde en venirme, dejando caer mi rostro para encontrar los labios de Hector. Pude darle solo una mordida de placer porque me apretó las tetas tan fuertes haciéndome huir de sus labios.
Estaba toda mojada con su miembro erecto dentro de mi vagina, una palmada con ambas manos en mis nalgas me informo que comience a cabalgar otra vez. Mi trabajo no estaba completo hasta hacerlo venir, su pinga estaba todavía dura, me imaginaba verla en primer plano como en las películas porno que mi ex me hacía ver. Estaba estrecha y arrecha, con ganas de follar toda la noche.
De solo imaginar tener sexo todo el día, me ponía candela. Ya no saltaba de arriba abajo, pero si movía mis caderas de delante hacia atrás haciendo movimientos circulares para volver loco a mi amo. Una mano en mi garganta comenzó en asfixiarme lentamente mientras hacía mis movimientos, por alguna razón inexplicable sentía el sexo diferente, era el mejor sexo que había tenido en mi vida… Una cachetada tierna me hizo abrir mis ojos, quise responder con otra como antes lo hacía, pero no pude, tenía que continuar con mi objetivo. Mi segundo orgasmo estaba por llegar, mi respiración era cada vez más laborada debido a la mano sobre mi cuello.
“Matt!!! Ohhhh… Matt!!! Mat!!!” comencé a gritar el nombre de mi actual esposo. No sé el por qué, quizás fue solo para ocultar de mis ex vecinos mis gritos, gemidos y todo el placer que sentía. Una mano en la garganta y ahora un dedo circulando mi ano me estaba volviendo loca.
– “Grítalo más fuerte perra” – Dijo Hector jalando de mi cuello, acercando mis ojos a los suyos.
La punta un dedo estaba casi dentro de mi culo e intentaba entras más profundo, gritar el nombre de Matt nos excitaba a ambos. Mi ritmo aumento, mis gritos eran más fuertes ya con medio dedo dentro de mí y sin ninguna mano en mi cuello. Mi segundo orgasmo no tardo en venir con mi cuerpo temblante colapsando encima de mi amo. Sudorosa y agotada tarde unos minutos sobre él con todos nuestros jugos mezclados entre sí… Al menos eso pensé. Hector no había eyaculado, su pene estaba algo flácido, pero no del todo como cuando se venía. Me tiré a un lado al recibir la orden, quise levantarme porque estaba toda sucia. Estaba por hacerlo hasta que escuche a Hector indicarme que me ponga con la cabeza al ras de la cama. Mi amo comenzó a masturbarse para poner duro su pene.
Ya completamente erecto y duro, me jaló de la cabeza hasta que esta colgara de la cama. Sabía lo que venía, con mi ex vi un par de veces como las chicas chupaban verga en esa posición. Mi amo me la empujó hasta hacerme atragantar, bote saliva y puse mi rostro a un lado para evitarla. Una corrección me hizo volver a mi posición inicial. Mis ojos estaban llorosos, tenía mucha baba, pero ni siquiera había comenzado su bombeo. Por los siguientes minutos pensé que iba a vomitar, mis lágrimas corrían mi delineador negro por todo mi rostro. Mis ojos ya no podían ver nada, ya habíamos hecho este acto pero nunca en esta posición. Un mes atrás hubiera calificado este acto como brutal, ahora me encantaba recibir su verga entera, escuchar sus insultos mezclados con el sonido mojado del roce mi garganta con su miembro.
Hector me colocó mis manos en sus nalgas para poder recibirlo mejor. Le apretaba el culo con cada metida y sacada, me quedaba sin aire, me atragantaba, me salía más baba que una perra hambrienta. Por momentos podía haber vomitado, por instantes mi amo me la ponía toda adentro y me tapaba la nariz, ocasionándome toser al sacármela.
Sentí su pene en toda mi garganta, mis manos acariciaban cerca de su ano con cada embestida, algo que mi ex-esposo ni siquiera se atrevió a permitirme. Me agarro los pechos apachurrándolos y presionándolos para agarra más fuerza al moverse. Estaba segura que era una escena candente de porno y para otras personas quizás detestable y humillante. Pensaba en que pudiera pensar mi psicóloga si supiera esto. Sentí la cara totalmente mojada, me ahogaba con su trozo de carne enchufado en mi boca.
-”Tu boca me fascina, linda”- Hector dijo mientras sus gemidos aumentaban.
Mis uñas ya estaban incrustadas en su piel, el ritmo aumento significativamente, me estaba rompiendo los labios, la boca, la garganta. Hector sacó su pene, acomodo mi cabeza rápidamente para que repose plana en la cama y eyaculo en mi rostro. Sentí su caliente semen entre mis ojos y nariz…
-” Eres linda”- Dijo mi amo agarrando mi mentón.
Estaba rendida, mojada en todos los huecos, me quede unos minutos descansando en la oscuridad sin poder abrir los ojos. Deberían ser pasado el mediodía y en unas horas tendría que recoger a mis hijos del cole y ver a mi psicóloga para mi sesión de 5pm.
Un timbre de mi teléfono me despertó mientras esperaba mi turno en la sala de espera, era un mensaje que me mandaba Hector que decía “Otro día uso otro método para lavarte esa carita. No olvides de contarle a tu psicóloga nuestro encuentro de la mañana. Mira lo linda que se te ve”. El siguiente mensaje fue una foto de mi rostro empapado en saliva, semen y delineador negro. Sonríe al llamado de mi nombre y encontrar los ojos de mi doctora solo un par de años mayor que yo.