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Hada, la vecina choni
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Hada me llamo o mejor aún, es el nombre que tengo ahora, el que decidí adoptar durante mi cambio de sexo. Ya sé que suena un poco cursi pero me gustaba. Aunque conservo mi polla, el resto de mi cuerpo es de mujer, joven y caliente.

Chica que se viste provocativa y sexi, pero también dulce y cariñosa. Sé que puedo atraer a personas de ambos sexos y normalmente consigo a quien me gusta sin mucho esfuerzo. Es diferente la persona que quiero… que soy a las personas con las que quiero acostarme, sí, soy bisexual.

No es que vaya follando por ahí con todo el que se me cruza por el camino, bueno en realidad si, si paga bien, pero tampoco me hago la difícil cuando alguien me atrae. Por ejemplo la hija de mis vecinos, diez y ocho años de pasión y furia en un cuerpo de pecado, puro vicio en un metro setenta y tantos de carne prieta y bien formada.

Viste aún mas zorra que yo y desde luego con mucho menos gusto. Va de barriobajera calienta pollas, de choni. Provoca y se exhibe, luciendo sus curvas y mucho más de su piel de lo que a sus padres les gustaría.

He oído varias peloteras a través de las finas paredes con ella por ese motivo y por sus salidas y por alguna borrachera importante… supongo que a esa edad se discute por todo. A mi me pasaba con mi padre, pero tenía más suerte con mi madre.

No creo que ella fuera bisexual, la he visto meterse mano con varios chicos en el portal y a horas más bien tardías. Aunque supongo que como la mayoría de las chicas en una noche de borrachera se habría morreado con alguna o más de sus amigas.

O en un rato de calentura se habría dejado meter mano por alguna lesbiana cachonda. Descubrí que ella admiraba mi estilo de vestir cuando la vi con un vestido idéntico al que yo me había comprado una semana antes y no le quedaba nada mal. Con él ganaba algo de elegancia sin verse tan putón y sí tan sexi como siempre.

Con una gran sonrisa la adulé:

– Bonito vestido. ¡Que bien te sienta!

Ella me devolvió el cumplido admitiendo que ya me lo había visto puesto:

– Te queda mejor a ti.

– Seguro que podrías probarte algunas de mis prendas un día de estos. Podríamos tener una tarde de chicas probándonos trapitos.

– ¿Me las dejarías? ¿Lo harías conmigo?

– Claro, ¿Por que no?

Dejamos la conversación en esos términos pero la semilla estaba plantada. Solo de imaginarla en mi habitación vistiéndose mi ropa y desnudándose para ponerse la siguiente prenda la polla se me ponía dura.

Se había comprado una falda parecida a una de las mías que modelaba sus muslos sin necesidad de enseñar el tanga, como era habitual en ella. Eso me dio pie para volver a proponerle que se pasara por casa a probarse mi ropa. Me contestó:

– A mi padre le encantaría que me tapara un poco más. O puede que no, por como me mira las piernas y el resto del cuerpo.

Aún no sé si lo decía en broma.

Cada vez que nos cruzábamos en la escalera el fulano solo miraba mis tetas, así que no se fijaba en la nuez. Si él supiera que podía dejarla embarazada seguro que no vería nuestra amistad con tan buenos ojos.

Suponía que también disfrutaba de los espectáculos que su nena le daría con tan poca ropa por casa, parecía que ella así lo creía. Yo solo pensaba que él tenía un culito apetecible, duro y respingón que me encantaría desvirgar.

Por fin una calurosa tarde no mucho después de ese último intercambio de frases amables en el ascensor, sonó el timbre. Al abrir la puerta allí estaba ella, Lucía, con un short de lycra tan corto y ajustado que marcaba los labios de la vulva y mas de la mitad de sus prietas nalgas al aire.

También llevaba una camiseta por cuyo escote rebosaban sus dos cónicos pechos y recortada en el vientre enseñando el pircing del ombligo. Su melena rubia echada sobre un hombro enmarcaba la carita de zorra, los ojos azules, la nariz respingona y los labios con forma de corazón de rojo vivo, las perfecta imagen de la lujuria.

Con mi mejor sonrisa la invité a pasar cerrando la puerta tras ella y apoyándome un segundo en la madera para disfrutar del espectáculo de su mas de medio culo desnudo recorriendo mi pasillo.

Le ofrecí un refresco pero me pidió algo mas fuerte. Aunque no creía que empezar a beber tan temprano fuera buena idea pensé que una o dos copas de vino ayudarían a liberar tensiones. Ella ya parecía bastante liberada de tensiones o de cualquier otra cosa y yo no iba a ser menos. Al fin y al cabo estaba en mi propia casa.

Le dije que se pusiera cómoda y se sentó en el sofá doblando las piernas por debajo de su culo descalza, era una hermosa visión. Adopté su misma pose pero como yo no tenia puesto mas que una de mis viejas camisas de hombre con pocos botones abrochados se veía más de mi cuerpo.

Mis pechos rebosaban por la prenda apenas cerrada y una escasa braguita que sujetaba en su sitio cada vez con mas dificultad aquello que yo pretendía ocultar.

Con nuestras copas en la mano, relajadas era el tiempo de las confidencias. Me contó algunas de sus aventuras mas picantes y yo de la mias. Lo que aún me excitó mas y en un descuido de ella tuve que colocarme la polla a un lado tapada por el faldón de la camisa.

De ahí fuimos a mi dormitorio a buscar algo que pudiera ponerse sin parecer una puta trabajando. Al fin vi su cuerpo lozano desnudo del todo cuando se quitó lo poco que llevaba puesto para probarse algunos de mis vestidos ajustados.

Despacio, más sensual de yo lo que yo hubiera pensado que podría hacerlo subió la camiseta por encima de sus durísimas tetas. No llevaba suje, eso lo tenía claro ya de antes. Pero verlas por fin al natural me la puso aún más dura.

Meneando su cadera se bajó el short arrastrando el tanga con la tela, aún no sé si fue un descuido o lo hizo adrede pero pude verla desnuda del todo ante mí. Su xoxito pelón estaba ante mis ojos y estaba deseando poner mi lengua y mi polla allí. Empezó a sacar su tanguita enredado en la lycra, para volver a ponérselo.

– Déjalo, en ese cajón tienes algunos míos. Busca uno que te guste.

Sabía que iba a coger el rojo de encaje, el más pequeño y trasparente. Me puse a su lado rozando su brazo con mi pecho y le ofrecí uno negro más discreto y elegante, y no es que tapara mucho más.

Con una sonrisa me hizo caso, lo cogió de entre mis dedos, tocándolos con su manita de finos y largos dedos. Se lo puso con un sensual movimiento ondulante, meneando el culito.

Mis prendas deberían quedarle bien pero sin enseñar tanta piel como acostumbraba, que un vestido o falda con algo de vuelo enseñara solo cuando una lo pretende. Pantalones ajustados no demasiado cortos que marcan pero no enseñan las nalgas al completo, tops con el suficiente escote como para mostrar canalillo y no la teta al completo.

Fuimos eligiendo lo que más podía favorecerla y empezó a ponerselas. Con el movimiento por la habitación ella había echado varios vistazos a mi entrepierna, no es nada tonta, ya mucho antes sabría lo que yo tenía allí. Estaba claro que eso no le importaba por cómo había ido la relación hasta ese momento, incluso es casi seguro que le daba morbo.

Quería empezar con un vestido, de tirantes, entallado en la cintura y con falda de vuelo, puede que a ella que era más delgada que yo no le ajustara tanto pero le quedaría bien. Cada vez que tenia que ajustar alguna prenda aprovechaba para acariciar y sobar su piel cada vez mas excitada. Al girar sobre si misma la falda se levantaba mostrando sus bonitos muslos, pero al menos no los llevaría desnudos como siempre.

Mis pantalones le quedaban como un guante, sus duras nalgas los lucían como pintados sobre su piel. Mis faldas apenas cuatro dedos más largas que las suyas insinuaban sin enseñar el tanga, probablemente ni siquiera cuando subiera escaleras.

Mis tops y blusas incluso le quedaban más serios que a mí considerando que yo uso sujetadores dos tallas más grandes que ella… las pocas veces que ella usaba esa prenda. Aún así su cuerpo se veía precioso y así se lo decía ante el espejo de cuerpo entero de mi dormitorio.

Situada a su espalda me pegué a su cuerpo y rodeé su cinturita con mis manos. Los colores vivos con los que llevaba pintadas las uñas hacían contraste con el rojo del rubí falso de su pircing. Apoyé mis pechos en su espalda y mi barbilla en su hombro rozando su fino cuello con mis labios.

No rechazó mi caricia, muy al contrario se echó hacia atrás hasta que sus nalgas hicieron contacto con mi polla durísima que la braga apenas podía contener ya. Al notar mi lengua en la piel de su cuello y nuca se le escapó un gemido. Era hora de terminar con esos preliminares y pasar a cosas más íntimas.

Al separarme le puse otra copa, pero esta vez le hice beber de mi boca en un lascivo beso en el que pasé el alcohol de mi boca a la suya jugando con su lengua. No me rechazó, al contrario su lengua jugaba con la mía.

Ella por fin aprovechó a meter la mano dentro de mi braga y agarrar mi polla. La ausencia de sorpresa delataba ya sin duda que ella si se había fijado en mis peculiaridades. La acariciaba con suavidad y la práctica que sugería su experiencia, cogía mis depilados huevos mientras seguíamos dándonos lengua y saliva. Ella misma terminó de abrir mi camisa y desnudar mis tetas.

De inmediato se apoderó de ellas con su boca y lamer mis pezones. La condenada sabía dar placer pero yo no me quedo atrás. Así que empecé a quitarle el pegadísimo vestido de tubo de lycra palabra de honor que le quedaba aún mejor que a mí. Conseguí hacerme con su húmedo coñito que desde hacia rato mojaba mi tanga negro que ella llevaba en la vulva.

Mis dedos acariciaban, investigaban su interior, sus labios y jugaban con su clítoris. Tenía que lamerlo, la empujé hasta mi cama, hasta tumbarla boca arriba y poder separar sus piernas todo lo que daba de si su cadera.

Acerqué mi boca a su coño aspirando su dulce aroma. Soplando suave sobre sus húmedos labios ella se estremeció y lo hizo más cuando pasé la lengua por ellos.

Saqué la lengua y noté el brinco que dio cuando hice contacto con su piel. Sus jugos se deslizaban dentro de mi boca. Saboreaba los más profundos rincones de su vulva allí donde mi lengua podía alcanzar.

La oía gemir a cada movimiento de lengua en su interior. Los muslos bien levantados por encima de mi cabeza. Con las manos alcanzaba sus tetitas duras hasta poder pellizcar con suavidad sus pezones oscuros.

Bajé un poco más por su perineo buscando el ano, el culito apretado y se estremeció cuando acaricié el agujerito. Buscaba sus orgasmos con ansia haciéndola gozar lamiendo la humedad de sus corridas.

Sin permitir que sus nalgas duras escaparan de mis manos hasta que supe que la tenia ganada por el placer que le estaba dando. Pero yo ya tenía claro que ella deseaba mi pene y lo quería dentro y por lo que estaba sintiendo en todos sus agujeros.

Mi polla en todos sus agujeros, así que sinuosa escapó de mis manos, solo lo suficiente como para deslizarse debajo de mi cuerpo y agarrar mi polla depilada. Ahora fui yo la que se estremeció cuando su lengua llegó a mis huevos, cuando se los metió en la boca chupándolos como caramelos.

Lamiendo llegó el turno del rabo hasta que se metió el glande en la boca acariciándolo con la sin hueso. Parecía toda una experta en la felación, la garganta profunda no parecía tener secretos para ella, notaba sus labios en la raíz de mi rabo, rozando mis huevos.

Yo tampoco dejaba de clavar la lengua en su vulva, lo más que podía. Entre sus labios y acariciando el clítoris. Acariciando el ano con la yema del dedo índice mojado con mi saliva.

Pero ella también sabe jugar sucio y cuando noté sus dedos explorando mi ano me corrí en su boca. Mi semen retenido para poder compartirlo en un húmedo y lascivo beso, dulce venganza del osculo que yo le había dado con el vino. Sabíamos que solo era lujuria, solo sexo, pero estábamos enlazadas por las lenguas mientras saboreábamos mi semen.

Mi polla iba poniéndose en posición de descanso. Jugueteamos un rato mas con mi ropa y mi lencería mas sexi, más de putón mientras me recuperaba y eso sin dejar de acariciarnos ni de besarnos.

Quería ver cómo le sentaban mis bodys de encaje, mis corsés, mis ligueros. No eran imaginaciones mías, podría llevarla a mi club o a hacer una danza exótica, léase striptease, conmigo y los tíos babearian con ella.

Cuando empecé a endurecerme de nuevo subí un poco las apuestas abriendo un nuevo cajón. El de mis juguetes, vibradores, consoladores, bolas chinas, e incluso las vaginas de silicona y los masturbadores mas realistas que había podido encontrar en los mejores sex shops.

Juguetona le pregunté si quería follarme. Y saqué un arnés con una polla y sus correspondientes huevos a imitación de los de un famoso actor del porno. Por dentro llevaba un masajeador de clítoris para que le diera placer también a ella.

Quería que ella me penetrara el culo antes de abrir el suyo con mi rabo, me había preparado a conciencia con un buen enema, limpia por dentro y por fuera. Fue tierna poniéndome en cuatro patas sobre la cama pasó un buen rato comiéndome el culo clavando su lengua y dedos dulce y gentil antes de poner el glande de silicona en mi ano.

Follaba mi culo despacio pero con firmeza notando en su propio clítoris las caricias de la lengua de silicona que iba dentro del tanga de vinilo que sujetaba la polla.

Se corrió antes que yo e incluso me giró boca arriba para comer mis tetas y polla sin dejar de follarme. Pero aun así no me dejó correrme quería darme una última sorpresa. Con una extraña sonrisa tímida me pidió:

– ¡Desvírgame!

Me dejó patidifusa su ruego. Con la gran experiencia en el sexo que me había demostrado ampliamente hasta ese momento y nadie había penetrado ese dulce coñito que yo acababa de saborear.

– Tengo que confesarlo, me encantada el sexo, comer y que me coman usar la lengua y las manos para dar placer. Pero nunca he dejado que me follen. Es una tontería pero nunca he encontrado a nadie tan especial como tú. Nadie a quién me gustaría entregar el virgo, hasta que me he dado cuenta que tú serías perfecta.

– Si vamos a hacer esto, quiero que tú seas quien lo haga.

Le dije. No quería hacerle daño por nada del mundo. Le arranqué el arnés para comprobar que estaba más que húmeda, que se derramaba en jugos cada vez que se corría. Me limité a tumbarme boca arriba con el pene apuntando al techo e indicarle que se subiera encima.

Ya no se hizo de rogar puso los pies a los lados de mi cadera y fue bajando despacio dejándome ver esa belleza de su coñito acercándose al glande. Se abrió los labios con dos dedos para dejar que yo entrara en su interior. No se dejó caer con fuerza sino que se mantuvo sobre sus rodillas bajando despacio hasta que el himen se desgarró.

No pareció que le doliera apenas y pronto llegué a su interior. Un hilillo de sangre escurrió hasta mis huevos mezclado con sus abundantes jugos apenas una manchita rosa pálido en mi piel. Un gemido escapó de su distendida garganta, su cara miraba al techo.

Los fuertes muslos consiguieron levantar su cuerpo una y otra vez follándose ella sola con mi polla. Yo la sentía tan apretada en su vulva, tan excitada estaba. Conseguí agarrarme a sus tetitas mientras ella botaba sobre mi pubis. La avisé cuando iba a correrme pero ella puso un dedo sobre mis labios. Dedo que chupé como si fuera otra polla.

-Shiiii, ¿Recuerdas el día que me compré un vestido igual al tuyo? Ese día empecé a tomar la píldora esperando que tú me follaras. He esperado a que me hiciera efecto para venir a buscarte.

Ya no hubo más palabras, me derramé en su xoxito agarrando su cadera para ayudarla a moverse mientras ella se corría una vez más. Se desplomó sobre mi pecho buscando mi boca para besarnos una vez más. Para chuparnos las lenguas, para cambiar saliva de una boca a otra y abrazarla con ternura entre mis brazos.

A pesar de ese vínculo que compartíamos, de haber sido la mía su primera polla, seguía siendo solo sexo, en una tierna amistad. Viendo su actuación esa tarde puede que si hiciera un buen papel en mi trabajo si ella llegaba a necesitarlo.

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