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Haciendo travesuras con un taxista
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Tiempo de lectura: 12 minutos

Hola, soy Carla, vivo en la ciudad de Arequipa, Perú, tengo 51 años y actualmente me encuentro separada de mi esposo. Desde muy joven siempre he sido muy activa sexualmente y ese fue uno de los principales motivos de mi separación. El relato que les daré a conocer sucedió hace ocho años atrás cuando aún estaba casada. Una locura mía con un buen taxista llamado José Luis. El relato va de la siguiente manera.

Era 10 de marzo del 2013 (la fecha la tengo grababa muy bien) y los chicos habían iniciado el año académico una semana atrás y las mamás del salón decidimos reunirnos a las 6 pm en la casa de María para ver algunas actividades a desarrollar por la graduación de nuestros hijos. María vivía lejos, cerca al aeropuerto.

Mi prima Kristel, que vive en Socabaya, me había invitado a almorzar y entre los chismes que vienen y van la hora me fue ganando y eran ya poco más de las 5 y 30 pm. Me despedí y salir a tomar un taxi. Apenas salí de la casa, divise un tico (vehículo muy usado para prestar servicio de taxi en Perú) que estaba dejando unos pasajeros, así que decida me acerqué y apoyándome en la ventanilla del copiloto le dije.

C: maestro, cuando me cobra la carrera hasta la altura de la Iglesia del Nazareno en Zamácola?

J L: Humm, hasta Zamácola. Bajó el volumen de la radio y miró de reojo mi escote generoso. Ya, treinta solcitos no más.

C: ¿Tanto? Le dije. Me acomodé un poquito los tirantes de mi sostén y le dije le doy veinticinco.

J L: Veinticinco?

C: Es que es todo lo que tengo.

J L: veintisiete y la llevo.

C: veinticinco le dije mientras me iba hacia atrás mirando si habían otros taxis y en efecto sí habían otros dos estacionados y hasta tocaron la bocina como para ofrecerme sus servicios.

J L: Bueno ya, está bien. Suba.

C: Gracias le dije.

Al entrar, metí primero mi pierna izquierda con cuidado ya que al abrir las piernas se me podría ver el calzón. Estaba con una falda corta. Una vez sentada puse mi cartera encima para que no se gane con mis piernas. Cerré la puerta.

C: ¿Tiene SOAT su carro no?

J L: Claro que sí señorita, y también seguro contra robos y contra incendios.

Me sonreí. Lo noté medio incómodo, como fastidiado al no poder vencerme en la transacción sobre el costo del servicio. Luego con voz de mando me dijo

J L: Póngase el cinturón de seguridad por favor. La policía está haciendo un operativo más allá.

Quise cumplir su orden pero no pude, como que estaba trabado el cinturón.

C: Disculpe me puede ayudar, esta como trabado su cinturón, no lo puedo jalar.

Frenó, y cuando jalaba el cinturón sin querer me sobó una de las tetas.

J L: Perdón señorita.

C: No se preocupe… está bien.

J L: Que rico huele su perfume señorita.

C: Disculpe pero su cinturón me aprieta mucho, está muy ajustado, casi no me deja respirar, como que me falta aire, me voy a asfixiar.

Sonrió todo coqueto

J L: como este carro no tiene tanque de oxígeno, tendré que hacerle respiración boca a boca.

Me carcajeé

C: te crees vivo no?

J L: No es eso, solo que sus pechos son un poco, hummm, digamos generosos.

C: Miren pues, me tocó un taxista bien sapo.

J L: Cuánto le costó los implantes? Por qué, por qué las mujeres siempre quiere ponerse más tetas?

C: Lo haría a ver si así trabajo de noche y gano algo de dinero adicional.

Nos sonreímos otra vez. Y para fastidiarlo un poco le dije

C: por si acaso son naturales.

J L: No parecen.

C: Es una lástima, pero no va a poder comprobarlo.

J L: Quizás algún día, ¿no?

C: Ja, ja, soñar no cuesta nada.

J L: usted ha sido anfitriona antes

C: no, por?

J L: Es que es bien bonita.

C: Es que las Mollendinas somos así, bien bonitas.

J L: ahhh de Mollendo, puerto bravo de Mollendo, lindo lugar.

El auto del taxista iba avanzando no muy rápido. A esa hora el tráfico se pone medio complicado, es terrible.

C: ¿Cómo te llamas? Lo tuteé y ya le di confianza.

J L: José Luis, pepelucho para los amigos y las señoritas bonitas, José Luis para servirte y tú?

C: Carla.

J L: bonito nombre.

C: Eso le dirás a todas tus pasajeras y crucé las piernas para que se gane con mis muslos.

J L: No a todas, a veces suben unas “federales”.

C: ¿Y por qué las recoges, ah?

J L: Para ganarme los frijoles.

C: Y de seguro para ganarte con otras cosas, le dije mientras sonreía pícaramente.

J L: Claro pues.

C: Te pasas, por billete le haces una carrera hasta al tío Vladi (un asesor corrupto que se encuentra preso).

J L: Tampoco sonrió.

Justo empezó a sonar la canción de Arjona, Historia de taxi.

C: José Luis ese es el himno de los taxistas no?

J L: A mi no me gusta mucho.

C: Por cierto, va a venir al jardín de la cerveza este fin de mes, vas a ir?

J L: Si hago una cinco carreritas como esta puede ser, y tú vas a ir?

C: Si es que encuentro un taxista generoso que me invite…

J L: No está demás, me dejas tu número para llamarte.

Seguíamos estando lejos del destino final. Así que no se me ocurrió otra cosa que preguntarle,

C: ganas haciendo taxi?

J L: A veces sí, a veces no, hay días en que no saco ni para el té.

C: Es que te maleas pues, cobras caro.

J L: No te pases… Desde Socabaya hasta Zamácola es lejazos, que querías que te pida cinco soles.

C: Yo en combi (denominación a los vehículos que hacen transporte público en Perú) la hago con dos soles.

J L: Ahh bueno, si quieres te bajas y te vas en combi.

C: Oye José Luis que renegón que eres, bien fosforito no más. Solo porque tengo prisa no me bajo.

J L: Tienes una cita?

C: Bien chismocito que eres. Y haces taxi a tiempo completo o trabajas en otra cosa?

J L: Yo soy ingeniero, pero como no hay chamba me metí a lo del taxi y estoy casi todo el día en esto, pero apenas pueda me voy a la Argentina, allá tengo familia.

C: Oye y el carro es tuyo?

J L: Sí, felizmente que ya lo terminé de pagar. Por ahí y lo tengo que vender si me voy a Argentina.

C: Ya veo que de todas maneras te quieres ir.

J L: Sí.

C: Bueno pues, que te vaya bien y si puedes, a ver si me llevas a mi también.

J L: Claro, para no estar solito en las noches bonaerenses.

Pensé hacerme la loca ante tal insinuación y como para hacerme la desentendida pregunté

C: ya puedo quitarme tu cinturón? Es que no me deja respirar bien.

J L: No aún no, un poquito más allá, no me vayan a poner una papeleta, porque sin plata ya no te voy a poder llevar a la Argentina.

C: Fácil pues, me consigo otro taxista…

J L: Que chica para práctica.

C: ah si, si uno no puede hay otro que lo reemplace.

Nos reímos.

C: Y es fácil manejar?

J L: Sí. Es pura práctica.

C: Ajá, como hacer el amor.

Se quedó callado, no se la esperaba.

C: sabes, mi tiene su carro, me ha dicho que puedo practicar en el, pero ni lo agarro, me da miedo chocarlo.

J L: Deberías de agarrarlo, porque si lo agarras, le vas a agarrar el gusto. Sonrió todo pendejo.

C: Ahh no, si lo agarro ya no voy a querer dejarlo.

J L: Te vas a volver adicta al timón.

C: A ver si me das tu número para llamarte para que me des un curso acelerado de manejo.

J L: Yo feliz. Encantado de enseñarte a agarrar el timón.

C: Pero no me vayas a cobrar muy caro.

J L: Quien sabe Carlita, a lo mejor te ganas una beca y no pagas nada.

Estaba claro que se estaba poniendo insinuante.

J L: Pucha, están en pleno operativo, ojalá no nos toque porque si no nos vamos a demorar. Y si nos toca hay que coimear a los policías, son cinco solcitos menos de ganancia. Y encima son mujeres.

C: Pero pepelucho, las enamoras pues y normal.

J L: Nada, esas no aflojan.

C: Tienes que utilizar otras estrategias entonces.

J L: Ahh sí, me tienes que enseñar tus armas secretas.

C: Yo encantada.

J L: pero no me vayas a cobrar muy caro.

C: Para nada pepelucho, yo no soy carera como tú.

C: Pepe y eres casado?

J L: No.

C: Eso suelen decir todos los hombres.

J L: No todos Sandrita, habemos hombres puros.

C: Toodos, todititos son iguales.

J L: Y tú eres soltera, viuda o divorciada?

C: Casada, pero como si fuera solterita.

J L: Eso le dirás a todos los hombres.

C: En serio, él anda muy ocupado y prácticamente soy solterita.

J L: O sea que tengo esperanzas.

Me carcajee de nuevo.

C: si claro, mi corazón siempre está abierto para recibir cariño.

Seguí riéndome y volví a preguntar:

C: Ahora sí puedo quitarme tu cinturón?

J L: Ahora sí.

C: Parece que este verano va a ser terrible no?

Mientras esperaba su respuesta empecé a rascarme la pierna.

C: Oye pepelucho creo que hay pulgas en tu carro.

J L: No, y si las hay de seguro las trajo alguna clienta fastidiosa de esas que siempre hay.

C: Y piensas ir a la playa?

J L: Si consigo con quien, de seguro voy a finales de mes. Y tú ya has bajado a la playa?

C: La próxima semana vamos a ir con unas amigas. Todas solteras por cierto. Si tienes amigos solteros podríamos ir en tu carro, jajaja.

J L: No Carlita, todos mis patas son bien forajas no más, van a querer aprovecharse de ustedes.

C: No pues, ustedes llegan hasta donde nosotras permitimos.

J L: Pero con unos traguitos y un buen versículo pueden caer.

C: Ahh no sé, yo nunca he caído así no más, yo me cuido, además que si mi marido se entera, me haría todo un lio y no vale la pena. Mejor divertirse tranquilamente no más.

De pronto sentí una especie de cosquilleo en el pie, y al querer rascarme me encuentro un preservativo sin usar. Así que alzando un poco la voz, dije

C: oye pepelucho, creo que se te ha caído.

J L: No, no es mío, debe ser de algún pasajero que lo ha olvidado.

C: Ya ves que todos son iguales. Que pensabas? que en alguna de tus carreras te ibas a levantar y terminar tirándote a tu pasajera?

J L: De verdad Carlita que no es mío. Además yo solo uso XL y ese parece M.

C: O sea que además de mañoso ahora resulta que eres aventajado.

J L: A diferencia tuya, si quieres comprobarlo yo no me opongo.

C: Te apuesto a que lo tienes normal y estas de presumido.

J L: Me estás ofendiendo y no lo voy a permitir, que te parece si paramos un ratito en un hotel que hay a tres cuadras de aquí.

C: Pendejo te crees y que, vamos a entrar sólo para que me la enseñes.

J L: No pues, Carlita, si ya estamos allá, podemos hacer algo más.

Ya estábamos cerca de la casa de María, pero la conversación con el taxista y sobre todo su actitud de macho alfa, esa confianza de poder pedirme ir a tirar a un hotel, me habían generado unas ganas locas de hacerlo.

Mientras conversábamos, lo había chequeado un poco. Era mayor que yo. Tendría unos cincuenta años. Era moreno, no muy alto, de contextura física normal, promedio, pero con una carita agraciada y muy pícara. Normalmente cuando he hecho travesuras han sido con personas con cierta solvencia. Pero esta vez, el deseo de hacerlo con pepelucho ganaba a mi aturdida razón. Así que tomé una decisión, mientras el ansioso esperaba una respuesta.

C: Espera un momento.

Saqué el celular que llevaba en la cartera y llamé a María. Alo? María? hola amix, mira se me ha presentado un problemita, no voy a poder llegar a tu casa, te parece bien si mañana te llamo y vemos a que acuerdos llegaron. Me disculpas con las chicas por favor. Ok. Amiga. Gracias, y disculpa.

C: Pepelucho estás de suerte, ya no tengo apuro en llegar. Me vas a llevar a “Las Moras”?

J L: Si, está a la vuelta, ya lo conoces?

C: Por supuesto, es mi hostal favorito para hacer travesuras, pero te va a costar porque quiero la habitación con jacuzzi.

J L: No importa, me quedaré sin billete pero vale la pena.

Estacionó el tico en el garaje y mientras subíamos las gradas me agarró el culito.

J L: Que ricas nalgas que tienes y están bien duritas.

C: Es que hago ejercicios para estar durita y apretadita.

C: Pepito, págale al señor antes que toque la ventana. Son 80 soles mi amor.

J L: Pero, y como sabes?…

No pudo terminar de preguntar cuando la voz del cuartelero lo interrumpió. Buenas noches señor, son 80 soles el servicio. El pobrecito rebuscaba en su billetera y juntó como pudo los ochenta soles.

J L: Mi amor, y de verdad eres casada?

C: Ya te dije que soy casada pero hago vida de soltera y las solteras pueden cachar con quien quieran o no? Empecé a quitarme la falda.

J L: Claro que sí, ese es el tipo de mujer que me ha recetado el médico.

Se me acercó y me besó. Me metió la lengua y la removía dentro de mi boca. Mientras tanto sus manos me amasaban literalmente las nalgas. Empezó a morderme el cuello, así que le pedí que no me dejara marcas, mientras tanto ya le había sacado la verga y se la agarraba fuertemente como haciéndole una paja.

Se podía sentir el grosor de su miembro, y de verdad si era aventajado el taxista. Dejé de besarlo y me arrodillé hasta la altura de esa enorme verga.

C: Pepito, te voy a hacer una mamada que no te han hecho en tu vida.

Le succioné la verga de forma tal que el pobre estaba que gemía de gusto.

C: Te gusta mi amor??

J L: Carlita eres una experta chupando pingas.

C: Es la práctica que tengo cariño.

J L: Y Sueles hacerte cachar así no más.

C: No, papito, sólo con los chicos que me gustan y claro uno que otro taxista, jajaja.

No le agradó la broma. Me tomó por la cintura, me inclinó la cabeza hacia adelante poniéndome casi en cuatro, me abrió las nalgas y empezó a meterme su herramienta.

C: Auuu, no seas bruto, métemela más despacio.

J L: A las putitas, se les trata como putitas. Ahora vamos a ver si te quedan ganas de burlarte de un taxista.

Me la zampó todita de golpe. Grité de dolor, tan fuerte que el cuartelero tocó la ventana como diciéndonos: no hagan tanta bulla.

C: Ayyy, que rico, Pepito, que rica verga tienes, me duele amor, pero sigue, métemela, sigue, destrózame te lo pido por favor, auuu… dame más… ayyyy.

J L: Así perrita, trágatela todita completita. Goza puta de mierda.

Y me la zampaba una y otra vez, como si me tuviera cólera. Yo creo que estaba de cólera por haberle ganado la transa en el precio de la carrera y por los 80 soles que había pagado por el hotel.

C: No te has puesto condón, por favor, ponte el del carro. No quiero que me vayas a llenar.

J L: Yo me cacho a las putas a pelo, como les gusta, ustedes ya saben como cuidarse.

C: Pepe yo no soy una puta, solo que si alguien me gusta me dejo cachar. Por favor, ponte el jebe.

J L: Esta bien, me lo voy a poner pero solo para no ensuciarme.

No entendí a que se refería. De pronto me escupió a la altura de las nalgas y con su dedo empujó la saliva hacia mi ano.

C: Pepe por el culito no. Sufro de hemorroides, me va a sangrar, por favor no.

J L: Carlita, ahora si vas a comprobar si soy o no aventajado.

Volvió a escupir y con la punta de su verga empezó a abrirse camino.

El dolor, el placer y todo lo imaginable, hicieron efecto. Empecé a gritar como si estuvieran matándome. No me importaba si hacíamos chongo o no, pero es que no podía aguantar tener todo ese trozo de carne dentro de mi culito.

C: Pepe no, me duele, sácamela del culo, Pepe, Peeepe. Ahhh, auuu, Pepe mi amor, peeepe, te amo, dame, dame, auuu.

J L: Ya me vengo, ya estoy a punto.

C: Pepito, te la quiero chupar.

Sacó por fin su enorme verga de mi culito. El condón se veía manchado de caca y de sangre. Este hijo de puta me había rasgado y me salía un poquito de sangre del ano.

Sin perder tiempo y antes que se venga, le retiré el condón con cuidado de no ensuciarme y me metí semejante pinga en la boca y empecé a chupársela hasta que de pronto un torrente de leche llenó mi boquita. Me tragué toda su lechada y un poco empezó a chorrear por mis labios.

Se la lamí sin dejarle una sola gota de semen. Él estaba agitadazo por la faena. Se tumbó en la cama, y yo me recosté a su lado.

J L: Que rico polvo nos hemos metido.

C: Me has desgarrado un poco.

Le decía eso mientras le enseñaba un pedazo de papel higiénico manchado de sangre.

C: Pero que rico se siente tener ese mazorca en mi culito.

J L: Que bueno que te haya gustado, pero todo el hotel se ha enterado que te he roto el culo con semejantes gritos que has dado.

C: Me dolía pues webón. Además nadie te conoce aquí. Este hostal es bien caleta para venir en auto.

J L: Y tu marido donde piensa que estás?

C: En la casa de una mamá del colegio de mi hijo, viendo unos temas para su graduación.

C: Mi marido es un cojudo, teniendo semejante hembra, casi ni me toca y cuando lo hace no me hace sentir casi nada, y una necesita que la pongan al día, así que si me cruzo con alguien que me coquetea y me gusta o con algún taxista pendejito como tú, no me lo pienso dos veces y me hago cachar.

J L: Que pendeja que eres. Y cuantas veces te ponen al día.

C: Una mujer necesitada es lo que soy, no soy una puta ya te he dicho. Acaso te he cobrado por que me tires. No sé, todo depende, a veces unas dos veces a la semana o tres tal vez.

J L: Te la pasas cachando todo el tiempo y dices que no eres una putita.

C: Que culpa tengo de que los arrechos como tú se fijen en mí y me quieran meter pinga. Además…

No pude terminar de hablar. Sonó su celular, y se puso nervioso.

C: Contesta. No haré bulla.

Mientras el decidía si contestaba o no, empecé a chuparle la pieza nuevamente.

J L: Aló? “Si mi amor, ahora estoy con servicio no puedo hablar por teléfono, pero en una hora debo estar pasando por la casa”.

C: Dile que te estás cachando a una putita. Murmuré.

Me hizo la seña de silencio llevándose un dedo a la altura de la boca.

C: Dile que te has gastado la plata del taxi pagando un hotel para cacharte a una putita. Murmuré nuevamente, mientras me sonreía.

J L: Claro, ok., ya entonces, nos vemos, chau amor.

Dejó el celular en la mesita de noche. Se veía incómodo, como molesto, descubierto.

J L: Oye carajo, como vas a hacer esas bromas.

C: No que eras soltero pendejo de mierda. Tú si eres infiel y puto.

J L: Es que mi mujer no me tiene al día, y…

C: Ya, ya, huevonazo, a mí no me vengas con cuentos, eres un pendejito que le gusta levantarse a arrechas como yo y punto, yo no pienso reclamarte nada, total, ya me di el gusto de cacharme a un taxista y punto.

Me levanté, empecé a vestirme, mientras él seguía recostado.

J L: Carla, de verdad tu nombre es Carla, no?

C: Si papito, Carla, una perrita arrecha a la que has tenido el gusto de cacharte el día de hoy. Yo no miento.

J L: Carla, y si volvemos a salir, no sé, es que ha sido todo tan especial que me gustaría volverte a ver.

C: Volverme a ver o volverme a cachar.

J L: Las dos cosas. Es que de verdad estoy impresionado contigo. Eres bonita, tienes un cuerpazo, cachas muy bien, se te ve preciosa,…

Lo interrumpí.

C: Además soy abogada, tengo una casa de tres pisos en la Urbanización Las Condes, un marido que gana bien ya que trabaja como gerente en el BCP, y como más de una docena de pendejos haciéndome la corte para poder cacharme… Ya pues Pepito… Ya me cachaste y punto… Me llevas a mi casa y si nos volvemos a ver genial, sino, que te quede de recuerdo.

Se quedó medio pensativo. Estaba de pie. Su verga aún mantenía cierta erección. Había un gesto de no resignación en su rostro.

J L: Carlita, te puedo tomar una foto así calatita en la cama.

C: Encima vas a querer presumir con tus amigotes. De verdad te pasas pepelucho.

C: Ok, está bien… te parece bien así.

Y me puse en una pose sensual en la cama del hotel, dejando ver mis tetitas y la conchita con los labios salidos. Sonó el click del sonido del celular.

J L: Perfecto, que rica que eres.

C: Bueno ahora si vístete que si no te van a cobrar otra hora adicional por el cuarto.

Se vistió al toque, me dio un beso como si fuera su pareja y bajamos las gradas, subimos a su tico y se abrió la puerta del garaje. Salió veloz, según él para que nadie lo vea.

C: tranquilo Meteoro. Vamos con calma, que quiero llegar viva a casita.

J L: me gustaría verte nuevamente.

C: Mira Pepe, me está doliendo el culo por la desgarrada que me diste y hasta que se sane y se me pase por lo menos una semana. Eso te pasa por brusco.

J L: Pero me gustaría seguir cachándote Carlita, acaso no te gustó.

C: Y mucho pendejito de mierda, pero no, no me gusta involucrarme con nadie. Solo sexo casual y nada más.

Parece que mi sentencia lo desanimó un poco. Se quedó callado. Eran ya cerca de las 9 pm. El tráfico era fluido.

J L: Entramos por la primera o la segunda etapa de Las Condes.

C: Por la primera. Allá, vez esa casa azul con crema, esa de tres pisos, ahí vivo Pepito.

J L: Me das tu número para llamarte.

C: Ya sabes donde vivo, así que si quieres puedes venir a buscarme. Ahora que si te abre la puerta mi marido no sé qué excusa vas a poner.

Me reí coquetonamente.

J L: Carla, no me voy a quedar así. De verdad te voy a venir a buscar, así me meta en problemas.

C: Eres un arrechito, por eso me gustas más.

Le metí un beso sin importar si el vigilante que ronda o los vecinos o mi marido pudiesen vernos desde las ventanas. Me di el gusto de sentir esa lengua envenenada jugueteando dentro de mi boca, además de sentir la excitación de estar chapando frente a mi casa con un taxista.

Le acaricié el rostro. Abrí la puerta, bajé del tico, me acerqué a la ventanilla del conductor y con mi cara más arrecha le dije en voz baja: “mi marido se va a trabajar a las 8:30 am, y mis hijos están en el colegio. Así que estoy a tu disposición desde las 8:31 am mi amor. Ven cuando tengas ganas de hacer feliz nuevamente a esta arrechita… además te estoy debiendo los veinticinco soles de la carrera”. Le mandé un beso volado. Di media vuelta, busqué las llaves de la casa en mi cartera y mientras abría la reja para entrar, se escucha una voz desde la ventana del segundo piso: “Carla, que pasó?, por qué tan tarde, estaba preocupándome”.

-Está todo bien mi amor, no te preocupes. Tu mujercita ya llegó sana y salva para ti.

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Autor
Astrid Carolina
Astrid Carolina
Una mujer que disfruta de lo que la vida le ofrece.

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