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Haciendo amigas nuevas
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La penumbra dejaba ver las siluetas de ambas, abrazadas, besándose y entregadas a la pasión que se había desatado horas atrás. Sus cuerpos estaban cubiertos de sudor y la excitación era muy evidente en ambas. Las caricias que se prodigaban, los besos en varias partes, se volvían más intensos en sus bocas, con ese intercambio de lenguas en pleno deseo y susurros donde se decían lo mucho que estaban disfrutando y de lo rico que era el momento.

Todo era pasión, sensualidad, sexo desbordado y deseo. Poco a poco, ella bajaba a tus senos desnudos, tomando el primero para llevarlo a su boca, que abría ampliamente para contener lo más posible de él y succionarlo fuerte, sentir eso te excitaba. Lo soltaba poco a poco hasta tener tu pezón erecto entre sus dientes y tirar delicadamente de él, haciendo que tu cuerpo se estremeciera, tus gemidos surgieran de tu boca entreabierta y tu cabeza la inclinaras hacia atrás en clara respuesta a las sensaciones que te provocaba ella en ese momento con sus caricias orales.

Tú le sostenías la cabeza, acariciando su cabello, la observabas con gran deseo mientras ella seguía rindiendo honores a tus muy atractivos senos, alternando uno con el otro y lamiendo cada espacio de ellos, así como el canal que los separa, saboreando tus pezones y llevándolos a su boca para mantenerlos erectos, duros. Al ver que te generaba mucha excitación, ella se dedicó a seguir chupando y lamiendo tus senos alternadamente mientras que con una mano, fue cubriendo el espacio hacia tu vagina. Ya allí pudo sentir lo muy mojada que te encontrabas producto de la excitación de todo lo que estaba sucediendo. Comenzó frotando tu monte de venus y tú le abriste las piernas para darle mejor acceso a tu sexo.

Entonces, ella extendió su mano, juntó sus dedos, presionó con el dedo medio hasta abrirse paso entre tus labios vaginales ya algo hinchados y mojados de la excitación, hasta empezar a explorar tu clítoris y demás partes hacia la entrada de tu vagina. Todo ello te generaba torrentes de excitación y tu entrepierna le dejaba sentir mayor humedad en ti inmediatamente. De manera instintiva, comenzaste un vaivén con tu cadera al frente y atrás para sentir con mayor intensidad las caricias que te estaba propinando. Seguías sujetando su cabeza, y le besabas la frente y el cabello, pegándola a tu pecho conforme las sensaciones iban en aumento. Te tenía en sus manos y ella te estaba proporcionando placer en una forma única y deliciosa. Eventualmente separaba su cara de tu pecho y viendo como gozabas, te preguntaba si lo estabas disfrutando, a lo que sólo alcanzabas a asentir con tu cabeza, entre jadeos y suspiros, sin dejar de frotar tu pubis contra sus dedos.

Ella veía como tu respiración se iba agitando poco a poco y aprovechaba para incrementar la intensidad del movimiento de su mano. Tú acelerabas el desplazamiento de tu cadera e ibas mojando más su mano en cada desplazamiento. Ella la retiraba por momentos para llevarla a tu boca, poniendo sus dedos mojados de tus jugos entre tus labios e instintivamente los separabas para chuparlos y lamerlos a todo lo largo, saboreando tus jugos producto de tu excitación, para luego tomar su mano con la tuya y simular un poco como si se tratara de mamar un rico pene con tu boca y lengua. Era súper excitante verlas en plena entrega.

Ya ensalivada su mano, ella la regresaba a tu entrepierna y volvía a hurgar en ti, ahora buscando adentrarse más. Le abriste tu compás para dejarte hacer lo que ella quisiera y pasó de acariciar tu clítoris y la entrada de tu vagina a tocar tu ano, presionando ligeramente sus dedos en ese anillo cerrado. Tú suspirabas con cada caricia de ella. Recogía algo de tus líquidos y los llevaba a tu vagina y culito. Frotando con la yema de sus dedos en toda tu entrepierna. Tu expresión era de gozo y disfrute total. Ocasionalmente te besaba el cuello, tus senos, tus mejillas y en eso le buscabas la boca para enredarte intensamente en sus labios, mientras seguías siendo cogida por sus caricias en tu cuerpo.

Sin decirte nada, sus dedos se fueron abriendo paso hacia tu vagina y con mucha habilidad, te ensartó con dos de ellos hasta sus nudillos. Al momento de sentirte invadida, exclamaste un suspiro entre de alivio y deseo y cerraste los ojos, para intensificar las sensaciones. Te empezaba a coger con sus dedos y eso provocaba una catarata de sensaciones en tu cuerpo. Arqueaste tu cuerpo para sentir más su penetración, frotando tu clítoris contra la palma de la mano con que te cogía, te empujabas y en tu boca, abrías tus labios en plena expresión de deseo y lujuria. Poco a poco, su mano fue intensificando sus movimientos y en un momento te alcanzó a meter un tercer dedo, que recibiste con un gemido de mayor intensidad y pasión, mordiendo tu labio superior en muestra de tu excitación.

Ella se incorporó un poco, sin soltar tu cuerpo y permitió que descansaras tu espalda en el sillón donde estaba sucediendo todo. Empezó entonces a meter sus dedos más profundamente y con el pulgar a rozar la zona de tu clítoris en cada movimiento. Tú levantabas la cadera para darle más espacio de maniobra y ella aprovechaba para intensificar sus caricias en tu cuerpo. Con su otra mano tocaba tus senos, apretaba tus pezones, te acariciaba la cintura. Tus manos se sujetaban a las sabanas fuertemente, para apoyarte y poder intensificar tus sensaciones, entregando tu vagina a sus caricias, mojándola con frecuencia y apretando tus ojos, mientras tu cuerpo denotaba la creciente e intensa excitación que te estaba haciendo sentir esta amante ocasional.

Tus senos parecían explotar rico y los pezones coronaban esa vista muy sensual. Momentos después, sus caricias te hacían llegar a un nuevo clímax, la fuerte cogida con sus dedos te provocaba un nuevo orgasmo intenso y vibrante, que se expresaba otra vez mojándola y haciéndote estremecer rico, ya un poco fuera de control y quedando momentáneamente extenuada en el sillón.

Se acostó a tu lado y llevó su mano hacia tu boca y, entre besos en sus bocas, terminaron lamiendo su mano y con ello probando los líquidos producto de tu intensa corrida. Tu sudor era otra prueba más de las muchas sensaciones que te provocaron sus caricias.

Pero, ¿cómo empezó todo?

Estaban las dos en una comida de la empresa en un restaurante que frecuentaban, les tocó sentarse juntas y, aunque no trabajaban en la misma área, ya se habían visto y cruzado en los pasillos, saludándose ocasionalmente siempre con cordialidad y una sonrisa.

La plática se fue dando durante los alimentos y rápidamente hicieron química. Las dos formalmente vestidas de oficina, en esa ocasión tú de traje sastre y blusa de tela delgada bajo el saco y ella de vestido a la rodilla y hombros descubiertos, comentaban diversas cosas de la reunión, haciendo grato el momento. Ocasionalmente ella llegaba a extender su mano hacia la tuya para aseverar algo, hacer énfasis o llamar tu atención sobre algún tema. Había buena vibra y sensaciones agradables.

Luego te dijo ella que iba al baño y te ofreciste a acompañarle. Ya en el baño, por regresar al comedor, ella se acercó por detrás tuyo cuando estabas por terminar de lavarte las manos, descansó sus manos en tus hombros, y con sus dedos empezó un ligero y reconfortante movimiento que te hizo cerrar los ojos y disfrutar de sus caricias.

Esa era la señal que ella necesitaba para acercar su cuerpo al tuyo. Pronto sentiste sus senos tocar tu espalda y su cara acercarse a tu cuello para depositar en él un beso delicado y sutil, acompañado de su respiración que percibía el aroma de tu perfume, mientras sus manos comenzaban a bajar hacia tus brazos extendidos que ya se apoyaban en el mueble de baño en el que te recargabas. Antes de lavar tus manos, habías desabrochado el saco que llevabas, y podías sentir el recorrido de sus cálidas palmas que llegaban a tus manos y comenzaban a ascender acariciando tu abdomen en dirección hacia tus senos sobre tu delgada blusa blanca, mientras ella te regalaba otros besos sutiles en tu cuello llegando hasta tu mejilla.

Abriste los ojos y la imagen que tuviste frente a ti te llenaba de excitación. El espejo reflejaba a tu ocasional compañera de comida, una mujer bella y de muy buen cuerpo detrás tuyo, que te tenía contra el mueble de baño, sus brazos te rodeaban e iban acariciando centímetro a centímetro tu cuerpo, su cara perdida entre tu cabello, besando tu cuello y generándote sensaciones deliciosas, y sus manos empezando a subir hacia tus senos, que ya denotaban lo erecto de tus pezones ante asalto tan excitante a tu persona. Cerrabas los ojos y expandías tus sensaciones, sintiendo como una de sus manos empezaba a rozar la parte baja de uno de tus senos por arriba de tu ropa, haciendo que pequeños torrentes de energía se dispararan hacia tu cerebro. No era la primera vez que una mujer se acercaba a ti para acariciarte y besarte, la carga de atracción era muy intensa entre ustedes y eso hacía que ese momento fuera particularmente excitante.

Poco después, sus manos se abrían paso entre tu blusa, jalando hacia arriba para sacarla de tu falda, y poder acariciar tu piel directamente. Volteabas a ver al espejo y ella te miraba a los ojos. Ese contacto fue electrizante, ella observaba tus reacciones y tú entregándote a sus caricias, mientras seguía besando tu cuello y se iba acercando cada vez más a tus mejillas. Sus manos recorrían la distancia hacia tus senos y podías sentirla acariciar tu cuerpo, empezando a tocarte por encima del bra de tela delgada que llevabas puesto, eso le permitió a ella desplazarlo hacia arriba rápidamente, empezar a tocar en forma directa tus pezones y apretar tus senos completamente con ambas manos, mientras en tu espalda tenías pegados sus senos firmes restregándose a lo largo de tu cuerpo.

Sentías como iba acercando sus labios a tu boca, a través de su respiración que chocaba contra tu mejilla y los besos que te iba depositando. Eso te excitaba más, e instintivamente giraste tu cara hacia ella, para sentir tus labios al lado de los suyos, en un roce ligero, que permitió entonces dar el primer beso en esa boca de labios carnosos que se te había antojado durante la comida, mientras observabas su rostro pegado a ti. Inmediatamente, ambas bocas se abrieron en señal del deseo e intensidad del momento, con un beso con mayor pasión y entrega, donde sus lenguas empezaban a jugar entre ellas, y una de tus manos iba rodeando su cabeza, permitiéndole mejor acceso a tus senos.

Ella aprovechaba eso para dejar una mano a cargo de dar caricias a tus senos y la otra bajaba por tu cintura hacia a tu cadera. Todo ello te gustaba, te hacía sentir deseada y era muy excitante. Percibías su contacto con el contorno de tu cintura, bajar a tus nalgas, e instintivamente las levantabas hacia ella, ofreciéndolas para ser tocadas.

Las recorrió y pudo sentir lo ricas que están, dibujando su forma, apretando ligeramente, comprobando ese generoso y atractivo trasero que es objeto de miradas de otras personas a tu paso en todos lados. Rápido llegó a tus muslos y después de recorrerlos, tomó la parte baja de tu falda para meter su mano por delante de ti e ir subiendo hacia tu entrepierna rozando la parte interna de tu muslo. Abriste un poco las piernas, te separaste del lavabo sin dejar de sostenerte con una mano y levantaste tu cadera, pegándola a la de ella. Entonces su mano se fue adentrando a tu entrepierna, rozando tu monte de venus sobre tu ropa interior estremeciéndote al contacto de sus dedos y su cadera empezó a empujar la tuya ligeramente, hubieras deseado que fuera hombre para que te poseyera en ese momento, sin embargo lo que estabas experimentando era suficientemente excitante.

Ella llevaba el control del momento y tú te dejabas hacer. Recargada como estabas contra el lavabo, ella jaló de tu prenda interior, bajándola a tus tobillos, levantando tus pies para sacarla. Ella la recogió inmediatamente y la guardó en la bolsa de tu saco. Entonces levantó la falda hasta tu cadera, dejando al descubierto tus glúteos en buena parte y se inclinó para besarlos y empezar a pasar su lengua entre ellos. Tú te inclinaste sobre el lavabo, levantaste tu cadera y te dejaste llevar por sus caricias.

Sus manos separaban tus nalgas y ella enterraba su cara para lamerte toda, desde tu clítoris, la entrada de tu vagina y tu culito, que al sentir el contacto de su lengua, se contraía instintivamente provocando en ti gemidos de gozo y deseo. Inclinada como estabas, estabas totalmente expuesta a sus caricias y no tardó en mojar sus dedos con su saliva para hacer presión y meterlos en tu vagina, mientras seguía lamiendo y succionando tu culito. Eso te excitaba mucho, junto con el hecho de que ya levaban rato allí sin ser interrumpidas. Todo ello hacía que las sensaciones en ti se fueran incrementando y en poco tiempo le regalaste un orgasmo intenso, mojándole la cara y la mano que te penetraba ya con ritmo fuerte, mientras tu acallabas tus gemidos y ella te decía que le gustaba hacerte suya y que quería más contigo.

Conforme fueron cediendo tus espasmos, empezaste a acomodar tu ropa, lavarse manos y cara, retocar maquillaje y ella te preguntó si te gustaría seguir más tarde, al terminar la comida y le decías que sí. Que la podías invitar a nuestra casa para que estuvieran más cómodas y libres para pasar la tarde noche sin interrupciones. Antes de salir al comedor, te tomó de la cara y te plantó un breve pero atrevido beso en la boca.

Al terminar la comida se despedían de todos rápidamente, tomaban sus cosas y ella te decía que traía coche, y tú le decías que sí te ibas con ella, ya que el plan original era que yo pasaría por ti, pero que me ibas a avisar que tu llegarías a la casa por tu cuenta.

Subían al auto y, mientras la ibas guiando hacia nuestra casa, salían algunas preguntas generales sobre ustedes. Ella te decía que era soltera, con una relación de ya cuatro años con un novio medio formal, y que aún no tenía hijos. Tú le decías que estábamos casados y vivíamos solos los dos, ya que las hijas ya vivían aparte.

En un semáforo, ella se volteó hacia ti, jalándote para darte un beso rico e intenso y luego continuar la marcha. Mientras ella conducía, puso su mano en tu muslo y empezaba a acariciarlo hasta llegar a tu entrepierna, comenzando a rozar tus labios vaginales y el monte de venus. Le abriste las piernas para dejarle hacer y mientras tu tocabas su brazo, su cuerpo e incursionabas un poco en sus senos, por encima de la ropa, aprovechando que la noche ya había caído en la ciudad. Te decía que le gustaba que no te hubieras puesto tu ropa interior de nuevo y estuvieras así todo ese rato. En otro semáforo volvían a besarse y al arrancar ella te daba a probar sus dedos impregnados de tu sabor, que te apurabas a chuparlos y lamerlos con mucha dedicación y esmero.

No tardó en tratar de penetrarte, pero no era lo más conveniente, así que te pidió que te quitaras el brasier y le dejaras sentir tus senos sobre la tela de tu blusa. Al hacerlo, tus pezones se dibujaban perfectamente a través de la tela de lo excitados que estaban. Eso le gustó a ella, porque así podía sentirlos de mejor forma y no paraba de elogiarte por tan rico cuerpo.

En poco tiempo se acercaron a la casa y entraron al estacionamiento. Le decías que yo ya estaba allí y le comentabas que no sería ningún problema, e incluso que si ella quisiera, podría participar o permanecer aparte todo el rato. Ella te dio un beso muy intenso en la boca y te dijo que se irían dando las cosas.

Bajaron del auto, se encaminaron hacia la puerta principal tomadas de la mano y, apenas cruzaron el umbral de la puerta, dejaron caer lo que traían en las manos y se fundieron en un abrazo pasional, buscando sus caras para besarse con mucho deseo e intensidad, mientras entre las caricias que se daban, retiraban la ropa que llevaban puesta, hasta quedar ambas desnudas y sólo con sus zapatos de tacón y medias. Se fueron acercando al sillón de la sala, se sentaron en él acomodándose para seguir abrazadas y no te daba tiempo de avisar que habían llegado.

Yo estaba acomodando cosas en el cuarto de visitas, despejando la cama, entro otros menesteres, cuando escuché que un auto entraba al terreno de la casa. Rápidamente pasé a nuestro cuarto para terminar de guardar otras cosas. Tú me habías avisado que no fuera por tí a la comida y que te llevaría una amiga, que invitarías a pasar un rato a la casa. Así que yo había aprovechado mi llegada antes que ustedes para recoger cosas de la estancia, y después estaba alistando las recamaras.

Mientras estaba en nuestro cuarto, momentos atrás había escuchado que la puerta principal se cerraba, sin embargo no escuché tu saludo. Estaba por entrar a la sala, cuando me percaté de que estabas acercándote al sillón de tres plazas, abrazada de una amiga y que entre ustedes se daban besos y caricias muy intensas.

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