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Gran escuela de hostelería (parte 2)
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Me bajo de la moto y me despido de Roel con un beso tierno en los labios, entro en la portería y cojo el ascensor hasta casa. Al entrar esta mi hermano mayor Rubén estirado en el sofá y me pregunta que tal me ha ido el primer día de escuela, le explico un poco por encima de lo que me he podido enterar y después me explica como ha sido su día trabajando en la tienda de zapatos, se queja un buen rato de los clientes y después me meto en la habitación para tirarme en la cama mientras ojeo Instagram.

Mientras miro el móvil me pregunto como irá mañana en la escuela, tengo que llevar mi uniforme impoluto, nos han dicho que si estás bien vestido y arreglado no nos dejarían entrar en la cocina… llevaré una chaquetilla blanca, de manga larga y con emblema de la escuela bordado en el bolsillo del pecho; unos pantalones a rayas negras y grises; zapatos con puntera de fibra de carbono (por si se te cae una olla encima) de color negro y bastante incómodos; un gorro, tipo boina, color blanco; un pico blanco (para diferenciar a los alumnos de primero y de segundo grado) que se ata como una corbata al cuello y un delantal blanco, bastante feo y grande.

Me empieza a dar vueltas la cabeza de nuevo, decido dejar el móvil y saco la tabla y la plancha para disponerme a planchar el uniforme. Cuando ya estoy acabando llega mi madre del trabajo, directora de un instituto de secundaria y vuelvo a explicar como me ha ido mi primer día, sabiendo que aún lo tendré que explicar una vez cuando mi padre se levante para ir a trabajar a la fábrica.

Ya es de noche y me meto en la cama, miro el móvil y tengo un mensaje de Roel:

“Hoy has estado radiante y espectacular, el mejor polvo que he echado nunca. La escuela de cocina te sienta bien, estoy esperando impaciente el fin de semana.

Descansa nena, xoxo”

¡Madre mía! Si que es verdad que ha sido espectacular, pero porque mi cabeza pensaba en otra persona. Una persona inalcanzable, Jorge debe estar en los 30-35 años y no debo ser la primera ni la última alumna que babea al verlo. En el caso de que se pudiera dar, lo acabarían despidiendo del trabajo… o eso creo…

Le escribo a Roel:

La verdad, el mejor orgasmo de vida, yo también deseo impaciente que llegue el fin de semana, el largo fin de semana que tenemos por delante!

Buenas noches.

Descansa tú también gordi xoxo

P.D.: mis primeros 4 dedos… me he sentido plena y con ganas de muchísimo más…

Lo envío y me dispongo a dormir.

Estoy en el vestuario de la escuela de cocina cambiándome para ir a casa, soy la única que queda, el resto de chicas ya se han ido, estoy en sujetador y desabrochándome los pantalones, cuando de repente unas manos cálidas, grandes y robustas me rodean la cintura y se desliza una hasta mi pecho y otra se escurre por los pantalones y las braguitas hasta llegar a mi sexo. Masajea bien el pecho, mientras juega a la vez inocentemente con mi clítoris. Me empieza a dar besos desde la oreja hasta el hombro y después a la inversa, la tensión se me va de golpe, me derrito. Cuando estoy a punto de llegar al clímax, se para y me da la vuelta de golpe, me encuentro con un pecho firme, con una capa de bello que parece terciopelo, mi mano se escapa a eso pecho y lo acaricia, una mano me coge la barbilla y me eleva el rostro hasta que mis ojos castaños dan a otros preciosos ojos oscuros, quedo boquiabierta.

¡Dios mío! ¡Es Jorge!

Mi garganta ahoga un gemido de sorpresa y él hace un gesto de silencio con su dedo índice pegado a sus labios y me cierra la boca con un beso donde nuestras lenguas danzan y se encuentran con ternura. Me envuelve la cintura con sus brazos y aprieta mi cuerpo contra el suyo, noto su erección cerca de mi vientre y cuando paramos me voy de rodillas al suelo, le desabrocho los pantalones y le bajo los pantalones y el calzoncillo dejando expuesto ese miembro grande y grueso que pronto iba a poseer mi boca. Chupo y chupo, paso mi lengua por el glande, me encanta notar como tiemblan los hombres cuando haces eso (me imagino que es una sensación similar a cuando te chupan el clítoris…). De pronto sus manos sobre mi cabeza hacen que el miembro me entre hasta la campanilla, me dan un par de arcadas, pero me encanta y de pronto un líquido espeso y caliente me inunda, con el miembro aún dentro de mi boca, la mejor opción es tragar y, para mí sorpresa, esta delicioso.

Me quita el pantalón y las bragas, me coge en brazos y lo envuelvo con mis piernas, está de pie, conmigo abrazada a él, cara a cara los dos y de pronto, empieza penetrarme con muchísima facilidad, me agarra por el culo y me pone una mano en la nuca, yo pierdo fuerza a cada embestida, cada una me da tanto placer que siento que me voy a desmayar, el corazón me va a mil, mientras tanto no paremos de besarnos y, cuando voy a llegar al clímax, le muerdo el labio inferior, mi espalda se arquea y empiezo a temblar, se me agarrotan los dedos de los pies y mis manos se hunden en los hombros de Jorge hasta dejarle la marca de ellas. Se apoya en la pared sin dejarme caer, y se desliza por ella hasta sentarse en el suelo conmigo encima, sin salir de mí, nos quedamos ahí, los dos sentados y abrazados, hasta que caigo dormida sobre su pecho

Suena la alarma, me levanto con un respingo, estoy sudada, a estas alturas del año aún hace mucha calor, el otoño cada vez llega más tarde. Pero me doy cuenta de que no solo estoy mojada de sudor, mi entrepierna está empapada, llevo el pijama como si me hubiera orinado durante la noche. No recuerdo tener ganas de ir al baño, pero sí que recuerdo algo del sueño que he tenido…

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