Hola, Luis, He leído tus relatos y quisiera, si es que te interesa lo que te cuento, pudieras hacer uno con mi historia, o mejor dicho con la historia de mi hermana melliza y la mía. Desde ya, gracias por haber respondido mi mail.
N/A: para no cansar con el intercambio de mail, paso directamente al relato conformado.
Te cuento que estoy estrenando mis primeros veinte años al igual que mi hermana melliza, con la que tenemos una excelente relación y además cada una sabe todo de la otra; cuando digo todo, es absolutamente todo.
Casi siempre competíamos en broma a ver quién era más bonita, o quién iba mejor vestida, quien tenía mejores piernas o mejores pechos. Pero la naturaleza o la genética nos dotó a las dos del mismo físico; por eso se tornaba en broma.
Nunca competimos por novios, pero el de ella era un sol, hermoso y con un buen físico, como suelen tener los futbolistas.
En relación a él, hemos tenido charlas de todo tipo, pues a lo largo de la educación secundaria tuvimos historias con varios de los chicos de la escuela, pero él siempre fue… digamos… el “formal”.
En nuestras charlas nocturnas a ella le gustaba y creo que hasta se excitaba (al igual que yo) contarme sus rounds amorosos, con lujo de detalles; hasta a veces actuaba las posiciones, a tal punto que en más de una oportunidad he tenido que “calmarme” una vez que ella se quedaba dormida.
Cierto día, en una de esas sexuales charlas, le confesé lo de mis masturbaciones, imaginándolos desnudos haciendo todas esas cosas que me contaba.
– ¿En serio? Te excitas con lo que te cuento.
– Sí, Marianela, me pone a mil, hasta te envidio sanamente.
– ¿Te gustaría tener un novio que te trate así? En realidad ¿quisieras ocupar mi lugar?
Sorprendida con la pregunta y riendo muy, pero muy nerviosamente, le contesté en broma.
– Podrías presentármelo
Parece que mucho la broma no le gustó, ni siquiera un esbozo de sonrisa.
La semana transcurrió como era habitual: universidad, estudio y nuestras calientes charlas en la pieza.
El viernes me dijo que quería salir a cenar o tomar algo, pues hacía mucho tiempo que no salíamos de noche juntas, así que lo organizamos para la noche del sábado.
Llegada la proximidad de la hora para salir, nos comenzamos a cambiar. Debo de reconocer que a mi querida hermana no le gustaba la forma mía de vestir, así que, prestándome ropa, se encargó de vestirme. Al finalizar nos veíamos perrísimas; ambas estábamos con una pollera corta que casi se nos veía todo, algo que no me disgustó, unas remeras cuasi transparentes que ni siquiera dejaban adivinar que había debajo; literalmente dejaba ver las tetas y sus accesorios, con unas zapatillas tenis blancas, que nos aniñaba aún más.
Al entrar a la pizzería fuimos de inmediato el centro de las miradas y la causa de varios codazos en las costillas de algunos varones que estaban con su pareja.
Ya sentadas pedimos una pizza y comenzamos a cenar. Justo en ese momento le suena el móvil, lee el mensaje y contesta con un audio.
– Dale, estamos en la pizzería, te esperamos.
– ¿Quién es Marianela?
– Tranquila Gisela, No estaba previsto, pero es una sorpresa.
Confiando en mi hermana, espere la sorpresa. Luego de haber comido unas porciones, ahí lo veo entrar. Era Claudio, el novio de mi hermana, con su metro ochenta y cinco, anchas espaldas, fuertes brazos y unos pantalones ajustados que dejaban ver sus musculadas piernas y su hermoso culo redondeado. Parado, nos buscó entre la gente con sus ojazos negros hasta que nos divisó, elevó uno de sus brazos y nos hizo señas, acercándose lentamente para sentarse entre nosotras.
– Hola chicas, Vaya que sorpresa, están hermosas las dos.
– Gracias, (Mi hermana lo saludó con un pico.)
– Que gusto que hayas venido (poniéndome colorada).
– Es que no pudimos festejar su cumpleaños, así que quise aprovechar la ocasión.
– La verdad, son hermosas y están preciosas.
Luego de una larga charla y una pizza más, abonamos y emprendimos camino, vaya a saber dónde.
A las cinco cuadras detuvo el auto estacionando.
– Bajo un cachito a casa a buscar más dinero, ¿me esperan o quieren bajar a tomar algo?
Aceptamos la segunda opción. Entramos a su departamento, con el desorden de un estudiante del interior, pero no tanto; es bastante ordenado.
Preparo unos tragos; los acerco a la mesita ratona que se encontraba al frente de una cama que oficiaba de sillón, frente a un improvisado sillón más pequeño hecho con varios almohadones dispuestos sobre una pequeña alfombra color azul.
– Gisela, creo que te lo debía, este es mi regalo para vos.
Sinceramente, estaba absorta, no podía creer lo que estaba ocurriendo y menos entendía que pasaba. Lo que sí entendí es que la presencia del hombre que le daba tanto placer a mi hermana y fue motivo de más de una paja a su nombre hacía mojar mi entrepierna.
– Gise, observa, ponete cómoda y disfruta como espectadora privilegiada.
Marianela se levantó; puso una música suave y muy sensual para, con unos movimientos eróticos, quitarse la transparente remera que cubría su tersa piel, dejando en contraste el mini corpiño color beige que, a penas, contenía sus grandes tetas turgentes.
Que belleza de mujer, hermosa. Nunca había reparado en el cuerpazo de mi hermana; verla en esta faceta me hizo comenzar a observar en detalle, sobre todo cuando la pequeña pollera que se deslizó hasta el suelo dejó al descubierto un culo redondo, parado y totalmente erotizante.
Cuantas sensaciones corrían por mi cuerpo, desde mi vagina, permitiendo la salida de mis jugos que empapaban mi tanga, hasta escalofríos, piel erizada y calor en todo el cuerpo. Mi excitación crecía a pasos agigantados, viendo cómo todo lo que me había contado en casa ahora lo vería en vivo y en directo.
Sin mediar palabras, sus manos recorrían la anatomía de cada uno; cada pasada por alguna prenda de él, mi caliente hermana le retiraba una prenda hasta dejarlo totalmente desnudo. Tamaña sorpresa me llevé al ver el tamaño de su verga; aunque no es monstruosa, sí es la más grande que he visto hasta ahora, lo que me llevó a echar mano a mi entrepierna para poder disfrutar yo también.
Estaban en un beso de esos que solo salen en las películas, lo que, junto a los movimientos de sus manos, los tenía totalmente encendidos, no sé si era la calentura o el sentirse observados.
De improviso lo empujó hacia la cama, sentándolo al borde, se hincó sobre el trozo de carne totalmente duro y, mirándome a los ojos, me dijo…
– Mira bien, solo te lo explico una sola vez.
Me lo dijo como si yo no supiera lo que es mamar una verga, pero obedecí observando en detalle cómo tomaba con ambas manos toda la extensión, llevando su lengua a recorrer cada centímetro de ella. De reojo me observaba con su mejor cara de perra.
Me dirán que estoy loca, pero hasta me pareció sentir lo salino de su sabor en mi boca mientras mi hermana lo hacía brillar de saliva. Se nota que le encanta estar entre sus piernas saboreando su miembro.
Mi vagina comenzó con algunas contracciones de excitación; sin dudar más de nada me entregué a la situación, despojándome también de mi ropa. Quedé tal cual ellos. Introduje el anular y medio de mi mano diestra en la encharcada vagina; mi palma hacía su trabajo contra el clítoris. Cada mirada que me hacían ambos era una hasta ahora prohibida invitación.
Me recosté más en el improvisado sillón con almohadones para, ya, sin ningún tipo de inhibición, abrir ampliamente mis piernas, dejando expuesta mi vagina, la que me manoseaba tanto por dentro como por fuera, sin reprimir ni un solo gemido.
Mi hermana apuró el ritmo de la mamada; a él lo vi abrir inmensamente la boca, de la que salió un largo y audible gemido. Al instante, la boca de Marianela se llenó de esperma, que a duras penas pudo retener; un poco cayó por la comisura de sus labios para reposar sobre sus blancas tetas. Me observó, se paró y lentamente caminó hacia mí. A la vez que Claudio cayó de espaldas sobre la cama observándonos, mi querida hermana no dejaba de sorprenderme; me dio un beso en la boca, traspasando un poco de ese semen, el cual recibí de muy buen agrado, nueva sensación y reconozco agradable, al punto que tuve uno de los mejores orgasmos de mi corta vida.
Esto recién comenzaba. Me tomó de la mano e hizo intercambiar lugares con Claudio, quien ahora era el espectador.
Abrazándome, me beso recorriendo, como lo había hecho con él, todo mi desnudo cuerpo, sin olvidar mi culo y mi vagina. Las piernas se me abrían por voluntad propia; ya no era yo quien manejaba mi cuerpo, era mi cerebro en complicidad con la libido.
Tomándola y de la cabeza ejerciendo presión hacia la vagina, ella entendió bien lo que yo quería.
Abrazadas caímos sobre la cama. Abrí más las piernas, entendió la señal, introduciendo hábilmente su lengua dentro de mi sexo. Me pareció notar que al hacerlo su boca esbozó una sonrisa, lo que no impidió que me haga un sexo oral de película, al punto que casi inmediatamente tuve un gran orgasmo que hizo temblar todo mi cuerpo.
Al reponerme, ella se subió sobre mí, ubicando su vagina en mi cara, y comencé con mi primer sexo oral a una mujer, ¡¡¡mi primer oral a una mujer!!! Me encantó sentir el sabor en mi boca. Para estar a la altura de algo que nunca había hecho, le hice lo que me gusta que me hagan, dando buenos resultados. Ambas llegamos casi juntas al orgasmo. No tenía ganas de abrir los ojos, solo quería retratar en mi cerebro las sensaciones, cuando de repente siento en ambas tetas una boca que chupaban mis pezones, que no tardaron en endurecerse.
Claudio y Marianela estaban conectados a mis tetas. Mi hermana le cedió el lugar. Claudio, ocupándose de mi boca, me besa profunda y amorosamente; debo reconocer también que tiene un ángel especial de dulzura.
Su gran verga se posicionó entre mis piernas, que, sin dudas, activó el mecanismo “abre piernas”, pues ellas solitas se fueron abriendo para dar paso al visitante que deseaba explorar las profundidades de mi húmeda vagina. Con esa suavidad y dulzura que describí antes, fue vulnerando la entrada; sentí todo su largo y grosor ir progresando por mi canal vaginal. Es hermosa la sensación de recibir algo verdaderamente importante dentro por primera vez, sin desmerecer a las otras que han estado en el mismo sitio, con las que he gozado igual.
Sus rítmicos movimientos de entrar y salir trató de combinarlos con movimientos de cadera; su vaivén se hizo más y más rápido y firme, anunciando lo que se venía. Yo también comencé a sentir las sensaciones de mi inminente orgasmo, y soltándome del todo, comencé a gemir muy fuerte. Unificamos gemidos y sentí la descarga seminal golpear en el fondo de mi vagina. Anuncie mi orgasmo con un gran grito.
Claudio sobre mí aún estaba con su respiración agitada, un poco más que la mía, pero con una gran sonrisa en esos labios de miel.
Lo que vimos a continuación nos dio mucha risa; Marianela recostada contra la pared, una pierna sobre la banqueta, la otra, que tenía apoyada en el piso, temblaba, los dedos dentro de la vagina y la otra mano haciendo la seña de OK.
Que más decir, nos pasamos toda la noche entre polvo y polvo. Claudio es un verdadero semental y mi hermana me inició con maestría en el arte del sexo entre mujeres y me gustó.
Ya en casa, al otro día, hablamos mucho de lo sucedido; convenimos que ambas hicimos todo lo que hicimos sin culpa alguna y que deberíamos repetirlo, aunque desde ese día nuestros encuentros sexuales entre hermanas se hicieron frecuentes en casa, disfrutando cada momento compartido y recuperando todo el tiempo que habíamos perdido en esa materia.
En relación a Claudio, aunque sigue siendo el novio oficial de Marianela, a veces “me lo presta” para salir; la gente no se da cuenta debido a nuestro parecido casi idéntico que tenemos y él, más que feliz, cumpliendo el sueño de más de un hombre, comerse a unas mellizas, como he dicho, algunas veces en forma individual y otras a las dos juntas…
que buena experiencia. Es super excitante la combinación.