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Gordibuena con vicio. Maggie folla de diez
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Maggie, de Margarita sepan ustedes, es la protagonista de mi historia. Ella es voluptuosa con una carga erótica inmensa; es en el argot moderno una “curvy”, mujeres cuya talla no obedece a las normal actuales mas inclinadas al tipo andrógino, sin curvas, sin culo, sin tetas, sin nada y el chumino depilado. Es la moda actual, cuerpos danone que no me dicen absolutamente nada. Mi amiga es excepción, presume de su gran parecido con la súper modelo Tara Lynn, aunque mi amiga tiene algunos añitos más.

Es un torbellino de colores, vital, divertida dicharachera, conversadora. Una mujer para perderse con ella y dentro de ella, aparte de amable, inteligente y listísima, más lista que el hambre en expresión mil veces utilizada. Su profesión es el derecho y la asesoría desde una gran empresa, es mujer todo terreno y versada en mil recursos y con una gran cultura.

Además de cariñosa y besucona, con unos labios carnosos, con la forma idónea para el pecado. Vive la sexualidad de manera simple, viva y abierta. No se declara bisexual, aunque sé por ella, que cuando le apetece se come sin miramientos un coño por toda la cara, sin limpiarse con una servilleta bordada por las monjas. Hemos intimidado mas de una vez, para ella un polvo es como tomarse un vino o ir a cenar con un amigo del alma. Libre, espíritu libre, un verso libre.

Selecciona muy bien a sus amigos, no le asusta la mentira pero odia la deslealtad. No tiene pudor, creó que nunca lo tuvo. Me cuenta su infancia criándose con cuatro hermanos mayores, se quedó sin madre demasiado pronto y ella como la mas pequeña se creía un hombre mas. Sus hermanos se paseaban todo el día desnudos por pasillos o salones y por tanto el desnudo, el ver muchas pijas en cualquier estado le trae al pairo.

Ella no se quedaba atrás en la desnudez por casa ni no estaba su padre que no la dejaba. A sus hermanos no les llamaba la atención. Relata que en ese ambiente también envolvió a las novias de sus hermanos, también andaban como Dios las trajo al mundo. El desnudo no la confunde, ni tiene ningún sentido ni morbo. En alguna ocasión estando con ella de viaje y estando en la ducha entra como si nada, provocando en mi persona cierta incomodidad, como llevarme las manos a mis vergüenzas.

– Mira muchacho – con cierta guasa suele refrescarme mi vergüenzas – como la tuya, más grande, más pequeña o más bonita he visto muchas, deja de hacer el ridículo tapándote como si fueras la superiora de las Ursulinas.

– Sí Maggie ya lo sé – suelo contestarla -no volverá a ocurrir, es mi acto reflejo, no lo puedo evitar, el pudor es el pudor.

Suele darse la vuelta, sin llevar ropa interior, aganchándose y dejando ver su sitio mas personal, como diciendo mira aquí y verás París. Es incorregible. Ha llevado a entrar en el cuarto de baño y cogerme la polla para limpiármela y lavármela con energía, echándome la broca de que los tíos no aplicamos bien en lavarnos el miembro. Es cómico que te cojan la y polla, sin venir a cuenta, y te la restriegue con una esponja empapaba de gel Lóreal de París.

En fin, es así, no creo que cambie. Social, liberal, loca, amiga desesperadamente atosigante en quitarle importancia al cuerpo o al sexo. Una suerte. En nuestra adolescencia desvirgó a casi toda la cuadrilla, porque le daban pena con diecisiete años y todavía sin mojar el churro.

La semana pasada nos encontramos en una conferencia local sobre desarrollo turístico en nuestra zona, y allí fuimos. Mejor yo fui y me encontré con ella. Como siempre perfectamente maquillada sutilmente con rotundidad, sin parecer una puerta pintada que es manera demasiado común. Una camisa abierta hasta el canalillo, vaqueros amplios que le hacían un cuerpo muy llamativo y sugerente,

También, como no, la puntualidad no es su fuerte. Distingue entre ir por su total interés de estar, entonces su puntualidad es británica, o el aparecer para quedar bien. En esta última idea su reloj va a saltos, incluso llega cuando todos nos vamos. Pero este día no era el caso, llegó con antelación estudiada, el conferenciante todavía estaba en el turno de agasajos por las fuerzas vivas del pueblo.

Nada mas verme llegó a mi lado, ordenando a la fila para que se moviesen un asiendo mas allá. De manera sutil, educada, con esa belleza racial que parece va diciendo, ya te lo compensaré hermano.

Nada mas sentarse en la incómoda silla, con un respaldo bajísimo, me beso en toda la boca. No de manera exagerada, pero marcando el territorio que ella tenía preferencia conmigo. A veces la forma de ser y comportarse te deja un poco en evidencia llevadera, a veces hasta simpática.

Al terminar fue a charlar con el conferenciante, había temas que su interés, quería tener su correo o algún sitio donde localizarse y hablar. Fui haciendo mutis por el foro hasta una cafetería. Estaba seguro que Maggie haría el mismo recorrido cuando terminarse. Es un establecimiento cercano que esta entre los favoritos de nuestro circulo de amistades.

Al llegar al establecimiento, éramos pocos parroquianos, abrió la puerta con decisión gritando

– ¡Qué pasa gente! Daos todos por besados y achuchados.

Fue hasta el sitio que estaba ocupando en la barra. Volvió a besarme, esta vez con más carga de pasión, a la vez metiéndome mano en el paquete. Para no quedar en situación de inferioridad, sobe sus grandes tetas, viendo que nadie nos miraba, buscando por encima de su ropa con los pulgares sus pezones, que respondieron, como hacia Pat Garret con el revólver en el fart west. Es una afición que tengo, estar hablando con una amiga en privado mientras masajeo sus pechos.

– Bien, querido amigo, vamos a confesarnos.

– Cuando te pones así siempre pienso en lo único, en lo peor – la dije

– Para eso son las amigas, para perdonarlas, quererlas y follarlas si hay menester, que no son buenos los picores vaginales de una chica como yo.

– Qué quieres que haga – fue mi contestación, en medio de una mueca simpática de ¡Hay que joderse!- te escuchó con la máxima atención.

Ella bebía a pequeños sorbitos una ginebra Tanqueray Sevilla con montón de hielos. El barman no pregunta, la sirvió sin decir tan siquiera esta boca es mía. Es lo bueno y lo malo de recalar siempre en los mismos sitios, la excesiva confianza de los camareros.

– Mira subnormal – observen, es toda amabilidad- he comprado un Beetle Volkswagen, quiero que me acompañes el finde de copiloto hasta que me acomode a él, no te molestes en nada, también tengo contratado el alojamiento.

Naturalmente ante una amiga de carácter fuerte no puedes oponerte y menos discutir para mantener la fiesta en paz. No me apetecía una mierda ir de saltimbanqui el sábado, pero bueno, otras veces es al revés.

Sábado mañana quedamos para almorzar como debe hacerse, nada de un café sorbido deprisa y corriendo. Salí de casa a las nueve, para ser el que día es, para mí es madrugar. Paseo matutino al quiosco, comprando la prensa, yendo caminando hasta la plaza en paseo sosegado y lento. Las prisas no son buenas consejeras para absolutamente nada.

Allí estaba, sentada, con unos ceñidos pantalones de rojo valiente destellante, rojo sangre provocación, con una especie de camiseta, mejor camisa de lino. El recibimiento con la mejor de las sonrisas, poniéndose en pie vino a mi encuentro, dándome un piquito y acompañándome a la mesa, que estaba limpia y recogida en su totalidad. Ya había desayunado, ya estaba la manduca en su estómago. Mas bien lo segundo. Mi plan del desayuno contundente se fue hacer gargaritas, disculpándose por su arrogancia y mala leche de la noche anterior, siguió metiéndome prisa, hay que aprovechar el día.

Dirigiéndome ligero en el paso hasta la barra pidiendo un cortadito que tome de un trago, cogiendo a la vez una magdalena para el camino, para evitar que el café diera vueltas por mis entresijos.

Nada mas salir del local vi su resplandeciente bólido, todo limpio, reluciente, habiéndose entretenido en perfumar el interior para quitar ese olor a coche nuevo que marea. Para tocarla las pelotas y medir que tal mañana tenia, la mire las tetas diciendo con cierta mala uva.

– Se te transparentan totalmente los pezones, que los tienes como los coches cuando llevan las luces largas.

– Ya estamos con tus comentarios tipo puñal.

Una vez dentro del coche, desabrochándose la camisa movió con decisión su sujetador blanco sin encajes, sin ninguna concesión a la frivolidad o a la insinuación pasional. Zarandeando sus pechos, moviendo con medida precisión el sostén de un lado para otro, recolocó su pecho. No perdía mirada a la acción, ni pestañeaba, mientras en mi cara mostraba una mueca irónica, que sé la jode mucho. Al verme mi atención, ahueco la ropa interior y movió la teta hacia fuera, dejando a la vista su pezón en total esplendor, duro, tieso. Su color es moreno, con la areola más clarita y bien contorneada, con todos los conductos lácteos marcados y provocadores. Me estaban pidiendo chúpame.

A la búsqueda de otra mas de mosqueo, para ver si estaba de mala hostia, enfadada, o con ganas de bromas, pregunté por la causa del endurecimiento de su pezón, sí obedecía a la respuesta al verme, o era consecuencia de una ducha fría.

– Mira pimpollo -contestó en plan rasgada- es al acordarme, nada mas verte, de su putísima madre – ¿Vale la respuesta?, salao.

– Naturalmente que sí, cariño, ya sabes que yo también te amo con toda la pasión del mundo

– Vamos – fue su respuesta – veo que tienes el día borde y quieres tocarme los mismísimos cojones, pero no voy a caer en tus infantiles provocaciones.

– Déjame que te de un beso con lengua, cordera mía, eres mi sílfide de este fin de semana.

Su respuesta un manotazo en mis partes procreadoras, al cual tuve que responder con un aullido y una risa estentórea.

Por la carretera, intuía que el final del viaje era Burgos. Acerté totalmente, ya vi como sería el sábado. La Cartuja, Huelgas, vinos y comida, tarde de catedral, cena, copas y más copas. Tenía que buscar la forma de romper el plan, el itinerario era súper conocido, no había plan B.

Llegamos al hotel Palacio de Burgos, hicimos la inscripción y para la habitación. La habitación muy confortable, acogedora en tonos blanquísimos con detalles en ocre oscuro. De inmediato saqué de la maleta la chaqueta para evitar arrugas y también colgué el pantalón. Ahora a esperar que la guapa señora, mejor señorita, se arreglase y todo eso. Ya saben pruebas, maquillaje, labial, peinado. Una hora suelo calcular echando por bajo.

– No has dicho nada que sólo reserve una habitación.

– Lo supuse -fue mi contestación- me parece perfecto, en estos momentos de nuestras vidas los desnudos no son de llamar la atención, y la concupiscencia la traigo conmigo mismo

– Voy a cambiarme los pantalones, estos que llevo puestos no me parecen apropiados. Un rojo tan destellante y vivo es sólo para cardenales en estos territorios eclesiásticos

Puso encima de la cama unos elegantísimos pantalones de color crema, con un cinturón negro estrecho con hebilla dorada, emblema de una de esas marcas de moda mundial. Desabrochó los puestos e intento bajárselos quedando atorados en la rodilla. Se conoce que el largo tiempo sentada en el coche había dilatado sus prietas y holgadas, y duras a la vez, carnes. De inmediato viendo el problema, acercándome para ayudar.

– Anda, túmbate en la cama, deja que este humilde mayordomo proceda como un perfecto patrón de cabotaje,

Obedeció a la primera. Llegué hasta la cama, agarré sus pantalones desde los bajos tirando de ellos con ganas hábilmente, hasta que salieron. Me quede al pie de la cama mirando el espectáculo, Maggie, tienen un erotismo natural que embelesa, envuelve el lugar. Había abierto las piernas, su vulva disimulada por la tela de su ropa interior negra, ajustada, pequeña, sin costuras.

En un gesto provocador y natural en ella, apartó hacia un lado la entrepierna de la braga mostrando su vulva totalmente depilada, abrió con sus dos manos, mostrándome su interior descaradamente, resaltado en total esplendor su rosáceo interior, sus labios menores acurrucados, los labios principales iban aumentando el volumen. Maggie en cuando se excita su vulva se dilata visiblemente, los labios mayores engordan y su clítoris multiplica su forma.

Mi plan iba a funcionar, pero no de la forma y manera que había pensado. Arrojándome a la cama, abrí totalmente sus piernas poniéndome entre ellas, poniéndome a mirar de frente su intimidad. Apoyando mi cara en mis manos, mis codos en el colchón. Estaba como un hurón esperando la salida desde la madriguera del conejo saltarín. En nada sus fluidos de la excitación empezaron hacer acto de presencia, ayudados por la mano de su propietaria que acariciaba la punta de la pepitilla. Me incorporé lo justo para quitarle el slip, y lamer sus partes de forma delicada, suave, tenue un es, no es. Soltando un respingo y una contorsión total de su ser inmenso. Está a gusto y entregada.

Mi lengua sobre su femineidad, seguí lamiendo con precisión, con gusto. Están bien las glándulas salivales, no fallaban, la producción de saliva a escala industrial. Su humedad y sus flujos con mis lamidos fue mojando todo aquel entorno. Retorciéndose de placer en la cama, mordiendo su labio inferior para evitar gritos, sus jaleos escandalosos. Su último espasmo bestial, sus fluidos empapaban la blanca sábana. Se había corrido como una vestal divina.

Incorporándose adoptó la posición del perrito. Cuando se pone así no implora, tampoco sugiere la penetración, es para satisfacer uno de sus vicios: El beso negro. A la labor me puse, no antes de beber un trago de agua con gas, como refrigeración de mis labios, mi lengua y el máximo compromiso de fabricación de saliva. Otra vez notando que se desmoronaba en placer absoluto, en su bajo vientre eran perceptibles pequeñas gotitas de sus exudados deliciosos.

Agarrándome con todo el sentido, sentó su delicioso culo encima de mi cara, restregando el sexo con mi barba de una semana, su boca y mano aparecieron con ganas de faena en el cipote y huevos. La labor fue acertada y continuada, poco faltó a la respuesta de mi eyaculación, estamparse en el mismísimo techo.

Los dos desparramados en la cama, cogidos de la mano, la respiración acelerada mirándonos con total ternura, dándonos un ligero beso en los morros. Fuimos juntos a la ducha para quitarnos los restos del salvajismo y el marrano comportamiento, el sexo o es sucio, o no lo es.

Rápidamente se maquilló ligeramente, a excepción de los ojos, que suele emplear mas tiempo. Buscando en la maleta un sugerente tanga mínimo blanco, los pantalones, unos preciosos zapatos de taconazo, salió de la estancia.

– Vamos chaval, siempre tengo que esperar – su frase chulesca con los brazos en jarra.

La adoro en su totalidad.

Quemiedo.

P.D.

Echo de menos comentarios en los relatos, deberían ser la sal al esfuerzo del autor. Un acicate para seguir escribiendo guarrerías deliciosas y evocadoras.

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