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Ginecólogo: Mi paciente Aura
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Me llamo Ricardo, tengo mi consultorio como médico general, sin embargo atiendo casos de ginecología también, tengo 32 años, físicamente soy un hombre apuesto, alto, piel blanca, ojos verdes grisáceos, ya que siempre tengo mínimo media hora para el ejercicio tengo un cuerpo marcado sin ser exagerado, solo para conservarme por la poca actividad que tengo en mis consultas.

Volviendo a todo esto que les contaré, fue la primera vez que ese deseo se apoderó de mí y le ganó la batalla a mi profesionalismo.

Recuerdo cada historia, con cada chica… Era un jueves como cualquier otro, estaba en el consultorio esperando a mi última paciente, quizás sería un poco tardado ya que sería primera vez de aquella mujer y se debía crear el archivo, pensando en terminar y por fin podría llegar a casa, tomar vino y relajarme a ver la TV, beneficios de ser soltero; conversaba con mi recepcionista Jennifer, de sus planes, me contó lo que haría al finalizar el horario, miro su reloj y me dijo que seguramente ya estaría la paciente fuera, salió, y efectivamente.

Eran dos mujeres, una señora alta, delgada, con pinta de ser exigente y recatada, y la que seguramente es su hija, una joven muy linda, de 19 según mis cálculos, al igual que su madre su vestimenta era un tanto conservadora, como si su madre aún le escogiera que ropa ponerse.

Ambas se levantaron, la chica se veía asustada, al parecer era muy tímida.

Las saludé y les dije que entrasen, señalando la puerta.

La hija, con una vocecita casi inaudible le dijo a su madre:

– ¡Por favor, quiero entrar sola!

Su madre solo con una sonrisa acusadora:

– No, es mejor que entre para estar contigo y saber qué es lo que indica tu doctor.

– ¡Por favor mamá! ¡Ya no soy una niña! Me muero de vergüenza y tú lo haces peor.

Su madre suspiró, y con la cabeza le dijo que entrara, resignada y volviendo a sentarse.

– Estaremos en unos minutos con usted señora.

Le dije para darle confianza y aminorar la tensión.

Ya dentro del consultorio la saludé, me presenté y comencé a tomar sus datos para el archivo, me dijo que se llamaba Aura, tenía 18 años.

Su forma de verme, de evadir mi mirada, de cerrar las piernas, de no saber dónde colocar las manos, se me hacía un tanto tierno, su voz bajita, los colores de su ropa, suéter azul, pantalones verde oliva, tenis blancos, era una chica muy peculiar.

– Bien, dime, ¿Qué es lo que te trae a consulta?

– Tuve sexo con mi novio, mi mamá no sabe, seguramente sospecha y ahora tengo un dolor fuerte que no se me quita.- Soltó todo muy rápido, como si lo hubiera ensayado y repasado muchas veces en su mente, ambos nos sorprendimos y ella inmediatamente se ruborizó y bajo la mirada.

– ¿Cuándo tuviste relaciones?

Le dije calmadamente, para tranquilizarla.

Trago saliva. – Ayer por la mañana.

Dijo, sin voltear a verme.

Le hice algunas preguntas para saber más, ella todo el tiempo estuvo respondiendo con mucha vergüenza y con miedo.

Llegamos al punto de que su mamá "la mataría" si se enteraba de que ella había perdido su "virginidad", como muchas veces había escuchado…

Le expliqué que todo eso era normal, que podría tener sexo de forma responsable, pero al parecer todo eso la horrorizaba…

No quise molestarla más y le indique que pasara atrás, que tomara una bata, que se desvistiera y que se subiera en la camilla con los pies en los estribos.

Volvió a ruborizarse, pero está vez hasta le salió una lágrima por los nervios.

-Tranquila, es algo necesario, soy médico, será un chequeo rápido.

– Es que… que… nunca había tenido una… una revisión.

Sonreí y le volví a dar calma…

Lentamente caminó hacía el biombo, muchas veces en lo que espero me quedo llenando mis formularios, pero está vez, algo fue diferente, esa chica tenía algo, quizás sacaba a relucir mi instinto dominante, me causaba mucho morbo…

Ella ya detrás del biombo, observé como se quitó los zapatos usando sus pies, me la imagine perdiendo la cabeza, levantó un pie y volvió a ponerlo en el piso sin calceta, un lindo, cuidado y pequeño pie, uñas pintadas de azul cielo; hizo lo mismo con el otro, pasaron segundos y pronto cayó su pantalón, y ahí, en sus tobillos duró bastante a mi parecer; Ya quería que saliera, poder verla, poder ordenarle a pesar de que se moría de vergüenza, saco sus pies, recogió el pantalón, y pronto vi su brazos extendidos sacándose su suéter, posteriormente su blusa, y nuevamente una pausa… Creo que terminó por quitarse el sujetador.

La imaginaba muerta de los nervios, y pronto vi caer su tanga de color blanca, se escuchó el sonido de la bata, y no salía… que tormento sentía.

-¿Todo bien Aura?

Y salió…

La bata era un tanto transparente, a pesar de ser una chica bajita le quedaba justa, dejaba ver mucho, o quizás solo era yo.

Antes de que fuera hacia la camilla, le hice subirse a la báscula, ahí noté como temblaba un poco, hermoso cuerpo, delgado… parecía muy frágil… hasta su tono de piel iba con su forma de ser, con esa delicadeza que proyectaba, le hacía verse más joven…

Tome su peso y estatura, una chica delgada de 59 kg y de 1.60 m.

Por fin, le indique subirse a la camilla, lo hizo, se sentó y volvió a temblar.

– Sube los pies ahí.

Le dije señalando los estribos.

Se volvió a ruborizar y por fin lo hizo.

Ella en esa posición, abierta, entregada, causándonos seguramente todo lo contrario a ambos, ella pánico y yo deseo.

Ver su cuerpecito, sus lindos pies, sus plantas rosaditas, ir recorriendo por sus piernas delgadas y largas y por fin llegar ahí, a su vulva, sus labios, ese atractivo color rosado.

Tenía los labios mayores grandes, gorditos, y los menores un poco sobresalientes.

– Me acomodaré aquí y palparé la zona, posteriormente usaré el especuló para revisar si no tienes algún daño y encontrar la fuente del dolor.

Ella solo asintió, seguía un poco colorada.

Mientras me sentaba la vi cerrar sus ojos.

Con guantes puestos abrí delicadamente sus labios, al primero toque ella dio un respingo, solo sonreí, y le dije que estuviera tranquila.

Seguí tocando, abriendo sus labios, pase mis dedos muy cerca de su pequeño clítoris, se veía tan apetecible, cubierto con ese capuchón, comenzaba a excitarme como nunca antes con una paciente.

Roce más de lo debido aquella zona, alcé su capuchón, di unos pequeños golpecitos…

Baje un poco más hasta su abertura, ahí toque alrededor, metí un poco los dedos, veía claramente como tenía contracciones, era tan excitante.

Al no encontrar nada, le dije que ahora introduciría el especuló, que si sentía dolor me avisará, le expliqué que solo tendría una pequeña molestia.

Lo llené de lubricante, y lo fui introduciendo lentamente, ella arqueó un poco su espalda y apretó la manta de la camilla.

– ¿Estás bien Aura? ¿Dolió?

– No, continúe por favor.

Dijo nuevamente con una vocecita.

Me desconcertó ya que no había flujo que indicara que estuviera excitada.

Terminé por introducir el especuló y revisé la zona, había cierto enrojecimiento, y me percaté de que había un desgarre, eso explicaba su molestia y sobretodo el movimiento que había hecho.

Pensé que podría haber sido víctima de una violación de parte de su novio, así que le hice preguntas.

– Aura, veo que hay un desgarre en las paredes vaginales, y tengo que preguntarte ¿El sexo fue consensuado?

No respondió.

– Dime, necesito saber.

Y empezó a contarme que su novio la había esperado por un año y ella no accedía a tener relaciones y que ayer por la mañana le dijo que ya no aguantaba más, que lo harían, que la desnudo como pudo y que solo le dijo que dolería al principio, que todo pasaría pronto, para después disfrutar.

Eso me desconcertó, me impactó, le dije que tendría que denunciarlo, que no tenía que permitir todo eso, pero ella tenía miedo, me dijo que lo dejaría pasar y que ahora solo quería que dejará de dolerle.

Insistí pero fue en vano.

Ella seguía ahí, abierta de piernas, me había quedado claro lo sumisa que podría ser… mi mente comenzó a planear lo malo.

– Terminaré la exploración, posteriormente voy a introducir un aparato para aplicar una pomada (Si claro, una pomada). – ¿Tuvieron sexo anal?

Negó con la cabeza.

– Tendré que palpar la zona de igual manera para comprobar que no haya algún desgarre en la zona, ya que pudo afectar también.

Disfrutaba ver cómo ella no sabía qué hacer, de tener tanta vergüenza.

Volví a inclinarme en la silla, nuevamente con guantes, lubrique mis dedos.

– Relájate, solo será un momento y quizás sientas una leve molestia, ya que presionaré un poquito.

Introduje el dedo índice en ese rosado y pequeño agujerito.

Sentir como apretaba, sentir como va entrando poco a poco…

– Relájate.

Mi dedo ya iba por la mitad, podría empezar a palpar si así lo quería, pero no.

– Voy a dilatar más para poder revisar mejor.

Saqué mi dedo rápidamente, ella dio un gemido de queja.

Mi dedo índice y medio se prepararon para entrar, los puse en la entrada de su anito, ella abrió los ojos aterrada y comencé a meterlos suavemente.

– Tranquila, no aprietes.

Saque y metí un poco, sentir como seguía apretando, sentir el calor, ver cómo se hunden dentro de ese diminuto agujero, los volví a meter, está vez todo lo que pude, ella gimió muy bajito.

– Ya está lo suficientemente dilatado.

Le informé.

Ya que dentro de mi sabía que si seguía sospecharía que todo eso ya no era normal.

Así que comencé a palpar la zona, presionar sus paredes, se quejaba, gemía de queja y dolor.

Apretaba sus paredes las expandía con ambos dedos.

– Ya casi termino, tranquila.

Yo disfrutaba bastante, no quería para pero debía hacerlo, saque mis dedos, había un poquito de sangre, algo que suele ser normal al hacer esas exploraciones y pequeños rastros de excremento, nada que no hubiese visto antes, pero ella seguía ahí, con su cara de temor.

– Ahora solo aplicaré la pomada y terminamos aquí. (Pero aquí abajo, pensaba yo).

Fui un dildo plástico, de esos sin forma, mencionado que lo usaría para poder llegar a la zona, ya que los dedos no llegarían.

Me incline nuevamente en la silla, use un poco de lubricante y vaya sorpresa, comenzaban a emanar sus fluidos, ese líquido que deseaba probar.

Sin más preámbulos introduje suave y constante ese aparato, ella volvió a gemir levemente y dio otro respingo cuando entro todo.

– Lo giraré un poco y moveré para aplicarlo mejor.

Y así lo hice, lo movía de un lado a otro, lento, ella seguía roja y está vez comenzaba a sudar.

Y otro gemido, estos sabía yo que ya eran de placer.

Metía y sacaba el dildo, lo restregaba dónde sabía que estaba su punto G, lo hacía de forma lenta, tranquila, pero constante, sin dejar de moverlo dentro de ella, vi su rostro se mordía el labio, de repente se le escapaba uno que otro delicado gemido.

Seguí con eso, cuando noté un cambio en su respiración, paré.

Lo saque y le indique que ya habíamos terminado.

Vi está vez en su cara una ligera expresión de frustración, pero seguía dudosa, pareciera como si no supiera que estaba pasado con ella.

– Puedes bajar los pies de ahí, y te pido que te sientes girando a hacía acá y te descubras los pechos.

(Si, así es, no me iba a quedar con las ganas de tocar y ver esos pechitos.)

Sin protestar, como si fuera humillante todo lo que le hacía pasar, lo hizo.

Dejo ver esos pequeños, paraditos y redonditos pechitos, su areola era pequeña, rosada y sus pezones parados, duros, comencé a palpar buscando alguna protuberancia anormal, eran tan suaves y tersos.

Jugué con sus pezones, los apreté.

Mientras lo hacía le explicaba la importancia de esos exploramientos, le dije cada cuando debería hacerlos y recomendaciones, todo para hacerlo más formal y que no sospechara.

Y terminamos, quedé con tantas ganas de devorar esos pechitos y penetrarla hasta terminar en ella pero, eso ya era demasiado para mí.

Le indique que podría vestirse, se fue con la cabeza agachada, mientras ella lo hacía, llene su receta, al salir me complació ver por última vez su vergüenza, ya no me veía a los ojos, le extendí la receta, le di indicaciones y le dije que la esperaba en 6 meses.

La vi marcharse por la puerta con la cabeza baja, y al llegar a mi casa me hice tremenda paja, prometiéndome que la siguiente vez haría algo más atrevido.

Aún no pasan los 6 meses, falta 1, quizás vuelva, quizás no, pero yo mantenía la esperanza.

Con ella no fue la primera vez, vinieron más.

Esas otras historias las contaré en otros relatos, mientras me encantaría que dejarán sus comentarios, saber si fue de su agrado y si gustan podemos intercambiar experiencias, historias y más al correo.

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