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Gerardo, mi Uber
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Definitivamente las casualidades existen. Gerardo vive en mi colonia, en 2019 tendría unos sus 26 años, pero parecía de más edad debido a las dificultades de la vida que le había tocado experimentar. De 1.70 m, pelo y ojos negros, piel morena clara, de espalda y pecho anchos, de complexión fuerte sin necesidad de ir al gym, pequeña barriga de "hétero" y una cara ni bonita ni fea.

A él parecía disgustarle el verme en el parqueo de la colonia cuando coincidíamos y lo comprendo, pues suelo caerle gordo de entrada a personas como él porque soy muy serio y debido a mi timidez evito contacto con la gente, por lo que creen soy arrogante. De mi parte me gustaba ver como él lavaba su carro rentado, pues trabaja con plataformas como en Uber e indriver, solía lavar su carro sin camisa, con esa eficiencia y rapidez con que la gente que trabaja con trabajo físico suele tener, me gustaba ver su espalda ancha y sudada mientras lavaba el techo de su hyundai elantra negro, como estiraba sus brazos para abarcarlo y como se le miraba su poco vello en las axilas, como se le marcaban los pectorales ligeramente y sus pezones redondos y rosados cuando estrujaba el estropajo para quitarle el exceso de agua.

Una noche fui a un concierto de la sinfónica, quizás por estos mis gustos clasistas suelo caer mal, y al salir no tenía ganas de regresarme en bus, por lo que pedí un indriver, la primera oferta era de un hyundai elantra negro que estaba a unos 500 m y cuyo conductor, Gerardo, tenía 4.8 de calificación, dicha oferta la acepté sin prestar mucha atención y cual no fue mi sorpresa que ese muchacho de aspecto fuerte de mi colonia que tanto me gustaba ver como lavaba su carro era mi chófer, dije:

"buenas noches, Gerardo", tratando de lucir tranquilo.

"buenas" me dijo con una seriedad no hostil.

Andaba puesta una camisa negra y jeans azules y al confirmar el destino, con una pequeña sonrisa él me interrumpió y me dijo que ya lo sabía. Al inicio del viaje íbamos en silencio hasta que en un redondel un motociclista de Uber eats se nos atravesó y Gerardo tuvo que frenar fuertemente para evitar golpearlo, como buen motorista le exclamó unas palabras altisonantes que yo también secundé, porque podré ser muy serio, tímido y de gustos refinados, pero cuando llega la hora puedo desplegar un arsenal de palabras floridas que puede ser la envidia de cualquier camionero.

Ese intercambio de palabras soeces quebró el hielo y el resto del viaje transcurrió entre risas y chistes hasta que llegar a mi destino, me dijo que mi viaje era el último y que iría a descansar, a lo cual dije que estaba bien, le ayudé a parquear y le pagué y me dispuse a despedirme y a caminar a mi casa, pero él me retuvo y me pidió ayuda para subir unos comprados hasta su casa a cambio de una cerveza, le dije que no tomaba pero que lo ayudaría con mucho gusto, en este punto Gerardo ya me agradaba más allá de su apariencia y él se miraba mucho más relajado hacia mi. Lo ayudé con un par de bolsas y noté que él perfectamente las hubiera subido solo pues no eran muy pesadas. Me dijo que estaba viviendo con su hermano menor pero que no estaba esa semana en casa.

Entramos y pusimos las bolsas sobre la mesa, sin dejar de hacer bromas y chistes, luego con esa su voz de macho me dice:

"quiere agua?".

"Si, por favor", me sirvió un vaso con agua helada.

Mientras la tomaba, él se quitó la camisa y se desabotonó el jeans, le vi sus pectorales anchos, el escaso vello de su ombligo y el elástico de su bóxer.

"si quiere puede quitarse la camisa, pues hace calor" me dijo sin quitarme los ojos de encima.

Me la quité en silencio aceptando tácitamente su invitación a quedarme y él vio mi torso en silencio. Este momento supe que Gerardo era gay o al menos las prácticas gays no le eran ajenas. No nos dijimos nada en un rato, me le acerqué y le dije que tenía buen cuerpo "gracias, igual usted" me dijo, luego otro silencio y se me acercó aún más, sin tocarlo con ninguna parte de mi cuerpo lo besé en la boca superficial y brevemente, como para tantear el terreno y para mi sorpresa no sólo aceptó mi beso sino que me lo devolvió con más fuerza, más pasión y mientras metía toda su lengua en mi boca apretó su bulto duro contra el mío, te toqué el trasero sobre la ropa y aunque no era grande, era muy duro, yo también estaba muy excitado y lo comencé a besar en los pezones, ahora podía percibir ese olor de hombre joven proveniente de sus axilas, no soporté más y le levanté un brazo, el derecho, y vi esa axila peluda aparecer ante mi, yo sin pensarlo le pasé la lengua por todo ese jardín de las delicias peludo y probé ese sabor delicioso, él estaba un poco atónico, nunca pensó que esa parte de su cuerpo podía ser atractiva, me lo confió otro día, le bajé ese brazo y le subí el otro repitiendo el ritual anterior. Me emborrachaba ese su olor corporal, su olor a loción barata y como aceptaba dócilmente todo lo que le hacía.

"qué rico" me dijo cuando le pasaba la lengua en su axila por décima vez.

Luego me empujó y me puso contra pared y me besó los pezones, luego me bajó el jeans y mi pene de 16 cm saltó grueso, venudo, cabezón y palpitante y se lo tragó todo, sin chistar, sin remilgos mujeriles, sus mamadas eran torpes, al igual que sus besos pero con fuerza y pasión, se levantó, me vio penetrantemente, se bajó el jeans y dejó ver su bóxer blanco mojado y un bulto pugnando por salir, se lo bajó y saltó su pene de 16 cm, parado hacia arriba cabezón y con poco vello púbico y procedí a mamarlo, luego sus huevos lampiños y luego el espacio entre el ano y los huevos, era impresionante ver ese hombre parado, con sus magistrales piernas peludas oírlo gemir en el tope del placer, le di vuelta y le abrí esos dos glúteos duros y su hoyo apareció ante mi, con poco vello, cerradito, pensé que ese hoyo había tenido poco tráfico, lo que enduró más mi pene, luego mi lengua procedió a lubricarlo, él seguía en silencio aceptando mi homenaje, luego de un rato y sin preguntar, me levanté y así como estábamos parados, lo penetré, Gerardo gimió quedamente pero lo sujeté de sus brazos y lo puse contra la pared, lo lubriqué de nuevo y le dije al oído "relájate" mientras lo penetraba, era una delicia sentir como esos músculos anales cedían ante mi pene, ellos apretaban fuerte, ya con mis 16 cm de carne dentro lo bombeé fuerte, él estaba con las palmas siempre sobre la pared, piernas abiertas, su espalda ancha sudada y pujando ante cada metida, yo estaba a punto de terminar pero le daba con todas mis fuerzas, pensaba que no quería terminar así de rápido, que quería más de ese hombre, en eso él tensó la espalda, y gimió pesadamente y empecé a sentir como su ano se contraía rítmica y repetidamente en mi pene y vi como de él caía al suelo esa leche espesa y abundantemente, en eso se movió y mi pene a punto de estallar se salió de su ano de hombre, entendí que no podía quedarme así y procedí a masturbarme, Gerardo se acercó y me empezó a besar mientras me tocaba los pezones y terminé sobre su pubis y su pene medio flácido aun goteando semen…

Nos separamos los 2 jadeantes, sudados, goteando ambos leche, recuperamos un poco el aliento y con una media sonrisa me dice con esa su voz de macho de barrio.

"se ducha conmigo?".

"claro" le dije.

Ya en la ducha fuimos más cariñosos, más abrazos, más besos, más bromas, enjabonamiento de espalda mutua, aún más bromas. Nos secamos, le ayudé a limpiar el desorden de nuestra lujuria y me vestí y ya para despedirme me dijo:

"a ver cuando viene otra vez".

"usted diga y yo vengo".

Le di un abrazo, que me devolvió con esa sencillez con que abraza un hombre sencillo y me fui.

Al día siguiente en la mañana, lo vi en el parqueo, lavando su Elantra negro, sin camisa, estrujando el mismo estropajo del exceso de agua y con esa sonrisa de hombre y como si fuera su amigo de toda la vida me dio los buenos días, lo saludé y charlamos unos 5 minutos de alguna tontería que ya no recuerdo.

Luego me fui pensando que además de un sexo rico tal vez había ganado un amigo, aunque en mi cabeza quedó resonando sus últimas palabras al despedirse:

"A la próxima a usted le toca".

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