Trabajo en una gasolinera, no es lo mas común, ni lo más glamuroso, para una chica. Pero siempre me ha gustado, un trabajo sencillo en el que no hace falta pensar mucho. Incluso a veces con tiempo libre entre vehículos para dedicarme a mis cosas, como por ejemplo escribir relatos.
Lejos de todas partes, en un paraje bonito entre dos pueblos y en una carretera por la que no pasa demasiada gente. Lo justo para mantener la instalación pero sin obtener grandes beneficios.
Este verano hace un calor de mil demonios. Y me he acostumbrado a trabajar solo con la ropa interior debajo del mono. Normalmente prendas sencillas de algodón blanco, nada sexi. Mi figura no es muy voluptuosa, más bien delgada y fibrosa.
Esas prendas sencillas me hacen provocativa perfectamente ajustadas a mi cuerpo, los tops deportivos e incluso bragas tipo bikini altas en las ingles. No llevo refuerzos más bien me gusta marcarlo todo.
Pero antes del turno de noche del sábado había salido con unas amigas a tomar unas copas y mi lencería era mas provocativa de lo habitual. Un conjunto de encaje negro que trasparentaba mis rosados pezones y los depilados labios de mi vulva. Apenas me dio tiempo a quitarme el short y el top y calzarme el mono para llegar a tiempo al relevo.
A las tres de la mañana después de haberme aburrido un montón paró un coche, un pequeño deportivo rojo descapotable. Al volante una impresionante morena con una larga melena y una cara preciosa.
Un larguísimo par de piernas bien torneadas y desnudas saliendo lentamente por la puerta. Más que abandonar el vehículo, lo que hacía era desdoblarse fuera de él.
Pude verla al completo cuando se puso al lado del coche para estirar su esbelto cuerpo. Debido al calor reinante esa noche ella lucía una microscópica minifalda, casi al ras de su prieto par de nalgas y con una impresionante abertura sobre su muslo izquierdo casi hasta la cintura.
Tenía un top aún mas pequeño del que rebosaban un enorme par de pechos, algo casi exagerado y probablemente operados. Los duros pezones se marcaban en la fina tela.
He de confesar que me quedé atontada mirándola sin siquiera acercarme al surtidor. Me excité solo con verla, mojando el mínimo tanga de fino encaje que llevaba.
Era preciosa y una buena opción para pasar un rato charlando o lo que surgiera. Me bajé la cremallera del mono naranja, el colmo de la elegancia, por debajo del ombligo, a ver cómo respondía a un poco de provocación.
A través del hueco abierto en la prenda se veía perfectamente mi sujetador de encaje y el canalillo entre mis pequeños y duros pechos. Es el momento que ella aprovechó para echarme un detenido vistazo.
Mas abajo, si se asomaba, si se inclinaba un poco hacia mí, seguro que podía apreciar mi depilado pubis. Lo tenía todo ante sus bonitos ojos azules al ser el mono de trabajo suficientemente amplio y el tanga muy bajo de cintura.
Al notar su interés bajé más la cremallera del mono hasta la cinturilla del tanga a juego con el suje del que ella no se había perdido detalle. Todo esto lo hice como en un descuido mientras conversábamos amigablemente. Hablábamos del calor que hacía, de su ruta y de lo que yo tenía que hacerle al coche, como si no pasara nada.
– Voy de viaje pero no tengo que llegar a ningún sitio en concreto. Estoy un poco a la aventura.
Como si todo el coqueteo y los gestos sensuales que nos traíamos no fueran importantes. No parecía tener prisa por llegar a ningún sitio así que al terminar de poner gasolina le ofrecí un refresco para que descansara y se relajara.
– Tómate algo conmigo. Es una noche aburrida.
Con una bella sonrisa me respondió.
– Pues claro, no tengo prisa por llegar a ninguna parte.
Nos lo tomamos en un viejo sofá que tenía en la parte de atrás de la caseta, mirando a las estrellas que en esa noche de verano y en medio del culo del mundo brillaban con intensidad.
Le indiqué el camino rodeando la caseta mientras yo detrás de ella llevaba los refrescos en las manos. Era imposible apartar la vista del movimiento de su cadera, del meneo de su duro culito.
No sabía como entrarle a esa belleza con lo que me apetecía tenerla entre mis brazos. Su faldita recogida un poco más al sentarse me permitió ver de refilón su culo duro y prieto.
Al inclinarse, su escote, su canalillo, me pareció aun mas deseable. Estaba claro que hasta ese momento no le había mirado el cuello, había muchas partes interesantes en su cuerpo en las que fijarme.
Una vez decidida tenía que subir las apuestas. Me saqué la prenda de los hombros y los brazos y me bajé el mono hasta la cintura quejándome del calor.
– Estas noches son sofocantes. Pero es genial estar así ligeritas de ropa.
Del vientre hacia arriba lo único que me quedaba puesto era el sujetador trasparente que apenas tapaba la areola de mis pezones. Vi como sus ojos se perdieron en mis pechos, que el sostén de lencería fina casi descubría. Me preguntó:
-¿Es un conjunto? ¿las braguitas van a juego? Seguro que te sientan tan bien como el sujetador. Por cierto te queda de maravilla.
Le contesté:
– A lo primero, sí, es un conjunto. Y el tanga va a juego. ¿Te gustaría descubrir por ti misma cómo me sienta?
Por supuesto dijo que sí o no estaría contando todo esto. A cambio le pregunté:
– Me encantaría verlo. Tienes una figura de modelo.
– Vaya, gracias. Pero ¿qué me vas a enseñar tú?
Ni siquiera se molestó en responder. Sin mas complejos que yo se limitó a sacarse su reducida camiseta por encima de la cabeza. Liberando con ello sus enormes tetas pues no llevaba nada debajo de la prenda.
Esas tetas me dejaron hipnotizada. Duras, se sostenían solas como dos obuses y con la misma forma que la punta de dos proyectiles de artillería. Sus pezones oscuros pequeños y duros apuntaban directamente a mi cara.
Aproveché la oportunidad de lamerlos y comerlos. Me incliné lo suficiente como para atrapar su pezón entre mis labios. Lo que ella me permitió hacer encantada. Me las puso en la cara y las amasé con mis manos encantada de tener para mí ese par de operados pechos.
Por fin tenía ese objeto de deseo en mis manos. Ella empezó a jadear casi de inmediato. Le gustaba lo que le estaba haciendo y a mi me encantaban sus pechos.
Nunca había podido tener unas tetas así a mi alcance, para sobar y lamer y las disfruté a gusto. Por supuesto no eran los primeros pechos que acariciaba y besaba. Pero las de mis amigas eran bastante más reducidas o en otros casos cuando el tamaño era similar más caídas.
Ahora me tocaba a mí dar algo mas, me puse de pie y me saqué el mono del todo exhibiéndome ante ella en mi provocativo conjunto de lencería. Allí de pie estaba casi desnuda sobre una vieja alfombra extendida sobre la tierra. Bajo las estrellas solo con mi mejor tanga y sujetador.
Ella estaba mirándome con deseo. Me giré para que pudiera verme al completo. Sus ojos clavados en mi cuerpo me hacían sentir especial.
En cuanto vio mi culo descubierto por el tanga le echó mano sobándolo y agarrándolo, lo que a mi me encanta. Es uno de mis puntos sensibles. Me di la vuelta frente a ella para besarla, inclinarme y buscar sus rojos labios con los míos. Para notar su lengua jugando con la mía y la mezcla de nuestras salivas. Recorría mis labios y los mordisqueaba con los suyos.
Despacio me fui acercando aún más. Separando mis muslos para sentarme encima de los suyos. Mirándola a sus bonitos ojos castaños. Mis manos seguían pegadas a sus impresionantes tetas como con cianocrilato. Amasandolas y pellizcando sus pezones.
Me fui acercando más a su cuerpo. Apretando mis pechos contra los suyos, sentada a caballito sobre sus muslos. Ella no soltó mis nalgas en ningún momento como si tuviera miedo de que se le fueran a escapar.
Quería descubrir más de su cuerpo así que aproveché ese momento para deslizar una mano entre mis muslos y alcanzar su cintura. Desabroché la escasa falda que cubría su cadera. No hizo falta bajarla por sus muslos.
Me limité a soltar dos corchetes y la prenda quedó abierta en el cojín del sofá bajo su culito. Tendría que comprarme una falda igual que esa. Su tanga era tan fino y trasparente como el mío pero apenas podía mantener a raya la sorpresa que la bella mujer ofrecía.
Saltando de su lugar entre los muslos una bella polla que suavemente fue a apoyarse en mi pubis. Al notar ese roce sensual fue cuando por fin me di cuenta de lo era mi invitada.
La sorpresa era más que agradable mientras nos besábamos con pasión y deseo deslicé una mano entre nuestros vientres para acariciarle el pene. Lo cogí en mi mano y deslice un dedo del glande a los huevos apreciando su tamaño y su dureza. Su piel suave y depilada recibía mis caricias y sus gemidos los ahogaba metiéndole la lengua hasta la garganta.
Ella seguía comiéndome la boca mientras terminaba de desnudarme. Mi trasparente sujetador pronto le hizo compañía a su camiseta a un lado del vetusto mueble.
Liberando mis pechos que eran bastante más pequeños que los suyos, muy sensibles y estaban ansiosos de caricias. Tras besar mi cuello y lamer la piel de mi escote fue a por ellos metiéndose mis pezones en la boca.
Se pensó un segundo si romper mi tanga o hacerlo a un lado pero era una pena muy cara para destrozado. Bajándolo por la raja de mi culo, siguiendo la goma de la prenda pronto localizó mi encharcado conejo y se limitó a apartar la mojada prenda.
Apoyé los labios de mi vulva en su duro rabo que salía por lateral de la suya, aún sin penetrarme solo moviéndome despacio adelante y atrás. Así recibía suaves roces de su glande en mi clítoris. Ella siguió con sus caricias por mis piernas, por mis muslos. Cosquilleando, por las pantorrillas o por detrás de las rodillas, lo que erizaba aun más mis sentidos.
Deseaba esa polla. Notarla allí dura y desafiante en el perfecto cuerpo de mujer me hacía desearla aún más. Notaba sus pechos frotándose con los míos mientras nos besábamos.
Ahora sujeté sus manos rodeando mi cuello mientras me inclinaba hacia atrás sobre uno de los brazos del sofá. Le dije que quería notar su peso sobre mí mientras me follaba.
La arrastre sobre mi cuerpo hasta quedar tumbada con mis muslos bien abiertos esperándola. Notaba sus labios y su lengua recorriendo mi piel, el cuello, los hombros e incluso mis sobacos.
Yo misma, aparté el tanga, me abrí los labios del coño y guie el falo con la otra mano hacia mi interior. Luego agarré sus nalgas con fuerza para impulsarla dentro de mi. Rodeando con mis piernas las suyas por detrás de las rodillas aplastando mis tetas con sus enormes pechos, mirándonos a los ojos.
Hasta que haciendo fuerza con su cadera se metió en mí hasta que sus huevos se toparon con mi perineo. Lamía el sudor de mi cuello mientras me follaba y me clavaba al viejo sofá con su peso y su polla.
Agarrando fuerte sus nalgas pronto empecé a correrme con ese cúmulo de sensaciones. Encadenaba los orgasmos, nuestros gemidos debían oírse a kilómetros en el silencio de la noche veraniega. Los jadeos mezclados con los sonidos de los grillos y de los pájaros.
Suerte que no se oía el ruido de ningún motor que viniera a interrumpir nuestro placer. Pronto ella empezó a acelerar el ritmo buscando su orgasmo. Le pedí que se corriera dentro, que quería notar como me llenaba a con su semen.
– Me corro nena.
– Dale, dámelo dentro. Ya me cuido yo.
Mordió mi hombro mientras se derramaba y yo me corría una vez mas. No me dejó ni moverme, no separó su boca de mi piel. Iniciando un nuevo recorrido por mi cuerpo hacia abajo.
Volví a notar su lengua en mis pechos, en mis axilas, en mi vientre recreándose en el ombligo, llegando a mi depilado pubis. Creando para mí sensaciones nuevas en esa calurosa noche.
– Te lo voy a comer. Te voy a saborear entera.
– ¿Así? ¿Lleno de ti?
Según bajaba por mi cuerpo yo notaba sus duros pezones acariciando mi piel, rozándome con insistencia. Un espasmo de placer me recorrió entera cuando su lengua separó mis labios llegando a mi clítoris.
Sin importarle nada que mi coñito estuviera inundado con su semilla. De hecho parecía que la buscaba dentro de mí con su legua juguetona. Levantó mis piernas un poco más hasta clavar la puntita de su lengua en mi ano. Mis rodillas llegaban a tocar mis pezones. Logrando con todo ello que volvieran nuevos orgasmos.
Casi asfixiándola con mis muslos apretando su cabeza. Más relajadas se volvió a tumbar sobre mí besándonos con cariño tras lo que habíamos compartido.
Notaba en su lengua los sabores mezclados de mi flujo y su semen lo que me incitaba a jugar aún más con su boca. Y sin dejar que nuestras manos descansaran, aunque recorrían nuestros cuerpos lánguidamente.
No quería dejarla marchar sin probar su lefa directamente de la fuente. Ni siquiera sabía si se volvería a empalmar. Pero no sería por falta de esfuerzo por mi parte el que ella no se corriera por segunda vez.
La tumbé a ella de espaldas sobre los cojines. Me incliné sobre su cadera entre sus muslos. Así que en un último esfuerzo volví a chupar del caño que ella me ofrecía gustosa.
Como yo hacía un rato levantaba sus torneados muslos casi hasta las tetas. Poco a poco su hermosa herramienta volvía a tomar consistencia, dura, se erguía sobre su pubis apuntando a las estrellas.
Seguía asombrada de cómo una mujer tan bella podía disponer de una polla tan bonita casi a su antojo a juzgar por lo rápido que había vuelto a ponerse en condiciones. La miré durante un rato disfrutando de la vista de esa obra de arte.
Por fin me incliné más hasta que mis labios hicieron contacto con sus huevos. Saqué la lengua y me puse a lamerlos como si fuera una gatita golosa. Era curioso pero ambas conservamos aún los tangas puestos. Pero el suyo no me estorbaba en la labor de lamer su suave piel.
Mi saliva resbalaba por su pubis perfectamente depilado cuando me decidí a subir por el portentoso tronco. Nunca fui de hacer gargantas profundas pero me las apaño muy bien con la lengua y los labios para darle placer a un buen pene.
A ello me dediqué con todo mi deseo por ella. Me metía el glande en la boca y lo lamía con la lengua. Besaba el tronco y volvía a meterme los huevos en la boca y chuparlos como caramelos.
Todo ello sin dejar de subir y bajar la mano por el mástil. Mis duras tetas apoyadas en sus torneados muslos. Con la otra mano jugaba con su culito hasta deslizar dos dedos dentro de su ano.
Por fin llegaron los espasmos que anunciaban su orgasmo y me la volví a poner en la boca para recibir en la lengua todo su semen. Lo conservé allí para compartirlo con ella en un nuevo beso lascivo.
De nuevo no se cortó en compartir sus fluidos conmigo en un beso en el que nuestras lenguas se cruzaban. Lasciva, no dejaba un rincón de mi boca sin recorrer con su lengua juguetona.
Tras un rato de hacernos mimos ella debía continuar su viaje. Pero sin prisa nos vestimos la una a la otra. Ya más relajada su polla volvió a caber sin demasiados problemas en el tanga.
La pequeña falda que no había tenido problemas para desabrochar hacía un rato volvió a quedar sobre su cadera. Era tan provocativa como cuando se bajó del coche e igual con el reducido top.
Mi lencería también volvió a su sitio y el mono a cubrir mi cuerpo, demasiado, a juicio de las dos. Todavía pude inclinarme sobre ella ya sentada en el descapotable y darle un último morreo de despedida antes de ver desaparecer sus luces traseras por la carretera.