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Tiempo de lectura: 7 minutos

Marcos quería hacerme unas fotos sexys. En casa ya teníamos hechas muchas en todas las habitaciones y en casi todos los atuendos que se me habían ocurrido, de desnuda del todo a lencería sexi e incluso algún disfraz. Yo también le había hecho unas cuantas a él desnudo o casi.

Y también teníamos bastantes en las que estábamos follando: Su polla entrando en mi culo o en mi coño, o mi cara pasando la lengua por ella, incluso de cuerpo entero acoplados usando espejos o el temporizador de la cámara.

Todo nos ponía. Puede que fuera algún tipo de fetiche. Pero ninguna que nos hubiera hecho una tercera persona, desde el reportaje y video que nos hizo mi amiga y ex amante…

Hoy queríamos algo más, algo nuevo. Al aire libre iluminadas por el sol. Aprovechamos un paseo por el parque mas grande de la ciudad en un medio día de verano. Cuando todo el mundo estaría comiendo y daría pereza salir con el calor.

Yo con mi mejor conjunto de lencería: Sujetador y tanga de encaje y un finísimo vestido fácil de quitar por encima. Y Marcos aprovechaba para hacer los primeros disparos con nuestra reflex digital.

Ya mientras paseábamos me levantaba la falda junto a los árboles, me abría el escote al lado de los macizos de flores. En los bordes de las fuentes me tumbaba levantando el vestido para descubrir mis muslos hasta el pubis al completo. En los bancos los separaba del todo apartando el tanga para que en la foto se vieran los labios de la vulva.

Para que pudiera inmortalizar el pubis y las tetas a la vez me abría el vestido del todo. El fino sujetador no tardó en desaparecer en las entrañas de mi bolso. Yo también le tiré unas cuantas fotos al duro rabo cuando se lo sacaba por la bragueta sabiendo que estaba así en mi honor.

En un rincón oculto por arbustos me saqué el vestido del todo y solo con el tanga me dispuse a posar para el indiscreto ojo de la cámara y yo aprovechaba con mi móvil a hacérselas a el.

En eso estábamos cuando por la misma entrada que habíamos cruzado minutos antes penetró una hermosa chica. No soy celosa, ya habíamos hecho algún trio, pero en ese momento pensé que ella podía quedarse con lo que quisiera.

Las interminables piernas salían de un cortísimo short vaquero hasta unas mínimas sandalias. Su preciosa visión me hizo dar un respingo similar al que dio ella al vernos a nosotros, a mí casi desnuda.

La cara de susto que puso dio paso enseguida a una de morbo y calentura, una pícara sonrisa. Sus pechos pequeños y duros apenas cubiertos por un fino top con la espalda desnuda temblaron de excitación.

Marcos que le daba la espalda y no la había visto se dio cuenta de mí cambio de expresión. Pensando que nos habían pillado se volvió despacio mirando a los ojos de la exuberante joven. Nos sonreía mientras se aproximaba a nosotros y nos saludó cerrando a su espalda la cortina vegetal que nos aislaba del resto del parque. Nos preguntó:

– ¿Me permitís posar a mi también?

Y se acercó a mi. Dejó unos libros de asignaturas universitarias que llevaba bajo el brazo sobre el banco. Puse mis manos en su cintura desnuda y mirando sus ojos azules le contesté:

– Naturalmente, con una belleza como tú seguro que las fotos quedarán fantásticas.

Por el rabillo del ojo vi como Juan inmortalizaba el momento en que nuestros labios se juntaron en un tierno beso. Pronto su lengua juguetona invadió mi boca a lo que respondí entregando mi saliva. Sus tetas se aplastaban contra las mías desnudas.

Uno de sus duros y ahusados muslos se deslizó entre los míos presionando mi pubis entre mis piernas. Provocando mis primeras humedades, mi primera corrida, aunque ya estaba tan excitada por la situación que mi coño empezó a chorrear.

– Estás muy mojada, quiero probarlo.

Separé mi cara de la suya y comencé a lamer su barbilla, orejas y cuello. Deslicé mi mano con suavidad por su entrepierna. Sorprendida, pero no mucho, noté algo que ya estaba buscando, ella estaba tan húmeda como yo. La tela vaquera de su short sobre su pubis estaba mojada.

Mi marido seguía obnubilado por su bello cuerpo. Se había dado cuenta hace tiempo de mi no tan oculto secreto ¡me gustan las mujeres! Así que no se extrañó de la bienvenida que le estaba dando a la desconocida.

– Vamos cielo, aprovecha esa belleza. Me decía.

Y estaba deseando hacerle el amor a nuestra nueva amiga. Le deshice los nudos que sujetaban la ligera tela sobre sus durísimos pechos, no muy grandes, sino cónicos y duros. Los nudos que sujetaban el pañuelo que ella llamaba top uno a su espalda desnuda y otro en su fino cuello.

– Me encanta esta prenda. Tengo que comprarme un top igual.

– Podríamos ir de compras juntas.

Tiré de ella hasta que nuestras pieles entraron en contacto los pezones duros como piedras. El bronceado de su epidermis me decía que no era la primera vez que aprovechaba ese rincón para exponerla al sol, casi desnuda del todo.

Sus manos tampoco paraban quietas y recorrían mi cuerpo suavemente buscando puntos que me excitaban más, las axilas, el largo de la columna, mi nuca, llegando a la raja de mi culo, ya con las yemas o con las uñas pintadas de rojo de sus finos dedos.

– Joder, nena, ¿como sabes donde acariciarme?

– Es fácil, donde me gusta a mí.

Yo también aprovechaba para acariciar su suave piel. Hacerle sentir mi deseo a través de mis manos y mis besos. Recorriendo con las yemas de mis dedos sus pezones duros como guijarros bajando despacio por su vientre hasta el short que aún conservaba.

Podría recordar para siempre la escena lésbica que estaba protagonizando gracias a las fotos que Marcos no había dejado de hacer, pero quería saborearlo hasta el fondo. Me agaché a probar sus bellos y duros pechos, chupar sus pezones pequeños oscuros y duros como piedras entre mis labios.

– Termina de desnudarme.

Abrí el botón de su pantaloncito y bajé la cremallera. Mi mano se introdujo con suavidad entre la tela y la suave piel. Mis dedos separando los chorreantes labios de su húmeda vulva.

Cogió mi mano y lamió sus propios jugos mientras yo empezaba a buscarlos de su lugar de origen con la lengua. Bajaba la cabeza siguiendo las curvas de su cuerpo. Había bajado el short y el tanga hasta sus delicadas rodillas.

No podía separar al máximo los torneados muslos, así que levanté sus rodillas hasta sus tetitas. Pasé la lengua por su piel, por la cara interna y la parte de atrás de los muslos, por el depilado monte de Venus mirando sus bellos ojos que me suplicaban que avanzara mas. Ella gemía en mis oídos.

Por fin saboreé los jugos de su vulva, aún mas rica y húmeda de lo que pensaba, abrir sus labios con la lengua y notar su duro y pequeño clítoris en mis labios a la vez que ella me alagaba los oídos con sus gemidos.

Le hice una seña a Marcos para que me ayudara para que nuestras lenguas se unieran en su coñito. Mientras juntaba su cara a la mía y su lengua y saliva sobre su coño estiraba el brazo para sacar una foto en la que salíamos los dos comiendo tan apetecible manjar.

– ¡Joder que bueno! Nunca había tenido dos lenguas lamiéndome.

Agarré su polla con la mano, mas dura que nunca. Le dejé a él solo con su dulce conejito y aún con su sabor en mis labios fui a buscar su boca. Empecé a besarla de nuevo, intercambiar nuestras salivas. Me indicó que quería chuparme a mí. Sobre el banco de piedra en el que estaba ella tumbada.

Apoyé uno de mis pies a cada lado de su cuerpo y fui bajando mi cadera despacio sobre su cabeza. Ella me esperaba ya con la legua fuera haciendo contacto con mi excitado clítoris casi de inmediato. Se me escapó un gemido en ese instante.

Podía ver a mi marido con la cabeza entre sus piernas. Para ayudarlo sujeté sus tobillos con las manos y levanté la espalda de la piedra. Así Marcos pudo alcanzar también su culito.

– ¡Follatela!

Mientras tanto ella investigaba mi coño y culo lo mas profundo que podía con su lengua juguetona. Sujetaba mis nalgas con fuerza, abriéndolas e incluso investigando mi ano pasando por el perineo. Ni siquiera sabía su nombre y ella me estaba comiendo el coño, me estaba saboreando entera.

Revolví el pelo de Marcos acariciando su nuca y le indiqué que se la follara. Se incorporó, se echó sus pies al pecho y desde mi privilegiada posición veía como el glande iba abriendo los arrugaditos labios de su vulva depilada. Recorría con el pulgar mojado en mi saliva si piel y acariciaba su pubis buscando el clítoris. Oía como ella al sentirlo gemía aun mas y me clavaba la lengua aun mas dentro.

Mientras sus dos depilados pubis terminaban uniéndose una y otra vez. Acerqué mi cara a la de mi marido sacando la lengua y buscando la suya hasta cruzarlas en una inimaginada cadena de placer. La cámara ya estaba olvidada a un lado, pues nadie quería dejar de gozar para inmortalizar el momento.

Me corrí en sus labios y ella no dejó ni un segundo de chuparme. Se que mi chico estaba a punto de correrse y lo empujé para que la sacara del húmedo agujero y arrodillarme a sus pies para recoger la lefa en mi boca.

Ella que acababa de tener un orgasmo estaba laxa sobre la losa de piedra esperando que compartiera el semen de mi marido con ella en su boca.

– ¿Quieres probarlo?

No quise defraudarla y como en una película porno la dejé caer mezclada con mi saliva entre sus labios que se abrieron asomando la lengua para recogerlo. Junté la mía con la suya cruzándolas y jugando con el líquido mezclándolo y haciendo espuma.

Acercó la polla a nuestras bocas y dejamos que se fuera ablandando despacio. Acariciandola con nuestra lenguas y terminando de limpiarla nosotras. Ya mas relajados los tres después de nuestros orgasmos nos acomodamos en el banco sin dejar que las manos dejaran de acariciar suavemente la piel de los demás.

La invitada sentada entre nosotros era quien recibía mas atenciones pero ella tampoco dejaba de acariciar nuestros cuerpos. Dos de sus dedos recorriendo mi vulva.

Por fin conseguimos presentarnos. Laura ya había visitado ese oculto rincón para tomar el sol desnuda o solo con su tanga, ademas de broncearse tenía el morbo de estar en medio de la ciudad sin la protección de la ropa.

– ¿Te vienes a tomar algo a nuestra casa? Le dije.

Encontrarse con nosotros fue una placentera sorpresa. Visto que todos teníamos ganas de más la invitamos a continuar en casa con una copas y algo de cena. Accedió a acompañarnos. Recogí su tanga y me lo puse y le ofrecí el mío a ella no sin antes humedecerlo un poco mas en mi propio coño.

Mientras Marcos se vestía con su ropa sin dejar de pasear su mirada y a veces el objetivo de la cámara sobre nosotras. Laura me ofreció su casi trasparente top que en mis tetas dos tallas mayores quedaba completamente lascivo.

Los costados de mis pechos asomaban por el lateral de la prenda que llegaba a un par de centímetros a los lados de mis pezones, el sujetador ya olvidado en el fondo de mi bolso. El short me entró por los pelos y en mi cadera me marcaba el culo como si me lo hubieran pintado encima.

Laura es mas alta que yo así que la falda de mi vestido que sobre mis piernas ya era corta en sus largos muslos solo llegaba a cubrir el duro culo, sus prietas nalgas a punto de asomar a cada paso que daba.

El escote no mostraba el canalillo que yo podía lucir con la ayuda del sujetador oprimiendo y juntando mis tetas. En cambio en ella se abría entre sus pechos mostrando la piel hasta un poco por encima del ombligo. No pude evitar abrirlo para echarle un vistazo a las preciosas tetitas y un rápido beso y lamida a sus pezones.

Sin soltarnos del brazo mientras Marcos nos hacía unas ultimas fotos a nuestras espaldas torneadas y lascivas piernas al aire. O girándonos abrazadas, cogidas de la cintura, para que fotografiara nuestros escotes y rostros sonrientes de chicas que acaban de disfrutar buenos orgasmos.

Salimos de allí alegrándonos con las miradas lascivas que nos echaba el resto escaso de la gente que paseaba por el parque. Por suerte nuestro piso no estaba lejos, y no había mucha gente por la calle. Todos con los que nos cruzábamos se nos quedaban mirando.

Deseaba volver a comerme su dulce coñito mientras Marcos me follaba el culo. Y hacíamos algunas fotos más en nuestra cama.

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