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Tiempo de lectura: 6 minutos

Me abrió un chico como de unos veinte años. Apenas vestido con un pantalón de deporte blanco tan fino, corto, y ajustado que marcaba una polla preciosa. Además del resto de su cuerpo delgado con músculos finos, bronceado y guapo a rabiar. Moreno con el otro corto y unos preciosos ojos azules.

No pude dejar de admirarlo de abajo arriba aunque él me sometía al mismo escrutinio. Mis piernas musculosas saliendo de un vaquero recortado y mis brazos fuertes de una camiseta de tirantes. El vientre plano como una tabla de lavar, mi pecho de barril y mi cara, hasta mis ojos azules clavados en los suyos pardos y en su cuerpo fibrado.

– ¡Hola! Creo que tenían un aviso. Un desagüe.

– ¡Ah! Si, ven por aquí.

Con la caja de herramientas en la mano lo seguí sin perder de vista sus prietas nalgas moviéndose armoniosamente mientras caminaba.

Me condujo hasta un enorme y sibarítico baño con jacuzzi incluido. Un desagüe atascado no planteaba mayores dificultades pero me gustaba la compañía y me lo tomé con calma. Parecía que estábamos solos en la casa y el chico se quedó conmigo sentado en un inodoro y charlando.

Se presentó como Marcos y yo le di mi nombre estrechándonos la mano un momento mas largo del necesario, pero placentero para ambos. Conseguí sonsacarle que efectivamente estamos solos. Aún no sé si mentía o ella llegó más tarde.

– ¿Te han dejado solo para que me atiendas?

– Bueno, ahora que estás aquí eso no es nada malo. Es muy bueno.

En un descuido al aflojar una junta conseguí empaparme la camiseta evidentemente adrede. Tengo el suficiente dominio de mi oficio como para que esas cosas no me pasen por accidente.

– ¡Ups! Estaba más dura de lo que pensaba. He tenido que hacer mucha fuerza y se ha roto.

Aunque con la temperatura reinante no había ningún problema por estar calado él me dijo que me sacara la camiseta para no resfriarme. Así de todas formas simplemente quedaríamos vestidos iguales.

Así que la agarré, me saqué la camiseta por la cabeza y la dejé sobre el lavabo. Pasando cerca de él en el proceso y secándome con una toalla, que me pasó, el pecho y la cara. Luciéndome todo lo que podía.

– ¿Vas al gym?

Me preguntó.

– No, solo trabajo duro, tu si que parece que te machacas bastante.

– Bueno hago lo posible, normalmente prefiero nadar, pero para no hacer ejercicio tu tienes un buen cuerpo.

Diciendo esto mientras doblaba un brazo para probar el bíceps. Exhibiendose.

– ¿Puedo tocar?

– Pues claro.

Así que pasé una mano por su brazo medio acariciando, medio apretando. El puso su mano en mis abdominales siguiendo sus formas marcadas.

– Estos los tienes bien.

– Gracias, pero debería volver al trabajo, el placer para después.

– Eso espero.

Sonriéndole. En una difícil postura bajo el lavabo, le pedí que me alcanzará una herramienta. A lo que accedió de inmediato rozando mis dedos con los suyos al entregármela.

El tacto fue suave, casi sedoso.

Al poco rato me ofreció un refresco y casi de inmediato regresó con dos latas en la mano. Al tenderme una volvimos a rozarnos. La suya debía estar agitada pues al abrirla la presión hizo saltar el líquido sobre los dos volviendo a empaparnos. Nos reímos al volver a estar mojados.

Él pasó la mano por su pecho extendiendo el dulce refresco por su piel bronceada y luego se llevó un dedo a los labios para lamerlo.

La situación era morbosa a tope. Le pregunté:

-¿Puedo?

Y yo también pasé un dedo por su pecho, muy cerca del pezón y luego me lo llevé a los labios, una vez rota la barrera, él cogió mi mano entre las suyas y se llevó ese mismo dedo a su boca lamiéndolo y jugando con él.

Me acerqué más a él, puse una mano en su cintura sobre su piel y quitando mi otra mano de su cara busqué su lengua con la mía. Durante unos largos segundos juguetearon amistosas para meterse en la boca del otro. Noté su lengua recorriendo mis dientes y yo clavé la mía lo más dentro que alcanzaba.

Yo estaba sudado, él pringoso de refresco y el jacuzzi parecía que nos llamaba. Así que bajé su pantalón de deporte hasta los tobillos y con un leve azotito en su duro culo, le dije:

-¡Ala!, a la ducha.

Se giró mostrándome el culo bronceado del todo. Le solté un segundo suave azote a la vez que lo seguía hasta allí. Mientras se llenaba de agua con él sentado en el borde se puso a terminar de desnudarme. Yo de pie frente a él.

Abrió mi vaquero y lo bajó despacio acariciando mis muslos en el proceso. Lo dejó caer y me libré de él de una patada a la vez que de mis sandalias.

En el ajustado bóxer que llevaba se marcaba mi polla bien dura colocada hacia mi derecha. Lo contempló un momento y por fin sin que usara las manos, con los dientes agarró la goma de la prenda y la liberó de su prisión. El gayumbo quedó justo bajo mi culo duro. Acercó la cara y aspiró fuerte por la nariz.

– Huele a macho, a sudor.

– Tú hueles de maravilla y me incliné a besarlo.

Levantó la cabeza y según me inclinaba veía entre sus muslos su polla apuntándome directamente a la cara. No pude resistirlo y mientras nuestros labios volvían a juntarse, estiré la mano y me hice con ella. Acariciándola con mucha suavidad, los huevos suaves, todo bien depilado. En realidad estaba depilado del todo y su piel era tan suave como si lo hubiera hecho un rato antes.

– ¡Qué piel tienes!

Poco más tardó en desnudarme del todo, sacando mi calzoncillo por los pies y dedicarse a acariciarme a mí como yo lo estaba haciendo con él. Descubrió que yo también me depilo pero me había dejado una tira justo encima del rabo.

Por fin pudimos meternos en el agua. Seguimos acariciándonos esta vez recorriendo nuestras pieles húmedas con gel de baño. Dándonos lengua y cruzando las pollas duras. No podía dejar de acariciar su culo y meter un dedo con el gel y el agua en el ano.

– No quiero hacerte daño.

Primero uno, luego dos, cada vez que lo metía él casi me mordía los labios o la lengua. Se me giró dándome la espalda y dejándome el culo bien cerca. Lamía su nuca mientras seguía dilatando su ano con mis dedos.

Bien limpito me alcanzó el aceite de baño y eché un buen chorro en su espalda dejando que resbalara por su columna y metiéndose sólo entre sus nalgas donde mis dedos lo repasaban por el ano.

Él lubricó mi polla con sus manos tiernamente casi sin girarse, solo echando aceite. Y pasando una mano entre sus muslos tiraba de mi rabo conduciéndolo, guiando y apoyando el glande en la entrada que había estado dilatando con cuidado.

– ¡Que duro está! Ten cuidado, despacio.

Empujé suave, no quería dañarlo y suavemente y sin parar se fue clavando hasta los huevos hasta que sentí la suave piel de sus nalgas apoyada en la zona depilada de mis muslos. Los dos lanzamos a la vez un grito de placer.

En ese inoportuno momento se abrió la puerta de repente. El grito debió haberla alertado. Entró una chica en tanga y una corta camiseta. Muy bonita, y muy parecida al chico que yo tenía entre mis brazos. Su negra melena le llega justo un poco por encima de los pezones, marcados en la fina tela de la prenda, y sus preciosos ojos azules nos miran con deseo y vicio. diciendo:

– Hola hermanito. Me parece muy mal que te diviertas solo.

– Acabamos de empezar.

– No me habías dicho que teníamos una compañía tan agradable. ¿Quién es ella?

– ¿Me vais a reñir los dos? Silvia, Únete y deja de decir bobadas.

– Por cierto ella es mi hermana.

Según se acercaba al jacuzzi se fue sacando la camiseta con lo que pude ver sus durísimas pero no muy grandes tetas. Al llegar a nuestro lado agarró la polla de Marcos apartando la mano que yo tenía allí y me dio un morreo de campeonato. Un beso guarro con mucha lengua que igualó a los que me había dado su hermano.

– Belleza.

Con la mano que había apartado del duro nabo tiré del tanguita de la belleza para intentar sacárselo. Pero la prenda era tan endeble que me quedé con ella entre los dedos. Me limité a arrojarlo al suelo y poner esos dedos en su vulva que parecía un horno. Suave, húmeda y muy muy caliente. Nuestra saliva resbalaba hasta la espalda de Marcos al que seguía teniendo empalado.

Pero ya no podía parar, tenía que correrme, tenía que dejar mi lefa en ese culito tan duro. Silvia demostró era tan morbosa como cualquiera de nosotros dos. Según la sacaba de tan acogedora gruta se arrodilló entre los dos y separando las nalgas de su hermano con las manos empezó a comerle el ano y lamer mi semen que rezumaba. Acariciaba a la vez los huevos del chico para no dejar que perdiera la importante erección que llevaba.

Nunca me hubiera imaginado tan incestuo proceder, pero ahí estaba ante mis ojos. Marcos fue el que se hizo cargo de mi polla, aprovechando que estábamos en el agua le dió un lavado rápido y se la metió en la boca para terminar de exprimirla. Como él aún la tenía dura. Era imposible que se me bajará con esos dos pervertidos delante. Sonia quería su ración.

– Vamos hermanito ahora me tendrás que follar tú. Y a ti te vamos a comer entre los dos.

Es toda una organizadora, hizo sentar a su hermano en el escalón de la bañera y ella se le subió encima. ¿Adivináis donde me puso a mí? pues entre los dos de pie. Mientras ella me daba una de las mejores mamadas de mi vida chupando mis huevos y toda la polla.

Marcos se dedicaba a lamer mi culo y follármelo con dos de sus deditos lubricados con el mismo aceite de baño que antes había pasado por mi rabo. Yo gemía y suspiraba.

Como se movían despacio y con ternura coordinando sus movimientos con la sabiduría de la costumbre ninguno de los dos perdía ritmo en mi cuerpo. Hasta conseguían besarse y rozar sus lenguas bajo mi perinneo.

Entre los dos consiguieron no sólo que se me volviera a poner dura sino que terminé corriendome en la boquita tragona de Sonia. Como su hermano era el que estaba más cerca fue el primero con el que compartió mi leche. Pero yo llegué a tiempo de mezclar mi lengua con las suyas en un lascivo beso donde las salivas y los restos de mi semen pasaban de boca en boca. Para entonces ellos también se habían corrido, Marcos dentro del coño de Sonia.

– ¡Que tres guarros somos!

Y también para entonces yo tenía que continuar mi faena atendiendo el siguiente aviso que no sería ni de lejos tan placentero como el rato compartido con los dos hermanitos.

Me quedé con las ganas de probar el xoxito de Sonia o su culito, ese día. Lo dejamos para una futura ocasión pues desde luego que pensaba repetir con ellos. Hacerlo con más tranquilidad y puede que hasta en una cama. Si pudiera meter a mi novia ya sería una locura. A ella también le gusta el morbo y seguro que le encantará follar con los dos hermanos.

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