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Follando con un lector
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Tras algún tiempo escribiendo relatos eróticos, en las que figura mi correo electrónico, es frecuente que me lleguen correos de lectores que me comentan los relatos o que incluso quieren conocerme personalmente, algo a lo que yo estoy dispuesta. El problema es que algunos viven en otros países y continentes incluso, y los de España no suelen residir por mi zona.

Uno de los más habituales es un hombre de 55 de una localidad castellana a más de 600 kilómetros de la mía. Siempre ha expresado su interés por conocerme y hace unas semanas me dijo que por motivos de trabajo se desplazaba a apenas 200 kilómetros de mi ciudad y que podía alargar el viaje, planteándome también que podía ir yo allí.

He de decir que soy casada, pero liberal, que mi marido consiente que me follen otros hombres y que incluso a veces los busca él. En otras ocasiones, ya que yo no conduzco, él me lleva al lugar donde voy a tener las relaciones y me recoge cuando acabo. Digo esto por tuve que plantearle a él si estaba dispuesto a conducir unos 400 kilómetros entre ida y vuelta para que yo conociera a mí lector. Con su respuesta afirmativa concreté la cita con éste y el día señalado me presenté en una cafetería donde habíamos quedado.

Se trataba de una cita a ciegas en la que nos reconoceríamos por la forma de ir vestidos. Al llegar reconocí por la ropa a mi lector. Tenía más de los 55 que decía, era canoso, alto y bastante gordo. Ante ello, mi marido me preguntó que iba a hacer y yo le dije que ya que habíamos hecho el viaje iba a follar. Ante esa respuesta, mi marido nos dejó a solas, no sin antes decirle que me follara bien.

Pedro, que era su nombre, me llevó al hotel que había reservado. Nada más llegar me pidió que me desnudara y me preguntó qué estaba dispuesta a hacer. Yo le dije que todo lo que me propusiera. Así, lo primero que me pidió fue que se la mamara puesta de rodillas delante de él. La polla era de apenas 12 o 13 centímetros pero muy gruesa. Yo empecé a chupar y él respondía con ruidosas muestras de placer. Cuando estaba a punto de correrse me dijo que le gustaría hacerlo en mi cara, lo que acepté.

Cuando lo hizo, en abundancia, mi cara y mi pelo se llenaron de leche que él iba cogiendo con los dedos y llevando a mi boca para que la tragara, lo que hice sin problema porque me encanta beberme el semen. Cuando se cansó de eso me echó en la cama y comenzó a comerme el coño mientras masajeaba también mi culo. Yo grito mucho cuando paso gusto y ese día no iba a ser la excepción y grité hasta que me corrí.

Me puso a cuatro patas y me la metió en mi húmeda vagina dando fuertes empujones. Y pegándome fuertes azotes en las nalgas y algunos en la espalda hasta que sentí que se derramaba dentro de mí una vez terminado me dijo que tenía que descansar un poco pero que había traído juguetes como habíamos quedado en nuestras conversaciones.

Me pidió que me acostara con brazos y piernas en v y me ató cada una de ellas a las esquinas de la cama. Entonces sacó unas pinzas que aplicó a mis pezones, con lo que empecé a gemir de gusto y dolor mezclados. Vi que conectaba cada pinza a un cable que salía de un pequeño aparato eléctrico y pronto comenzó a darme pequeñas sacudidas eléctricas que me hacían arquear mi cuerpo en la cama. También colocó una mordaza en mi boca y sacó un enorme dildo que comenzó a meterme por el culo, viendo que yo estaba muy excitada con todo lo que hacía experimentó una nueva erección y me preguntó si quería ser su perra.

Yo no entendía que quería decir pero contesté que sí. Él sacó un collar de perro con su correa y me lo puso. Me desató de la cama y me pidió que me pusiera a cuatro patas en el suelo y que así fuera hasta el cuarto de baño guiada por la correa. Al mismo tiempo comenzó a darme con una fusta que había cogido de su amplia colección de juguetes. Al llegar al baño ató la cadena a una tubería y me metió su polla por mi culo. Yo disfrutaba enormemente y me corrí antes que él, pero me dio una enorme cantidad de leche pese a ser su tercera eyaculación.

Me llevo de nuevo a la cama como si fuera un perro y me dijo si quería más. Yo le dije que sí y le pedí una nueva sesión de descargas eléctricas. Él aceptó pero mientras me las daba volvió a comerme el coño, lo que acrecentaba mi placer y volví a correrme. Tres veces es algo que hacía años no conseguía.

Como llevo pelo me dijo que tenía cera. Yo comprendí rápidamente a lo que se refería y dije que sí. Me volvió a atar a la cama como antes y sacó una vela que encendió. Me amordazó para evitar gritos y fue vertiendo cera caliente por mi cuerpo. Eso puede parecer doloroso, lo es un poco, pero en pleno sexo resulta placentero también.

No llegué a correrme pero él experimentó una nueva erección y me desató y me pidió que me pusiera en posición de follarme la boca. Yo lo hice y comenzó a meterla hasta que logró su cuarta corrida, ahora ya poco abundante.

Me hizo ir a la ducha y arrodillarme allí para hacerme lluvia dorada, finalizando así una magnífica sesión de sexo. Una vez suxgada y vestida me despedí, llamé a mi marido y volvimos a casa. Mereció la pena el viaje.

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