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Follando con el Optómetra
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Estaba mal de mi vista y decidí apartar una consulta por optometría. Llegué esa mañana a mi cita y mientras estaba sentada en la sala de espera vi cuando se asomó por la puerta del consultorio el optómetra, no tuve oportunidad para repararlo bien porque estaba con su ropa de trabajo, pero en lo que pude observar se veía que era un hombre bien parecido.

Me llamaron y procedí a entrar, estaba nerviosa cuando abrí esa puerta y no sabía ni cuál era la causa puesto que soy una mujer muy relajada. Me dijo:

– “Buenos días bienvenida”

Respiré hondo y atendí a su saludo, me senté y mientras me hacía unas preguntas de rutina, su mirada penetrante me tenía totalmente inquieta. Él es un hombre mayor, alto, fornido, moreno y el tono de su voz y la forma en que se expresaba despertaba en mi un morbo muy exquisito.

Me dijo que me sentara en la silla para revisar mis ojos con el oftalmoscopio y cuando me puse de pie y caminé hacia allá pude notar que le puso seguro a la puerta y me detalló de espaldas. Yo estaba vestida con un enterizo de licra muy ajustado y un buzo bastante ancho, tenía mi cabello largo recogido y un tapabocas que cubría la mitad de mi cara.

Me senté y sin previo aviso agarró mis piernas con sus manos fuertes. Se reía con picardía y yo le correspondí de la misma forma.

Siempre me había excitado la idea de que me follaran en un consultorio y sentía que se me había llegado el momento. Empezó a revisar mi vista y con una de sus manos recorría mi cuerpo y yo como toda sumisa me dejaba sin pronunciar una palabra.

Me puso de pie frente a él y me tomó por la cintura bajando lentamente hasta mis nalgas, dándole unos apretones fuertes. Para ese entonces ya yo me había dejado llevar totalmente por el placer, me sedujo tanto que empecé a mojarme y con tal ligereza me quitó mi buzo.

Me giró rápidamente y soltó mi cabellera, me bajó mi enterizo y besó lentamente mi espalda, entretanto acariciaba mis senos pequeños. De nuevo me puso frente a él y me tocaba con tal maestría que se notaba su experiencia.

Él mordió mis pezones pronunciados y pasaba su lengua de subida y de bajada por todo mi abdomen mientras me decía:

– “Que ricas tetas tienes uff”

No aguante más las ganas y me lancé sobre él besándolo con vehemencia, fue un beso caliente, con lengua y vulgar. La lujuria nos invadió y le quité su camisa mientras le metía mi mano por su pantalón y vaya sorpresa tenía una verga enorme y con un grosor sumamente apetecible.

Me hinqué de rodillas ante él y empuñé su verga dura como roca fuerte con mis manos. Me metí la puntica en la boca, la saboreé lentamente mirándolo fijo a los ojos, la escupí y me la metí entera.

Sentía como su verga quería desgarrar mi garganta, la saqué un momento y nos dijimos:

Valeria: ¡uhmmm, que grande la tienes!

Jacobo: ¡No te detengas por favor!

Después de escuchar lo que dijo aumente mi ritmo y él empezó a acompañar mis movimientos, me agarró de mi cabello y me presionaba mi cabeza contra él para que su verga entrara más, dejando salir uno que otro gemido en voz baja.

Me tomó por el mentón y me puso de pie y toda su lentitud se convirtió en frenesí bajándome mi enterizo junto con mi tanga por completo.

Me miró mi cuquita y se mordió los labios diciendo:

-¡Que rica y apretadita se ve!

Me tomó de la cintura y me sentó en su escritorio, abrió mis piernas dándome un lengüetazo con todo su ímpetu, jugaba con su lengua en mi cuquita, me la metía erecta por mi abertura y se tragaba todos los fluidos que chorreaba mi sexo y de vez en cuando se paseaba por mi culito y lo lamia suavecito.

Me tenía con mis ojos en blanco, nunca me lo habían hecho tan rico y la adrenalina que sentíamos al saber que había toda una fila de pacientes esperando hacía de ese momento el más interesante.

Jacobo: ¡jamás había probado una cuquita tan sabrosa!

Valeria: ¡Clávame tu verga ya!

Jacobo me pidió que escupiera su verga y al hacerlo me la pasó en forma de brocha por toda mi cuquita. Me agarró de las piernas y me encestó su verga hasta el fondo haciendo que yo dejara salir un gemido de dolor y de placer.

-“Ahhh!”

Me embistió de tal manera que se me salían los fluidos a chorros y sonaban como charcos cada vez que me penetraba. Estaba tan excitada uff y entretanto me mordisqueaba los pezones, las orejas y sin conocerme bien me decía que era suya.

Era tan dominante que me giró con fuerza quedando yo de espaldas contra él apoyada en su escritorio, con sus manos levantó mi trasero, abrió mis nalgas metiendo su verga rica y gruesa en mi cuquita y con sus dedos me masajeaba el culito.

Me agarró de un brazo hacia atrás y con la otra mano me tenía sujeta del cabello, me embestía con fuerza y velocidad ensartándome una y otra vez, mientras tanto yo paraba más mi trasero y jadeaba: pidiendo más y más.

Jacobo: ¡Quien te ve con esa carita de mosquita muerta!

Valeria: ¡cállate y no pares, me encanta tu verga!

Me metió su verga por un buen rato hasta el punto que sentía como se me hinchaba por dentro, me hurgó con un dedo el culito y entre embestida y embestida me le moví como toda una perra arrechita corriéndonos al mismo tiempo.

Fue un orgasmo tan delicioso el nuestro, Jacobo me llenó toda mi cuquita de su semen; el cual fue muy abundante y tendido encima de mí, su leche se escurría por mi abertura chorreando mis piernas.

Jacobo: ¡Eres lo mejor que me he comido uff!

Valeria: ¡quiero que se repita!

Le limpié su verga con mi lengua, tragándome cada gota sin desperdiciar nada, la metí a mi boca y podía notar como el placer que sentía él, era inmenso y lo disfruté tanto al sentir como su verga de a poquito dejaba de ser una roca.

Su secretaria tocó su puerta por la demora y nosotros nos miramos, soltando una carcajada.

Para despedirme lo besé dándole unos mordisquitos en sus labios, me dio su número personal y salí de su consultorio notando las miradas extrañas de los que afuera estaban ¡jajaja!

Ahora estamos planeando nuestro próximo encuentro.

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