Estábamos la señorita R, su chico, mi mujer y yo, en la fiesta de la aldea.
Después de tomar algunos cuernos de hidromiel y cerveza, bailar alrededor de la hoguera, mi mujer lo hacía con tu chico y yo con la señorita R, nos separamos cada uno por su lado.
La idea en principio era la de no estar juntos los cuatro como para no inhibirnos. Después de fiesta lo podríamos hacer porque nos conoceríamos mejor.
Nos fuimos rumbo, los cuatro, a los aposentos de la posada que había en la aldea y creo que mi mujer se fue con el chico de la señorita R a un sitio algo así como la biblioteca o escritorio que tenían en una habitación al lado. Supongo que no irían a leer.
En sus ojos se veía que deseaba a mi mujer que debo reconocer que no me importaba ya que yo me quede con la señorita R la cual, con ese vestido, el cual se lo había desgarrado mientras estábamos de juerga por el campo, le tapa lo justo
Yo ya me había fijado mucho en la señorita R y me tenían perturbado y ahora teniéndola en carne y hueso junto a mí me había trastornado un poco.
Me había calentado muchas veces imaginándome con ella. Había soñado con esos pechos grandes, como me gustan a mí, eran tan perfectas, tan bien diseñadas y con unos pezones rozados que me provocaban erección de solo pensar en ellos. Y ahora la tenía a mi alcance. Parecía un sueño, pero era la realidad.
La imaginaba en mi mente acariciándose y metiéndose los dedos entre sus muslos suaves.
Estaba tan excitado, como dije, que la conversación la llevé a terrenos lascivos y no pude más, la excitación era tal que la agarre y la subí encima de mí, subí su vestido y la empecé a restregar mi miembro en su culo, desde atrás salvajemente ya que es una de mis posiciones favoritas y puedo acariciarle sus pechos con ambas manos.
Se estaba haciendo realidad mi fantasía y por ello estaba tan caliente.
No quería acabar pronto para que gozáramos los dos, pero no sabía cuánto me iba a aguantar.
La señorita R también estaba excitada.
Yo la agarraba fuertemente de las caderas y hacía que se moviera atrás y adelante, al tiempo que empujaba mi miembro dentro de ella en forma desmesurada.
Como noté que no podría aguantarme mucho más sin eyacular decidí cambiar de postura para hacer la unión más duradera.
Prefería sentir su sexo, húmedo y cálido, tocando mi miembro sin penetración para conseguir una extraordinaria erección.
Agarre mi verga y ella, instintivamente, se dio vuelta y separó las piernas como una bailarina aguardando que la penetrara.
Me quedé admirando con deleite su sexo húmedo, ese que tanto deseaba.
Estaban abiertos sus labios, húmedos, con una rojez impresionante, fruto de mis recientes embestidas.
Su clítoris, erecto, asomaba entre sus labios, colorado y deseando ser chupado, cosa que decidí hacer.
Deje que se sentara en aquel banco echo de un tronco, me eché atrás de rodillas y bajé mi cabeza metiéndola entre sus piernas.
Saqué la lengua y la pasé lenta y minuciosamente por cada rincón de la entrepierna de la señorita R, saboreé sus jugos y la penetré con mi lengua.
Ella se estremeció, gemía fuertemente y movía en forma constante sus piernas. Miraba cómo la chupaba y excitada se masajeaba sus pechos y pellizcaba sus pezones.
Al rato me separé de su sexo y miré mi verga que estaba presta a introducirse en ella y bañarla por dentro con mi carga de espeso almíbar.
Me acerqué a ella de rodillas y quiso coger mi mástil entre sus manos, pero no la dejé por miedo a acabar afuera.
Se la coloqué en la entrada de su cuevita y la penetré de un golpe. Ella se sacudió al sentir como aquel ariete le entraba de sopetón y como se le hundía en lo más hondo.
El meneo entre los dos empezó muy pronto y rápidamente adquirimos una velocidad frenética.
Excitadísima, me clavaba las uñas en el culo mientras me ayudaba a empujar más en su interior.
Estábamos por acabar los dos antes de lo deseado.
Levantó más sus piernas, colocándolas en mis hombros, anunciándome su inminente orgasmo, mientras yo le introducía mi verga pletórica, venosa, la que se estrellaba una y otra vez en su sensible sexo.
Era tal la calentura que lo hacía con inusitada violencia y ella estaba en el remolino de un placer desmesurado.
De pronto, clavó sus uñas en mi espalda, lo que me produjo placer y dolor al mismo tiempo, me apretó el culo con sus pies, curvó la espalda, irguió sus pechos y doblando su cabeza hacía atrás emitió un chillido que rápidamente se convirtió en gemido, alargándolo durante todo el tiempo que duró su orgasmo eterno.
Yo seguía moviéndome para que ella se enloqueciera aún más con aquel final esplendoroso para el fantástico polvo que había empezado hacía ya unos cuantos minutos.
Tuve que hacer un enorme esfuerzo para no acabar en el momento en que su sexo se contraía y se dilataba como ordeñándome la verga.
Escupí en mi miembro para darle más suavidad a la penetración y con uno de mis dedos empecé a masajear su clítoris. Un ruido casi musical salía del interior de ella con cada fricción lenta y profunda por los jugos que resbalaban hacia el exterior. No pude aguantarme más y acabé furiosamente.
Fue una de los polvos más maravillosos que tuve últimamente y pienso, sin temor a equivocarme, que se debió a las ganas que le tenía a esta deliciosa mujer.
Después de un rato de besos, caricias, la mire y agarre su pelo haciendo que mi miembro se quedara a milímetros de sus labios y desencajado por la calentura que me embargaba en ese momento se la introduje y empecé a moverme.
Tomé su cabeza con mis manos, la sostuve firmemente y empecé a follarla por la boca.
Esa idea me excitaba sobremanera. Ella tenía unos labios especiales, carnosos y ello me ponía a mil por hora.
Ella no se opuso y facilitó el acceso cada vez más profundamente distendiendo los músculos de la mandíbula lo más que podía.
Noté como que le venían unas arcadas y estuve por suspender todo, pero ante un gesto de ella como indicándome que no pasaba nada, continué.
Mi verga estaba casi toda dentro de su boca.
Seguí con mis movimientos desde afuera hacia adentro y supongo que a ella no le disgustaba la idea porque te tenía sujeto con ambas manos por detrás como para que no me apartara.
De pronto soltó una de sus manos y dirigiéndola hacia su sexo comenzó a acariciarse y supuse que se le venía un orgasmo porque lo hacía aceleradamente.
Mi verga se puso más dura presagiando la eyaculación que no podía contener y me derramé dentro de su boca.
Cuando intenté sacarla ella me lo impidió sujetándome las piernas y el culo. Se notaba que estaba también orgasmo y lo estaba disfrutando plenamente. Cuando por fin la retiré se acurrucó entre mis piernas abrazándose a ellas. Así permanecimos algunos momentos hasta que le di un profundo beso en la boca.
Nos vestimos y fuimos a buscar a mi mujer y su chico. Fue fácil encontrarlos, los gemidos de mi mujer nos alertaban de donde estaban.
Abrimos un poco la puerta y nos quedamos mirando, ella quería entrar, pero yo el agarre del brazo y con la otra mano la metí entre su falda y aun húmeda la masturbe mientras veía la escena de los otros.
Cuando acabaron hicimos como que llegábamos en ese momento y no sabíamos nada.
Luego nos fuimos a cenar, porque nos había entrado hambre y sabíamos que en la plaza estaban cargando las hogueras de alimentos y divertirnos un rato.
Creo que este relato podría continuar, veremos a ver si gusta.
Muchas gracias por leerme y recordaros que los comentarios y valoraciones son gratis.