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Festejando mi cumpleaños con mamá
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Tiempo de lectura: 13 minutos

Claudia, mi mamá de 41 años, se había separado de mi padre hacía 7 meses y aún no lograba salir de la depresión que la invadía. Yo, Damián, a punto de cumplir mis 19, estaba muy preocupado por la falta de amor propio y las pocas ganas de mamá de disfrutar su juventud y su soltería.

Todo empezó un sábado caluroso de noviembre previo al día de mi cumpleaños. Las ganas de ir al baño me despertaron una hora antes de mi horario habitual con mi pene erecto, un poco por las ganas de mear y un poco por el roce nocturno con la cama.

Me levanté semidesnudo con un ajustado bóxer negro que aprisionaba la dureza de mi pene. Adormilado, fui al baño para vaciar mi vejiga. Cuando terminé y salí del baño, escuché las voces de mi mamá y su mejor amiga Silvia mientras tomaban su clásico desayuno de los sábados en los que aprovechaban para charlar como buenas amigas que eran. Me detuve automáticamente en el pasillo cuando escuché la palabra “coger” nombrada por la voz de mamá. Nunca había escuchado a mamá hablar de sexo, salvo por la vez que había intentado tener conmigo la incómoda charla que todo padre o madre intenta tener con sus hijos previo a la adolescencia.

Me acerqué sigilosamente al living por el pasillo aprovechando que estaba descalzo y sabiendo que ninguna de las dos iba a escuchar mis pasos y mucho menos saber que estaba en el pasillo escuchando todo. Sin darme cuenta, mi verga mantenía su firmeza. Me detuve junto a la puerta y agudicé el oído, con mi mano izquierda masajeando mi bulto por encima del bóxer.

-Como que hace 7 meses que no cogés Claudia?

-Si amiga! No tengo ganas, no me atrae ningún hombre desde que Carlos se fue.

-Ay Claudia! Me preocupás! Empezá a salir, conocer gente, no sé, algo. Tengo amigos solteros para presentarte.

-No Sil, no tengo ganas. Quiero estar sola y hacer mi duelo tranquila.

-Te lo digo por experiencia: un buen polvo te va a ayudar a hacer el duelo. O al menos te lo va a hacer olvidar por un rato. Tenés que vivir amiga. Tenés 41 años y sos un minón.

-Lo se Sil, pero me imagino cogiendo con otro tipo y no me genera deseo. De vez en cuando me toco pero para despejarme, no por placer, salvo cuando…

-Cuando qué?

-No, dejá. Me vas a decir que estoy loca. No me hagas caso.

-Dale Claudia, soy tu amiga. Podes confiar en mi y contarme lo que sea.

-Me prometes que esto muere acá y no me vas a mirar raro?

-Me extraña Claudia! Dale, largá.

-La semana pasada mientras lavaba ropa encontré un bóxer de Dami manchado con leche. Tiene 18 y es una edad donde si no tiene la mano en el joystick de la play, la tiene en la pija. La olí y no te puedo explicar la calentura que me generó. Me masturbe en su habitación oliendo su leche y fue uno de los orgasmos más ricos de mi vida.

Al escuchar esto me invadió el desconcierto pero eso no fue nada en comparación con la erección y la humedad que se generó en la punta de mi verga. Escuché un gritito ahogado de Silvia seguido de las palabras acongojadas de mamá.

-Te dije que ibas a pensar que soy una loca. No le cuentes a nadie Silvia por favor, que vergüenza.

-Ay amiga! No pienso que sos una loca y obvio que no le voy a contar a nadie. Y la psicología habla mucho de eso. No tenés que tener vergüenza. Si te gusta tocarte con el olor a leche de tu hijo hacelo. Es tu secreto y no tiene nada de malo.

-Yo siento que está mal amiga. Me sentí horrible cuando acabé. Pero en mi vida había tenido tantos orgasmos masturbándome y tan ricos. Encima está por cumplir 19 y ya es un hombre. Va al gimnasio y está formando un cuerpo muy lindo. Cuando paso por la puerta de su habitación y lo veo mientras se cambia o sale de ducharse me mojo toda.

-Mira amiga! Yo te voy a decir una sola cosa antes de irme. No tenés porque sentir vergüenza por excitarte con tu hijo. Si te calienta y la pasas bien disfrútalo. Nadie te puede juzgar si no se enteran.

Silvia se fue y mi cabeza quedó funcionando a mil. Mamá se calentaba conmigo y por lo que había debajo de mi bóxer, el sentimiento era mutuo. Sin hacer ruido me fui a la ducha y me hice una de las mejores pajas de mi vida mientras pensaba en las grandes tetas que tenía mamá, en las ocasiones que la había visto en bikini en la pileta de casa mientras tomaba sol y en su imperfecto pero sensual cuerpo de mujer madura en esa ropa interior diminuta que levantaba del tender cuando colaboraba con las tareas domésticas. Los recuerdos que tenía del cuerpo de mamá me hicieron darme cuenta que era muy parecida a las MILfs que actuaban en las porno que tanto me gustaban; tetas redondas y carnosas, caderas anchas con las pequeñas imperfecciones de una mujer de 40, pelo negro azabache hasta los hombros y ojos marrón oscuro con mirada penetrante. Hasta ese sábado fue solo mamá, la mujer que nunca había asociado con el sexo, pero a partir de ese día la belleza de mamá fue un concepto diferente en mi cabeza.

Después de expulsar un enorme y espeso chorro de leche, me terminé de bañar sabiendo que, al escuchar la ducha, mamá sabría qué ya estaba despierto. Pero lo que no sabía era que había escuchado su conversación con Silvia y que estaba dispuesto a colaborar para que salga de su depresión.

Ese mismo sábado por la mañana comenzó mi plan, ideado en unos pocos segundos en la ducha gracias al alto nivel de excitación que me había generado mi labor de espía en la charla de mamá con su mejor amiga.

Me puse un bóxer limpio procurando que sea uno de los que más chico me quedaba para ver la reacción de mamá al ver mis atributos. Siempre estuve agradecido por mi fisionomía masculina. Después de mi adolescencia supe que mi verga iba a ser unos centímetros más grande que el promedio. El entrenamiento estaba haciendo lo suyo con el resto de mi cuerpo así que entré al comedor de casa luciendo mis músculos y abdominales marcados además de mis 18 cm de carne presionados con fuerza por mi ropa interior. Ella estaba de espaldas lavando en la bacha las tazas de su desayuno con Silvia.

-Buen día ma. Hay algo para desayunar?

-Buen día hijo. Ahí te hago unas tostadas con manteca.

-Gracias vieja! Sos la mejor.

La abrazo por la espalda y le doy un húmedo beso en la mejilla acompañado de un casi imperceptible roce de mi bulto en su calza ajustada mientras ellas apenas se percata de mi semidesnudez. Se da vuelta y al mirarme no puede evitar bajar la mirada menos de un segundo. Se da vuelta para seguir con su tarea mientras notaba su tensión corporal y el leve pero disimulado temblor en sus manos.

-Estoy cansada de decirte que no andes en bolas por la casa Damián!

-Ay ma! Si no hay nadie. Aparte hace calor. No puedo andar en bolas ni siquiera en mi casa?

-Ya no sos un nene hijo! No te podes pasear en bolas delante de mí. Te tiene que dar un poco de pudor.

-Si vos me cambiaste los pañales ma! Me ves en bolas desde que nací.

-No te lo digo más Damián! Anda a vestirte. No arranquemos mal el día por favor.

-Que hinchabolas que sos eh!

Me levanté simulando enojo como un verdadero actor y caminé hacia mi habitación. Cerré la puerta y me detuve para escuchar lo que ya había previsto: los pasos acelerados en el piso de madera y la puerta del baño cerrándose. Con el mayor de los silencios me acerqué a la puerta y pegué mi oído. El agua corría por la bacha del baño pero la cercanía entre mi oído y la puerta me trajo otros sonidos que nuevamente generaron la dureza en mi entrepierna: los gemidos contenidos de mamá. Escuchar esa melodía hizo que las ganas de mirar sean incontenibles. Al apoyar mi cara en la cerradura la veo sentada en el inodoro con su tanga en los tobillos y su mano moviéndose enérgicamente en su concha. La primera fase de mi plan había funcionado y eso hizo que mi excitación no encontrara límites.

Ya vestido como me había pedido mamá, salí de mi habitación con la segunda parte de mi plan ya en mi cabeza. El sábado continuó como cualquier otro día de verano, caluroso y húmedo, lo cual era ideal para que la ropa no oculte todo lo que mamá, en lo más prohibido de su cabeza, estaba deseando tener.

Se acercaban las 7 de la tarde y mamá estaba a punto de lavar ropa como cada sábado.

-Dami! Tenés ropa sucia? Voy a poner un lavarropas.

El plan debía continuar y esperaba tener la misma suerte que con la maniobra matutina.

-Si ma! Ahí entro a ducharme y te la dejo en el piso de mi pieza.

Dejé una pila de ropa sucia en al suelo asegurándome de que el bóxer que había usado en la mañana, con una leve mancha de semen y su olor característico, quede en lo más alto de la pila. Abrí mi notebook y entré en la página porno con la que me masturbaba cada día desde mi adolescencia, busque un vídeo en la categoría “maduras con jóvenes” e hice click en uno donde una madura hermosa muy parecida a mamá se atragantaba con la pija de un joven de mi edad. Dejé el vídeo pausado y la notebook a medio abrir sobre mi cama.

Para el toque final dejé mi celular oculto en el escritorio con la cámara enfocando hacia mi cama y apreté el botón “REC”. El anzuelo ya estaba puesto y mi calentura había alcanzado niveles que nunca había sentido. Entré al baño y dejé correr el agua de la ducha mientras me masturbaba e imaginaba a mamá a unos metros disfrutando la escena que yo mismo había preparado para ella.

Mamá sabía que me tomaba mi tiempo en la ducha así que estaba seguro de que no iba a estar preocupada porque yo saliera. Después de mi segunda paja del día, me duché con toda mi paciencia y después de media hora cerré el agua para salir del baño e ir a mi habitación a vestirme y ver los resultados de la segunda parte del plan “satisfacer a mamá”. La ropa sucia ya no estaba y la notebook seguía casi en el mismo lugar salvo por unos escasos centímetros. Era una buena señal.

Cerré la puerta con llave mientras mamá hacia las tareas domésticas y me acosté desnudo en mi cama con el celular en mano. No había pasado ni un minuto de vídeo cuando mamá entró en escena luciendo un diminuto short blanco y solo la parte de arriba de su bikini azul brillante cubriéndole las enormes tetas. Mi verga supo al instante que mamá había mordido el anzuelo y mis venas se inundaron de sangre para que mi glande se hinchara tan rápido como si no hubiera eyaculado en meses. Juntó la ropa del suelo, la dejó sobre la cama y tomó el bóxer con olor a mi para apoyarlo en su cara mientras desprendía el botón de su short. Se llenó los pulmones con olor de mi semen y pasó la lengua en la parte frontal del bóxer.

Sin darme cuenta yo ya tenía la mano libre en mi verga erecta subiendo y bajando lentamente. Veinte segundos pasaron de vídeo cuando el leve gemido y los temblores en las piernas de mamá me indicaron que la humedad había aumentado considerablemente en su concha. Sacó los dedos de su entrepierna y los chupó como si fuera un delicioso helado. Cuando se disponía a juntar el resto de la ropa sucia, levantó la mirada y vio el otro anzuelo. Se sentó en la cama y abrió la notebook procurando no moverla del lugar en el que estaba.

Mamá estaba segura de mi manía por la paja, pero lo que no sabía era que mi excitación podía ser generada por mujeres de su edad y tan parecidas a ella. La sorpresa se vio reflejada en su rostro. Cuando pensaba que iba seguir haciendo trabajar los dedos en su humedad, se levantó de la cama y salió de la habitación. Un minuto después volvió a entrar en escena completamente desnuda y con un enorme vibrador rojo en la mano. Mi intención era sorprender a mamá pero ella también hizo lo mismo sin saberlo.

Nunca imaginé que mamá saciara sus necesidades con juguetes, pero ahí estaba; acostándose desnuda en mi cama y metiendo desesperadamente una pija de plástico en lo más profundo de su vagina mientras sus hermosos ojos marrones no se movían de la pantalla de mi computadora. Cuando ya me disponía a acabar y pensaba que mamá ya no podía sorprenderme más, se levantó de mi cama y, sin sacar la vista de la pantalla, tomó de nuevo el bóxer sucio.

Mientras lo olía y lo metía en su boca con su mano izquierda, con su mano derecha tomó su juguete y lo fue metiendo poco a poco en su ano ya completamente empapado por su flujo vaginal. Esa fue la escena perfecta para que mi verga se convierta en una cascada de leche espesa haciéndome tener mi tercer orgasmo del día. Mamá no se había quedado atrás y mientras su amigo de plástico entraba y salía de su dilatado culo, las piernas le volvieron a temblar dos veces más.

Una vez satisfecha salió de la habitación para volver unos segundos más tarde vestida nuevamente con su short y su ajustado bikini para procurar que la notebook quede en su lugar y sacar el acolchado en el que había dejado una pequeña mancha con sus jugos. Acerqué mi cara a la cama y el aroma de sus fluidos invadió mi nariz. Otra hermosa señal de que el plan iba tal y como lo había planeado.

La tercera y última parte del plan ya estaba en mi cabeza y casi se me había olvidado que al otro día era mi cumpleaños. Cerca de las 9 y media de la noche mientras jugaba a la Play Station mamá golpeó la puerta.

-Pasa ma!

-Esta la comida mi amor. Milanesas con fritas para el casi cumpleañero.

-Genial ma! Ahí voy.

Mamá seguía con la misma ropa que había entrado en mi habitación para masturbarse con sus dedos y su juguete tanto por la concha como por el culo para dejar su rico olor en mi cama. Cenamos con las mismas charlas banales entre madre e hijo. Mi vista se fijaba en sus tetas de vez en cuando y ella lo notó. Su incomodidad se notaba pero mucho menos que cuando me había visto semidesnudo durante el desayuno: otra buena señal.

-Por qué sacaste el acolchado ma? Si estaba limpio.

Casi se le cae el tenedor de la mano pero antes de que la invadieran más los nervios contestó sin titubear.

-No estaba limpio Damián! Tenía olor a todo. Bastantes fuertes tus olores querido. No sé cómo los aguantas.

-Sos una exagerada ma! Aparte tengo casi 19. Tengo olores de hombre ahora.

Si no supiera nada me habría hecho creer que de verdad no le gustaban mis olores con su impecable actuación. Cambió de tema automáticamente:

-Mañana te hago la torta que te gusta para tu cumple?

Todos los años preguntaba lo mismo y mi respuesta era que si. Pero este año mi plan necesitaba una torta de cumpleaños diferente.

-No ma! Me aburrí de esa torta. Hace una cubierta con mousse de chocolate. La mamá de Javier le hizo esa el otro día y me encantó.

-Ah bueno! Que sorpresa! Con lo delicado que sos con la comida.

-Y bueno ma! Uno crece y cambia. Me voy a dormir así mañana me levanto temprano y te ayudo a preparar todo para la tarde cuando vengan los chicos.

-Bueno mi vida! Descansa. Hasta mañana.

Me levanté de la mesa y le di un beso mucho más húmedo, más largo y más cerca de la boca que el que le había dado a la mañana. Todo mientras no sacaba los ojos de las tetas y notaba como los pezones se le endurecían hasta parecerse a un par de timbres que me moría de ganas de apretar. Recorrí el comedor mientras me sacaba la remera para dejar preparada la humedad de mamá y degustarla al día siguiente como corolario de mi exitoso plan.

Como me había imaginado, me costó mucho dormirme. A pesar de mis tres pajas del día, la calentura no bajaba y estaba seguro de que a mamá le pasaba lo mismo. Me dormí cerca de las 3 de la mañana sabiendo que la única forma de saciar mi apetito sexual era seguir con el éxito que había obtenido con mi paseo en bóxer de la mañana y la visita mojada de mamá en mi habitación.

A las 9 y media de la mañana me despertaron ruidos de olla provenientes de la cocina. Abocado a mi rutina, me levanté, me metí a la ducha y procure limpiar cada rincón de mi cuerpo. Sabiendo cual iba a ser la reacción de mamá, seguí con la misma estrategia del día anterior: solo me puse un bóxer ajustado para salir de mi cuarto. Los 28 grados de temperatura eran mi excusa perfecta.

-Buen día ma!

-Buen día mi amor. Feliz cumpleaños rey. No puedo creer que ya tengas 19.

-Gracias mamucha. Igual por más que crezca me pienso quedar en casa unos años más. Jaja

-Nadie te pide que te vayas. Sos mi única compañía así que te podes quedar todo lo que quieras. Pero si te querés quedar acostúmbrate a andar vestido Damián. Cuántas veces te voy a decir que no podes pasearte en bolas por la casa?

-Vas a empezar mi cumple retándome? Por ser mi cumple me podrías dar el gusto de andar cómodo.

-Bueno! Pero en un rato vestite que puede venir alguien a saludarte.

-Dale ma. Si viene alguien me visto enseguida.

Mamá ya había cedido ante mi casi desnudez por lo que noté su preocupación por no levantar demasiado la vista de su tarea en la cocina. Aunque de vez en cuando, su vista me recorría de una forma casi imperceptible. Yo la miraba con mucho menos disimulo. Se había puesto una pollera negra por encima de las rodillas y una remera escotada verde claro que dejaba ver la larga y profunda línea entre sus tetas adornadas con un lunar en el pecho izquierdo.

-Ya hiciste la torta ma?

-La saqué del horno hace un rato hijo. Me falta decorarla y ponerle el mousse de chocolate.

-Querés que te ayude?

-Desde cuándo sabes decorar tortas?

-No sé, pero tengo 19 y mi mamá hace las tortas más ricas del mundo. Puedo aprender.

-Bueno, dale, saca la torta y el mousse de la heladera.

Mamá sabía que había algo raro en mi comportamiento. Sus ojos mostraron una mezcla de desconcierto y excitación. Pero aun así me siguió el juego, quizá sabiendo lo que estaba por venir. Hice lo que me dijo casi sin sacar la vista de su culo. Abajo de la pollera negra lucía una fina tanga blanca que se traslucía por la diferencia de colores. Traté de contener la erección sin éxito. Me paré a unos centímetros de ella en la mesada de la cocina y dejé los elementos en el mármol. La altura de la mesada me ayudó a ocultar mi excitación bajo el ajustado bóxer.

-Espero instrucciones jefa! Jaja

-Jaja soy tu madre, no tu jefa. Empezá a desparramar el mousse en la torta con la paleta.

-Ok, puedo probarlo?

-Si, pero poquito que no va a quedar para la torta.

Metí mis dedos índice y mayor en el mousse hasta la segunda falange y, de la forma más sensual que pude, los metí en mi boca. Mamá no pudo evitar mirar y estaba seguro que lo que vio le había mojado su pequeña tanga blanca. Mi verga también había despertado desde que había visto la escasa tela de su tanga, pero la mesada seguía ocultando mi erección.

-Mmm! Que rico está! –repetí la degustación con los dedos.

-Basta Damián! Te vas a quedar sin mousse para la torta.

-Y no podes hacer otro? –volví a meter los dedos, esta vez más profundos.

-No, basta! Poneselo a la torta y dejate de joder –el temblor en su voz era obvio.

-Vos lo probaste ma? Está exquisito –dije mientras metía los dedos una vez más en la espesa pasta de chocolate.

-No, dame un poquito y después poneselo a la torta.

Saqué mis dedos del bol procurando alzar la mayor cantidad de chocolate con ellos. Ella abrió la boca, cerró los ojos casi por instinto y metí los dedos lo más profundo que pude en su boca. Cerró los labios y mientras los deslizaba por mis dedos para depositar el mousse en su lengua, un poco de la mezcla cayó y fue a parar en su teta izquierda, muy cerca del sensual lunar.

-Que bestia que sos Damián! Mira como me hiciste –dijo mientras abría los brazos sin intención de limpiarse ella misma.

-No seas exagerada ma! –sin dejarla pensar, agache mi cabeza y con mi lengua limpié la mancha de chocolate de su tetas.

-Damián! Qué haces? Ya estás grande para jugar con la boca en mis tetas! –yo conocía la voz de enojo de mamá y esa no lo era.

-Viste que rico estaba el mousse golosa? No se puede desperdiciar jaja –la mire esperando la reacción con una sonrisa entre pícara y perversa.

-Ah, si? Ya vas a ver pendejito –amenazó con una sonrisa similar a la mía.

Metió casi toda su mano en el mousse y la paso desde mi pecho hasta el ombligo con una sonrisa similar a la mía.

-Así que no se puede desperdiciar?? –miró su obra de arte abstracta en mi torso, agachó su cabeza y con su ancha lengua bajó intentando limpiar la mayor cantidad de chocolate posible.

Mi verga estaba a punto de explotar y ella lo notó cuando levantó su lengua de mis abdominales y bajó la mirada. Después de quedarse con la mirada fija unos segundos en la carne aprisionada bajo mi bóxer, me miró a los ojos y sonrió mientras el chocolate se derretía en su boca.

-Tenés razón hijo, está riquisimo! Voy a tener que hacer otro para la torta.

Le devolví la mirada con los ojos cargados de lujuria y venganza, imite su acción con las dos manos en el mousse y se lo embarre con fuerza en su enorme escote manchando tetas y remera por igual.

-Mirá como me hiciste mi remera nueva hijo! Ahora la tengo que lavar – dijo al tiempo que dejaba su torso cubierto solo por un ajustado corpiño de encaje blanco haciendo juego con su tanga. Viendo que la fina lencería también había quedado manchada por el mousse, llevó sus manos a la espalda, desabrochó el bretel y sus enormes tetas cayeron en un mini rebote por la gravedad. Dos enormes pezones marrones y duros estaban delante de mí esperando ser chupados.

–Ahora si podes comer más cómodo.

Casi por instinto, tomé un puñado más de mousse y me ocupé de ensuciar sus hermosas y enormes tetas para luego enterrar mi cara y chupar enérgicamente sus duros pezones al tiempo que ella empezaba a gemir como en el vídeo de mi cuarto. Con las manos aun embarradas de chocolate, mamá bajo su mano y gimió aún más fuerte cuando, por primera vez, palpó dureza de mi engarrotada verga.

-Nunca pensé que me iba a gustar tanto el mousse –susurró entre gemidos mientras bajaba y subía la piel de mi pene.

Saqué mi boca de sus pechos con la mitad de la cara llena de chocolate, tomé el bol y metí la cabeza de la pija en el mousse. Tomé la parte de atrás de su cabeza y ella se arrodilló mientras bajaba su pollera y su tanga, todo al mismo tiempo. Llevó mi glande a lo más profundo de su garganta sin ni siquiera titubear por la falta de aire, obligándome a gemir por el contacto de su lengua en mi verga. Subía y bajaba con su boca mirándome con ojos provocativos como diciendo <viste lo que sabe hacer mamá?>.

Luego de unos minutos de recorrer cada centímetro de carne con su boca y no dejar ni un ápice de mousse, se levantó toda enchastrada de chocolate y apoyo sus enormes tetas en la mesada dejándome su culo a la altura de mi verga toda ensalivada.

-Metemela por el culo Damián –dijo mientras bajaba su mano a la concha:

Ensalive un poco más la punta y la apoyé en la puerta de su ano al tiempo que empezamos a empujar, ella hacia atrás y yo hacía delante. Un poco de fuerza hizo que la dureza se abra camino en su estrecho culo. Los gemidos se habían convertido en gritos ahogados de dolor pero ella no paraba de empujar hacia atrás con su enorme culo. No puedo asegurar el tiempo exacto que pasó, pero estoy seguro que luego de que mi verga haya dilatado su ano y el recorrido se vuelva mucho más fluido, mamá ya había tenido tres orgasmos uno seguido del otro y cada vez más fuertes.

Cuando notó que mi ritmo aumentaba y ella ya estaba completamente empapada, sacó la pija de su culo y se volvió a arrodillar delante de mí.

-Dame la lechita en la boca –dijo entre gemidos mientras se masturbaba con su mano derecha y me pajeaba con la izquierda, con sus labios succionándome el glande.

Después de unos segundos sentí como la tibieza de mi semen comenzó a subir por mi verga hasta depositarse en la boca de mamá, Entre gemidos y el ruido de su garganta tragando el espeso semen. Con la relajación posterior a uno de los mejores polvos de nuestras vidas, se levantó, y me dio un beso en la mejilla.

-Feliz cumpleaños hijo. Anda a bañarte y cambiarte así recibimos a los invitados.

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