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Femdom de cuarentena. De novio a esclavo en castidad (8)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Durante los siguientes días, con lo único que jugamos fue mi ano, que fue explotado de forma cotidiana como nunca antes. Casi todos los días antes de dormir Nuria me follaba con el strap on. Le encantaba la sensación de poder que le otorgaba. Me tiraba del pelo al follarme en cuatro, como antes hacía yo con ella, me daba cachetazos en el culo, y después se corría ella sola tocándose. Pero por más que se lo pedía, Nuria no me dejaba probar su coño. Ni tan siquiera tocarlo. Y cuando preguntaba porqué, me mandaba callar. Llegó a tanto mi desesperación que le pedía con la boca abierta que al menos me dejara probar su saliva, cosa que a veces me dejaba. Cuando ella se corría, tenía que mirarla fíjamente a los ojos, y después me permitía chuparle los dedos. Después, antes de dormir, me quitaba siempre la jaula de castidad. Dormíamos en cucharita por decisión mía. Sentir su caliente culo con mi polla erecta después de tenerla todo el día enjaulada era una sensación muy buena para terminar el día, aunque se mezcaba con la frustración de no poder hacer nada más que eso.

Por lo demás la convivencia iba bien. A veces Nuria hacia las comidas, y a veces yo. También interactuábamos bastante con sus compañeras de piso, que eran una pareja lesbiana. Las dos eran mexicanas, de piel bastante morena, muy delgadas pero no muy guapas de cara. No me llamaban especialmente la atención ni me caían demasiado bien, pero era bastante fácil convivir con ellas. Por lo demás, Nuria me había jurado que no les había contado nada de nuestro “pequeño” secreto, aunque no tenía del todo claro que no supieran nada.

Pero de un día para el otro, se enteraron de todo.

Yo estaba saliendo de la ducha, con la jaula puesta. Y una de las compañeras, Camila, entró, pensando que no había nadie. Inmediatamente cerró la puerta al ver que yo estaba dentro, pero pude ver cómo sus pupilas hicieron contacto con mi cuerpo desnudo, y la jaula destacaba por su color blanco.

Se lo comenté a Nuria, que reaccionó riéndose pero sin más. Parecía no importarle mucho. Decidimos hacer como si nada, pero no fue posible. Camila, el día siguiente, estando a solas con Nuria, le preguntó al respecto. Y Nuria le contó todo. Lo supe porque ese mismo día cenamos todos juntos y Camila me miraba de forma muy diferente, y fijamente. Yo lo noté y se lo dije a Nuria, que al principio juró que no le había dicho nada, pero al insistir más, finalmente me confesó lo ocurrido.

Desde ese momento se me hizo más incómodo vivir en la casa. Sabía que tanto como Camila como su novia, Helena lo sabían todo. Y me daba vergüenza, por lo que empecé a comportarme de manera diferente en su presencia y la relación con ellas se fue enfriando, a pesar de que Nuria intentaba quitarle el hierro al asunto.

Pero al mismo tiempo, la situación empezó a darme morbo. Empecé a fantasear con ser dominado por ellas tres, no porque me resultaran especialmente atractivas, sino por el hecho de ser dominado por varias mujeres a la vez. Y porque llevaba ya seis ocho putos días no solo sin correrme, sino sin probar el cuerpo de Nuria. Se lo comenté a Nuria y me dijo que no creía que estuvieran interesadas, pero que se podría explorar la situación en un futuro.

No sé si tuvo algo que ver, pero ese sábado las chicas decidieron hacer una pequeña fiesta en casa. Camila y Helena invitaron a dos amigos gays, y Nuria o yo a tres amigos de clase. Lo pasamos muy bien. Conversamos, bebimos, y finalmente bailamos mucho. Hacia las cinco, solo quedábamos las personas que vivíamos allí. Yo, borracho, estaba cachondo perdido, y tocaba a Nuria de vez en cuando como lanzándole indirectas. Ella sin embargo no paraba de hablar con Camila, que empezó a notar mi desesperación. Entonces, de la nada, me miró fijamente y me preguntó:

-¿Llevas puesta la jaula de castidad?

Nuria fue la primera en reaccionar. –Pero bueno jajajaja. Qué dices tía, ¿por qué le preguntas eso?

-Porque se le nota jajajaja. –Entonces empezaron a reirse las tres. A mi no me hizo mucha gracia pero me resigné y fui sincero. Respondí:

-Sí, desgraciadamente la llevo.

-¿Pero no es una decisión tuya? –me dijo Camila.

-Emmm sí, bueno. Es una decisión mía querer jugar a “esto”, pero es Nuria la que decide cuando me la tengo que poner y cuando no.

-Ya entiendo. ¿Y molesta mucho?

-Pues hay veces que ni me acuerdo que la llevo puesta, pero en determinados momentos del día se hace muy molesta sí. Cuando meo solo puedo hacerlo sentado, y cuando pienso en algo sexual no puedo tener una erección, eso es lo peor porque me llega a doler a veces. Pero bueno, como me la quito cada noche esos dolores no van a más.

-Aaaa que te la quitas cada noche.

-Claro –intervino Nuria- es peligroso llevarla días seguidos porque puede causar problemas a largo plazo.

-Vale vale…

Entonces intervino Helena.

-Oye Iñigo, siéntete libre de responder lo que quieras eh, es solo una pregunta, pero… ¿podría ver la jaula? Si no se ve la polla, claro…

Yo miré a Nuria como buscando ayuda. Las tres lo notaron y se rieron. Entonces Nuria tomó la iniciativa.

-Ahora volvemos –dijo mientras me cogía de la mano para llevarme al cuarto.

Me quitó la jaula lo más rápido que pudo, y volvimos al salón. Nuria le dio la jaula a Helena en la mano.

-Buaaa tíaaa. Qué fuerte jajaja. Es más pequeña de lo que me esperaba. Qué cosa más curiosa.

Se pasaron la jaula entre las dos mientras se reían de forma nerviosa.

-Oye y cómo funciona vuestra relación? O sea, ¿Iñigo hace todo lo que le pides? ¿O cómo?

-Nuria buscó mis ojos para entender si me molestaba que ella hablara abiertamente del tema. Con gestos, le hice entender que no pasaba nada. Realmente me estaba poniendo muy morboso la situación.

-Pues en cuanto a la vida sexual, básicamente sí, decido yo todo. Ahora por ejemplo lleva más de una semana sin correrse ni poder tocarme tan siquiera, por eso está tan cachondo, ¿a qué sí cariño?

Yo no respondí.

Camila dijo:

-Joe tía que dura eres. ¿No puede ni tocarte? ¿Y qué hacéis entonces?

-Pues otras cosas jajaja. Y a veces si se porta bien le recompenso escupiéndole en la boca. Eso le gusta mucho.

-Quééé. –Dijeron las dos al unísono. Yo me puse más rojo que un tomate. No pensaba que Nuria diría algo tan íntimo. Pero ya no había marcha atrás, Nuria estaba pasándoselo muy bien, y quizá por su borrachera se estaba atreviendo a hacer cosas que de sobria no haría.

-Sí jajaja. ¿Queréis verlo?

Ellas respondieron con un tímido “vale”, y Nuria me mandó abrir la boca, a lo que me negué por puro orgullo.

-Bueno, pues nada. Ahora se hace el orgulloso jajaja. Mira Iñigo, si no aceptas mi saliva ahora, no te la voy a dar en meses. ¿Me escuchas? O sea que tú verás.

Ese chantaje no me lo esperaba, y realmente no podía hacer nada, no tenía elección. Me gustaba demasiado como para concederlo, por lo que decidí tragarme su saliva –y mi orgullo-. Abrí mi boca. Nuria sonrió, y acariciando mi pelo me dijo: muy bien. ¿véis como le gusta? Bueno, pues ahora no sé si escupirte o no. ¿Qué opinais chicas? ¿Se lo concedo o no?

-Síii. –dijeron las dos medio riéndose.

-Está bien, está bien. Pero lo vamos a hacer más interesante. Voy a escupir en un vaso, y lo bebes desde ahí.

-Vale, respondí.

Entonces Nuria cogió un vaso de chupito que estaba en la mesa, lo limpió con agua, y escupió una buena flema de saliva, de esas densas que se acumulan durante minutos. Las chicas respondieron con mucho asco, medio mirando y medio desviando la mirada. Pero el morbo de la situación era superior al asco que sentían. Nuria me dio el vaso, y me lo quedé mirando. Esto era algo nuevo para mí, y la verdad que no me ponía mucho, y además las chicas me contagiaron un poco el rechazo que ellas estaban sintiendo. Como Nuria me vio que dudaba, me dijo que tenía cinco segundos para beberlo entero o me quedaba sin correrme otra semana.

-Está bien, está bien, ya voy. – Con bastante asco, cogí el vaso y lo incliné rápidamente sobre mi boca, como si de un chupito del peor tequila se tratara. Lo que pasa es que la saliva es mucho más viscosa que el alcohol, y no se deslizó toda la saliva al momento. Tuve que esperar varios segundos con la boca abierta a que bajara todo, lo cuál fue demasiado para las chicas, que se negaron a verlo. Mientras, Nuria se mostraba como la reina que era, y estaba más que cachonda.

Helena y Camila se mostraron poco receptivas a más pasos, y como Nuria no quería forzar nada, por decisión suya nos dimos las buenas noches con las chicas y nos metimos al cuarto. Allí, sin volverme a poner la jaula de castidad, me ató de manos y piernas a la cama, y sentándose en mi pecho, me dijo:

-Te vas a cagar.

Antes de que me diera tiempo a responder nada, Nuria me estaba escupiendo en la cara. Yo cerré los ojos y sentí como la saliva fluía por mis mejillas. Me escupió de nuevo, cerca de la nariz. Y de nuevo, en la frente. En los labios, en la barbilla, en los ojos. No dejó un sitio de mi cara sin saliva. Me sentía empapado por ella, y no podía ni mover mis manos. Me escupió de nuevo en la nariz, y me restregó la saliva por mis orificios nasales. Me cerró la boca, obligándome a respirar por la nariz, y la mezcla del aire con su saliva empezó a generar sonidos y ruidos. Me costaba respirar. Abrí los ojos pidiendo clemencia y me vi obligado a cerrarlos de nuevo porque me volvió a escupir en ellos. Se ayudaba a segregar saliva metiéndose uno de los dildos en la boca hasta el fondo, y vaya si se notaba. Me quitó la mano de la boca, y al abrirla para respirar bien, me escupió en ella. Me sentía realmente violado por su saliva, era demasiado. Pero ella seguía. Llevaba ya unos 15 escupitajos. La saliva empezaba a resbalarme por la nunca y el cuello. Entonces puso su coño encima de mi cara. ¿Por fin me dejaría chuparlo? No. Empezó a masturbarse delante de mí, y se llenó la mano de corrida, que empezó también a restregar por mi cara. Después, para limpiarse su mano, me la metió de golpe en la boca, haciéndome atragantar con ella. Y me pidió que abriera bien los ojos, manteniendo contacto visual con ella. Después fue pasando dedo por dedo, haciéndoselos succionar para dejárselos razonablemente limpios. Finalmente fue al baño a limpiarse, dejándome con la cara así y sin que pudiera moverme lo más mínimo. Al volver, me desató de las piernas y, cogiéndome de los gemelos, empujo mis piernas hacia mi cara. Mi culo quedó en el aire, con mi polla flácida encima de mi cara. Entonces Nuria empezó a masturbarme, y en pocos minutos ya estaba al límite.

-¿Te quieres correr esclavo? Me dijo.

-Sí, sí por favor ama.

-Te lo voy a conceder esta vez, pero más te vale que caiga toda tu leche en tu cara, no quiero manchar la cama.

Asentí, y siguió pajeándome. Por fin, exploté de placer, y sentí largas y cálidas cargas de mi leche impactar violentamente contra mis ojos, nariz y boca. Nuria me miraba hipnotizada.

-Qué guapo estás esclavo.

-Gracias ama por dejarme correrme, lo necesitaba.

-De nada. Ahora te voy a limpiar esa cara que me llevas. –Y con sus dedos, fue acercándome la corrida y la saliva que aún no se había secado, a mi boca, hasta que no quedó nada. Sentía mi cara muy muy sucia y pegajosa.

La mañana siguiente, se me hizo un poco incómodo el reencuentro con Camila y Helena. Al fin y al cabo, me habían visto tomarme un chupito de saliva de Nuria. Pero bueno, sabía que ellas eran muy abiertas sexualmente y que no me juzgarían negativamente por ello, aunque les pareciera raro. En cambio, Nuria se mostró muy relajada, y me admitió que llevaba tiempo queriendo normalizar la situación en la casa. No le gustaba tener que hacer ciertas cosas a escondidas, por lo que pudieran ver sus compis de piso. Y ahora seríamos más libres, decía.

Hablando de libertad, desde que habíamos establecido la relación abierta hacía dos semanas, nada había pasado. Yo me temía que Nuria estaría mirando posibles perfiles en Tinder y que era cuestión de tiempo que se tirara a otro hombre. Por lo demás, Nuria había vuelto al trabajo presencial, por lo que después de tener uni los dos por la mañana, ella se iba al trabajo y volvía sobre las siete y media. Como yo tenía la tarde libre, solía hacer la cena.

El jueves, sin haberme avisado previamente, Nuria no apareció para cenar. Su móvil estaba apagado. Me pareció muy raro, pregunté a las compañeras de piso si sabían algo pero nada. Como no podía hacer nada más, decidí esperarla en casa viendo una serie.

Finalmente, sobre las doce de la noche, llegó a casa. Al entrar en la habitación, la vi. Estaba despeinada y su maquillaje medio corrido. En seguida intuí lo qué había pasado. Me levanté de la cama y la miré fijamente, estudiando sus detalles. Ella me miró incómoda y me preguntó qué me pasaba. Al preguntarle al respecto, me afirmó con toda la naturalidad del mundo que sí, que acababa de follar con otro tío. Y que no sé qué me extrañaba al respecto, ya que era lo que habíamos acordado.

Ante esa respuesta, yo no sabía muy bien qué decir. Me quedé callado. Entonces Nuria me dijo:

-Esclavo, puedes volverme a comer el coño. Es más, quiero que me lo comas ahora mismo.

Yo no me lo podía creer. Por fin podía volver a disfrutar de su vulva, pero acababa de ser usada por otro hombre. Probablemente olería a polla. Ahora entendía porqué Nuria me había mantenido en abstinencia tantos días. Ella se intuía lo que estaba pasando por mi cabeza, y para evitarme pensar más, se desnudó rápidamente y me tumbó en la cama. Pude ver su coño usado, bastante rojo e irritado, justo encima de mí. Me predujo una sensación de envidia y frustración muy grande. Pero no pude pensar mucho más. El coño impactó contra mi boca. Inmediatamente sentí el sabor a polla. Nuria movía su cadera sexualmente sobre mi boca. Yo sacaba la lengua, ávido de su sexo. Poco a poco el sabor de la polla se empezó a ir, y mi disfrute fue en aumento. Y entonces, sentí sabor a semen. Cerré la boca instintivamente e intenté quitarme, pero Nuria me cogió de los brazos y apretó más su pelvis contra mi cara. Yo abrí los ojos, sorprendido. Nuria me miraba fijamente, muy seria. Después, inclinó su pelvis más hacia arriba, dejando su ano en mi boca. Mientras lo penetraba como podía con la lengua, Nuria se corría frotándose el clítoris. Después limpié su coño, y me soltó. Yo estaba cachondo perdido, quería seguir.

-¿Cómo se dice?

-Gracias. –Le respondí y me miró mal. –Gracias ama.

-Ya te puedes ir acostumbrando a esto esclavo. Me ha encantado que me comas el coño con sabor a la polla de otro hombre.

-Gracias por dejarme comer tu coño de nuevo. Me encanta hacerlo, darte placer.

Nuria me cogió la mandíbula con la mano, sonriendo. Yo busqué sus dedos con mi boca, pidiendo ser penetrado por ellos. Ella lo entendió y me metió tres dedos hasta la campanilla.

-Vaya perra estás hecha. No te ha bastado el semen, quieres toda la polla para ti eh?

Asentí como pude. Me metió un dedo más en la boca. Empecé a toser pero ella siguió.

-No me muerdas esclavo. Abre bien la boca.

Hice lo que me pedía y metió la mano aún más. Yo respiraba como podía por la nariz. Cuando sacó la mano, me restregó la saliva por la cara. Yo gemía de placer. Empecé a besar, a lamer sus muslos. Entonces me cogió del pelo y poniéndose de espaldas a mí me hizo comerle el culo un rato, mientras ella se tocaba de nuevo. Se corrió de nuevo, y ahí acabo la cosa. Acto seguido me quitó la jaula de castidad, me masajeó un rato los testículos, y nos fuimos a dormir.

Me desperté con una gran erección, que Nuria notó porque le frotaba mi polla contra su culo. Me sonrió y me dejó seguir un rato, hasta que vio que estaba disfrutando demasiado. Entonces se giró y se puso encima de mí, con su coño sobre mi polla tiesa que me apretaba el abdomen. Entonces me cogió del cuello y empezó a ahorarme mientras nos mirábamos fijamente sin decirnos nada. Hizo amigo de escupirme en la cara, pero finalmente no lo hizo. Me soltó, y nos fuimos a desayunar.

(continuará)

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