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Femdom de cuarentena. De novio a esclavo en castidad (7)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Unos minutos después fui al baño. Quería ducharme, sentirme limpio. Al volver en toalla al cuarto de Nuria, me preguntó:

-¿Cómo te sientes?

-Me ha gustado mucho la experiencia. Pero creo que igual esto está yendo muy rápido, y no sé a donde va la relación. Vale que el sexo es importante, muy importante, pero llevábamos diez días sin vernos y no esperaba esto al venir a tu casa, la verdad.

-Pero no te negaste.

-¿Qué?

-Que cuando te abrí, te mandé desnudarte y te dije que vendría un chico, no te negaste.

-Sí, cierto. Me puso muy cachondo la situación. Y sigo cachondo joder. Llevo sin correrme diez días y de verdad que no puedo más.

-Bueno, tranquilo que pronto te dejaré correrte.

-Vale. Pero más allá de eso. Que sí, que me encantan esos momentos de sexo tan especial, pero, ¿qué pasa con nuestra relación? ¿A dónde está yendo?

-De eso quería hablarte hoy, Iñigo. He estado pensando mucho estos diez días sobre lo que hablamos antes de que me fuera de tu casa. Y cada vez tengo más claro que quiero abrir la relación. Te quiero, pero también quiero follar y relacionarme con otros hombres. Pese a ello, quiero que tú ocupes un lugar importante en mi vida en general y en la sexual, claro.

-¿Qué quieres decir con eso? No seas tan abstracta.

-Que lo de hoy ha sido solo el comienzo, eso quiero decir. Además, Iñaki es un chico cualquiera que no tengo el mayor interés en volver a ver. Solo me interesó para hacerte probar tu primera polla. Pero quiero abrirme una cuenta en una App de citas, y conocer a chicos nuevos. Me apetece follar mucho y con muchos. Tú podrás participar, pero tal como lo decida yo. Y también puedes follar tú con otras tías, obviamente. Por lo demás, nuestra relación puede seguir igual. Quiero seguir haciendo planes contigo, no te creas que ahora ya solo te quiero como esclavo sexual. Y quiero plantearte una cosa más, y va muy en serio.

Yo la miré expectante, temiéndome lo peor.

-Quiero que vengas a vivir a mi piso.

Yo no me esperaba esa propuesta. Es cierto que durante la cuarentena habíamos estado bien, muy bien, desde el cambio en nuestra relación. Pero también sabía que me gustaba tener mi espacio, dormir solo cuando quería. Por no hablar de que mi casa era mucho más grande y cómoda que la de Nuria. Pero aun así, llevaba tiempo queriendo irme de casa, ya que al fin y al cabo era de mis padres, y no me sentía libre allí. El dinero, sin embargo, era el primero de los obstáculos para marcharme. Nuria, viendo que no decía nada, y adivinando mis pensamientos, continuó:

-Por el alquiler ni te rayes, de verdad. Yo lo he llevo pagando sola todo este tiempo, y puedo continuar así.

Evidentemente antes o después esperaría que buscaras alguna fuente de dinero, pero ya veremos más adelante. El motivo por el que quiero que vengas creo que es fácil de entender. Me lo he pasado demasiado bien esas semanas en tu casa, y durante estos diez días no he podido disfrutarte. Además, el control de la relación sexual también se ha hecho mucho más complicada. Que no digo que no te crea, estoy segura que no te has corrido en estos diez días. Pero si realmente quisieras hacerlo, podrías tranquilamente. Y que me dieras tu llave de la jaula no creo que sea una posibilidad. Es muy arriesgado para la higiene y podrías quedarte disfuncional muchos meses si la llevas ininterrumpidamente. En fin, que te quiero conmigo todos los días. Quiero poder controlarte efectivamente, poder esclavizarte cuando me apetezca y seguir las dinámicas que empezamos en tu casa. Y creo que para que esto se haga posible tenemos que vivir juntos.

Por más que lo intentaba, no conseguía encontrar razones en contra de sus argumentos. Me daba vértigo perder mi espacio, mi privacidad de forma permanente. Pero la posibilidad de vivir con Nuria y verla todos los días era un sentimiento más fuerte aún. Sin embargo, aún me quedaba una cuestión sin resolver:

-A ver, no te voy a mentir. Me hacen muy feliz tus palabras. Tenía serias dudas de que siguieras sintiendo lo mismo por mí, al querer abrir la relación. Pero que quieras que vivamos juntos me deja mucho más tranquilo. Por mucho que… -Nuria me interrumpió.

-Espera. Antes de decirme nada sobre la propuesta, si quieres piénsatelo bien. No tienes porqué responderme ahora. Dale unas vueltas, y ya me dirás.

-Creo que tengo las cosas sufrientemente claras. Mi única duda seria es sobre cómo funcionará lo de la relación abierta, y aquí quiero dejar algo claro. Vale, podemos follar con otras personas, pero no quiero que traigas a otros chicos aquí para tu propio disfrute. Si eso, si es un chico bisexual que también quiera conmigo, como lo de hoy, adelante. Pero si se trata de ligues tuyos, en su casa siempre, ¿vale?

-Joder, ¡¿entonces aceptas venir a vivir conmigo?!

-Sí, pero con esa condición. –Dije lo más serio que pude.

-Vale, está bien. Será así, te lo prometo.

Nos miramos fijamente. Una sonrisa cálida salía de nuestras bocas, que se juntaron en un beso muy íntimo. Nuria me cogió el cuello con su mano, y empezó a frotarse contra mi cuerpo.

-Joder, qué cachonda que me he puesto viéndote comer una polla, y con la lefa en tu cara junto a mi saliva. Anda, abre la boca.

Hice lo que me pedía y recibí su escupitajo en plena lengua. Seguimos besándonos. Mi toalla fue poco a poco deslizándose por mi cintura, y me quedé desnudo. Siguiendo el beso, Nuria movió su mano hacia mi entrepierna y me intentó tocar la polla. Pero entonces se dio cuenta que seguía con la jaula. Se levantó de la cama, buscó la llave, me mandó acostarme boca arriba en la cama, y abrió la jaula. En seguida, con ayuda de un aceite especial, empezó a masajear mi polla, con sus dos manos. Quería sentirla bien. Y después de unos minutos en los que mi miembro se acostumbró a la libertad y recobró la erección, sin pensárselo dos veces se la metió por su hermoso coño y empezó a cabalgarla.

Yo estaba en éxtasis. Llevaba tiempo sin follar con ella y se sentía increíble. El calor del interior de su coño era maravilloso, y pronto estuve cerca del orgasmo. Nuria se dio cuenta de ello por mi cara, pero en lugar de frenar sus movimientos, me dijo que me corriera. Aliviado, cerré los ojos y me dejé llevar. Sentí como una corrida enorme, se metía hasta el fondo de su coño. Después de diez días sin hacerlo, sentí que nunca me había corrido tanto, y que mis huevos por fin respiraban.

Nuria se quedó un rato más con mi polla dentro, a lo que le siguió algo que esperaba, y secretamente deseaba, que volviera a hacer. Acercó su coño a mi rostro, y lo limpié hasta quedó impoluto. Como remate final, Nuria me volvió a poner la jaula. La besó tiernamente, y nos vestimos.

Durante los siguientes días preparé la mudanza. Les expliqué a mi hermana y padres que me mudaba con mi novia, cosa que les sorprendió bastante, pero aceptaron de buenas maneras.

Los primeros días en mi nuevo hogar fueron bien. Hicimos algunos cambios en su cuarto, compramos una cajonera más, y poco a poco me fui acostumbrando a dormir allí diariamente.

Respecto a la vida sexual, durante esos primeros días decidimos tomarnos un respiro. Nuria me quitó la jaula de castidad, y no hicimos gran cosa, salvo sexo normal un par de veces. Como era ella, por mutuo acuerdo, la que decidía lo que hacer o no sexualmente, yo acepte esta situación pasivamente, y pese a que le pregunté al respecto pasados cinco días sin femdom, esquivó mi pregunta como pudo y cambió de tema. Algo trama, pensé yo. Y no iba muy desencaminado.

A la semana, llegué de la Uni, y ella ya estaba en casa. Me esperaba en la habitación, tumbada sobre la cama, desnuda y con el dildo strap on negro más pequeño, acoplado a su pelvis. Nada más pasé, me ordenó que me desnudara yo también, y procedió a ponerme la jaula de castidad. Acto seguido, me untó mucho lubricante en el ano, y me ordenó que me pusiera en cuatro sobre la cama. Todo fue muy rápido, sin darme tiempo ni a asimilar la situación. Llevábamos siete días sin ningún tipo de femdom, y ahora en cuestión de dos minutos estaba con mi culo en el aire, esperando a ser follado después de bastante tiempo. Como le gustaba a Nuria romperme los esquemas, sorprenderme, imponer su voluntad mediante caprichos.

Me folló durante un buen rato. Al inicio me incomodó muchísimo físicamente. Con el paso de los minutos lo incómodo se transformó en placer, y nuevamente en incomodidad. Pese a su ritmo constante, no conseguía ni de lejos estimularme lo suficiente como para llegar al orgasmo. Aguanté el tiempo como pude, arqueando la espalda y cruzando los brazos sobre la cama, en los que apoyaba la cabeza cerrando los ojos. Al cabo de veinte minutos, Nuria seguía. Yo lo estaba pasando realmente mal, porque nunca me había follado tanto tiempo. Pero por orgullo, no quería mostrarme débil, por lo que no dije nada.

Por fin, casi a la media hora, en la que no había sacado el dildo ni una sola vez, por fin frenó, y lo fue sacando lentamente. Me quedé con una sensación de vacío y alivio total. Me tumbé sobre la cama de espaldas, y solté un gran suspiro. Pero entonces Nuria me ordenó que me pusiera en cuatro de nuevo inmediatamente, cogiéndome del pelo. Una vez en cuatro de nuevo, sin ver lo que pasaba, esperé. Nuria había adivinado el enorme alivio que había sentido al sentir mis entrañas sin la presencia de un extraño miembro en ellas, y me dijo:

-Lo siento pero no puedo permitir que te sientas tan aliviado después de esto.

Entonces procedió a ponerme el plug anal más ancho de todos. Por la follada de antes, no le resultó muy complicado. Una vez con él, pude incorporarme. Sentí inmediatamente la incomodidad. Pero me dio a la vez mucho morbo.

-Lo vas a llevar hasta nuevo aviso. ¿De acuerdo esclavo?

-Sí, ama.

-Así me gusta. Ya puedes vestirte, se acabó la sesión. Cambiando de tema, ¿te apetece ir ahora a la nueva exposición del Reina Sofía sobre dadaísmo?

-Emmm, sí, venga. ¿Pero entonces tengo que llevarlo en la calle también?

-Claro cariño. Dije hasta nuevo aviso.

Salimos a la calle, y se hacía muy incómodo andar, porque sentía como el plug iba tocando varias partes de mi culo al ritmo de mis pasos, y volvía a tener la jaula de castidad, después de muchos días sin ella. Pero nos pusimos a hablar, y sorprendentemente al cabo de unos minutos se me olvidó casi del todo la presencia del plug. Al sentarme en el bus, sin embargo, volví a acordarme intensamente de él, ya que se me metió hasta el fondo. Nuria lo notó, y me besó medio riéndose.

Una vez en el museo, Nuria me dijo que estaba demasiado cachonda y que quería que fuésemos al baño. Entonces se sentó en el váter, y mandándome ponerme de rodillas, empecé a chuparle el coño mientras la penetraba con dos dedos, hasta que se corrió dos veces. Después limpié tanto mis dedos como su coño con mi lengua, y salimos. Mientras ella se había quedado súper a gusto, yo era ahora el que estaba súper cachondo. En consecuencia, no podía disfrutar mucho de la exposición, ya que por mucho que lo intentara, mi polla pedía a gritos ser liberada y sentía como el líquido preseminal humedecía mis calzoncillos. Fui hacia Nuria y se lo dije, mientras le metía mano en su coño, de lo caliente que estaba. Ella reaccionó sorprendida y me la retiró inmediatamente.

Como si esto no fuera suficiente, al volver a casa mi calvario aumentó. Primero, Nuria se quitó las bragas. Yo pensaba que querría que le comiera el coño de nuevo, pero no. Escupió sobre ellas, y me las metió en la boca, seguido de un gag. Si creía que el gag era incómodo, imagínate con unas bragas entre la garganta y el gag. Evidentemente, empecé a tener arcadas y a toser. Mientras, Nuria me hacía fotos. Estuve a punto de quitarme el gag yo mismo, pero me contuve. Miraba fijamente a Nuria pidiéndole clemencia, y mientras sentía como mis ojos se llenaban de lágrimas por la incomodidad física que me estaban generando sus bragas.

-Esto, por lo de antes, Iñigo. Que sea la última vez que me tocas de forma tan descarada en público sin mi consentimiento. Si hemos acordado que yo tengo el control sobre nuestra relación sexual, actúa en consecuencia.

Yo intenté decir “perdón” como pude, pero solo salieron de mí unos sonidos incomprensibles. A Nuria esto le hizo mucha gracia y me cogió de la mandíbula riéndose.

-¿Cómo dices?

Yo callé y la miré entre serio y enfadado. Mi orgullo me impedía seguir jugando a su juego. Ella lo entendió, y me quitó el gag. Pero para demostrarme que ella seguía teniendo el control, me hizo mantener las bragas en mi boca un rato más, y cuando por fin las sacó, llenas de mi húmeda saliva, escupió nuevamente en ellas y las restregó sobre mi cara. Yo seguí mirándola enfadado, pero no me atreví a decir nada.

-Necesito ser follada. –Me dijo mientras se tumbaba sobre la cama–. ¿Qué prefieres, que me folle otro chico o que me folles tú con el strap on? Ya estás tardando en ponértelo.

Sin responder, hice lo que me pedía. Se hacía tan raro tener un dildo pegado a mí, justo arriba de mi polla enjaulada. Y más raro aún era penetrar a Nuria moviendo mi pelvis, pero sin sentir nada. Se creaba una disonancia cognitiva curiosa, que confundía a mi cerebro y le hacía pensar a ratos que el dildo era mi verdadera polla.

Conforme la follaba y la veía disfrutar sin poder sentir nada yo, crecían mis ganas de al menos comerle el coño. Lo veía tan cerca de mí, tan abierto y brillante, y sin embargo ninguna parte de mí lo estaba disfrutando sensorialmente. Nuria se dio cuenta de cómo se lo estaba mirando fijamente, y decidió torturarme aún más, cambiando el strap on de mi cadera a mi cara. Ella seguía arriba de mí, cabalgando mi cara. Ahora tenía su coño a centímetros de mi boca, pero nada más.

-¿Quieres comerme el coño eh esclavo? Jajaja

Después de correrse tres veces, con su corrida bien espesa en todo el dildo, me lo quitó de la cara.

-Si dejas bien limpio el dildo, igual te dejo comerme el coño.

Cachondo perdido, lo cogí inmediatamente y me lo metí en la boca lo más profundo que pude, mientras Nuria me miraba masturbándose. Después ella misma cogió el dildo y me lo fue metiendo a su antojo. Cuando ya no quedaba rastro de corrida en el dildo, la miré suplicándole. Ella respondió poniéndome sus dedos, con los que se estaba masturbando, en la boca. Los metí enteros en mi boca, hasta que metió casi su mano entera. Sus dedos me llegaban casi a la campanilla. Me encantaba. Era realmente mucho más estimulante, placentero y erótico tener sus dedos dentro de mi boca, a tener un pedazo de plástico como era el dildo. Me gustaba mucho más sentir su calor, su carne moviéndose dentro de mi boca inmovilizada.

-Me apetece mucho que me comas el coño, esclavo. Pero no lo vas a hacer. Así aprendes a comportarte la próxima vez. Ahora, túmbate en el suelo paralelo a la cama.

Una vez en esa posición, Nuria me puso las dos plantas de los pies, que estaban bastante fríos, en la cara. Era desagradable pero a la vez erótico. Saqué la lengua, cosa que le gustó a Nuria, que procedió a meterme los dedos de su pie en la boca. Uno por uno, pasé la lengua por ellos, y cuando se cansó, me metió el pie aún más profundo. Sentía sus dedos muy cerca de mi campanilla, era realmente incómodo por lo ancho que es un pie. En consecuencia, mi boca no paraba de segregar saliva, y empecé a toser. Nuria sacó el pie, ahora caliente y brillante por mi saliva. Me lo pasó nuevamente por la cara y metió el otro. Con el pie en mi boca, se puso de pie y dejó caer un hilo de saliva sobre mis labios, lo cual me puso todavía más cachondo. Además, tenía justo encima el coño de Nuria, siendo frotado intensamente por sus dedos. Llegó al orgasmo, me dio un beso rápido con lengua, y se marchó al baño. Al volver y encontrarme en la misma posición, me dijo que qué hacía, y que ya había terminado la sesión. Para mi enfado, no solo no había podido follar, sino que no había podido ni disfrutar del coño de Nuria, que era lo único que realmente me saciaba de no poder llegar al orgasmo. Lo que no sabía es que la próxima vez que volví a probar su agujero, sería algo tan desagradable para mí.

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