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Tiempo de lectura: 5 minutos

Mi mujer, Lucy, con la que estamos juntos desde hace veinte años, había tenido un matrimonio anterior y del mismo había concebido cinco hijas, ya grandes ellas solían venir a las fiestas a nuestra casa o nosotros íbamos a las de ellas. Todo dependía de quién se hacía cargo de invitar al resto.

Faltaba una semana para que fuera 24 de diciembre, no iba a ser una navidad más, Lucy llegó del supermercado y me dijo:

-Tito el 24 las chicas se van con las familias de sus parejas, la única que va a estar sola es Daniela, porque sus hijos se van con sus padres.

-Bueno -le digo- decile que venga, no se va a quedar sola en su casa, incluso invítala a que se quede a dormir acá y almorzamos el 25 también los tres. ¿Qué te parece?

-Me parece muy bien -me dijo.

Igual, le comenté con un susurro al oído:

-me vas a hacer la fiestita… ¿no?

-Claro -me contestó- de eso no te quepa duda, tengo ropa interior nueva para ese día, mi amor.

-¡Qué bueno! -digo yo.

Y llegó el 24, Lucy se duchó a eso de las seis de la tarde y yo lo hice inmediatamente después.

Le pregunté:

-¿a qué hora viene tu hija?

-A eso de las nueve -me dijo-. Le pedí que se ponga pollera porque a vos te gusta. Viste que Daniela es muy del jean.

-¿Y lo va a hacer? -le pregunté incrédulo.

Ella me contestó:

-sí, eso me dijo.

Mi mujer se había puesto un vestido muy liviano, con breteles muy finos, con lo cual no llevaba corpiño, se podían ver a través de esa tela tan fina, la erección de sus pezones, cosa que me excitaba mucho.

Yo me había puesto un pantalón liviano de color negro, soy de usar colores tradicionales y una camisa, celeste con unas pequeñas rayas, muy delicadas, por cierto.

A eso de las nueve y quince llaman a la puerta. Era Daniela, vestida con una remera blanca y con una pollera de color rojo y por arriba de las rodillas. La verdad estaba muy linda.

Nos saludamos los tres y yo propuse hacer un brindis, a Lucy como a su hija le gusta la cerveza, entonces fue a buscar tres vasos y brindamos por nosotros.

Tipo diez de la noche fuimos a la mesa, Daniela pasó primero, luego mi mujer, que llevaba unos platos con algunas exquisiteces y le metí una mano en ese culo grande que tiene, se dio vuelta y me regaló una sonrisa.

Nos sentamos a la mesa, Lucy y yo en uno de los laterales y enfrente de nosotros Daniela, cenamos frugalmente, yo tomo siempre agua, pero las mujeres no dejaron a la cerveza tranquila, tomaron en una buena medida. Conversamos y nos reímos bastante. Yo siempre con mis chistes con doble sentido que me eran festejados tanto por mi mujer como por su hija. Entre otras cosas, le comenté a Daniela que su madre me iba a hacer la fiesta esta noche.

En algún momento Daniela propuso poner una cumbias para escuchar y a mí se me ocurrió sacar a bailar a mi esposa, mientras ello ocurría le toqué de nuevo el culo y ella me respondió con un hermoso beso de lengua. Eso hizo que se me parara la verga. Daniela, a todo esto, miraba de soslayo mientras sonreía cada vez que yo la miraba.

Más tarde la saqué a bailar a ella y accedió, mientras mi mujer se sentaba a la mesa, la tomé de la cintura y le apoyé en su entre pierna mi verga semi rígida, me miró y no me dijo nada, corrió la vista y siguió bailando conmigo sin separase de mi cuerpo.

Y llegaron las 12 de la noche y brindamos con sidra y otras bebidas. Lucy estaba algo más que alegre, Daniela también, pero algo menos.

A eso de la una y media de la mañana me fui al baño. Cuando volví, Lucy estaba sentada, pero muy dormida en un sillón doble que tenemos en comedor, Daniela llevaba a la cocina unos platos para lavarlos recién por la mañana, y me dijo de paso: me parece que hoy no vas a tener fiestita.

Esperé que volviera de la cocina, me puse con ella parado delante de su madre que estaba en el sillón, pasé mi brazo por sobre su hombre y le dije con voz muy suave:

-no vayas a creer.

-¿En serio, me lo decís?

-Por supuesto -le respondí-. ¿Querés pasar una Navidad como nunca has pasado antes ni como volverás a pasar en tu vida?

-¿Qué me decís lico? -me dijo.

-Eso. Si querés pasar una navidad distinta. -Le repliqué.

-¿Y cómo sería eso? -Me dijo con asombro.

-Bueno, mirá, hace muchos años que estoy con tu madre, cuando ella se duerme, las primeras dos o tres horas no se da cuenta de nada y no hay nada que la despierte. -Le conté.

-¿Y, seguís sin decirme nada? -Me dijo.

-Bueno -le seguí contando- si vos me acompañás y la llevamos a la cama, le sacamos la ropa, solo tiene esta solera y una mínima tanga, la recostamos boca arriba… hice un silencio…

-¿Qué pasa entonces? -Me dijo con ansiedad.

-Te muestro como me la cojo -le dije-. Vos te acostás del otro lado de la cama y mirás, vas a tener una vista privilegiada.

-¡¡¡Estas muy loco, mirá si se despierta!!! -Me dijo casi azorada.

-No, le contesté, no va a ocurrir eso, ya la he cogido varias veces dormida y solo se da cuenta de ello si le digo por la mañana siguiente o si va al baño y se le cae la leche de la concha cuando va a mear. Así que no te hagas problema.

-¿Me lo asegurás? -Me dijo con ojos saltones y con morbo en su rostro.

-Te lo aseguro, querida -le dijo con una sonrisa.

-Bueno -me dijo.

Llevamos a Lucy a la cama, la desnudamos y la recostamos boca arriba, estaba hermosa con sus bellas tetas y su concha peluda, tal como me gusta.

Daniela rodeó la cama, y se sentó del otro lado de la misma.

Yo me puse de espalda, me saqué la camisa, los zapatos y las medias, desabroché mi cinturón y me saque los pantalones, luego me quité el slip blanco que tenía puesto, me di vuelta frente a ella con mi verga erecta. La miré con una leve sonrisa y en voz muy baja le dije señalando mi pija:

-¿te gusta? -Me miró y me devolvió la sonrisa.

Yo me dirigí hacia la parte izquierda de la cama, separé suavemente las piernas de Lucy, y apunté mi verga hacia su concha, entró con un mínimo de esfuerzo, y comencé a cogerla lentamente mientras Daniela miraba con asombro y libidinosamente. Yo seguía con mi faena de entrar y salir de la concha de mi mujer. Estimo que Daniela estaba un poco caliente. Me detuve. Ella estaba muy cerca de nosotros. Y comencé a acariciar su rodilla hasta deslizar mi mano sobre su muslo… llegué a su bombacha, la corrí con los dedos de mi mano izquierda y le introduje dos dedos en la concha. Estaba mojada.

Salí del cuerpo de Lucy, me paré al lado de la cama, la rodeé y me llegué hasta el otro lado donde estaba Daniela, ella estaba sentada y yo parado con lo cual mi verga estaba a la altura de su boca. En voz muy baja le dije:

-chupame.

Me miró y comenzó a succionar mi verga y a acariciarla con su mano. Yo comencé a tocarle las tetas, luego la levanté, le di un beso de lengua y le toqué el culo y la concha por sobre la pollera. Le dije:

-vamos a la pieza de al lado que te quiero coger.

-¡¡¡Estás loco, mirá si se despierta mi vieja, nos mata a los dos!!! -Me dijo, casi por compromiso de decir algo.

-no, ni tengas en cuenta eso, te dije que no pasa nada, nena. -Le dije.

Fuimos a la pieza de al lado, le saqué la remera e inmediatamente el sostén, tenía unas tetas enormes, con enormes pezones muy marrones, me excitó más de lo que estaba, al tiempo que chupaba sus tetas, le saqué la pollera, la tumbé sobre la cama de una plaza y le quité la bombacha, quedó ante mis ojos su bella concha, abrí sus pernas y comencé a pasar la lengua por su hendija. La di vuelta y le besé el cuello y recorrí su espalda hasta llegar a su culo, abrí sus cantos y le pasé la lengua por su dilatado agujero, le pedí, casi le imploré, que me dejara meter mi verga en su culo y me dijo que sí.

Luego la puse boca arriba y entré en su concha… era un placer enorme estaba mojada y muy caliente… instantes nomás y no pude contenerme y exploté dentro de ella derramando toda mi leche en su interior. Me quedé recostado sobre Daniela hasta que pudiera recuperarme de esa noche turbulenta.

-Viste -le dije- que no pasó nada, tu madre duerme y no se ha despertado, por tanto no tenés que preocuparte de nada.

-Está bien, pero ahora ándate con ella. -Me dijo casi como un reto.

Despaciosamente me dirigí a la habitación en donde estaba Lucy y me acosté al lado de ella.

El sol había salido hacía un par de horas, mi mujer dormía producto de los vapores de la cerveza, la vi desnuda y me calenté mucho, abrí sus piernas y empecé a lamer su concha, ronroneó, como una gata, y me dijo:

-hola amor.

-cómo estás mi vida –le digo yo y en ese momento subí y le metí la pija en la concha.

-Feliz Navidad… -me dijo.

Yo le dije:

-Feliz navidad, bichi, tengo que contarte algo…

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