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Fantasías de una hija (partes 1 y 2)
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Lucy había regresado del trabajo. Siendo una joven de apenas 23 años, su figura resaltaba ante la mirada morbosa que varios hombres le lanzaban mientras caminaba en la calle.

Sus largas y delgadas piernas deslumbraban con la combinación de sus pantimedias, haciendo que fuera deseada ante la vista de señores de todas las edades que no dudarían un instante en llevarla a un cuarto de un motel para darle la follada de su vida y disfrutar de su exquisito y firme cuerpo.

Llegando a casa se sometió ante la pregunta de su padre quién con un tono desafiante le preguntó sobre su paradero en todas estas horas.

—Fui a una entrevista de trabajo, padre.

—A estas altas horas de la noche no puedes estar afuera. Con esa ropa de secretaria que llevas levantarás la morbosidad entre los hombres.

—"Hombres", ¿Eso te incluye a ti?

—No digas estupideces.

—Entonces, tampoco te enojes por cosas sin sentido. Me iré a bañar. Si viene mamá,

Ella continuó su camino y dejó a su padre, quién a propósito prestó atención ante la siguiente escena que pasaría por sus ojos.

Subiendo las escaleras para llegar al piso de arriba, la falda de su hija no dejó nada a la imaginación. Estaba usando ropa interior blanca que resaltaba de forma excitante sus muy preciosas nalgas que incluso dejaban un leve rebote con cada paso que daba.

Sin perder el tiempo, los pantalones del padre se pusieron apretados. Una fuerte reacción ardiente recorrió su entrepierna y una angustia por comenzar a manosearse ante esta vista tan perfecta que tenía sobre su bella creación le frustraba.

Cuando su hija desapareció de su vista, urgido por las ganas de autocomplacencia fue hasta su cuarto y sacó de uno de los burós un encaje de color morado que había robado del cuarto de su hija.

Bajó sus pantalones como si le estuvieran quemando y dejó su miembro duro como madera al descubierto. Con gran excitación comenzó a masturbarse mientras olía el encaje perteneciente de ese hermoso trasero que adoraba observar.

—Oh, Lucy. Tu olor es tan excitante.

No recordaba la cantidad de veces que había realizado esto. Desde que su esposa dejó de satisfacerlo, un gran problema se había desarrollado. No importaba la cantidad de prostitutas que pagara y follara para quitarse esta urgencia, su miembro solo resaltaba de esta forma con la exquisita figura de su hija.

Pensando en la cantidad y formas en que ella podría brindarle para follarla usando su coñito, una extensa cantidad de semen no tardó en salir, no sin antes poner el encaje justo en la punta del pene.

El encaje de su preciosa hija había quedado hecho un desastre al estar manchada con su líquido blanco, pero para él esto todavía no había terminado.

Parte 2.

El día había sido muy largo para Lucy. Suspiró y se desprendió de su ropa para quedar totalmente desnuda. Su cuerpo claro y delgado estaba empapado de sudor con unas gotas deslizándose entre sus pechos bien desarrollados.

Se metió a la ducha y girando el grifo de agua dejó esparcir todo el líquido en su joven y firme cuerpo. El olor del jabón desapareció al del sudor en cuestión de poco tiempo.

A los pocos minutos, su cuerpo comenzó a sentirse deseoso. Sus manos, que parecían ser controladas por sí mismas, fueron directamente hasta la zona baja de su entrepierna.

Deseosa por sentir placer, sus dedos le ayudaron para intentar sofocar la llama que tenía en su interior.

Dictada por su perversa imaginación, recordaba todas las miradas perversas que esos hombres habían tenido al verla. No importaba si fueran los de la calle, o los de la oficina, ya que incluso los mismos entrevistadores no dudaron en centrar su mirada en sus pechos o piernas largas cuando entraba a tomar asiento.

Dejándose llevar por el placer que le brindaban sus dedos, no hubiera rechazado la oferta si uno de los entrevistadores le hubiera dicho que debía usar su boca para conseguir el trabajo. Como si tuviera un miembro de frente, lo saboreaba deslizando su lengua en sus labios.

Al sentir que sus dedos no eran suficientes, recurrió a un estimulador que tenía en su bolsa y comenzó a recorrer sus labios de abajo hasta tocar el punto sensible.

Tan solo de imaginar cómo en la calle varios hombres pudieron sujetarla y llevarla a un callejón para después arremeter contra su cuerpo uno a uno para terminar dejándola saciada por dentro, sus fluidos caían hasta el suelo de la ducha.

Cuando sus fantasías perversas la dominaron, los espasmos no faltaban en hacerse presentes mientras evitaba dejar salir sus quejidos del fuerte placer que sentía.

—Estoy a punto. Me están follando entre todos.

Sus piernas se juntaron y el placer explotó justo en medio de ellas. Temblorosa y exhausta por la tremenda autosatisfacción que se había dado, decidió quedarse otro rato más sentada en la ducha.

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