back to top
InicioSexo con madurosFantasía de una mujer casada con un hombre mayor (parte 2)

Fantasía de una mujer casada con un hombre mayor (parte 2)
F

el

|

visitas

y

comentarios

Apoya a los autores/as con likes y comentarios. No cuestan nada.
Tiempo de lectura: 10 minutos

Aunque hace demasiado tiempo de mi anterior relato, ofrezco la continuación del mismo, prometiendo, si os gusta, continuar la historia más asiduamente.

***************

Rápidamente, fui a la cocina. Ni siquiera me molesté en guardar mis pechos en el suje. Para qué, pensé.

En la cocina, dudaba. ¿Qué podía ofrecerle?, ¿Una cerveza? Mi marido y yo no somos de beber mucho y casi no tenemos botellas de alcohol en casa. Pero, para ocasiones especiales, tenemos una botella de Ron Cacique guardada en uno de los armarios inferiores de la cocina.

La saqué y preparé dos copas. Una, bien carga, para Pepe. La otra, algo menos llena, para mí. De mi copa, apenas di un traguito. Como dije en mi anterior relato, no soy de beber mucho y no quería estropear esa noche.

Cogí las dos copas y me dirigí, aún con mis pechos por encima de mi suje, al salón.

Cuando llegué, casi se me caen las copas al suelo por lo que vi.

A Pepe, totalmente desnudo, sentado en el sofá, mirándome, muy serio. Su ropa, arremolinada en el suelo. Yo le contemplaba desde el quicio de la puerta que separa el salón del pasillo.

Veía esa descomunal barriga, llena de vello cano. Su escaso pelo cano ya estaba perlado de sudor (hacía calor).

-¿Te vas a quedar ahí o qué? –Me dijo, muy serio

Caminé hacia él mientras notaba como un escalofrío recorría mi espalda. Le entregué su copa y bebí un trago de mi copa. Trago, que casi escupo de la emoción al escuchar sus palabras:

-Venga, puta, hazme un striptease mientras me toco. Y más vale que el bailecito sea sexy, porque si no, me largo sin darte lo que te mereces, puta.

Con una mano, sostenía con la copa. Con la otra, se tocaba su miembro. Ese miembro, pequeño, grueso, que me había metido en la boca en el coche.

Me quedé petrificada unos instantes. Un striptease. En mi vida, había hecho alguno. Sí, me gusta bailar, claro. Pero hace tiempo que no salgo a bailar y menos con mi marido. Y encima, había dicho “más vale que el bailecito sea sexy”. Tenía que hacerlo bien. Muy bien.

Empecé a mover la cintura y las caderas, levantando mis brazos. Al hacerlo, mis pechos se movían. Pepe, no me quitaba ojo. Me miraba, serio. Me recorría con su mirada de sátiro.

Sus ojos, clavados en mi cuerpo, me hacían sentir, aún mas puta. Me saqué la blusa y se la lancé, riendo. La cogió al vuelo y la tiró cerca de donde estaba su ropa. Sin dejar de mirarme.

Aunque mis pechos estaban, desde hacía tiempo, fuera del suje, decidí liberarlos del todo. Desabroché el corchete de mi sujetador negro. Mientras lo hacía, mi cintura se movía como jamás pensé que pudiera hacerlo. Esta vez, dejé caer mi suje, al suelo.

Por fin, mis pechos estaban totalmente a la vista de Pepe. Pepe, emitió un gruñido, mientras su mano derecha, subía y bajaba, lentamente por su miembro. Se incorporó un poco, moviéndose, inquieto, en el sofá. La izquierda, aún sujetaba la copa, de la que dio un gran trago.

-Joder, qué melonacos –Me dijo, mirándome, con esa mirada de sátiro que tanto me ponía.

-¿Te gustan? –Le respondí, cogiéndomelos, con ambas manos.

-Joder qué ganas tengo de meter mi polla entre ellos.

-Cuando quieras –Le dije, excitadísima.

-Ahora, no. Continua con el bailecito.

Continué, como loca, menando cintura y caderas. Mis pechos, se movían frente a Pepe, mientras él los seguía con la mirada.

Hasta que, excitada, como nunca antes lo había estado en mi vida, me di la vuelta, y empecé a mover el culo. Quise hacer como hacen ahora las chicas jovencitas. El perreo ese. Pero me salió un movimiento de caderas (y de culo) algo torpe.

Temí que a Pepe, ese movimiento no le gustará. Giré mi cabeza y vi como tenía sus ojos clavados en mi culo. Su copa… en los labios.

Mi mano, alcanzo la pequeña cremallera de la mini falda. La bajé y, en un rápido movimiento, la dejé caer por mis piernas.

Mi culo, apenas quedaba envuelto por mi tanga negro. Sin duda, aquella visión debió de parecerle a Pepe, una maravilla, porque dijo:

-Hostia, qué culo. Diosss, como te lo voy a reventar.

Oír aquello, me puso, aún más cachonda, si es que eso era posible. Decidí acercarme a Pepe, de forma que, apenas, unos pocos centímetros nos separaran. Doblé mi cintura, apoyándome en el frío suelo del salón.

Lo siguiente que recuerdo es un duro azote. Con ambas manos. Una en cada nalga.

-Joder, puta, qué ganas de follarte –Dijo Pepe, sin soltar sus pequeñas manitas de mi culo.

Esta vez, no dije nada. Permanecí en esa posición unos pocos segundos más. Disfrutando, y mucho, de esa situación. De estar en tanga, siendo mi culo, manoseado por un tipo de 67 años.

Finalmente, metí mis dedos en la pequeña tela de mi tanga, dispuesta a bajarlo. Pero, para mi sorpresa, escuché la voz de Pepe, decirme:

-Espera, no te lo quites aún. Así como estás, arrodíllate y cómeme la polla.

De un salto, pase de estar doblada por la cintura, de espaldas a Pepe, a estar frente a él, arrodillada en el salón de mi propia casa.

Él seguía sentado. Me miraba, muy serio. Con mi mano, cogí su miembro, como paso previo a metérmela en la boca. Pero Pepe, me dio un golpe en la mano.

-Sin manos, solo con tu boca. Vamos, ¿No quieres ser puta? Las putas se la tragan, sin manos.

Esbozó una ligera sonrisa. De maldad. A mí, ese trato, era lo que más me gustaba. Así que, abrí mi boca, no sin antes dirigir una mirada a ese hombre. Ahora, el sudor, había bajado a su barriga y formado un pequeño engrudo con sus vellos canos. Su miembro, olía a orín. Abrí mi boca, dispuesta, como estaba a tragar esos 13 o 14 cm de Pepe.

Así lo hice. Encantada. A continuación, saqué su miembro de mi boca y le miré a los ojos. Sonreí.

-¿Estás disfrutando, eh, puta? –Dijo, Pepe, riendo.

Asentí. Y volví a tragar su pequeño miembro. Esta vez repetí el movimiento, despacio. Así, su miembro desaparecía por completo en mi boca para volver a aparecer.

Estaba concentrada en la mamada, disfrutándola tanto, que no me había dado cuenta que Pepe, se había incorporado a dejar su copa, vacía en la mesa. Pero lo que escuché a continuación, me dejó paralizada.

Como digo, estaba concentrada en engullir el miembro de ese hombre de 67 años cuando, me sacó de esa concentración… un eructo. Sí, habéis leído bien. Un eructo. Allí, en el salón de mi casa. Mientras estaba de rodillas, tragando su miembro, Pepe, había eructado. Y no fue un eructito de esos pequeños que, a veces, en un mal movimiento, se escapan. No. Había sido un sonoro eructo.

Saqué su miembro de mi boca, fui a decir algo, cuando de repente, mirándome, muy serio, se puso de pie y me dijo:

-Se acabaron las tonterías, abre esa puta boca.

Como hipnotizada, abrí mi boca. De repente, Pepe, metió todo su miembro en mi boca. De golpe. Mientras lo hacía, sus manos se posaron en mi nuca.

Y así, comenzó a follarme la boca. Sus movimientos de cadera, eran violentos. Sus testículos golpeaban mi barbilla. Mi frente chocaba contra esa masa blanda que era su barriga.

Nunca he permitido que mi marido hiciera tal cosa. Pero ese hombre, no era mi marido. Era un desconocido que me trataba como a una puta. Yo estaba en el cielo. Encantada.

Cuando de repente, después de unas cuantas fuertes embestidas a mi boca, Pepe, paró un momento. Me miró a los ojos. Os juro que pude ver, en sus ojos, una agresividad que me hizo sentir un escalofrío de placer porque sabía que algo tramaba.

Efectivamente, enseguida noté varios escupitajos, seguidos, en mi rostro. A continuación, Pepe, con su mano, restregó la saliva sobre mi cara. Creo que solo mis ojos y una pequeña parte de mi frente habían quedado sin cubrir de saliva. Yo estaba encantada. Encantadísima. Notaba una humedad en mi sexo. Mi vagina, ardía de placer.

Estaba tan concentrada en la sensación que me producía todo aquel trato que no vi venir la mano de Pepe, dura, violenta, sobre mi mejilla izquierda. Sí, Pepe me dio una bofetada. Dura. Seca. Casi me caigo al suelo, si no llega a ser porque apoyé mi mano.

-Te gusta, ¿Verdad puta? –Dijo él, cogiéndome, esta vez, del pelo.

-¡¡Siii!! –Le contesté, ida de placer y gozo.

-¿No querías emociones?, ¿No querías que te tratara como a una vulgar zorra?, Ahora te voy a enseñar como trato yo a las zorras.

Después de esas palabras, Pepe, con su mano derecha cogiéndome del pelo, continuó embistiendo mi boca. Una y otra vez. De vez en cuando paraba y me escupía. Mi cara, era una laguna, un mar de babas. Algunas, cayeron sobre el frio suelo de mi salón. Tres veces más, abofeteó mi rostro. Con fuerza. Mis mejillas ardían.

Estuvimos así unos 10 minutos. Tal vez 15. De repente, Pepe, paró. Le vi que se separó de mí. Tomó un poco de aire y bebió de mi copa (que aún estaba en la pequeña mesa de centro).

-Solo es un pequeño descanso. La edad, ya sabes. Ahora, mientras me recupero un poco, quiero que hagas una cosa.

Yo seguía de rodillas, con mi cara empapada (y no solo mi cara). La humedad en mi sexo, era más que patente.

-Lo que quieras, Pepe –Le dije.

Algo no debió gustarle, porque vi como su rostro se endureció. Se dirigió donde yo estaba, aun de rodillas, puso sus manos en mi cara y me dijo, hablando muy despacio, pero enérgico.

-Mira puta. Tú, esta noche, eres una puta, ¿Verdad? –Mientras lo decía, yo, asentí– Bien, pues toda puta, tiene un chulo. Y eso es lo que soy yo. Tu chulo. Así que nada de llamarme Pepe. Me llamas, don José. ¿Entendido, puta?

Si mi sexo estaba húmedo, creo que casi me corro en ese instante. ¡¡¡Qué gozada!!! Estaba encantada.

-Por supuesto, Pe… don José –Dije, sonriendo.

-Bien, ahora, quiero que vayas a tu habitación y me esperes… escúchame bien, porque tu chulo, no admite fallos –hizo una pausa– quiero que me esperes totalmente desnuda –Yo aún llevaba el tanga negro– a 4 patas y que te pongas en el borde de la cama.

Creo que, en ese momento, casi llegué a sentir un orgasmo. Y eso que, aún no había empezado a follarme. Nerviosa, excitadísima, cachonda perdida, le dije:

-Por supuesto, don José.

Un azote, duro, seco, en mi mejilla, me hizo tambalearme.

-¡No he terminado! –Gruñó Pepe– te pondrás a 4 patas, en el borde de la cama. Con tus brazos estirados, como si quisieras coger el otro lado de la cama. Quiero que tu espalda se incline hacia adelante Quiero ver esas mejillas de puta tocando el colchón –Hizo una pausa– ¿Entendido, zorra?

-Por supuesto, don José –Creo que jamás en mi vida he dicho algo tan rápidamente.

Pepe se apartó de mí, me incorporé y comencé a caminar, encima de mis tacones, por el pasillo, directa a la cama.

Me puse como Pepe me indicó. De espaldas a la puerta. Mi espalda inclinada. Solo me incorporé un poco para guardar la foto de mi boda que tengo en la mesita, en uno de los cajones.

Cuando estaba volviendo a la postura que Pepe me había pedido, oí sus pasos por el pasillo. De nuevo, un escalofrío recorrió mi espalda.

Pepe entró en mi habitación. No le vi, pero llevaba mi copa, en la mano. A la copa le quedaba, apenas, una fina línea de Ron.

-Bien, zorra. Veo que eres una putita obediente. Ahora, como premio a tu obediencia voy a follarte.

Noté como Pepe acercaba su miembro a mi sexo. De repente, me acordé. Los condones.

Así como estaba, sin ni siquiera girar mi rostro, le dije a Pepe que se pusiera un preservativo.

-Y una mierda. Te voy a follar sin. Estoy hasta los cojones de irme de putas y tener que plastificarme el rabo cada vez.

-Por favor, don José –Mi voz sonó como un sollozo. Como una súplica. En realidad, lo era.

-Joder… está bien. Pero me debes una. ¿Dónde tienes los condones? –Respondió Pepe.

Le agradecí que accediera a ponérselos y le dije que estaban en mi bolso. En el suelo del recibidor, junto a la puerta.

-Pero recuerda. Me debes una y una bien gorda.

-Por supuesto que sí, don José –No me imaginaba como se la debería. Mi agradecimiento, sonó sincero.

-No te muevas de como estás, enseguida vengo.

Pasaron un par de minutos. Cuando Pepe volvió a entrar en la habitación, ya tenía puesto un preservativo y la caja, en la mano. Nada más entrar tiró la caja donde yo estaba, para que la viera.

Sin decirme nada, me dio cinco o seis azotes. Duros. Secos.

-Ahora, zorra. Sin súplicas. No te voy a permitir ni una más.

-No, no. Claro.

-Así me gusta. –Mientras dijo esto, Pepe, puso la cabecita de su miembro en mi sexo y empujó, con fuerza.

No costó nada, porque mi sexo, ya estaba húmedo por el trato dispensado. Así que Pepe, comenzó una violenta penetración. Él marcaba el ritmo, a veces, lento y con fuertes embestidas. Otras, rápido y no tan bruto.

De vez en cuando, paraba, azotaba mis nalgas, y seguía.

Yo, apretaba la sábana que, ni siquiera había quitado. Gemía. Gozaba. Estaba, en el Nirvana.

No sé cuanto tiempo estuvimos así. Tal vez unos 20 minutos. Tal vez, algo mas. Sentía mis nalgas ardiendo. De repente, Pepe, se quedó quieto. Con su sexo dentro del mío.

-Ahora, muévete, joder, no voy a hacerlo yo todo. Que me canso, coño.

Empecé a moverme mi culo. Para continuar con la penetración.

-Vamos, seguro que puedes hacerlo mejor –Pepe, inclinó su cintura hacia mí. Su boca, en mi oído, añadió– Seguro que puedes follarte a tu chulo mucho mejor, ¿Verdad, ramera?

Ni que decir tiene, que tras oír esas “dulces palabras” mi cintura comenzó a moverse más rápido. Pepe, de pie, puso sus manos en jarras, echó su barriga hacia adelante. Parecía que era yo la que lo follaba y el solo “ponía” su miembro. Bueno, no lo parecía, lo era.

Mi sexo era ya una laguna. Un volcán a punto de estallar.

No pude evitarlo. Tampoco quería. Me corrí. Como una loca. Mis flujos emanaban de mi sexo, mojando mis muslos, manchando mi sábana.

Un gemido, largo, prolongado, dulce… anunció que mi éxtasis había finalizado. Durante unos segundos, tal vez, minutos, Pepe, dejó que yo disfrutara. Sin moverse.

Después de un tiempo que no sabría especificar, pero que fue breve, Pepe, dijo:

-Bien, puta, has disfrutado. Y mucho, por lo que veo. A mí, no me queda mucho, pero antes, tu chulo quiere una cosa.

Con los ojos entrecerrados, aun disfrutando del orgasmo, me giré a decirle.

-Lo que desee, don José.

Y era cierto. No sé qué iba a proponerme ese cerdo. Pero me daba igual. Estaba dispuesta a aceptar lo que fuera.

-Hazte un poco hacia adelante –Me dijo.

Pepe se subió a la cama. Permaneciendo de pie. Intrigada, giré la cabeza en el momento exacto en el que vi como, con su mano derecha rodeando su miembro, Pepe, apoyaba su cabecita, enfundada en un arrugado condón, en mi culo.

-Voy a darte por el culo.

Comenzó a descargar lentamente su peso sobre mí. Su cabecita presionaba sobre mi pequeño agujero.

-Soy virgen por ahí –Le dije. No era del todo cierto, porque en mi época de universidad, antes de conocer a mi marido, con un ex novio, había hecho, dos o tres veces, sexo anal. Pero era casi cierto.

-Me la suda. Ya he cedido bastante con los condones. Así que te voy a follar el culo.

Su cabeza presionaba, cada vez más. Mi esfínter, resistía. Poco a poco, milímetro a milímetro, fui cediendo. No sin notar dolor. Pepe, no cedía. Yo intentaba no quejarme por el dolor, pero alguna queja, algún sollozo… se me escapó. A ellos, reaccionó Pepe, azotando mis nalgas. Sin contemplaciones.

Los azotes ayudaban a que mi tensión se relajara y mi esfínter cediera. Hasta que, finalmente, POP.

Toda su cabeza, dentro.

-Ahora, hay que dejarla ahí, un ratito. Que ese culo de fulana se acostumbre –Al terminar de hablar, me cogió del pelo, tirando hacia él.

Mi cuerpo, dibujo una S. Me hizo daño. Pero aguanté. Sin quejarme.

Estuvimos así un buen rato. No sé especificar cuanto tiempo, pero varios minutos, seguro. Finalmente, Pepe, aflojó un poco, sin llegar a sacar su miembro del todo, para volverlo a introducir.

El dolor, sin llegar a remitir, cedía un poco. De nuevo, el placer, llegaba a mi cuerpo. A mi alma.

Pepe, aumentó el ritmo. Nunca hubiese dicho que ese hombre, de 67 años, fuera capaz de hacer sentadillas a esa velocidad…

Yo, de nuevo, estaba ida de placer excitadísima. Lástima que aquella situación, aquella penetración en mi culo, no durase demasiado.

Como si de un rugido se tratase, Pepe, anunció que iba a correrse.

Pensé que lo haría en el condón. Dentro de mi culo. Pero no. Pepe, sacó su miembro de mí, anteriormente, pequeño agujero. Vi como, violentamente, se quitaba el condón y este volaba por el cielo de mi habitación hasta caer cerca de la mesita de noche.

Pepe, sujetándose su miembro, rugió.

-Abre esa puta boca, joder.

En un rápido movimiento, pasé de estar a 4, empalada entre Pepe y el somier, a ponerme de cuclillas en mi cama.

Apenas había abierto la boca, cuando Pepe, metió su miembro en mi boca, a la vez que aflojaba su mano.

Noté, por fin, ese líquido, blanco, caliente, espeso, caer en el interior de mi boca. Mi cavidad bucal se llenó. Parecía como si Pepe no hubiera “descargado” en semanas. Aún con su miembro taponando mi boca, era tal cantidad de semen la que emanó que, algo, salió, escapándose, por la comisura de mis labios. Manchando mi sábana.

Pepe, emitió unos gruñidos de placer. Su cuerpo, se convulsionó, mientras mantenía su miembro en mi boca.

Después de unos pocos segundos, sacó su miembro de mi boca y me dijo, muy serio:

-Trágatelo. Todo. Hasta la última gota. Me debes una, ¿Recuerdas?

Se separó de mí. Yo aún tenía todo aquel semen en mi boca que casi no podía retener. Me quedé paralizada. Mi culo, ardía. Varios de mis ex, y mi marido, mientras aún éramos novios e incluso, los primeros años después de la boda, se habían corrido en mi boca. Pero nunca lo había tragado.

La situación era nueva para mí. Como el sexo anal. Como todo lo que había sucedido esa noche. Miré a Pepe, a los ojos, asentí. Tragué todo aquella cantidad de semen.

-A ver, abre esa boca. –Me dijo Pepe, sonriendo, mirándome. Aún de pie, sobre mi cama.

Abrí la boca.

-Buena fulana –Dijo, mientras acariciaba mi cabeza.

Si queréis que cuente como continuó no solo esa noche, si no el resto de días que estuve sola en la gran ciudad, dejadme un comentario.

Cris.

Compartir relato
Autor

Comparte y síguenos en redes

Populares

Novedades

Comentarios

2 COMENTARIOS

  1. Joder Cristi, me ha encantado y calentado tu historia, acabas de ganar un fan….para lo que quieras. También
    tengo relatos publicados, sería estupendo si leyeras alguno y me comentas que te parece. Gracias

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Los comentarios que contengan palabras que puedan ofender a otros, serán eliminados automáticamente.
También serán eliminados los comentarios con datos personales: enlaces a páginas o sitios web, correos electrónicos, números de teléfono, WhatsApp, direcciones, etc. Este tipo de datos puede ser utilizado para perjudicar a terceros.