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Fantasía de tres tríos (segundo trío)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Hasta que pasó una semana de la cogida que me dieron Miguel (mi marido) y Roberto (su amigo), hubo manera de platicar sobre otra acción similar pies nos sentíamos tan unidos y amorosos que nada más había en el ambiente. Vamos, ni se me antojó tirarme a Mario. Pero más bien, fuera de unas sonrisas y comentarios lascivos entre ambos cuando él me acorralaba en el estacionamiento o en las escaleras para presionarme las tetas o abrazarme por atrás para que sintiera su erección, nunca hubo ánimo de acordar otra cogida; entre otras cosas porque no teníamos tiempo.

Un día me habló Rosalía, mi cuñada, la única hermana de Miguel. Ella se divorció hace algunos años y no le conocemos alguna otra pareja, a veces va a reuniones acompañada de alguien, pero lo presenta como “un amigo” y no siempre es el mismo. Se me ocurrió preguntarle sobre algún novio que ella tuviera en ese momento, “porque siempre andas con alguien”, precisé refiriéndome a quienes lleva a las reuniones. “¡Ay!, qué más quisiera yo, Goya”, me contestó con el mote que siempre me ha dado, en relación a mi nombre. “La verdad, hace más de un año no me encamo a nadie, y estoy desesperada”, dijo sin pudor, “Si quieres, mañana vienes a mi casa y platicamos de eso, porque por teléfono no se debe”, concluyó. Así que al día siguiente llegué a la cita que habíamos acordado.

–¡Encantada que hayas venido! –me dijo, y pasamos a su sala.

–¡Cómo iba a perderme de chismes sicalípticos! Desembucha –le urgí mientras ella servía el café.

–Al rato seguimos con las bebidas de los dioses, y diosas. ¿Por dónde quieres que empiece: Por los cuernos que le puse a mi ex; por los amiguitos que creí me darían alegría, pero me fallaron; o por los que me quiero tirar, pero ellos no lo saben…? ¿Por dónde?

Yo le contesté que por donde ella quisiera, y comenzó su historia por su ex, quien fue el primero en su vida sexual, aún antes de casarse. Los motivos que ella tuvo para corresponderle a las infidelidades de él, además de restregarle que así estaban satisfechos ambos, recordándole a su marido “la cata de diversas uvas nos da la felicidad, aunque vaciemos los odres propios cuando no hay mosto o caldo ajeno”.

–Es decir, ¿ustedes consentían a los amantes del otro y aún así se querían? –pregunté un tanto asombrada.

–Ya verás que Miguel te seguirá queriendo, aun cuando te tires a uno que otro sólo por placer, y viceversa –precisó y yo asentí recordando lo de Roberto y lo de Mario, movimiento que percibió, seguramente incluidas las evocaciones de momentos de la semana pasada que estallaban en mi cabeza–. Pero el machismo de mi marido no soportó que él no fuese el único visitante de mi útero. Así que terminamos –dijo enfáticamente

Sus palabras me hicieron pensar seriamente en saber si yo resistiría que Miguel se cogiera a otra. De aquí para allá, yo lo justifico, pero ¿al revés? A pregunta expresa, Rosalía siguió con los “amigos” que ha tenido, los cuales hemos conocido a casi todos.

–Tú nos has presentado a varios caballeros como tus “amigos”, ¿has hecho el amor con alguno? –interpelé directamente.

–Sí, a todos los que conoces, y a otros más, me los encamé, pero tuvieron un mal desempeño amoroso. Supongo que a mi ex le ha pasado igual, al grado de que a veces nos vemos sólo para coger, pero, al concluir el coito volvemos a pelear.

–No puedo creer que, acabando de coger se puedan pelear. Es el momento de descansar plácidamente una sobre el hombro del otro, o uno sobre las tetas de la otra –ejemplifiqué.

–Así serán Miky y tú, que sí tienes tetas grandes, las mías son normales, soy tan normal como mi hermano, quien tiene pito regular pero que tira, o tiraba, mucha leche –dijo haciendo una mueca de haberse ido de la lengua.

–Bueno, mis medidas se pueden ver a simple vista, no necesitan encuerarme, pero lo del tamaño del pito y, más aún, lo lechudo de mi marido… A ver, ¡explícamelo! –le solicité.

–¡Ay, perdóname! No quise ofenderte. Se nota lo de las tetas, bien formadas, y es por eso que Miky se prendó de ti. Lo demás tiene su explicación, pero no sé qué tan correcto sea que lo conozcas –me advirtió.

–No te preocupes por mí, yo soy de mente amplia. Pero si hablar de eso te perturba…, dejémoslo ahí –dije y me arrepentí pues seguramente quedaría cancelada esa vía.

–Gracias, quizá después lo haga. Bueno, en realidad comenzó como cosas de muchachos calientes –dijo mostrando nerviosismo.

–¿Ustedes dos tuvieron sexo a temprana edad? –pregunté con asombro.

–¡No, sexo no! –exclamó –En fin, te lo platicaré, aunque quizá no deba… –Dijo y me platicó lo que yo ya sabía y me había contado Miguel–, pero no paró en la juventud, pues varias veces lo he visto espiándome y yo… Yo me caliento y sigo posándole encuerada –concluyó.

–¿Él se da cuenta que le posas en esas ocasiones? –pregunté, porque esa parte yo no la sabía.

–No creo, pero lo que me doy cuenta en las cámaras de seguridad es que suelta más leche que otras veces –dijo con mucha seguridad.

–¿Cámaras de seguridad…? –pregunté interrumpiéndola y sintiendo mi cuca mojada.

–Cuando me divorcié, quise tener mayor protección y coloqué ocho cámaras. Uno de los días que vino Miky para llevarme a tu casa, me di cuenta que subió a espiarme mientras me arreglaba, tal como lo hacía de joven. Por eso coloqué otras dos en sitios estratégicos uno acechando la entrada de mi recámara y otro en el sanitario de abajo, incluidos los micrófonos –explicó.

Aunque lo sospechaba, me confirmó el porqué de esos sitios y lo que Miguel hacía: jalársela mientras la veía y masturbarse en el sanitario. Rosalía lo contaba con una arrechura que me calentaba, y yo, disimuladamente, me apretaba las tetas y me sobaba el pubis. Luego pasó a contarme sobre otros prospectos, pero sin muchas esperanzas en los resultados ya que ellos no parecen entusiasmados. Pero también dijo estar dispuesta a pagar por sexo ya que lo necesitaba y las masturbaciones ni los dildos le daban el cariño que deseaba. Aunque dijo que algunas fantasías mientras se masturbaba le dieron orgasmos muy placenteros, particularmente cuando veía los videos de Miguel husmeando y jalándose el pene, le surgió una en que ella le pedía que pasara a terminar de masturbarse dentro de su recámara.

–Oye, ¿cogerías con mi marido? –le solté sin más, ella se puso ansiosa sin saber qué y cómo contestarme– Él quiere coger contigo, por lo que me has contado, y tú con él – ¿Por qué no hacerlo?

–No sé… ¿Y tú? ¿No te molestaría? –preguntó seriamente.

–Si me invitas a ayudarte a sacarle la leche, ¡sería ideal! –le dije alegremente.

A partir de ese momento todo fluyó entre nosotras. Comentamos cómo le haríamos y qué le haríamos. Yo no dejaba de meterme la mano en la concha y apretarme las chiches, saboreando las escenas que imaginábamos. Planeamos el encuentro. Ella nos invitaría a festejar su cumpleaños, que estaba próximo, lo emborracharíamos y allí nos quedaríamos a dormir. En la noche, ella entraría a tomar mi lugar, una vez que yo lo hubiese calentado.

Todo salió como esperábamos, Miguel no tuvo opción. Cuando se le estaba bajando la borrachera, su hermana lo estaba cabalgando y yo le daba teta.

–¡Me van a dejar seco, par de putas borrachas! –protestaba por tanto uso, ya que nos turnábamos su verga y le dábamos panocha o chiche para que chupara, pero nos seguía cogiendo.

Obviamente, nosotras no habíamos tomado tanto como él y lo dejamos dormir a ratos.

–Mira, manita, esta puta tiene unas tetas divinas –le dijo mamándome una e invitando a Rosalía a mamarme la otra.

Ellos me mamaban y se acariciaron uno al otro. Rosalía le estimulaba los huevos “para mejorar la producción”, decía. También, para ayudar a lo mismo, le chupamos una bola cada una y le dimos lamidas simultáneas por todo el tronco. Las mejores, para mí, eran cuando Miguel le sacaba la verga a Rosalía llena de sus jugos. No creo equivocarme que ella también disfrutaba cuando le limpiaba mis babas de la misma manera.

Amanecimos abrazados y nos tocó biberón a cada una, porque Miguel se despierta con la vara dura. Nos retiramos felices ya avanzada la tarde.

Sé que, desde entonces, Miguel le da mantenimiento a su hermana periódicamente. Ella me incluyó en su testamento, “por si las dudas”, me dijo.

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