Hola, mi amor. Mi agujero aún me arde. Te agradezco tanto haberme comprado ese vestido, que me hayas pedido que me travistiera para ti y que me hicieras mujer.
En todos estos días no he podido hacer otra cosa más que pensar en tu verga. Tu linda y hermosa verga con la que me estrenaste y llegaste hasta adentro de mí, rasgándome el ano, hundiéndote con fuerza en mi recto y con la que me follaste tan duro que hoy cada vez que tomo asiento, siento ese delicioso dolor anal y recuerdo hermosamente el primer momento que me entregué a ti.
Tu pene tiene una cabeza gorda y grande, huele salado, a hombre… mi hombre. Su cuello es venoso y cuando la recorrí con mi lengua y mis labios húmedos y golosos, desde tus afeitados testículos, hasta el pequeño agujero de la punta, la saboreé inolvidablemente, sintiendo la suavidad de su piel, la dureza y potencia del músculo, deseando alocadamente tenerla toda dentro de mí.
No puedo sacarme tu verga de mi mente: la deseo, la extraño, la necesito. Me volviste adicto a ser tuya, a entregarme a ti, a ser tu esclava sexual y que desbordes toda tu perversión, ordenándome satisfacerte con cada parte de mi cuerpo desnudo.
Desde este miércoles recién pasado que me llevaste a tu apartamento con una excusa que no recuerdo ni me importa; desde que me llevaste a tu habitación, sacaste ese vestido corto y fresco y me miraste fijamente a los ojos y me dijiste “quiero verte vestido de mujer”, me transformé. Salió de mi la hembra oculta que temerosa se escondía de todos, pero que tu habías descubierto ya.
Desde ese momento supe que adoro la ropa, pero principalmente las sandalias femeninas. Hoy me compré 3 pares solo para lucírtelas: unas altas de cinta de tela que se amarran a la pantorrilla, de un rosado claro hermoso; otras negras de tacón medio, de una tira que pasa a un lado a otro de mis dedos y se amarran abrazando al tobillo; y las últimas, unas planas doradas que al caminar golpetean el talón, haciendo ese ruido femenino de mi pie que tanto te gusta mi amor.
¡Estoy obsesionado con tu verga! ¡Necesito que me penetres otra vez! ¡Te lo suplico! Quiero que me des muy duro por el culo, gritar, gemir, ¡llorar de placer! Mi ano te pertenece solo a ti. Quemo de pasión y mi micropene ya no tiene semen para más masturbaciones, lo que necesito es sentir un orgasmo anal y explotar de pasión mientras siento tu leche estallar lubricando mi recto.
Nunca había besado a un hombre. Pero mientras dormías cansado de darme horas de sexo y sentía tu pene perder su rigidez dentro de mí, necesitaba sentir tus labios. Alocar mi lengua dentro de tu boca. me desvirgaste y desfloraste total y absolutamente, por dentro y por fuera. Soy tuya, solo tuya, te lo ruego por favor, ya no aguanto más, quiero más verga, ¡quiero más de tu miembro!
Entendí muy bien cuando me ordenaste ese día que me vistiera nuevamente de hombre para regresar a mi casa y guardar las apariencias. Pero estoy tan caliente, tan deseosa y tan desesperada, que no me importa ya el que dirá la gente. Tengo puesto un minivestido rojo, medias negras, mis sandalias negras, una peluca rubia y no solo mi maquillaje, sino también mi cintura de avispa, mi abultado trasero, mis hermosas piernas y mis pechos postizos me hacen lucir todo un bombón para ti, exclusivamente para ti.
Estoy loco por tu verga, me convertí en toda una nena, una señorita, una amante, una esclava, una gata en celo, que solo quiere pasar el tiempo siendo tuya.
¡Hazme tuya otra vez, estalla la leche de tu miembro en mi cara, en mi pecho en mi ano, en mi recto!
Mi amor, mi amo, mi dueño… Mi vida ya solo tiene sentido con tu verga dentro de mí.
Escríbeme, escríbeme, escríbeme, te lo suplico, te lo ruego, te lo imploro, necesito de tu verga, no quiero nunca perder ese ardor en el ano, quiero verme al espejo y saber que soy únicamente esa mujer que me permitiste encontrar en mi (y como te imaginarás, nuevamente me he corrido pensando en ti).