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Existe la maldición generacional (abuela, hija y nieto)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Hola Luisfa, te escribo en relación a “existe la maldición generacional” relato que nos publicaste, a Lela y a mí nos encantó, y queríamos pedirte un favor. Te envío más data, ¿podrías hacernos una segunda parte?

Hola G, si no hay inconveniente, contame nomas.

(Voy a obviar el intercambio de mails para hacerlo más dinámico)

Toda esta parte comenzó aproximadamente a los tres años de nuestro primer encuentro sexual.

Ahora que mis padres se han separado, mama viene más a menudo a casa, se nos está haciendo complicado no dejar vestigios de nuestra relación, para colmo mi mama empezó con la cantinela que se encuentra muy sola, creo, me va a pedir vuelva a casa con ella, con Lela no queríamos tirar los años de convivencia que llevábamos hasta ese momento por la borda.

Pero lo realmente sorprendente comienza ahora.

Luego de una habitual cena que realizamos casi todos los fines de semana, mi mama tomo unas copas de más y le pego el pedo melancólico, la charla recurría en cuanto extrañaba a papa y a mí, a pesar que nos veíamos habitualmente, que se sentía sola.

Con mi abuela, la acostamos en “mi pieza” y como todas las noches nos fuimos a dormir juntos a nuestra habitación.

Al día siguiente, luego de haber bebido litros de café y varias aspirinas, nos pidió disculpas, reímos como locos por lo sucedido.

La semana transcurrió con normalidad.

La historia aplicada comienza el sábado siguiente por la noche, luego de cenar los tres, esta vez sin alcohol en demasía.

– Mama ¿puedo quedarme con ustedes esta noche? Así compartimos una película.

– Si hija, como no vas a poder quedarte, está la pieza de G, y él duerme conmigo.

– Dale ma, buenísimo.

Mama saco la genética de mi abuela, buen físico, dos senos más grandes que su progenitora, su buena cola y muy buen gusto para vestir, estaba con una pollera pantalón que resaltaba su anatomía y dejaba entrever un “camel toe” muy apetecible, continuaba el atuendo con una remera del tipo térmica muy ajustada que dejaba ver sus pezones marcados, obvio, no traía corpiño. Se hizo justicia para mis ojos verla con la ropa del gimnasio, mi pene se hizo cargo de lo visto, comenzó a endurecerse, marcándose un poco en mis pantalones, Lela comenzó a sonreír, ella si se dio cuenta de lo que me sucedía, pero paso desapercibido para mi mama.

Mi abuela se disculpó y dijo venir en un rato, se quería poner más cómoda yendo hacia la pieza.

Con mama buscamos una película para ver al regreso de Lela, acomodándonos en el gran sillón de la sala.

Mientras preparábamos la película que eligió mama, llamada love, del año 2015, mientras la abuela regresaba.

Lo ignorado por nosotros, es que la película tenía un alto contenido erótico, reconozco que la elección estuvo muy buena.

En varias escenas, tuve que taparme con un almohadón debido a las erecciones recurrentes, calculo, ellas también se habían excitado, pero como no se les nota… ventaja y punto para las chicas.

La cuestión es, al finalizar el film, mi abuela me pasa un frasco de aceite para bebes y me pide unos masajes en sus pies, que estaban cansados, según dijo. Fui a buscar un puff y me senté frente a ella, apoyo sus pies en mis rodillas y comencé a friccionar desde los dedos de sus hermosos pies, hasta sus rodillas, mientras madre e hija dialogaban sobre la película. Mi madre haciendo una escena muda de celos, pone también sus extremidades sobre las de mi abuela y dice que ella se merece unos iguales, comienzo a hacerlos.

Pasado un rato, mi abuela tomo el frasco de aceite, comenzó a echar a las piernas de mi madre, no me había percatado, pero colocaba el líquido cada vez más arriba, estos masajes se fueron transformando en caricias, sobre todo al llegar a los firmes y torneados muslos de mama, comprendí el mensaje. Esas caricias las combinaba con pequeños apretones suaves en parte interna, fui subiendo centímetro a centímetro, mis pulgares hicieron un casi imperceptible toque en la entrepierna, lo que me basto para sentir la humedad que traspasaba el pantaloncito deportivo; miro el rostro de mama, sus dientes mordían el labio inferior, sus ojos cerrados y su cabeza hacia atrás, me indicaron que era momento de ir por más. Los dedos presurosos comenzaron a tocar su vagina por encima de la ropa, sus caderas comenzaron a moverse de abajo hacia arriba, ya se escuchaban los suspiros, sin perder tiempo, mi abuela, muy lentamente, comenzó a sacar la pollera pantalón, mama ayudo levantando ese culo hermoso, dejando a mi vista su vagina, custodiada de unos bellos muy bien recortados.

Me sumergí entre sus piernas, besando esos ya inflamados labios, tratando de abrirme paso en su interior con una atrevida lengua deseosa de probar el sabor materno. Una vez franqueada la guardia, una cantidad de líquido agridulce invade la cavidad bucal. Con el sabor del sexo y degustándolo, busco el clítoris, rosado, duro, a la vista, lo tomo entre mis labios para succionarlo. Escucho el gemido y el grito de placer que deja escapar por su boca, anunciando ese gran orgasmo, el que recibo en mi rostro como premio a la tarea realizada.

Mientras había estado probando las mieles materna, Lela le fue retirando el resto de la ropa, ver el escultural cuerpo de mi madre totalmente desnudo me incendio más, quería poseerla ya.

Lela ya se había ocupado de su propia ropa, las dos totalmente desnudas eran lo que cualquier poeta definiría como musas del erotismo. Sus anatomías brillaban con la tenue luz que invadía la sala.

Ambas ahora, estaban abocadas a la tarea de que mi cuerpo quedara totalmente descubierto, mientras una me sacaba la remera, la otra lo hacía con el pantalón y calzoncillo. Totalmente desnudo, mi abuela tomo la mano de su hija para llevarla hacia mi miembro endurecido y goteante del líquido pre seminal. Tomándolo tímidamente, se dejó caer de bruces en el piso e intento llevarlo a su boca pero Lela no se lo permitió, llevo sus manos hacia atrás y se las ato con unas esposas de cuero que habíamos comprado en el sex-shop, tapándole los ojos con un antifaz ciego, la hizo parar y así conducirla a la pieza, las seguí.

Ya dentro del cuarto, me sorprendí, había acondicionado todo, era una película porno, luces rojas, correas colgadas, en la cama, en el piso, vibrador y dildos en la mesa de luz, estaba desconociendo a mi abuela, sabía que teníamos todo eso, pero nunca habíamos usado todo junto.

Así con los brazos por detrás, tomó la cuerda que colgaba de la pared y ato a ella las esposas, puso un cepo en sus tobillos al que fijo a la cama. Ya inmóvil, de rodillas e inclinada hacia adelante, me arrodille frente a ella. Al tiempo que en su boca se perdía mi pene, mi abuela por detrás, introducía en su orificio anal un plug, mi verga entraba y salía, su lengua se posaba en la base del pene presionándolo contra el paladar, a la vez que seguía con mis movimientos, el miembro había comenzado a dar señales de querer expulsar semen, se tensaron los testículos, una corriente recorrió mi espina dorsal y el semen retenido salió expulsado, haciendo que mama se asuste por la cantidad recibida, que dicho sea de paso, fue bien recibida y para nada desperdiciada.

Lela desato a mi mama, la llevo a la cama y se fundieron en un beso apasionado. Mi madre se sacó el antifaz de los ojos y lo tiro al piso, mirándome fijamente mientras se besaban, percibí lujuria en sus fulgurantes esmeraldas.

Sus bocas buscaron el sexo de la otra, mi abuela estando arriba, recibía la lengua de mi madre tanto por su vagina como su ano, arqueando la espalda, como tantas veces yo la había visto.

Sus jadeos y gemidos casi quedaban ahogados, solo se escuchaba el chapoteo de sus lenguas disfrutando de esas rajas que delimitaban sus piernas.

En un momento y en orden, que parecía cronológico, tuvieron cada uno su orgasmo.

Aun jadeando y agotadas se me abalanzaron suavemente para continuar la interminable y hasta ahora, ininterrumpida, sesión sexual.

Entre ambas me ataron a la cama, parecía que se habían puesto de acuerdo, pero no era así, todo iba surgiendo, se miraban solamente y parecían entenderse.

La que primero se ocupó de mi miembro, que se encontraba duro otra vez, fue mami. Se sentó a horcajadas sobre él, dejándose caer, permitiendo la total penetración en su cálida vagina, al tiempo que Lela masajeaba y succionaba sus tetas, deteniéndose por momentos en los pezones.

– Hijo, te amo, gracias por estar dispuesto para mamita, quiero que me llenes con tu semen, que me ocupes todo ese lugar por donde alguna vez saliste, que con tu descarga, quemes mi útero deseoso de tu verga.

Por primera vez escuchaba su voz, en todo el rato que veníamos disfrutándonos.

Su mama hizo que sacara mi sexo del suyo, poniendo bastante lubricante tanto en mi verga deseosa como en su ano, sacando el plug anal, la ubico para la penetración, tomó con su mano hábil mi miembro, lo puso justo por donde debía entrar y le dijo.

– Ahora hija prepárate a disfrutar, vas a ver el león que tengo en casa.

Mama dejo que poco a poco se fuera introduciendo, hasta, no sé el motivo, dejó caer de golpe su peso, un grito inundo la habitación, luego, fue todo silencio por unos instantes.

– Ma, ¿estás bien?

– Mejor que nunca, sigamos, no te preocupes.

Luego de unos instantes, comenzó a cabalgar mi miembro, primero suave, luego más duro.

Cuando pensé que todo ese sexo anal quedaba ahí, abuela aparece en acción, introduciendo un consolador en la vagina de mama, lo que pareció enloquecerla del placer, se movía y cabalgaba como una desquiciada. Cuando parecía que llegaba su orgasmo, Lela, otra vez entra en acción. Con su mano embebida de lubricante, me circundo el esfínter anal desde afuera, introduciendo una falange solamente. Ese juego perianal hizo que mi esperma se colara en las vísceras de mi receptora, al tiempo que ella hacía lo propio, descargando sus fluidos sobre mi pelvis al sacar el dildo que tenía en la vagina.

Ambos quedamos extenuados, al irme desatando, Lela me decía…

– Ahora me toca a mí, no vamos a terminar la noche de esta manera, quiero mi ración.

Me puse mal, pues no pude mantenerla erección, a lo que mama me dijo.

– Tranquilo, disfruta el espectáculo.

Nuevamente madre e hija se trenzaron en un descomunal combate piel a piel, sexo a sexo, por un largo rato.

Las vi tener varios orgasmos y disfrutar sus cuerpos como si el mundo terminara el día de mañana, mientras yo disfrutaba el espectáculo que estaban brindando para un solo espectador.

Ambas se acercaron a mí, venían gateando sensualmente por encima de la cama, mientras una pasaba su lengua por mis testículos, la otra lo hacía por mi miembro, quien, de a poco cobraba vida.

Una vez en su máxima expresión, tome a mi abuela por su cintura y con un gran abrazo de por medio, comencé a besarla como si fuera la primera vez mientras doble un poco mis rodillas buscando ingresar a su interior, ella se puso en puntas de pies, nuestros sexos se unieron en una danza sensual e intensa. Nuestras piernas comenzaron a temblar, Lela se dio vuelta apoyando las manos en la mesa de noche, mientras la penetre por detrás. Mi amor no tardo en tener su recompensa; mientras esperaba la mía, mi madre le aplico unas palmadas suaves en sus glúteos con una palmeta de cuero forrada en con algo que parecía terciopelo, cosa que me excitó más aun, pero lo indescriptible fue la sensación que sentí cuando hizo lo propio conmigo, no tarde en llenar el vacío con mi semen.

Saque mi miembro de su encierro y el semen corría por sus piernas, mama, con su lengua lo recogió todo, cuando ya estaba limpia la zona, se incorporó y besando a mi abuela le paso parte de lo recolectado.

Nos recostamos los tres, yo podía apreciar dos esculturales bellezas que yacían a mi lado, bañadas por el rojo que emanaba la lámpara, una suave brisa que despedía el aire acondicionado nos acariciaba la piel, aun sonaba de fondo la suave música.

Me dedique a observar a mis dos amazonas, sus senos subían y bajaban agitados, reponiéndose de la faena.

– Gracias hijo, soy la mujer más feliz que pueda existir, recibirte en el interior y saber que alguna vez estuviste ahí, me hizo desearte con ansia.

– La verdad ma, siempre tuve deseo de hacer el amor con vos. Nunca creí poder llegar a esto, quise decirte en alguna oportunidad, pero nunca me anime.

– No miremos el pasado, veamos el presente y el futuro. Yo nunca pensé en estar con una mujer y hoy surgió, desde que me separe de papa voy día a día, lo real que desde ese momento nunca estuve en la cama con nadie.

– Pero… ¿lo habían arreglado con la abuela?

– Para nada, surgió, aunque conociendo a mi mama, ya me percataba algo.

Nos echamos a reír los tres hasta que uno a uno fuimos quedándonos dormidos.

Querrán saber ¿cómo termina esta historia? Les cuento.

Ambas tuvieron una charla, de la cual me excluyeron, referente a mí, llegando a un acuerdo, me quedaría una semana con cada una y cuando tuvieran ganas de repetir lo de esta noche nos juntábamos y tendríamos nuestra “cena” familiar.

Al día de hoy, la “titular” es mi abuela, quedamos que si mama se cruza con alguien que le mueva la estantería, se pondría de novio legal. Obvio con la reserva de tener nuestros encuentros, que dicho sea de paso, cada día se van superando, estamos por escribir un nuevo Kama Sutra.

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