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Esposas desesperadas (5): El suegro (parte 2)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Daniela discutía de manera acalorada por teléfono: ¡No suegro, ya le dije que no!, yo no tengo dinero para estarle dando, le advertí que se pusiera a trabajar.

Pero nuerita, contestaba por la línea el suegro: no me puede dejar así, tengo un gran problema, estoy desesperado, mi vida está en juego.

Pues me da mucha pena suegro, no tengo como ayudarle, inmediatamente colgando el teléfono.

Daniela continuo con sus labores diarias olvidándose de ello, su vestimenta era lo normal para la época de calor, un diminuto short que se incrustaba en los hermosos pliegues de la señora Daniela, en especial los labios vaginales, una blusita de tirantes color azul, con las hermosas y redondas tetas libres, para mitigar el calor, y unos zapatos de piso.

No pasaron un par de minutos cuando sonó el timbre de la puerta, asomándose por la mirilla para ver con enojo que era su suegro, abrió molesta para empezar a gritarle: ya le dije que no tengo dinero.

El suegro entro sin permiso a la casa cerrando la puerta tras de él, ¡necesito que me ayudes, debo un dinero y me van a matar si no lo pago!

Pero ya le he dicho que no tengo dinero, ¿Qué no entiende?

Sabes nuerita, a la persona que le debo dinero acaba de salir de prisión, hoy por la mañana, y lo acabo de convencer de pagarle “en especie”.

Daniela sin entender aun lo que el suegro trataba de explicarle: ¿Qué es eso de: en especie?

Pues, sabes nuerita, resulta que por ahí se filtró el chisme adentro de prisión, que tengo una nuera que es capaz de calmar los deseos más ardientes de un prisionero, jajaja.

¿Pero qué le pasa? Contestó Daniela molesta, ¿cómo anda diciendo eso?

Mira nuerita, la cosa esta así: si no accedes a mi petición voy a tener que decirle a mi hijo que me acosté contigo, pero si me ayudas en esta te dejare de molestar para siempre, ¿Qué te parece?

Daniela enojada: ¿es capaz de ir a contarle a mi marido?

Mira nuerita, no te enojes, estoy desesperado, solo hazlo esta vez y no te vuelvo a molestar ¿sí?

Daniela tratando de ordenar sus pensamientos, desesperada por salir de ese problema y no volverá a saber nada del suegro: ¿pero no lo volveré a ver?

Te lo juro nuerita, después de hoy me iré muy lejos y no me volverás a ver.

Daniela intrigada: ¿pero que voy a tener que hacer suegrito?

Pues acceder a lo que te pida mi amigo.

Ande no, que peligro ¿y si me hace daño?

Mira nuerita, si quieres le digo que la condición en que yo esté ahí vigilando ¿te parece?

Está bien suegrito, ¿pero es la última vez?

Así será, deja le hablo a mi amigo que esta allá afuera, saliendo: se asomó a la puerta y grito: ¡ven negro!

La señora Daniela palideció al escuchar el apodo, pensando lo peor, y confirmándolo al verlo entrar: un hombre moreno, alto, fornido, ciertamente mayo de edad (probablemente después de muchos años de estar en la cárcel)

El suegro se acercó al Negro, hablándole en voz baja probablemente indicándole las reglas del juego, ya que en cuanto escucho las palabras del suegro, volteo a ver a la señora Daniela y asintió con la cabeza.

Muy bien, grito el suegro aliviado, vamos entonces para adentro, mientras tomaba del brazo a Daniela y la conducía hacia sus recamara.

Al llegar a la cama, el suegro se acostó boca arriba, con la cabeza hacia el lado opuesto, casi con la cabeza colgando y le ordeno a Daniela: ven para acá nuerita, ven siéntate encima de mi cara.

Daniela se despojó del diminuto short, quedando tan solo en una delgada tanga de hilo color negro y su blusa de tirantes azul, sentándose encima de la cara del suegro, viendo hacia el lado opuesto de la cama.

El suegro comenzó de inmediato a pasear su lengua por el trazo del hilo de la tanga, con gran destreza la iba haciendo hacia un lado para dejar al descubierto la rajita deliciosa de Daniela, mientras tanto el Negro caminaba hacia ella, desabrochándose el pantalón, mientras se sacaba un tremendo animal aún más negro que su dueño.

El Negro se colocó frente a la señora Daniela, ofreciéndole a comer el enorme mangueron, Daniela aun en shock la tomo con ambas manos, dándose cuenta que aun agarrándola con las dos manos quedaba libre la cabeza del miembro, pero entendía perfectamente lo que el Negro pretendía, así que abrió su boca lo más grande que pudo para tratar de empezar a tragar aquella anaconda.

En cuantos los labios de Daniela tocaron la glande del pene del Negro, este cerro los ojos y volteo la cabeza al techo, en franca señal de ser una sensación que había estado esperando durante mucho tiempo.

Daniela trataba de recorrer lo más rápido posible la longitud de ese enorme chorizo, para reconocer más rápido toda su geografía, ya que desde el inicio se veía como una tarea titánica.

Mientras Daniela prácticamente se quedaba sin saliva para untar en el enorme miembro, en su rajita pasaba todo lo contrario: la hábil lengua del suegro ya había encontrado acceso a la vulva, recorría como auto de carreras los labios vaginales y daba vueltas endemoniadas alrededor de su clítoris.

Daniela entendió que era hora de ponerse en serio a trabajar, se acomodó sobre la cara del suegro, arrodillándose con las piernas abiertas, para tener mejor capacidad de moverse, para poder abarcar el enorme mástil de carne que le habían llegado hasta la puerta de su casa.

Daniela competía contra si misma, sobre las pulgadas de verga que podía comer sin empezar a sentirse asfixiada, mejorando su marca en cada nuevo intento, mientras tanto el Negro, acariciaba su cabeza al compás del movimiento de ella para comerse las yardas de verga que estaba acumulando.

En tanto el suegro tenía ya inundado el bizcocho de Daniela, su vulva completamente inundada, los labios vaginales de Daniela brillaban por la cantidad de líquido que escurría por ellos, el clítoris se levantaba desafiante a enfrentar al enemigo que la estaba acosando.

El suegro ya había comenzado a meter las manos por dentro de la playera de tirantes de Daniela, masajeando sus senos y pellizcando los pezones, mientras ella empezaba a acariciar el enorme par de bolas del Negro, que le hacían juego con el enorme palote, mientras se preguntaba en cada lamida que daba si ese lugar ya lo había chupado antes o no.

Como el suegro no tenía restricciones de ninguna especie, había empezado a incursionar en el anito de Daniela, primero lamiendo la delicada piel que se encuentra entre la vulva y el ano, y después descaradamente metiendo su lengua lo más que podía dentro del pequeño orificio de ella.

Daniela mientras tanto, disfrutaba estar rompiendo su dieta de comer vergas, con un enorme manjar, que ahora se encontraba completamente erecto, con grandes venas brillosas, chupaba, lamia y masturbaba de manera frenética.

Daniela pensaba en cuanta leche podría salir de ese enorme tronco de carne negra, cuando escucho la voz del Negro que decía “listo”, lo que ocasiono que el suegro se incorporara, girando por competo, quedando ahora con las piernas colgando del colchón, ordenándole a su nuera: súbete en mi verga puta.

Daniela entendió rápidamente, girándose también y montándose encima de la vergota del suegro, y cuando apenas se estaba acomodando para montarla, se dio cuenta del error de cálculo que había realizado: le había dejado disponible el orificio más pequeño a merced de la enorme vergota del Negro.

No le dieron tiempo a recapacitar, y entre los dos hicieron que empinara su cuerpo, bajando la cabeza y levantando el culo, para que el Negro empezara a medir el ángulo ideal para penetrar el delicado agujerito de Daniela.

Apenas el Negro coloco su cabezota en la entrada del agujerito de Daniela, elle empezó a sentir como todos sus órganos se empezaban dilatar, para ir dando paso al enorme reaton, que parecía que iba a dilatarle hasta los huesos.

Daniela trataba de asimilar el dolor que le generaba la entrada de esa enorme viga de carne que avanzaba dentro de ella sin control, se mordía los labios y trataba con todas sus fuerzas de no gritar de dolor.

Apenas había comenzado a entrar la segunda mitad del camote del Negro, cuando exclamo: ¡Vaya que esta ruca la puta!, a lo que el suegro contesto por debajo del cuerpo de Daniela: ¡Te lo dije carbón, que bien valía el dinero que te debía!

En tanto el ano de Daniela estaba restirado al máximo, bien se podía ver que no existía piel de ella entre la verga del suegro y la vergota del Negro, parecía que ella había desaparecido aplastada entre ambas herramientas.

Finalmente, el Negro pudo encajar todo su chorizote dentro del agujerito de Daniela, ambos podían sentir que su vergota estaba topando con la otra por dentro del cuerpo de Daniela, quedando inmóviles ambos, en un rasgo de compasión el Negro le pregunto: ¿quieres que me mueva el o me muevo yo puta?

Daniela tomando aire le respondió: ¡muévanse los dos! Lo que provoco el júbilo del suegro: te lo dije, te lo dije, a esta puta le encanta la verga, jajaja

Empezó el vaivén de ambos hombres, generando una oleada de sensaciones en el cuerpo indefenso de Daniela, quien solamente cerraba los ojos para disfrutar la sensación, mientras su cuerpo se movía en todas las direcciones que los empujones de los cuerpos de sus perpetradores hacían.

Daniela comenzó a gemir, cuando el suegro la despojo de su playera de tirantes, quedando a merced de su boca el hermoso par de senos que se bamboleaban al compás de su cuerpo atacado por el par de troncos.

Parecía que Daniela era la que marcaba el ritmo de penetración, con sus gemidos acompasados: Ah, Ah, Ah, que se repetían en cada sacar y meter de verga de alguno de las dos que tenía ensartadas.

El cuerpo de Daniela comenzó a temblar mientras empezaban a emanar de su vagina las primeras gotas de orgasmo, cosa que a ninguno de los hombres le importo porque ambos seguían en su ritmo frenético de penetración, lo que hacía aparentar que para ellos la única que no estaba presente era ella.

Daniela no pudo más y comenzó a gemir cada vez más fuerte, cada vez más frecuente: Ah, Ah, Ah, hasta terminar en un escandaloso AH cuando de la vulva de ella salía una cascada de fluido.

Los hombres seguían como si nada penetrando a Daniela, por mas que ella gritara: ¡yaaa, paren por favooor!

Hasta trato de manera inútil tratar de hacer razonar al suegro:

Yaaa Ah

Paren Ah

Sue… Ah

Gri… Ah

Tooo… Ah

Un enorme orgasmo final de Daniela, comprobaba que ellos iban a parar solamente cuando ellos estuvieran satisfechos, lo que no se tardó demasiado en ocurrir.

Una nueva intervención del Negro que repitió la frase: listo, empezando a retirar el enorme tronco del molido anito de Daniela, una vez que desenchufo toda la manguera, el suegro se movió de debajo de ella, para colocarse de pie junto al Negro.

La señora Daniela seguía de rodillas sobre el colchón al pie de la cama, cuando vio que ambos hombres se pusieron en fila frente a ella apuntando sus herramientas hacia su cara, ella entendió de inmediato y tomo una verga con cada mano comenzando a masturbarlos a ambos, mientras con un gesto les indicaba que estaba abriendo su boca para recibir los mecos calientes dentro de ella.

El primero en disparar el chorro de leche fue el suegro, que mando una plasta de leche caliente justo en la frente de la señora Daniela, la cual al sentir que empezaron a resbalar por su cara y caer justo sobre sus arregladas pestañas pensó: ¡diablos, tendré que ir a que me las reparen!

Pero justo después de eso llego un tsunami de mecos del negro, que disparo un potente choro de leche caliente, que golpeo, los ojos, nariz, boca, orejas, frente y cuelo de Daniela, quien solamente sentía el calor de los chorros al chocar en su cara.

Tres descargas después, el Negro había descargado años de deseo reprimido en la cara de Daniela, quien literalmente no podía abrir los ojos porque las pestañas se le habían pegado con el coctel de mecos que acababa de recibió en su cara.

Se quedó ahí hincada en su cama, empezando a lamer con su lengua las gotas de leche que resbalaban por su cara, mientras que escuchaba a los hombres finiquitar sus negocios: el Negro le decía al suegro: bueno te salvaste por esta vez, vale más que no te vuelva a ver en esta ciudad, a lo que el suegro respondió: claro que si Negro, en este momento me iré para no volver, se enfilaron a la puerta y desde la entrada el suegro grito: ya me voy nuerita, mis mejores deseos para ti y para mi hijo y cerró la puerta.

Daniela empezó un largo y meticuloso trabajo de remover las plastas de mecos en su cara, lo que le llevo gran parte del día, porque además de hacerlo con mucho cuidado, no desperdicio una sola gota de leche.

Finalmente, cuando terminó, apenas se alcanzó a vestir cuando regreso el marido de trabajar: ¡querida, me envió mensaje mi papá, diciendo que se iba de la ciudad, que tú ibas a explicarme! A lo que Daniela despreocupada contesto: no lo sé querido a mí solamente me dijo que se iba y que te despidiera de él, no sé qué pasaría corazón, ¿quieres cenar?

Si amorcito, tengo mucha hambre, ven a cenar conmigo.

No amorcito no tengo hambre, sabes, hoy comencé una dieta que vi en Facebook que es nada mas de leche, a ver si funciona.

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Autor
JORGEFAG
JORGEFAGhttp://jorgefag
Ferviente aficionado de los relatos propios u ajenos (imágenes facilitadas por lectoras y colaboradoras)

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