Hace mucho tiempo me dedique a trabajar de guarda de seguridad en una casa de retiro de sacerdotes… si de sacerdotes.
Era común que frecuentaran a la casa muchos jóvenes que colaboraban en las iglesias y realizaran sus convivencias. Lo extraño es que una noche, pasadas las 9 pude escuchar un ruido que provenía de unas de las habitaciones que estaban a lo largo de un pasillo, estas eran donde se hospedaban los visitantes que pasaban uno o dos o tres días.
La curiosidad me llevo a mirar a través de una ventana que dejaba ver por las cortinas que no se cerraron bien. Pude ver como un sacerdote acariciaba las piernas de una jovencita de unos 18 años que vertía con falda de pliegues y una blusa abotonada que dejaba ver la redondez de unos pechos blancos, el morbo de ver cómo le subía lentamente la falda y apretaba las piernas blancas que marcaban una pequeñas venitas rojas, eso me excitó.
Tenía mi pene con una erección descomunal. El sacerdote saca su enorme pene y lentamente se lo pasa de arriba abajo por la ropa interior de la joven ya mojada de la lubricación quede notaba.
Así se dieron las cosas y podía ver como el sacerdote no más de 30 o 35 años ya estaba penetrando a la joven, que de donde yo estaba se podía ver las piernas torneadas levantadas a los hombros del hombre, así estuvieron unos 20 o 25 minutos en esa faena. Tuve que retirarme porque se acercaba una joven que desde otro lugar espiaba a la pareja y también a mí.
Me sorprendió mucho cuando me aborda y me dice “te gusta ver a las parejas en su intimidad”, le dije “bueno no pude evitarlo solo hacia mi labor de vigilancia y se dio el momento”.
Ella al ver lo excitado que estaba, decidió agarrarme e insinuarse, que no se podía aguantar las ganas y quería sentir un pene grueso y largo y cabezón dentro de su vagina.
En ese momento actúe por instinto y la tomé, la recosté en una mesa y ahí la penetré hasta descargar un enorme chorro de semen que al pararse le chorreaba por las piernas.
Así pase todas las noches mientras estuvo en la casa de retiro espiritual.