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Esclavo de ti mismo (C. 7): Zombi sin voluntad (Parte 1)
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En el interior de la sala, el atractivo ojiazul sintió el helado choque de agua sobre su piel. Recobró rápidamente la consciencia, al percibir que le habían sacado toda la ropa. Se descubrió sentado sobre un reclinable y quiso levantarse, pero cuatro firmes ataduras mantuvieron inmovilizados sus brazos y piernas. Trató de tirar de ellas, mas sólo consiguió lastimarse.

Sam decidió abrir los ojos y se quedó desconcertado. La primera imagen que captó fue la de Alfonso caminar hacia él totalmente desnudo. Volvió a apretar los párpados y a negar con la cabeza, aquello carecía de sentido.

“Me encuentro desnudo… desnudo… desnudo… Estoy sonámbulo…Sonámbulo… Sonámbulo… Yo Duermo profundamente… Profundamente… Profundamente… Marcus es mi Amo Y yo soy su esclavo… Su esclavo… su esclavo…”.

El ojiazul despegó los párpados horrorizado al escuchar a su mejor amigo pronunciar aquellas palabras. Observó a Alfonso caminar ahora hacia el extremo derecho de la habitación, aunque Entonces se percató de que él no estaba realmente allí, sino que podía verle a través de una enorme pantalla tridimensional.

Buscó retirar la mirada, pero las luces blancas de dos poderosos reflectores lo enceguecieron cuando quiso girar la cabeza hacia la izquierda. Intentó voltear a su derecha, no obstante, otros dos reflectores causaron el mismo efecto.

Bizqueó herido por la luz y Sam no tuvo más opción que contemplar la imagen de su mejor amigo, que sin pudor y de manera más que sugerente exhibía su cuerpo desnudo.

Notó que Alfonso caminaba una y otra vez a lo largo de una lujosa estancia, con los ojos cerrados y los brazos extendidos, mientras profería en una voz gutural e incesante aquellas frases.

“Me encuentro desnudo… desnudo… desnudo… Estoy sonámbulo…Sonámbulo… Sonámbulo… Yo Duermo profundamente… Profundamente… Profundamente… Marcus es mi Amo Y yo soy su esclavo… Su esclavo… su esclavo…”.

“Marcus”. Aquel nombre encendió todas las alertas de Sam. Furibundo reintentó romper las amarras, sin embargo, estas permanecieron inmovibles y únicamente pudo bramar y maldecir a causa de la desesperación.

Recordó que aquella mañana Marcus fue quien abrió la puerta. Fue él quien le hizo entrar a la casa y fue él quien tras realizar una especie de orden provocó que Alfonso lo atacara. Recordó también que Marcus había dicho que él mismo, permanecería a partir de ese día en aquella casona y no volvería a salir al menos que él lo deseara.

Sam azotó el cuerpo exasperado contra el sofá. No entendía nada. ¿Por qué Alfonso lo había atacado?, ¿Por qué caminaba desnudo? ¿Por qué había ayudado al desgraciado de Marcus a aprisionarlo en aquella sala? ¿Cómo es que Marcus consiguió someterlo a ese nivel? ¿Cuáles eran las intenciones de Marcus al hacer todo eso?-

“Me encuentro desnudo… desnudo… desnudo… Estoy sonámbulo…Sonámbulo… Sonámbulo… Yo Duermo profundamente… Profundamente… Profundamente… Marcus es mi Amo Y yo soy su esclavo… Su esclavo… su esclavo…”.

Sam Escuchó de nuevo la voz de Alfonso emanar de los altoparlantes. No obstante, otra de las palabras resonó en su mente. “Sonámbulo”. “¿Acaso Alfonso se hallaba sonámbulo?”. “¿Cómo era posible?”. Sam había escuchado de extrañas conductas de los sonámbulos. Que se levantaban y trataban de salir de la casa, que abrían las llaves del grifo o inclusive intentaban vestirse. “¿Pero que una persona en un estado de sonambulismo se volviera esclava de alguien?”. “Nunca”.

Sam no podía comprenderlo. Pero la imagen de su mejor amigo, que en ese preciso momento caminaba en torno a un fino comedor de cristal, sin ropa alguna, dominado por una conducta bastante lasciva y sin dejar de afirmar que Marcus era su Amo, no daban lugar a duda. Marcus había conseguido drogar a Alfonso a través de algún tipo de substancia o le había colocado en una especie de trance.

Estuvo a punto de hacerse más preguntas, sin embargo se quedó sin saber cómo reaccionar cuando Marcus entró en aquel comedor e interceptó la caminata de Alfonso.

Marcus puso las manos sobre el torso de su mejor amigo y Alfonso no pudo evitar emitir un gemido y una mueca de placer.

“Quiero disfrutar tu cuerpo ahora esclavo. Quítame la ropa de forma sensual, mientras lo haces, quiero que me beses y chupes con tu lengua. Después cárgame, súbeme a la mesa y luego cabálgame. Vamos a tener sexo y quiero que lo disfrutes más que nunca. ¡Hoy voy a penetrarte!”.

Escuchó el ojiazul a Marcus ordenarle lujurioso a su mejor amigo.

Sam se quedó asombrado y asqueado cuando Alfonso obedeció sin resistirse. Comenzó a desvestir fogosamente a Marcus, a la vez que le plantaba calientes besos y chupaba hambriento su piel. -Ssi, mi Amo… Haré lo que digas… Mi cuerpo está desnudo para ti… Listo para que lo uses… Listo para complacerte… Tendré sexo contigo… Disfruto brindarte placer… Haz conmigo lo que quieras… Penétrame… Mi cuerpo te pertenece… Soy tu esclavo…

Sam no podía creerlo. Alfonso nunca había sido homosexual. Él lo sabía bien. Desde niño Alfonso perseguía a las mujeres y las mujeres lo perseguían a él. Era todo un sex simbol, un play voy. Sam casi vomitó cuando Marcus se apoderó de la boca de su mejor amigo y él respondió intensamente al beso.

Trató de apartar la mirada, mas el resplandor de la pantalla impedía que lo hiciera. Observó angustiado como su mejor amigo terminaba de sacar los pantalones a Marcus y desesperado rompía el bóxer. Alfonso se inclinó y cargó a Marcus en sus brazos, para colocarlo encima de la mesa.

Sam quiso cerrar los ojos, sin embargo, se asustó al darse cuenta que era incapaz de hacerlo, la luz de la pantalla igualmente se lo impedía. Le resultaba imposible entender como ese loco, ese pervertido, había sometido a aquel grado a su mejor amigo.

¿Cómo lo había transformado en un maldito homosexual?, ¿Cómo lo obligaba a tener sexo con él? y más aún, ¿cómo consiguió que Alfonso lo disfrutara?

Porque su mejor amigo lo disfrutaba. Alfonso y él se habían acostado muchas veces con prostitutas o mujeres al mismo tiempo, sobre todo en la adolescencia, por lo que Sam sabía cuándo Alfonso experimentaba el verdadero placer.

Alfonso se montó sobre Marcus, mientras este le chupaba y mordía salvajemente la espalda. “Muévete provocadoramente para mí. Deseas que te use y te penetre, ¡deseas brindarme mayor placer!”

Ordenó despiadado Marcus.

Sam no paraba de horrorizarse. Fue un mudo testigo de la manera tan desbocada y vehemente en que Alfonso se balanceó para Marcus. En círculos, hacia atrás y hacia adelante, mientras le ofrecía el trasero efusivamente. No pudo evitar pensar en las ocasiones excitantes en que muchas mujeres lo habían hecho con él a lo largo de los años, justo de esa misma manera. Y a su pesar, Sam experimentó una repentina erección.

“No, ¡no soy gay!” Se dijo mentalmente. Trató de resistirse, pero el resplandor de la pantalla se apoderaba cada vez más de su vista. Le resultó imposible dejar de contemplar el cuerpo desnudo de Alfonso, con esa piel blanca, tersa y aquellos músculos de hierro, iguales a los suyos, aquel provocador trasero, esos movimientos dignos de un gigoló profesional.

“Pídeme que te penetre esclavo. Lo deseas. Debes complacerme, ¡pídelo!”

Ordenó Marcus con una voz autoritaria, que a Sam comenzó a excitarlo.

“Ssi… mi Amo Lo deseo… Sólo vivo para complacerte… Úsame mi Amo… ¡Penétrame, soy tu esclavo, haz conmigo lo que quieras, penétrame mi Amo, penétrame mi Amo!”

Sam quiso oponerse a la saliva que escurría de su boca y al calor que llenó su cuerpo cuando Marcus tomó al castaño con fuerza y lo penetró sin miramientos. Todavía más a la erección que creció incontenible al escuchar el gemido de placer de Alfonso.

“¡Grita que estás sonámbulo, que disfrutas tenerme dentro de ti, que eres mi esclavo!, ¡No dejes de repetir que eres mi esclavo!”

Indicó Marcus con la voz cargada por el placer.

Sam estuvo seguro entonces que el placer y calor crecían dentro de sí, a cada orden que Marcus le daba a Alfonso. Y empezó a pensar “En lo que se sentiría ser penetrado por aquel hombre”. “No”. Él no podía pensar aquello. “¡Él no era homosexual!”. Siempre había odiado a los homosexuales. “Alfonso tampoco era homosexual y ahora estaba entregado al placer con otro hombre”. Una voz repitió aquello fuertemente en su cabeza.

“¡SSI, MI AMO!… ¡ESTOY SONÁMBULO!… ¡DISFRUTO TENERTE DENTRO DE MÍ!… ¡SOY TU ESCLAVO!… ¡SOY TU ESCLAVO!.. ¡SOY TU ESCLAVO!… ¡SOY TU ESCLAVO!…. ¡SOY TU ESCLAVO!”

Repitió Alfonso, a la vez que se movía lascivamente para brindar más placer a su Amo. “¡SOY TU ESCLAVO!… ¡SOY TU ESCLAVO!… ¡SOY TU ESCLAVO!”

Aquellas palabras resonaron fuerte dentro de la sala y entraron con ímpetu en los oídos de Sam. Y la pasión, el deseo, la necesidad de sentir placer, nublaban cada vez más su mente.

El ojiazul comenzó a salivar y sudar sin control. Empezó a moverse al ritmo de las envestidas de Marcus, como si fuera él quien estuviera sometido a aquella penetración. Se encontraba totalmente absorto en la visión de Alfonso, que continuaba con los ojos cerrados, enteramente desnudo y abatido por las envestidas inclementes de Marcus.

Alfonso gemía de placer, aunque sin parar de gritar. “¡SOY TU ESCLAVO!… ¡SOY TU ESCLAVO!… ¡SOY TU ESCLAVO!”

La erección de Sam alcanzó un tamaño descomunal. Se hallaba a punto de explotar a causa del gozo, el placer recorrió en oleadas su cuerpo. Y sin que pudiera contenerse, empezó a repetir junto con Alfonso. -Soy tu esclavo… Soy tu esclavo… Soy tu esclavo… Soy tu esclavo… Soy tu esclavo…-

Sam ni siquiera se percató cuando Alfonso y Marcus explotaron juntos al experimentar aquel simultáneo orgasmo. Ni cuando la imagen de la pantalla de los dos cuerpos desnudos, se difuminó lentamente en una cascada de chispas blancas y azules. Sam no escuchó a la estática sustituir las voces de Marcus y Alfonso. Ni mucho menos notó a la cascada de chispas transformarse en un aro concéntrico de colores que giraba sin parar.

Sam observaba la pantalla fijamente. Sus ojos azules reflejaban el aro concéntrico, a la vez que todo su cuerpo se ponía rígido y relajado. -Soy tu esclavo… Soy tu esclavo… Soy tu esclavo… Debo obedecer… Debo obedecer… Debo obedecer… Un esclavo debe obedecer… Un esclavo debe obedecer… Un esclavo debe obedecer… Sin voluntad… Sin voluntad… Sin voluntad… Soy un esclavo sin voluntad… Sin voluntad… Soy un esclavo sin voluntad… Sin voluntad… Soy un esclavo… Un esclavo sin voluntad…-

Sonidos agudos salieron de los altavoces y el cuerpo de Sam se arqueó de placer, al tiempo que la sucesión de colores y movimientos de la pantalla se tornaron increíblemente veloces.

-Ssi, eres mi Amo… No tengo voluntad…. Debo obedecer… Debo cumplir tus órdenes… Tus deseos son órdenes… Eres mi Amo… No tengo voluntad… Debo obedecer… Debo cumplir tus órdenes… Soy tu esclavo… Sólo existo para obedecer… Mi Amo…-

Sam giraba la cabeza en círculos al ritmo del aro de la pantalla. Las amarras repentinamente lo soltaron y Sam comenzó a mover sus brazos en círculo, en perfecta imitación del aro multicolor.

-Ssi… Debo obedecer… Sólo existo para cumplir tus órdenes… Soy un cuerpo sin voluntad… Un títere… Un zombi sin voluntad… Sólo existo para obedecer a mi Amo… Sólo existo para ser un esclavo sin voluntad… Soy propiedad de mi Amo… Un esclavo sin voluntad… Un Zombi sin voluntad… Un títere… Un cuerpo sin voluntad… Existo para obedecer y cumplir las órdenes de mi Amo… Mi Amo… Marcus es mi Amo… Mi Amo…. Marcus es mi Amo… Mi Amo…

Sam se dejó caer hacia adelante y quedó de rodillas, mas en ningún instante retiró la vista de la pantalla. -Soy un cuerpo sin voluntad… Un esclavo sin voluntad… Un zombi sin voluntad… Soy propiedad de mi Amo… Sólo existo para obedecer y cumplir las órdenes de mi Amo…. Mi Amo… Mi Amo… Mi Amo… Marcus… Mi Amo… Marcus… Mi Amo…

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