Alfonso se puso de pie y avanzó hacia su Amo. Marcus notó las gotas de sudor que bañaban el torso de su esclavo y eso le excitó sobremanera. Verlo luchar con su mejor amigo, pelear como un alfa para someter a la siguiente presa, obedecer sus órdenes al pie de la letra y continuar completamente sonámbulo, casi hizo que lo cogiera en ese mismo momento, pero volvió a contenerse.
-Listo, mi Amo. Cacé a Sam para ti. Soy tu predilecto, tu esclavo capataz. Y te ayudaré a someter a los hombres que desees. Dime ahora, ¿cómo más puedo complacerte?
Pronunció Alfonso con voz normal, aunque cargada de devoción.
Marcus se aproximó y devoró la boca de su esclavo, a lo que Alfonso contestó solícito. Comenzó a mover expertamente los labios, a la vez que disfrutaba el contacto de la lengua de su Amo al saborearla con su propia lengua.
Marcus decidió concluir entonces aquel apasionado beso. Alejó con los brazos al castaño y fijó la mirada en sus ojos abiertos y completamente rojos.
-¿Te complace ser mi predilecto? ¿Te complace ser mi esclavo capataz? ¿te complace cazar a otros hombres para mí? ¿te complace ser mi esclavo sexual? ¿te complace ser mi amante sonámbulo?
Inquirió Marcus con voz sugerente.
-Ssi. Yo soy tu predilecto. Me complace ser tu esclavo capataz. Me complace cazar a otros hombres para ti. Me complace ser tu esclavo sexual. Me complace ser tu amante sonámbulo. ¡Sabes que sólo vivo para cumplir todos tus deseos y servirte, mi Amo!
Respondió Alfonso sumiso y cargado de devoción.
-Muy bien esclavo. Estoy muy orgulloso de tu labor. Ahora vamos a someter a Sam. Él será un esclavo sumamente fogoso por lo que vi en la pelea. Ayúdame a cargarlo hasta la habitación que te indiqué.
Ordenó Marcus.
El sonámbulo se acercó al cuerpo inconsciente de Sam, con gran facilidad lo cargó y comenzó a llevarlo hacia dentro de la mansión. Subieron las escaleras y avanzaron rumbo del salón Kaligari. Marcus se adelantó unos pasos y presionó el interruptor para abrir la puerta metálica, misma que se corrió con su usual chirrido.
Alfonso ingresó con el cuerpo de Sam en los brazos. Marcus cruzó la habitación para presionar un nuevo botón en la pared izquierda, la cual se corrió hacia un lado y rebeló una extraña sala.
Empotrada en el muro del fondo yacía una enorme pantalla tridimensional que en ese instante trasmitía barras de color azul. De un sistema de audio emanaba un sonido de estática, al tiempo que cuatro poderosos reflectores ubicados a los extremos de la sala, derramaban una enceguecedora luz blanca.
Justo al centro y fuera del alcance de la luz, se localizaban un grupo de tres sofás reclinables, todos iguales al del salón Kaligari. Alfonso avanzó hasta el sofá de en medio, situó a Sam encima y lo recostó con cuidado.
-Bien esclavo, ahora quítale y rómpele la ropa
Indicó Marcus con expectación.
-Ssi, mi Amo, lo que más te complazca.
Contestó Alfonso con voz sumisa, aunque bastante lúcida.
De inmediato el castaño le sacó la americana a Sam. Rasgó la camisa, desabrochó el cinturón, rompió los pantalones y quitó los zapatos y calcetines. De un fuerte tirón desgarró el bóxer y Marcus pudo apreciar el largo miembro de su segunda presa.
-Esclavo, llévate la ropa destruida y deséchala en el jardín de atrás. La americana, zapatos y cinturón, guárdalos en el salón de trofeos, en la vitrina junto a la tuya. Después, espérame al lado del cuarto de control.
Ordenó Marcus.
-Si, mi Amo, lo que más te complazca.
Respondió Alfonso fervoroso.
El sonámbulo tomó las ropas y se retiró fuera de la sala. Marcus presionó un botón en el respaldo del sofá donde Sam se encontraba inconsciente, tras lo que poderosas amarras aprisionaron sus brazos, piernas y torso. Después tiró de una palanca y el sofá se colocó en posición semirrecta, con lo que al despertar, lo primero que Sam vería sería la enorme pantalla.
Marcus se permitió examinar el cuerpo de su segunda presa. Palpó el fuerte abdomen, tan o más duro que el de Alfonso. Recorrió sus duros bíceps y apretó con firmeza el miembro de su futuro esclavo. Sam al sentir el contacto, se removió y emitió un leve gemido, aunque sin recuperar el sentido.
Marcus se inclinó, chupó el cuello de su presa y deslizó a través de aquella blanca piel su lengua. Probó un gusto a madera, jugoso y viril, distinto al de su esclavo sonámbulo. Se refrenó para no poseer a Sam en ese mismo momento, pues la suculencia de su piel lo alteró sobremanera. Le propinó un apasionado beso en los labios, exploró su boca y se deleitó con el enjuague bucal del ojiazul, un sabor entre menta y naranja.
-Estoy seguro que disfrutarás de tu nueva vida, mi futuro zombi sin voluntad. En unos momentos vas a despertar por última vez. Y después de eso, me volveré tu Amo para siempre. Serás un zombi sin voluntad. Vaya que vas a complacerme, no pensé que tu piel fuera a excitarme tanto.-
Dijo Marcus en un murmullo, al tiempo que lamía el oído de Sam.
Enseguida se alejó del cuerpo desnudo del ojiazul, se encaminó hacia la salida y presionó el botón que sellaba la pared falsa. Atravesó el Salón Kaligari y bloqueó esa puerta también.
Alfonso ya lo esperaba con el rostro cargado de devoción, sus ojos totalmente rojos y el torso descubierto a un costado del cuarto de control, tal como se lo ordenó.
-Mi Amo, Indícame ahora cómo puedo complacerte.
Pronunció Alfonso con pasión, a la vez que efectuaba una reverencia hacia su Amo.
-Dime esclavo, ¿no sentiste nada al dejar noqueado a tu amigo? ¿no te preocupa que pronto lo convertiré en un esclavo más de mi harem? ¿no te importa que pronto lo someteré igual que a ti?
Inquirió Marcus con tono sarcástico.
-No, mi Amo. No me importa Sam. Él no es mi amigo, no es nada para mí. Sabes que sólo vivo para complacerte, para brindarte placer. A ti te complace esclavizarlo. Y yo sólo puedo disfrutar, porque te complazco al obedecer tus órdenes. Soy tu predilecto, tu capataz. Y haré cualquier cosa que quieras.
Contestó Alfonso, mientras bajaba la cabeza en un gesto de total docilidad.
Marcus lo contempló con fijeza por varios segundos antes de hablar. -¡Kaligari!
Al escuchar la palabra, Alfonso cerró los ojos, alzó sus brazos y dejó caer la cabeza hacia atrás. Te escucho… Soy un miserable esclavo sonámbulo del Kaligari… Tus deseos son órdenes… Sólo vivo para complacerte y obedecerte… Mi Amo
Declaró el sonámbulo, al tiempo que se quitaba rápidamente el pantalón, los zapatos y el bóxer.
Marcus quedó encantado por la facilidad de inducir en aquel macho esos estados tan profundos de sonambulismo. La segunda fase del Kaligari resultó un éxito y Alfonso convertido en su esclavo capataz, en su amante sonámbulo, sometió a Sam de una manera formidable. Se felicitó mentalmente por sus grandes dotes, pues tan sólo en 24 horas logró destruir cualquier posibilidad de que tratara de liberarse del sonambulismo, además de incitarlo a participar en la cacería y tarea de esclavizar a su mejor amigo. Pese a ello, no deseaba cometer ningún error. Por lo cual resultaba mejor regresarlo a la primera fase del Kaligari, donde el sonambulismo se hallaba falto de cualquier conciencia.
Durante aquella mañana lo había colocado en la segunda fase, en la que continuaba en un profundo estado de sonambulismo, pero conseguía adquirir una consciencia distante de las cosas que lo rodeaban, de sus acciones e incluso un control instintivo de reacción a ciertas situaciones, como la pelea contra Sam.
Al interior de la segunda fase, Alfonso vivía todo como un sueño, un sueño donde él era su amante, su esclavo sexual, su esclavo capataz, su predilecto. En ese sueño el éxtasis de complacerlo y servirlo era superior y lo mantenían sonámbulo, pero si la parte racional del cerebro se esforzaba por analizar, Alfonso podría crear algún tipo de oposición al sonambulismo y hasta despertar.
Afortunadamente, el día y noche de sexo, acondicionamiento dentro de la primera fase y la constante implantación de comandos y órdenes a su subconsciente, lograron que no solamente disfrutase el sueño, sino que cayera en un sonambulismo todavía más profundo.
El color carmesí en la pupila de los ojos era un indicador inequívoco de un nivel máximo de sonambulismo, además la devoción con la que cumplió sus instrucciones y la nula preocupación por el futuro de su mejor amigo, señalaban que la resistencia ya no existía. Alfonso era completamente suyo. Un sonámbulo. Un esclavo que jamás volvería a despertar.
-Bien, así me agrada, que recuerdes que debes permanecer desnudo. Hoy te permití utilizar ropa. Pero eso únicamente será cuando te encomiende una misión. El resto del tiempo tienes prohibido usar cualquier prenda.
Señaló Marcus con voz lasciva.
-Ssi, mi Amo… Me complace estar desnudo para ti… Debo permanecer así, sonámbulo y desnudo… Estar siempre listo para que utilices mi cuerpo… Disfruto estar desnudo y sonámbulo… Sólo vivo para complacerte… Y nada más
Respondió Alfonso con la voz nuevamente perdida.
-Muy bien. ¿Recuerdas cuál es tu tarea especial como mi esclavo sonámbulo?-
Preguntó Marcus con deseo.
-Ssi, mi Amo. Debo recorrer la casona con los brazos extendidos por delante, la cabeza caída hacia atrás y los ojos cerrados. Debo andar así, desnudo, descalzo, una y otra vez… Una y otra vez… Sin parar… Sin cansarme… Debo recorrer cada una de las habitaciones… Debo lucir mi cuerpo desnudo para que tu puedas disfrutarlo… Una y otra vez… Una y otra vez… Hasta que tú ordenes detenerme…
Contestó Alfonso con voz apagada.
-Si, exacto. Ahora quiero que vayas a hacer eso. Que hagas tu tarea especial. Quiero que recorras tres veces cada habitación de la casa. Excepto el cuarto de control y el salón Kaligari. Todas las demás habitaciones debes recorrerlas, enteramente desnudo. Y mientras lo haces, quiero que repitas que estás desnudo, sonámbulo y profundamente dormido. Y que yo, Marcus, soy tu Amo. Comienza desde el recibidor. Ahora.-
Indicó Marcus.
-Ssi, mi Amo, Disfruto complacerte… Haré lo que digas…
Alfonso se alejó a través del corredor y Marcus pudo contemplar la magnífica espalda y el poderoso trasero de su esclavo. Una vez que el sonámbulo se perdió por las escaleras, Marcus ingresó al cuarto de control y activó el sistema de video.
Enlazó las cámaras a la pantalla de la sala donde Sam yacía inconsciente y a su propio ordenador, para enseguida activar en este el comando que permitía visualizar la doble pantalla.
Del lado izquierdo del monitor Observó a Alfonso desnudo con sus pasos de sonámbulo llegar hasta el recibidor y comenzar a realizar su “tarea especial”. Encendió el audio y escuchó la voz pausada de su esclavo repetir lo que le había mandado.
El calor que sintió al escuchar la voz de su predilecto, por poco lo hace correr a su encuentro y tener sexo desenfrenado con él encima de la mesa del comedor. Aunque, tras pensarlo bien, concluyó en que ese sería un buen espectáculo y la mejor forma de destruir cualquier resistencia mental de Sam.
Marcus tecleó nuevamente en el ordenador y enlazó el sistema de audio de la sala al de las cámaras. Enseguida programó la secuencia de luces y ondas bineurálgicas, calibró la secuencia de supresión hipnótica, subió el volumen y apretó el comando para iniciar. Se fijó en la parte derecha del monitor, mas notó que Sam todavía permanecía inconsciente.
Chasqueó la boca con desaprobación y pulsó un interruptor azul en el teclado, el cual activó un mecanismo que arrojó un potente chorro de agua fría sobre el cuerpo desnudo de su presa. Luego se levantó de la silla y se encaminó hacia el comedor, dispuesto a comenzar con el espectáculo que destruiría la voluntad de Sam para siempre.