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Esclavo de ti mismo (C. 9): Entre sus brazos
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Marcus succionó la boca de Sam, mientras el ojiazul profundamente hipnotizado deslizaba efusivo las manos sobre el cuerpo desnudo de su Amo. 

La frescura del agua de la piscina contrastaba increíblemente con aquel acto tan sexual, aunque para Marcus resultó un verdadero deleite tener a ese macho escultural a su merced y nadar con él a la luz del atardecer.

-Mi Amo… Ya está listo el almuerzo… Lo traje como lo ordenaste…

Señaló Alfonso desde la orilla de la piscina.

Marcus despegó la boca de su zombi y volteó a ver a su predilecto. Era cierto. Había ordenado al sonámbulo que preparara la comida, pues poseía dotes culinarios magníficos. Alfonso colocó tres charolas sobre la mesa de playa, a unos metros de la piscina y los platillos desde la distancia olieron sumamente suculentos.

-Mi zombi, debemos parar por ahora. Los quiero fuertes, ya que su deber es complacerme y obedecerme. Ven, vamos a comer.

Ordenó Marcus, mientras besaba y chupaba el húmedo cuello de Sam.

-Ssi, mi Amo… Lo que quieras… De inmediato lo cumpliré…

Contestó Sam, totalmente carente de cualquier emoción.

Marcus se colocó de tal manera que quedó rodeado por los musculosos brazos de Sam y le ordenó caminar. Los dos atravesaron abrazados la piscina, hasta alcanzar la orilla, donde Alfonso con la cabeza caída hacia atrás, los ojos cerrados y sus brazos al frente, esperaba las indicaciones de su Amo.

-Mi guapo zombi, levántame con tus brazos y colócame en los brazos de Alfonso. Mi esclavo sonámbulo, cárgame en cuanto Sam me deje en tus brazos.-

Ordenó Marcus a los dos machos.

-Ssi, mi Amo…

Respondieron los dos al unísono.

Sam ejecutó la orden cuidadosamente y sacó a Marcus del agua. Cuando Alfonso sintió el peso de su Amo, lo sujetó con firmeza y esperó nuevas instrucciones.

-Llévame a la mesa mi sonámbulo y colócame en mi silla. Mi zombi, sal del agua y ven con nosotros.

Señaló Marcus a sus esclavos.

Alfonso obedeció y con enorme precaución bajó a Marcus y lo sentó en una amplia silla de metal. Después retomó nuevamente su posición de sonámbulo, a expectación de más indicaciones. Por su parte Sam acató el mandato de su dueño absoluto, salió de la piscina y con el agua que le escurría del escultural cuerpo caminó hasta quedar de pie junto a Alfonso, mientras clavaba la cabeza en el pecho, dejaba caer los brazos pesados a los costados y mantenía los ojos totalmente en blanco.

Marcus sonrió alucinado por aquella depravada escena. Dos poderosos machos anteriormente heterosexuales, ahora vueltos gays, completamente desnudos, sin ningún control de sus mentes o cuerpos, uno sonámbulo y el otro hipnotizado, eran sin duda su mejor cacería.

-Mi sonámbulo, besa a Sam con lujuria. Y tú mi zombi, responde al beso con la misma pasión. Después quiero que los dos se arrodillen y cada uno bese uno de mis pies, mientras dicen: “Sólo Marcus tiene poder sobre mí, sólo Marcus me puede ordenar”.

Demandó Marcus, insaciable.

Los dos acataron la orden sin protestar. Alfonso buscó la boca de Sam y lo obligó a agacharse, pues el ojiazul era cinco centímetros más alto. El zombi aceptó el dominio del sonámbulo y recibió aquel beso con deseo en su rostro. El castaño utilizó su lengua como un ariete, exploró ansioso la boca de Sam casi hasta la garganta, mientras chupaba sus labios. El zombi obedeció a Marcus y apretó a Alfonso contra su cuerpo, al tiempo que se frotaba contra él y correspondía ardiente ese beso, al mover con vigor los labios y tratar de atravesar con su lengua la boca del sonámbulo.

Los dos finalizaron el beso y uno al lado del otro, se arrodillaron delante de Marcus, a la vez que cada uno tomaba un pie. Alfonso sujetó el pie derecho y Sam el izquierdo. -Sólo Marcus tiene poder sobre mí… Sólo Marcus me puede ordenar…

Pronunciaron los dos esclavos a dúo con aquellas voces pausadas y guturales.

Marcus soltó una carcajada repleta de gozo. -Bien mi sonámbulo, levántate, deja la charola de Sam en el piso. Mi zombi, vas a comer en el suelo, como el cuerpo sin voluntad que eres. Aún no acaba tu castigo. Tienes prohibido utilizar los cubiertos por hoy, sólo puedes usar las manos y tus dientes. Cómelo todo y mastícalo bien, mi zombi.

Ordenó Marcus perverso.

-Ssi, mi Amo… Cumpliré lo que quieras… Sólo existo para obedecer…

Contestó el zombi.

El sonámbulo bajó la charola de Sam al suelo y la colocó delante del ojiazul, quien no se inmutó, pues su dueño todavía no le había otorgado permiso para comenzar a comer.

-Mi sonámbulo, ven y siéntate a mi lado. Vas a darme de comer en la boca y cuando yo esté satisfecho, entonces podrás comer. Mi zombi, puedes empezar ahora con tus alimentos. Cuando termines, quiero que levantes tu charola, la lleves a la cocina y regreses por las nuestras. Después vas a lavar los trastos y cubiertos, y dejarlos en la bandeja al lado de la tarja. Cuando acabes, quiero que subas a la segunda planta y nos esperes frente a la penúltima puerta del lado derecho, esa será tu alcoba mi zombi.-

Indicó Marcus a sus esclavos.

-Ssi, mi dueño… Cumpliré lo que quieras… Siempre obedeceré tus órdenes…

Respondió el ojiazul.

-Ssi, mi Amo, haré lo que digas… Sólo vivo para brindarte placer y nada más…

Indicó simultáneamente el castaño.

Marcus disfrutó ver a Sam comer como un perro. El ojiazul metió la boca en el Tasón de la sopa y con su lengua chupaba el contenido. Tomó la ensalada con las manos y colocó cada trozo en su boca. La carne, la cogió como el zombi sin voluntad que era, pues con los dientes la desgarró y la engulló.

Mientras tanto, el sonámbulo tomó los cubiertos con algo de elegancia, aunque sin abandonar sus movimientos lánguidos y empezó a darle de comer lentamente, lleno de una devoción sin igual.

Marcus contempló un segundo a uno, al siguiente al otro. Pensó en la noche de placer que les aguardaba, ya que esa noche decidió dormir con ambos. Deseaba continuar con el castigo de Sam y utilizar a Alfonso en la mejor parte, pero concluyó que lo más conveniente era descansar para estar fresco al otro día y llevar a cabo la próxima cacería. Por lo que se limitaría a dormir rodeado por los fuertes brazos y torsos desnudos de sus esclavos.

Cuando estuvo satisfecho, ordenó al sonámbulo que se detuviera y le permitió comer. Se percató que Sam también había terminado e iniciaba a recoger su bandeja, por lo que modificó parte de sus instrucciones.

-Voy a cambiar tus órdenes mi zombi. Cuando concluyas con el lavado de los trastos, quiero que tomes una ducha rápida. Hay un baño en tu futura habitación, te quiero perfectamente limpio, busca en uno de los estantes y aplícate loción en todo el cuerpo. Y después nos esperas desnudo sobre la cama de la alcoba del fondo, que es mi alcoba, la alcoba de tu Amo.

Indicó Marcus al ojiazul.

-Ssi, mi dueño… Cumpliré todo lo que quieras… Sólo soy un zombi sin voluntad… Un zombi que vive para obedecerte…

Respondió Sam totalmente sumiso.

El zombi se retiró a llevar su bandeja, aunque tras unos minutos volvió por las de Marcus y Alfonso. El sonámbulo ya había terminado y Sam recogió ambas charolas, presto totalmente a los deseos de su dueño.

-Mi predilecto, como hoy tu papel fue enteramente digno de tu rango de esclavo capataz, quiero que seas tú quien escoja a la siguiente presa. ¿De tus seis amigos restantes a cuál de ellos debo esclavizar? ¿A Mauro Mendosa, Nicolás Palacios, Sergio Castelli, James Slater, Hércules Caetron o Nataku Llamada?, ¿cuál de los seis me brindará mayor placer?-

Inquirió Marcus, mientras apoyaba su cabeza en el torso desnudo del sonámbulo y tomaba sus manos para que le acariciara.

– El sonámbulo respondió primero a la orden muda de su Amo. Empezó a deslizar sus dedos a través del torso descubierto y contestó con aquella voz apagada que a Marcus le enloquecía tanto. -Mi Amo… Creo que cualquiera de ellos te complacerá… Todos son guapos y viriles… Fuertes y fogosos… Todos serán magníficos esclavos y te servirán bien… Pero considero que hércules y Sergio… Son la mejor elección… Debes esclavizarlos a los dos… El cuerpo fornido de Hércules será un manjar para mi Amo… Y Sergio está bien dotado en todos los aspectos, especialmente en el miembro… Será el esclavo con el miembro más grande dentro del harem… mi Amo… Además… ambos son los más fogosos… Mi Amo debe someterlos primero…

Afirmó el castaño sin inflexión alguna.

Marcus lo miró sorprendido por aquella respuesta, pues el sonambulismo era más poderoso de lo que creía. En verdad Alfonso disfrutaba aquel sueño, donde se había transformado en su esclavo capataz, en su predilecto. Se sintió complacido por ese nuevo descubrimiento y pensó en todas las posibilidades.

-¿Disfrutarás cazarlos para mí?, ¿igual que como lo hiciste con Sam?, ¿disfrutarás cuando yo los doblegue y se unan al harem, mi predilecto?-

Cuestionó Marcus con creciente lujuria.

-Ssi, mi Amo… Yo disfrutaré cazarlos para ti… Disfrutaré esclavizarlos para complacerte… Eso te complace… Te brinda placer… Y yo soy un esclavo sonámbulo… Y sólo vivo para darte placer… Y nada más…

Contestó el castaño con la voz enteramente perdida, aunque cargada con un ligero tono de felicidad.

Marcus lo sujetó del rostro y lo besó intensamente. El sonámbulo recordó cada instrucción de su Amo y manifestó su conformidad de inmediato al beso, al usar su lengua y recorrer con deseo el cuerpo de su dueño. Para el sonámbulo complacer era la única misión y era feliz cuando su Amo gozaba de su cuerpo, así que transigiría cualquier cosa que le pidiera.

Marcus rompió el beso y volvió a acurrucarse en el pecho de su esclavo. -Bien, entonces así será. Hércules y Sergio serán los siguientes. Hipnotizaré a ambos, aunque de forma distinta a Sam.

Señaló Marcus malicioso.

El sonámbulo continuó con las caricias, a la vez que Marcus colocaba sus manos sobre las piernas de Alfonso. -Ven, vamos a la recámara, deseo descansar. Fueron dos días muy exhaustos para mí. Deseo que Sam y tú me den un buen masaje y después dormiremos hasta mañana. Vamos.-

Indicó Marcus a su esclavo, tras ponerse de pie.

El castaño obedeció a su Amo y le siguió al interior de la casa. Caminó a su lado, enteramente subyugado, sin ningún tipo de resistencia y en su postura de sonámbulo. Al subir las escaleras Marcus observó a Sam salir de la habitación que le había asignado, aún con gotas de agua sobre su cuerpo, al tiempo que captó el penetrante aroma a jabón y loción.

Marcus lo alcanzó justo en la puerta de su alcoba, le tomó del brazo y le hizo bajar el rostro para besarlo. -Mi zombi, me encanta la loción que usaste. Me vuelve loco tu piel. ¡Es tan viril, tersa e irresistible!-

Dijo Marcus, sin dejar de besar el cuello de Sam.

Alfonso llegó a su lado y en su posición de sonámbulo esperó las instrucciones de su Amo, a la vez que Sam se dejaba explorar y besar por Marcus.

-Escúchenme los dos. Vamos a entrar a la recámara y quiero que ambos vayan al baño. Mi sonámbulo enséñale el armario a Sam. Tomen los aceites para masaje. Los espero en la cama, quiero sentir las maravillosas manos de los dos. Ambos me brindarán el mejor masaje de la historia.-

Ordenó Marcus.

Los dos esclavos asintieron y entraron a la alcoba detrás de su Amo. Cumplieron sus deseos y fueron en búsqueda de los aceites, mientras Marcus se dejaba caer cansado encima de la cama.

Cerró sus ojos, pensó en el éxito de la primera parte de la cacería y comenzó a trazar en su mente la forma en que Hércules y Sergio serían esclavizados. Sonrió para sí, pues el método que acababa de elegir crearía un verdadero escenario de cacería.

Marcus se sintió fortificado, al saber que aún quedaban seis machos de aquella manada, listos para ser doblegados, sobre todo ahora que su líder y el primer beta estaban en su poder. Había planeado con cuidado la captura de la manada y ansiaba el momento en que los seis hombres restantes fueran convertidos en esclavos. El plan que tenía para ellos era sólo el principio de más cacerías, de una orgía sin fin, de un éxtasis descomunal.

Sintió las manos de sus esclavos tocar su cuerpo, mientras ambos se subieron a la cama, cada uno a un lado. El colchón Kinsey se hundió debido al peso de los tres, pero Marcus anhelaba aquel momento con expectación.

-Mi sonámbulo, masajea mi cuello, torso y espalda. Mi zombi, tu las piernas y pies. Después quiero que intercambien lugares y cuando lo hagan tres veces, pongan los aceites sobre la mesa de noche y vengan a acostarse conmigo. Hoy dormiré con los dos. Quiero sentir el cuerpo desnudo de ambos. Y ustedes sentirán gran felicidad y deseo al complacerme y obedecerme.-

Indicó Marcus con voz relajada.

-Ssi mi Amo… Haré lo que digas… Vivo para complacerte…

Respondió Alfonso.

-Ssi mi Amo… Existo sólo para obedecer… Cumpliré cualquier cosa que quieras…

Contestó Sam.

Ambos hombres comenzaron a masajear el cuerpo de su dueño. Los dos le dieron la vuelta para atender la parte posterior de las piernas y la espalda. Marcus sintió aquellos magníficos pares de manos tratar con sensibilidad y adoración su cuerpo, mientras las respiraciones de sus esclavos cadenciosas y profundas se volvían más ávidas y agitadas.

Marcus abrió los párpados cuando Sam y Alfonso volvieron a girarlo, esta vez para empezar con el masaje de su parte delantera. Observó al ojiazul con los ojos totalmente en blanco, aunque con una expresión de enorme júbilo al obedecer a su dueño. Miró el rostro de sonámbulo de Alfonso, lleno de éxtasis debido a la felicidad que experimentaba al complacerlo.

-Mi sonámbulo besa mi torso, mientras masajeas y quiero que repitas que “eres un objeto de placer”. Mi zombi, besa y acaricia mis piernas. Y toca con tu lengua mi miembro, al tiempo que dices que “Eres mi zombi sin voluntad”.

Ambos hombres acataron las instrucciones. -Soy un objeto de placer… soy un objeto de placer…- Dijo Alfonso entre cada beso al depilado torso de Marcus. -Soy un zombi sin voluntad… Soy un zombi sin voluntad… Soy un zombi sin voluntad…- Repitió Sam, al pasar la lengua sobre el miembro de Marcus.

Dejó que los dos hicieran aquello durante unos diez minutos, antes de ordenarles nuevamente. -Delicioso, mis esclavos. ¡Tienen unas manos maravillosas! Y tus labios mi sonámbulo, Hmmm, cómo me excitan. Y tu lengua mi zombi, si continúas así, habrá una desmedida sesión de sexo.-

Afirmó Marcus con voz entrecortada.

-Pero no. Es suficiente. Dejen las cosas sobre la mesa de noche y vengan, métanse en la cama conmigo. Aunque me encantaría una nueva sesión de sexo con ambos, estoy muerto. Sólo deseo dormir entre sus cuerpos.-

Indicó Marcus.

Los dos esclavos se pusieron de pie y colocaron los frascos con aceites en la mesa que su Amo ordenó. Después Marcus se introdujo en las sábanas y Alfonso fue el primero en seguirlo, aunque Sam no se demoró y se acomodó del lado izquierdo de la cama.

Marcus entrelazó las piernas con Alfonso y tiró de él para que quedara abrazado a su torso. Después reposó la cabeza sobre el pecho de Sam y cogió los brazos del ojiazul para que quedaran encima del costado del sonámbulo y alrededor de su propio cuerpo.

-Quiero que duerman profundamente. Descansarán toda la noche. Si requieren atender sus necesidades físicas, podrán levantarse e ir al baño de modo normal, pero después quiero que regresen a esta posición y continúen con un sueño profundo. Reaccionarán únicamente cuando escuchen de mi voz sus palabras comando. Tu mi sonámbulo, cuando escuches “Kaligari”, volverás a tu sonambulismo. Y tu mi zombi, cuando escuches “Sicodélico”, regresarás a tu trance.-

Indicó Marcus.

-Haré lo que digas… Mi Amo… Soy un ´sonámbulo y un objeto para tu placer…

Repitió Alfonso con voz pausada.

-Sssi, mi dueño… Soy tu zombi sin voluntad… Obedeceré… Cumpliré cualquier cosa que quieras…

Replicó Sam, completamente entregado a la voluntad de Marcus.

Y así, resguardado por los cuerpos desnudos de aquellos dos machos, Marcus se entregó más relajado que nunca, a un esquicito sueño.

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