Marcus cerró la llave de la ducha. Contempló satisfecho a su esclavo sonámbulo tomar con gran esmero y entrega una toalla del armario de blancos para secarlo, y tras unos momentos de frotarlo con adoración, lo vistió con una bata.
-Bien hecho, veo que tus tareas las tienes perfectamente aprendidas. Puedes secarte ahora. Cuando termines, quiero que guardes la pistola de Sam, que quedó tirada en el recibidor dentro de mi armario. Después, quiero que vayas por su teléfono, búscalo en la ropa que guardaste en la vitrina de trofeos. Sino está, hazlo en el auto de Sam. Luego deseo que vuelvas a mi habitación y tomes un sueño reparador. Quiero que duermas profundamente en la cama hasta que te llame. Te mereces el descanso, mi predilecto.
Indicó Marcus, mientras acariciaba el torso desnudo y besaba el cuello de Alfonso.
-Ssi, mi Amo. Así lo haré…
Marcus se alejó, se dio la media vuelta y dejó al sonámbulo cumplir sus órdenes. Había llegado el momento de ir y examinar a su segunda presa. Casi dos horas transcurrieron desde que Sam presenció el inicio del espectáculo. Si las secuencias y ondas hicieron correctamente su trabajo, en ese instante el ojiazul debería estar completamente bajo su poder.
Marcus abrió la puerta del salón Kaligari y activó el mecanismo que revelaba la “sala sicodélica”. Quedó más que encantado cuando descubrió a Sam arrodillado, desnudo, con la cabeza caída encima del pecho y una erección increíble, mirar todavía extasiado la pantalla, aunque esta ya no transmitía más que las barras de color azul.
-¡SICODÉLICO!
Gritó Marcus triunfante y sumamente excitado.
Sam se colocó de pie, aunque sin despegar la cabeza del pecho, caminó hacia Marcus y este pudo ver que sus ojos estaban completamente blancos. -A tus órdenes… Soy un cuerpo sin voluntad… Un zombi sin voluntad… Un títere de tu propiedad… Dispuesto a obedecer tus órdenes y a cumplir lo que desees… Sólo existo para obedecer, Mi Amo…
Dijo Sam totalmente sumergido en un profundo trance.
Marcus sonrió satisfecho y se aproximó a Sam. -Alza la cabeza- Ordenó al tiempo que le robaba un beso y exploraba a rienda suelta su cuerpo. -Tus músculos son más firmes que los de Alfonso y tu miembro, Hmmm, vaya que eres una presa bastante valiosa, mi esclavo. Vamos a jugar un poco ¿te parece?
Insinuó Marcus, a la vez que lamía gustoso el cuello de Sam.
-Ssi, mi Amo… dime tus órdenes que enseguida las cumpliré…
Respondió el ojiazul.
-¿Sabes quién soy? ¿y quién eres tú?
Inquirió Marcus, mientras continuaba con el examen descarado del cuerpo de Sam.
-Tú eres mi Amo… Mi Amo Marcus… Yo… yo soy un zombi sin voluntad… Un cuerpo sin voluntad… Un títere de tu propiedad… Tu esclavo… No tengo voluntad… Te pertenezco… Sólo existo para obedecerte y nada más…
Contestó Sam en voz plana e inflexiva.
-Bien, muy bien. Eso me encanta, Vamos a jugar. Voy a despertarte, pero cada vez que escuches la palabra “Sicodélico”, caerás en este profundo trance, completamente sin voluntad, serás mi zombi sin voluntad, un cuerpo sin voluntad. ¿Entiendes esclavo?-
Cuestionó Marcus, a la vez que acariciaba el miembro del ojiazul.
-Ssi, mi Amo… Cada vez que digas la palabra “Sicodélico”… debo caer en este trance profundo… Y ser tu zombi sin voluntad… Un cuerpo sin voluntad… Ssi, cumpliré tus órdenes…
Declaró Sam absolutamente doblegado.
-Bien, muy bien. Ahora voy a despertarte. Cuando chasque los dedos y diga: “Lúcido”, despertarás. Pero no tendrás control de tu cuerpo, no vas a poder moverte para nada, ni siquiera un músculo, al menos que yo te lo ordene. Te vas a quedar allí fijo como un trozo de hierro. ¿entiendes mi zombi?
Cuestionó Marcus, mientras sujetaba posesivamente la cintura de Sam.
-Ssi, mi Amo… Cuando escuche la palabra “Lúcido” y chasquees los dedos… voy a despertar… Pero no tendré control de mi cuerpo… No podré moverme, ni siquiera un músculo, al menos que tú lo ordenes… Me quedaré quieto como un trozo de hierro… Hasta que tú lo mandes…
Respondió Sam con voz pausada y gutural.
-Perfecto, mi zombi. Vas a recordar todo lo que pasó hoy y sentirás repulsión hacia mí, e inclusive odio. Mas cuando yo te toque, todo tu cuerpo se excitará. Sentirás un inmenso placer. Cada vez que te toque te volverás loco por mí. Desearás que yo te posea. Y mientras más te toque, el placer superará al odio y a la repulsión. Y vas a suplicarme que te posea, hipnotice y domine. ¿lo entiendes mi zombi?
Preguntó Marcus, a la vez que le besaba y mordisqueaba el pectoral.
-Ssi mi Amo. Voy a recordar todo lo que pasó hoy. Sentiré repulsión y odio por ti… Pero cuando me toques, experimentaré un inmenso placer… Cada vez que me toques sentiré un gran deseo porque me poseas… Cada vez que me toques me volveré loco por ti… Cada vez que me toques el placer superará el odio y repulsión… Tanto que voy a pedirte que me poseas, domines y me hipnotices… Ssi, mi Amo…
Contestó Sam sin emoción alguna.
-Cuando yo te penetre, cuando mi miembro te atraviese, sentirás un gran dolor y de inmediato un placer infinito. Ambas sensaciones se mezclarán y cuando te golpeen, toda tu personalidad y sexualidad se borrarán para siempre. Caerás de inmediato en este profundo trance, inclusive será más poderoso que ahora. Sabrás que eres mi zombi sin voluntad, un cuerpo sin voluntad y que yo, soy tu nuevo Amo, tu dueño absoluto. ¿Lo entiendes?
Inquirió Marcus.
-Ssi, mi Amo. Cuando me penetres, cuando tu miembro me atraviese, sentiré un gran dolor y enseguida un placer infinito… Ambas emociones se mezclarán y cuando me golpeen… Toda mi personalidad y sexualidad se borrarán para siempre… Sabré que soy tu zombi sin voluntad… un cuerpo sin voluntad… Y que tú eres mi nuevo Amo… Mi dueño absoluto… Ssi, mi Amo… Cumpliré tus órdenes…
Acató Sam, sin objetar aquella orden, que lo doblegaría para siempre.
-Bien perfecto, vamos a comenzar con este juego mi guapo zombi- Dijo Marcus a la vez que daba algunos pasos lejos de Sam y chasqueaba los dedos. –“¡Lúcido!”
Tras ello los ojos de Sam volvieron a la normalidad, comenzó a recobrar la consciencia, mientras su erección desaparecía y se daba cuenta poco a poco de aquella situación. -¿Qué, ¿dónde estoy?… ¿Qué sucede? ¡TU CABRÓN! ¿QUÉ DIABLOS LE HICISTE A ALFONSO?, ¿QUÉ? ¿POR QUÉ ESTOY DESNUDO? ¡NO, PARA NADA VAS A HACERME LO MISMO HIJO DE PERRA! ¡VOY A PARTIRTE LA CARA!
Gritó el ojiazul furioso, pero cuando quiso moverse no pudo dar ni un paso.
Sam intentó lanzar una patada, puesto que Marcus estaba a su alcance, sin embargo, sus piernas no respondieron. -¿QUÉ DIABLOS ME HICISTE HIJO DE PERRA?, ¡PUTO DESGRACIADO CUANDO LA DROGA PASE ME LAS VAS A PAGAR! ¡ERES UN JOTO MUERTO! ¡POR TU BIEN, LIBÉRANOS A ALFONSO Y A MÍ!, ¡AHORA!
Gritó Sam colérico.
-¿Qué modales son esos mi zombi?, debes tener más respeto para tu Amo. Después de todo yo soy tu dueño, a partir de ahora eres un títere de mi propiedad, eres mi zombi, un esclavo más de mi harem.
Replicó Marcus sarcástico.
-¿QUÉ IDIOTESES SON ESAS? ¡YO NO SOY DE NADIE, PUTO DESGRACIADO!, ¡LIBÉRAME AHORA CABRÓN!
Gritó Sam con la cara roja por la furia.
-Tranquilízate, vas a disfrutar tu nueva vida como zombi, te lo prometo. Tú ya viste como Alfonso lo disfruta. Él no era gay, pero fue muy fácil convertirlo en mi esclavo sexual. ¡Y debo decir, que tu amigo es un tigre en la cama!-
Dijo Marcus burlón.
-¡MALDITO PUTO!, HARÉ QUE TE TRAGUES TUS PALABRAS!, ¿QUÉ DIABLOS LE HICISTE JOTO HIJO DE PERRA?, ¿TE ATREVISTE A VIOLARLO?, ¿QUÉ DROGA LE SUMINISTRASTE?, ¡CUÁNDO PASE EL EFECTO LOS DOS VAMOS A MATARTE CABRÓN!
Volvió a gritar Sam, mientras trataba con todas sus fuerzas de moverse y golpear a Marcus, aunque sin ningún resultado.
-No, no, debes mesurarte mi guapo zombi. No me gustan los insultos. Y ahora voy a tener que castigarte. Por favor date tres puñetazos en el estómago. Lo suficiente para que duelan. Con la mano derecha-
Ordenó Marcus con placer.
-¡Estás loco!, yo, no… Ee, ¿QUÉ?
Mas Sam no pudo acabar la oración, pues su brazo derecho se movió contra su voluntad, como si fuera arte de magia y se dio tres fuertes puñetazos en el abdomen que le cortaron la respiración.
-¿Qué?… ¿Cómo es que?… Pero si, yo no…
Dijo el ojiazul con voz entrecortada y una naciente expresión de temor.
-¿No lo entiendes verdad? Tú no estás drogado. Estás hipnotizado. Alfonso tampoco está drogado, lo volví un sonámbulo. Él nunca más despertará, soñará para siempre que es mi esclavo y en verdad lo disfruta. Mientras que tú, ya estás bajo una poderosa hipnosis. Si te permití recuperar tu consciencia, fue sólo para humillarte y que me pidas eliminarla definitivamente. ¡Tú vas a pedirme en unos momentos que yo te posea, te domine e hipnotice!
Afirmó Marcus con un tono de seguridad y perversidad, que heló la sangre de Sam.
-¡Vete al diablo PUTO!, jamás te pediré algo así. La hipnosis es para los locos y yo no lo soy. Nunca te pediré eso, ¡JOTO DESGRACIADO! ¡YO NO SOY GAY Y NUNCA LO SERÉ!
Replicó Sam con el más puro desprecio.
-Verás que lo que te digo es verdad. Sígueme. Vamos hacia el jardín. Con ese cuerpazo de fisicoculturista, Me gustas para hacerlo junto a la piscina. ¡Sígueme!-
Ordenó Marcus, a la vez que se daba la media vuelta.
Sam se quedó aterrado cuando sus piernas comenzaron a moverse por sí solas y caminó detrás de Marcus. -¿Pero ¿qué?, ¿qué piensas hacerme? Por favor, no, ¡suéltame! Si quieres dinero, Alfonso y yo podemos darte mucho dinero. No, por favor, yo no quiero.
Dijo Sam esta vez con voz suplicante.
-¿Suplicas tan pronto mi zombi?- Inquirió Marcus y después soltó una carcajada. -Así me gustas, que supliques. No te asustes, muy pronto sólo habrá placer. Te gustará, te lo prometo, mi guapo zombi.
Aseveró Marcus con voz eufórica.
-Yo no soy un puto gay como tú. Nunca disfrutaré contigo, joto de mierda. No sé qué le diste a Alfonso, pero no funcionará en mí ¡TE MATARÉ SI TRATAS DE TOCARME HIJO DE PERRA!
Afirmó Sam, furioso y asustado, mientras bajaban las escaleras.
-No te preocupes, que ya me encargué de eso- Dijo Marcus. -Lo mismo pensaba tu amigo, y ahora tú mismo lo viste, el me suplica que yo lo posea. Ya no se opone, ya no piensa, sólo disfruta. Pero como tu eres un homofóbico, tengo que castigarte. Tú vas a disfrutar sí, pero disfrutarás la esclavitud. Tu sólo serás un cuerpo sin voluntad, serás mi zombi.
Respondió Marcus con voz maliciosa, al tiempo que atravesaban el comedor.
-Marcus, ¡por favor!, tú no puedes hacerme esto. No, libérame y prometo que no diré nada. ¡Libérame ahora y podrás quedarte con Alfonso!
Dijo Sam en un intento desesperado por evitar su destino.
Marcus se detuvo al escuchar aquello. Sabía que Sam trataba de engañarlo para escapar y ver la manera de rescatar a su mejor amigo, así que chasqueó la lengua molesto. -Mi zombi, mi zombi, eso no se hace. Traicionar así a tu mejor amigo. No, quería hacerlo en el jardín, pero tras esa insolencia de tu parte, tengo que aplicarte un correctivo. Detente, lo haremos aquí, en el comedor, en el mismo lugar donde me viste hacerlo con Alfonso.
Dijo Marcus perverso.
-¿Qué?, ¡No, déjame!, ¡DÉJAME HIJO DE PERRA! ¡PUTO HIJO DE MIERDA!, ¡YO JAMÁS HARÉ LO QUE QUIERES JOTO Desgraciado!
Afirmó Sam totalmente a la defensiva, pero sus piernas obedecieron la orden de Marcus.
-No me desafíes. ¿Quieres sentir la fuerza de mi poder?, verás que en unos minutos serás un hombre nuevo. Mejor dicho, serás mi nuevo zombi. ¡Acuéstate sobre la mesa, ahora!
Indicó Marcus autoritario.
-No, yo, no… No, ¡no, ¡NO QUIERO!, ¡NO!! Por favor…
Pese a sus gritos, el cuerpo de Sam obedeció y se acostó sobre el comedor.
Marcus vio el miedo, la aprensión, el odio, todos los sentimientos reunidos en un peligroso fuego al interior de los ojos azules de Sam. Su cara era un reflejo puro de la repulsión, mas a esas alturas el terror mostraba ya su sombra.
Marcus contempló aquel escultural cuerpo. Poderosos bíceps, un torso musculoso y depilado, anchas espaldas, cintura estrecha, largas piernas y ese jugoso miembro, que prometía horas y horas de placer. Marcus se aproximó y notó que Sam trataba de reunir fuerzas para golpearlo, pero era en vano.
Marcus soltó una descarada carcajada, al leer la furia de Sam, su desesperación, el temor. Tocó el cuello del ojiazul con su dedo índice y el hombre abrió los ojos asombrado, pues el toque de Marcus hizo correr por todo su cuerpo una ola de calor y placer, como jamás había sentido.
-¿QUÉ MIERDA?, ¿QUÉ ME HACES PUTO? ¡ALÉJATE DE MÍ HIJO DE PERRA!
Gritó Sam y quiso escupirle al rostro, mas tampoco pudo hacerlo.
Marcus colocó un dedo nuevamente en el cuello del ojiazul y comenzó a acariciarlo, lentamente al principio, luego en círculos. Sam empezó a sudar por el placer, mientras su cara se ponía cada vez más roja, gracias a la sugestión Posthipnótica hecha por Marcus.
-No… Hmmm… Por favor… Detente… Yo no…
Dijo Sam, aunque su voz quedó entrecortada por el placer.
-No te resistas, lo deseas tanto como yo, mi zombi. Siéntate, voy a darte un masaje.
Indicó Marcus con voz sensual.
Sam obedeció al instante. Sin saber cómo, ya se encontraba sentado. Marcus se subió a la mesa, se acomodó detrás de él y colocó los pies sobre las piernas del ojiazul.
Al sentir el contacto, Sam no pudo evitar que el placer regresara. Desde la punta de los dedos de sus pies hasta la cintura, un fuego lo quemó y no dejaba de quemarlo, ya que Marcus lo acariciaba con las plantas de los pies. Después Sam sintió los labios y lengua de Marcus recorrer su espalda y el deseo se elevó inevitable.
Percibió la lengua húmeda y los calientes labios deslizarse expertos, de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba, una y otra vez. Y con ellos, el calor, el lívido, invadieron todo su ser.
Fue consciente de que Marcus se retiró la bata y se recostó sobre la mesa, aunque sin alejar los pies de sus piernas. Sam respiró agitado y trató de recuperar la lucidez, aunque era inútil, el placer de sus piernas no le dejaba pensar con claridad.
-Por favor… para… Yo no quiero… Yo no soy… Hrg…
Suplicó Sam.
-Deja de resistirte, mi zombi. Lo deseas, tú lo quieres también. Recuéstate sobre mí y frota tu cuerpo contra el mío. Pon tu cuello para que pueda chuparlo y morderlo, ahora.
Ordenó Marcus con aquella voz de serpiente.
Sam no fue capaz de oponerse. Quiso hacerlo, juntó lo que le quedaba de voluntad y por un momento creyó que podría liberarse, mas sufrió el peor desengaño, cuando notó que se recostaba sobre el cuerpo desnudo de Marcus.
Una descarga de adrenalina, de exultante lívido se apoderó completamente de sus sentidos. Su miembro se puso completamente erecto en el acto y todo su cuerpo se arqueó debido al deseo. Ni siquiera se dio cuenta que era él quien se restregaba ansioso contra el cuerpo de Marcus.
-Hmmm… ¡O Dios!…. ¿Qué es esto?… ¿Qué me haces?… Yo… Por favor…. Yo… No, yo… ¡Por favor!…
La mirada de Sam se tornó roja a causa del placer, a razón de la necesidad incontrolable. Marcus lo volvía loco, sentir su piel, sentir el contacto encima de su desnudo cuerpo era algo indescriptible. Quiso evitar entregarse a aquel lívido desbocado, pero no pudo, ya no quería hacerlo.
-¡Al diablo!… Marcus, por favor… ¡por favor hazme tuyo!, ¡domíname!… ¡sométeme!… ¡hipnotízame!, ¡quiero ser tu esclavo como Alfonso!… ¡hipnotízame igual que a él! –
Suplicó Sam arrebatado totalmente por el lívido.
-¿Quieres volverte mi esclavo?, ¿quieres ser hipnotizado?… Ya no habrá retorno.-
Dijo Marcus con una voz aterciopelada, al tiempo que mordía y chupaba el cuello de Sam.
-Hrg… ¡AL DIABLO! ¡Ya no me importa!… ¡Por favor!… Lo deseo… Lo quiero… Me vuelves loco… Hipnotízame… ¡Hazme tu zombi!… ¡Esclavízame!… ¡Poséeme!… ¡Domíname!… ¡Hipnotízame!
Marcus torció la boca satisfecho. Mordió el cuello de Sam, lo aferró de los hombros y lo ensartó en su miembro. El ojiazul gritó de placer, a la vez que vibraba debido al lívido que Marcus le causó.
Marcus se afianzó al musculoso torso de Sam, mientras mordía y chupaba repetidamente su cuello como un león. Después incrementó el ritmo de su bombeo y se corrió con fuerza desconocida dentro de Sam, a la vez que le destrozaba el esfínter.
El ojiazul de inmediato gritó y se estremeció a causa del dolor mezclado con aquel infinito placer de servir y obedecer a su dueño. Cayó más y más en aquel trance inexpugnable. Su mente, personalidad y heterosexualidad fueron borradas por un imparable chorro blanco y supo entonces que él era un zombi sin voluntad, un cuerpo sin voluntad, que sólo existía para obedecer y servir a Marcus, su nuevo Amo, su dueño absoluto.