Estaba cenando junto al edificio de mi empresa con mi amiga sentada enfrente.
-Bueno, cuéntame Bea. ¿Qué tal tus primeros meses de becaria?
-Tú ya debes de saber Alejandra. Estuviste trabajando dos años en la misma empresa y en el mismo puesto, de becaria, así que…
-Un auténtico coñazo, sí. Aunque, tuviste suerte de que yo te enchufara.
-Sí. Muchas gracias Alejandra. Sabes; estuve pensando en pedirle un ascenso a secretaria fija a mi director.
-No, eso deberías de hablarlo con el jefe de tu departamento.
-Ah sí, eso.
-Hmmm, la escalera corporativa, otro coñazo, sí -comentó mi amiga.
-Por cierto Alejandra, yo nunca te pregunté, ¿cómo lograste tu puesto de vicepresidenta?
-Sí. Acudí a un evento de empresa. Lástima que ya no las hagan. Me puse muy sexy. Estaba todo el equipo ejecutivo allí; jefes de departamentos, directores, el presidente. Pues me acerqué a ellos y me empezaron a echar piropos a los que yo respondía siempre como si sus comentarios guarros fuesen un halago para mí. Me metí con la mayoría de los ejecutivos de la empresa en la sala de billar del presidente y me dejé toquetear por ellos. Y cuando se sacaron las pollas me bajé y empecé a chupársela a todos y me las metí en todos los agujeros Bea.
-¡Alejandra por Dios, que nos van a oír! -exclamé.
Miré alrededor. Solo había un pobre empleado con cara de agotado al otro lado de las mesas.
Alejandra puso cara picara y peló la banana que tenía de postre en la mesa. Se quedó mirándola muy fijamente.
-Y luego, después de que todos me lo hicieran, sentí que alguien me la metía por detrás.
-¿Y?
-Y me giré, a punto de darle una bofetada al de detrás cuando de repente vi que era el mismísimo presidente de la empresa.
-¿Y qué pasó entonces? -pregunté a mi amiga.
-Pues que todos se corrieron por todas partes encima de mí, a él le dejé que se corriera en mi culo, al siguiente día se divorció, nos casamos en Las Vegas y me nombró vicepresidenta.
-Vaya, increíble -comenté-. Yo no sabía que eras así Alejandra.
-Me pudo la codicia. ¿Qué quieres que te diga hija?
-¿Y qué me recomiendas a mí? -pregunté.
-Pues tú lo tienes más difícil. Tienes marido y encima ya no se hacen eventos de empresa, todo es trabajo y aburrimiento, así que lo único que puedes hacer es subir por la escalera corporativa cariño.
-Empezando por pedirle un ascenso a mi jefe de departamento.
-Exacto.
-Don Martín no es un hombre muy majo que digamos, no creo que me lo vaya a dar así de fácil.
-¿Martín? Ese se corrió sobre mi espalda casi nada más metérmela-Alejandra soltó una pequeña risotada.
Yo la miraba incomoda. Miré la hora en el móvil.
-¡Qué tarde es! He de volver a casa.
Alejandra se levantó.
-Bueno. Mucha suerte Bea.
-Gracias.
Llegué a casa, el vago de mi marido ya estaba roncando en el cuarto. Encendí la luz y se despertó.
-¿Cariño eres tú?
-Sí corazón.
-¿Ya pediste el ascenso nena?
Salí al baño.
-No -dije levantando la voz-. Lo pediré mañana. He hablado con mi amiga sobre cómo hay que hacerlo y he de pedírselo a Martin no a Ramón, ya que Martin es el encargado de mi departamento.
-Pues a por todas, nena. Necesitas ese puesto fijo. Ya sabes, lo que haga falta para pagar las cosas.
-Sí, lo que haga falta -dije bajando la voz y mirándome en el espejo del baño.
Al día siguiente me puse mi vestido más corto y sexy, me pinté los labios de rojo putón (como los solía llevar mi amiga Alejandra). Y entré al despacho de Martín, un señor de unos cincuenta años de edad, de dientes amarillentos un ligero sobrepeso y pelo escaso.
-Bea. No tengo tiempo. ¿Qué quieres? -me dijo.
-Me gustaría hablar de la posibilidad de un ascenso para mí.
-¿Un ascenso? ¿Estás loca? Ya tenemos a cinco secretarías en el mismo departamento. Anda, sal de aquí antes de que te deje fregando el suelo.
Me cogió del brazo y me acompañó hasta la puerta.
-Pero Martín -le dije- Ayer hablé con mi amiga Alejandra. La debiste de conocer muy bien en la sala de billar del presi -le empecé a tocar la polla a Martín por encima del pantalón- Yo estaría dispuesta a hacerte el mismo favor si despides a una de esas y me pones a mí de secretaría fija.
Martín puso una sonrisa pícara.
-Eso habrá que verlo -dijo y se sacó la polla del pantalón.
Caminó hacia atrás sentándose sobre la mesa. Y yo le empecé a comer la polla con total devoción. Martín me cogió de la cabeza para marcar el ritmo de la mamada.
-Veo que Alejandra te enseñó muy bien cómo hay que ganarse los ascensos en esta vida.
Le miraba desde abajo. Echó la cabeza hacia atrás con gesto de placer en la cara. Su polla me entraba ya en la garganta. Aumenté el ritmo de la mamada. Se sacó la polla de mi boca y me la ofreció. La empecé a pajear.
-Córreme en tu cara y ese puesto será tuyo perra -me dijo.
Le corrí en mi cara. El semen caía manchándome hasta el vestido.
-Como buena secretaría que vas a ser, me visitarás una vez a la semana para hacerme este…favorcito -me dijo Don Martín.
Asentí haciendo que algunas de las gotas de semen que había en mi cara cayeran al suelo.
Don Martín se subió el pantalón y se abrochó la bragueta.
Yo me fui hacia la puerta, pero, de repente, me detuve en seco. Me giré con una sonrisa exagerada en la cara.
-Don Martín, ¿tiene usted un pañuelo tal vez?
-¡¿Qué pasa?! ¿Es la primera polla que te chupas en la empresa?
Asentí con timidez.
Abrió el cajón y me alcanzó un paquete de clínex.
Salí del despacho limpiándome los restos de corrida de la cara. Saqué mi móvil y llamé a mi marido.
-¡Cariño, buenas noticias, tengo el ascenso!
Mis compañeras de trabajo me miraban con una sonrisa pícara. Una de ellas le dio un pequeño golpecito en el hombro a otra e hizo un gesto con la mano y la lengua empujando el lateral de la boca por dentro, como simulando una mamada. Las dos se rieron.
-Genial. Estoy tan orgulloso de ti mi amor -me dijo mi marido.
Don ramón (el director de mi oficina) pasó a mi lado.
-Y quiero que sepas cariño, que no me detendré aquí -le dije a mi marido. Miré la polla de Don Ramón por encima de su pantalón mientras caminaba- Iré a por todas y cada una.