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Errores de novatos
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Tiempo de lectura: 3 minutos

A la hora de escribir hay errores que se repiten incansablemente. Sin ánimos de caer en la pedantería, aquí menciono algunos de ellos.

Títulos demasiado extensos y explícitos

Es cierto que, por las características de este tipo de páginas, a veces resulta oportuno ser explícitos. Sin ir más lejos, hace poco publiqué un texto llamado “Todos se cogen a mi mujer”. Cosa que no deja mucho lugar a la imaginación. Pero no hay que exagerar. Títulos como, “Emputecí a mi suegra y a mi cuñada en el casamiento de mi primo, mientras mi esposa estaba de viaje”, puede parecerle muy atractivo al autor, pero es muy probable que el lector intuya que está en presencia de un relato poco sutil y mal elaborado. Los títulos no son un resumen de la obra. Deben ser concisos y representar el espíritu del texto, sin necesariamente indicar de qué va a tratar.

Personajes presentados de manera superficial y forzada

“Hola, ante todo me presento, me llamo Fulanita de tal, mis medidas son cien, sesenta, noventa. Tengo veinte años, el pelo rubio y la cola parada. Hoy voy a contarles mi historia…” ¿En serio hay autores que todavía creen que esta es una buena introducción? Ciertamente, todos los días, al menos uno de los relatos publicados comienza de esta manera.

Es entendible, en cierto punto, que una persona que recién empieza a escribir y que no tiene idea de cómo hacerlo, recurra a este tipo de inicio. Pero cuidado, narrar una historia requiere de cierto magnetismo. Estos comienzos sólo pueden servir para ahuyentar al lector en las primeras líneas. Sé más sutil a la hora de describir a tus personajes. Si el punto en que se encuentra la historia no justifica que menciones lo grandes que son sus tetas, entonces, simplemente no lo hagas. Créeme, ya aparecerá el momento oportuno para hacerlo, y si no, tampoco será el fin del mundo.

Actitudes poco verosímiles

Un hijo ve a su madre robando de la billetera del padre. Esta se da cuenta de que es descubierta. El chico le da dos cachetazos por atrevida. La madre le ruega que no le diga nada al padre. El chico le dice que guardará el secreto a cambio de que se convierta en su amante. La mujer acepta. Fin del relato.

¿Les parece verosímil? A mi tampoco. Y de hecho, ¿A quién carajos podría parecerle creíble un argumento así?

Procura conocer a tus personajes. Entender su psicología. Déjalos que transiten libremente por la trama. Que actúen de forma coherente. Y sobre todo, tomate tu tiempo para desarrollar la escena. Puede que al hacerlo descubras que no es tan fácil que una mujer copule con su hijo.

Repeticiones y redundancias

Ejemplo de repetición: “Clara se metió mi verga a la boca. Yo le metía y sacaba la verga mientras de su boca caía baba".

Ejemplo de redundancia: ”Pablo se bajó el pantalón, y pude ver su erección. Entonces me di cuenta de que estaba excitado".

Sin mucho que aclarar, los ejemplos hablan por si mismos. Los sinónimos resultan sumamente útiles para evitar repeticiones. También sirve reformular las oraciones. Es decir, escribir lo mismo, pero de otra manera. Estructurar las palabras de forma eficiente.

Por otra parte, si Pablo tiene una erección, quizá no sea necesario aclarar que está excitado. Eso es una redundancia.

Personajes demasiado perfectos

Juan tiene la polla de treinta centímetros. Es rubio, alto, de ojos celestes. Un digno heredero de sus ancestros vikingos. Su físico es escultural. Su rostro le da un aire recio. Y, a pesar de contar con sólo dieciocho años, habla como un erudito cuando la trama así lo requiere. Es éticamente incuestionable. A las mujeres se les caen las bragas cuando lo ven. Deja con la boca abierta a cualquier adulto que se atreva a discutir con él. Y tiene más experiencias sexuales que Charlie Sheen y Mick Jagger juntos.

Se te fue un poco la mano a la hora de ensalzar a tu protagonista ¿Cierto?

Los personajes deben ser reales. Deben tener tantos defectos como virtudes. Deben cometer errores, incurrir en bajezas, actuar cobardemente. Deben amar, pero también odiar y desear. Quizá para alcanzar sus objetivos actúen correctamente, o tal vez, simplemente hagan lo que sea necesario hacer. Puede que no tengan los atributos necesarios para conquistar a su crush. A lo mejor sus nobles sentimientos lo lleven a hacer cosas que nunca imaginó que haría. Cosas a las que siempre se opuso.

En resumen, no caigas en lo fácil. Crea un personaje con el que el público pueda simpatizar y déjalo libre en el relato, a ver cómo actúa.

Ir rápido al acto sexual

Lo que calienta al lector no es únicamente el acto sexual. Todo lo que viene antes, la tensión entre los personajes, el morbo que despierta la trama, las escenas sensuales, pero sin sexo, las conversaciones sugerentes, las descripciones bellas, las expectativas de los protagonistas. Todo eso y mucho más sirven para cautivar al lector, y así, cuando se llega a la escena de sexo, resultará mucho más placentera.

No corregir lo suficiente

Muchas veces me encuentro con relatos que, en lugar de parecer las versiones finales del texto, son más bien meros borradores.

No existe autor que no necesite, al menos un par de veces, pulir sus textos. El propio Borges decía que publicaba sus cuentos para dejar de corregirlos. Así que deja la arrogancia de lado, y acepta el hecho de que tu obra necesita una que otra revisión. Corrige lo que sepas que está mal, y si es necesario volver atrás y reescribir escenas completas, simplemente hazlo. El público te lo agradecerá.

Eso es todo por hoy. Espero comentarios. Y recuerden ¡Quédense en casa!

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