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Éramos tres en la sala (partes 1 y 2)
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Estábamos en la sala los tres, mi marido, un ex compañero de trabajo y yo, ellos estaban sentados en el sofá y yo en un sillón individual.

La razón por la que él estaba en nuestra casa fue porque vino a la ciudad a arreglar unos papeles y al no tener donde quedarse y siendo amigo de mi marido él lo invito a quedarse con nosotros.

Recuerdo que yo llevaba un vestido blanco ancho de la parte de abajo y corto ya que me llegaba por encima de las rodillas, también llevaba puestas unas pantimedias en color natural, las uso todo el tiempo, me encanta usar pantimedias y las uso sin pantaletas ya que me incomodan.

Aunque era mi ex compañero, en realidad hablaba mas con mi marido que conmigo, ya que por cuestión de celos yo procuraba no hablar mucho con él y que mi viejo no fuera a pensar mal.

Estábamos viendo una película de terror y yo tenía las piernas tapadas con una manta.

Cuando empezaron las escenas fuertes me asusté y me fui a sentar al sofá al lado de mi marido (argumentando tener miedo) y me llevé la manta con la cual nos cubrimos los tres, entonces ellos comenzaron a bromear sobre lo espantada que estaba y seguimos viendo la película los tres en el sillón, yo en medio de los dos aunque lógicamente más cerca de mi esposo, aunque de todos modos cerca de mi amigo.

En un momento dado sentí como una mano comenzó a tocar mi pierna, eran una serie de caricias muy suaves y lentas desde mi rodilla hasta la mitad del muslo.

Yo me recosté en el sofá con los ojos cerrados gozando de aquellas caricias y sonreí pensando en lo morbosa que era la situación, mi marido acariciándome bajo la manta a escondidas y a un lado de nuestro amigo…

Tapada con la manta tomé esa mano y la llevé al interior de mis muslos invitándole a que me acariciara ahora esa zona mucho más sensible porque la verdad estaba disfrutando mucho esa situación.

Seguí con los ojos cerrados deleitándome con las caricias que estaba recibiendo en la entrepierna, la mano se movía por el interior de mis muslos acariciándolos y apretándolos a placer, muy despacio y con tanto cariño que sentí como mi vagina comenzaba a mojar mis pantimedias.

Abrí las piernas para que las caricias se fueran acercando a mi panocha hasta que sentí como esa maravillosa mano me acariciaba el coño por encima de las pantimedias pero por la postura en la que estaba solo podía acariciarme con un dedo, intenté moverme para dejarle vía libre a mi vagina y cuando abrí los ojos para hacerlo el corazón me dio un vuelco.

Estúpida de mi, estaba disfrutando tanto del placer que me estaban dando que no me percaté hasta ese momento que las caricias no me las estaba dando mi marido sino mi amigo.

Lo miré con furia, con ganas de darle una buena bofetada pero estaba recostado hacía atrás con los ojos cerrados haciéndose el dormido que lo único que hice fue suspirar de resignación y placer.

Mi marido me miró y me dijo “No te muevas mucho que ya se quedó dormido, no se vaya a despertar”

Estuve a punto de darle un codazo y decirle que el amigo estaba más despierto que él pero no lo hice.

Estaba molesta pero no con mi marido ni con su inocencia, tampoco con nuestro amigo (con quien siempre he sentido franca simpatía y algo de deseo) que me acarició a placer, el enfado era conmigo misma porque aun sabiendo que era él quien me había metido mano, tenía que reconocer que me había fascinado.

Me encantaron las caricias y lo que disfruté también fue la morbosa situación en que me las hizo ya que la humedad en mis pantimedias hacía tiempo que no la sentía y menos viendo una película frente a mi marido.

Entonces tomé la decisión de hacerle caso a mi esposo de quedarme quieta para no “despertarlo”.

El morbo de la situación me había puesto a mil y quería saber hasta dónde llegaríamos así que adopté la misma posición que él, me recosté en el sofá a su lado, eché la cabeza para atrás y me dispuse a dejarlo hacer pero antes cerré los ojos porque quería disfrutar al máximo todo lo que viniera a partir de ese momento.

Al recostarme inmediatamente sentí su mano sobre mi vagina la cual me frotaba a placer, yo disfrutaba al máximo soltando jugos, tantos que cuando se dio cuenta de que sus dedos estaban mojados los llevó a su nariz para oler mi elixir haciendo como que se rascaba la cara para que mi esposo no se diera cuenta.

Aquel gesto de ver que olía mis líquidos vaginales en presencia de mi marido enervó mi calentura hasta el punto que mis pezones me ardían y necesitaba un buen apretón pero era claro que no lo podía hacer y en cuanto me volvió a meter la mano debajo de la manta yo misma la puse entre mis muslos y la apreté contra ellos frotando mi húmeda vagina sobre sus dedos hasta que me vine como una perra en celo.

Lo bueno que me dejó un rato quieta, seguro se dio cuenta y eso me dio tiempo para reponerme.

Cuando pensé que todo había pasado sujetó una de mis manos y la llevó a su entrepierna, me incitaba a acariciarle la pierna y lo hice con gusto, noté que estaba excitadísimo y cuando llegué cerca de su erección me dio pena y retiré la mano.

Nuevamente tomó mi mano y la colocó esta vez sobre su falo, entonces me decidí a darle placer, le pasé la mano por toda la verga que estaba durísima y ardía de caliente.

Dios, no recordaba haber estado tan caliente en toda mi vida, era consciente de la presencia de mi esposo a escasos centímetros y eso contribuía a aumentar mi calentura así que decidí dar un paso más en esa morbosa aventura, comencé a frotarle la verga con fuerza.

Claramente sentí como su pene palpitó en el momento en que lanzaba el semen a borbotones por debajo de su pantalón hasta que humedeció mi mano.

Había ordeñado a mi amigo por primera vez y en presencia de mi marido y me había encantado hacerlo.

Ahora se tenía que quedar ahí sentado, quieto y cubierto con la manta ya que la mancha en su entrepierna era muy evidente y sería una tragedia si mi marido viera esa escena.

Al final de la película mi esposo se levantó para ir al baño, yo aproveché ese momento para susurrarle al oído.

“Rápido, vete a la habitación y cuando salga te metes y te das un buen baño y me dejas el pantalón bajo la cama que mañana lo lavo”

“Tú no te vas a bañar?” me preguntó.

“Cállate y apúrate que si te hubieras quedado quieto nada de esto hubiera ocurrido”

¿Te gustó? me preguntó con una voz muy dulce.

¿Tú qué crees? Le dije dándole un ligero besito en los labios.

No tuve valor para decirle que mis pantimedias aún estaban empapadas por lo ocurrido y que no me arrepentía por eso.

En cuanto mi marido salió del baño él se metió para ducharse, fui a su habitación y agarré el pantalón que había dejado bajo la cama, olí su semen, me sentí orgullosa de haber sido la causante de aquel maravilloso néctar y me puse mas cachonda de lo que estaba, tanto que no resistí y saqué la lengua para probarlo.

Su semen aún estaba caliente, estaba excitadísima que lo limpié todo con mi lengua, no dejé un solo remanente de él, tenía un sabor delicioso, me gustó tanto que juré saborearlo siempre que tuviera la oportunidad cuando el semen de mi marido no podía ni olerlo me daba asco pero son amores distintos.

Pasaron 2 días después de aquel acontecimiento cuando mi marido y yo estábamos apoyados en la ventana de la cocina observando un alboroto en la calle porque había una fiesta en el vecindario.

Mi esposo llamó a su amigo, que iba llegando, para que viera (gran error de su parte), la ventana no era muy grande y para que pudiera observar tenía que recargarse en mi esposo o en mi y era obvio que se recargaría sobre mi culo.

Pasó un brazo por debajo de uno de los míos, la otra mano la puso sobre mi cadera y la cara entre la de mi marido y la mía.

Lentamente se movió para según él ver mejor hasta que colocó su falo entre mis nalgas, yo estaba que ardía.

La mano que tenía por debajo de la mía me acarició un seno, era el que estaba más alejado de mi marido y con la otra me acariciaba el abdomen y terminó tocándome por donde se le dio la gana.

Parte 2.

Después del penoso incidente en la ventana y durante los días que permaneció en casa, a cada rato aprovechábamos cualquier oportunidad para tocarnos, a veces el me metía la mano cuando yo estaba de espaldas, por ejemplo calentando la comida, y sabía que yo siempre usaba faldas o vestidos amplios, con medias y sin calzones, yo, desde la mañana que me bañaba y me vestía lo hacía pensando en que en algún momento el me miraría, me diría algún piropo y sobre todo me acariciaría aunque fuera levemente, pero de todos modos para mi significaba una enorme calentura, en mi casa viven además de mi esposo, mi mama y mi abuela, ellas aunque grandes de edad, bien se dieron cuenta de la enorme atracción que despertaba en mi ese hombre y casi adrede no me dejaban sola con él en ningún momento, por suerte el termino su trámite y le dijo un día en la mañana a mi esposo que ese día en la noche se regresaría a su ciudad, yo sentí al mismo tiempo tranquilidad y tristeza, pues cada vez eran más los deseos que me inspiraba su persona y la ternura de sus palabras, sus suaves caricias y los pocos besos que nos llegamos a dar, habían despertado en mi, a la mujer sensual y cariñosa que siempre he sido pero que la rutina ha ido dejando a un lado.

En fin, mi esposo le ofreció llevarlo al camión en la noche, él, para compensar nuestra hospitalidad nos ofreció invitarnos a comer fuera ese día, pero mi esposo dijo que por su trabajo no era posible y mi mama y abuelita no quisieron ya que por la edad casi todo les hace daño, solo quedaba yo disponible, mi esposo insistió en que fuéramos los dos, ya que se le hacía descortés no aceptar su invitación y que si podía él se saldría del trabajo para estar un rato con nosotros.

El día transcurrió como siempre, a ratos cuando estábamos solos nos decíamos y hacíamos caricias leves, y cuando fue mediodía, tomamos un taxi al restaurante ya elegido por los tres. Por supuesto en el camino nos fuimos tomados de la mano como novios y no dejamos de tocarnos y besarnos con verdaderas ansias, desafortunadamente llegamos rápido al restaurante y con sorpresa vimos que ya mi marido estaba ahí, pedimos y charlamos contentos los tres, hicimos planes para ir a su ciudad algún día e irnos a la playa, que dicen es muy bonita, a mi por supuesto se me hizo agua la boca de pensar estar en la playa con él mi lado.

Cuando ya íbamos terminando la comida, yo me quite un zapato, discretamente, y le puse el pie en la entrepierna, ya que estaba sentado frente a mí, sentí como rápidamente tuvo una erección y bajó la mano, también discretamente, y me empezó a acariciar el pie, tobillo y muslo, con tal pasión, que provoco una humedad repentina en mis pobres pantimedias.

De repente a mi esposo le sonó el celular y luego de unas instrucciones se levantó de la mesa y se disculpó por tener que irse, había ofrecido llevar de compras a mi amigo, pero no podría, me volteo a ver y me dijo ¿puedes llevarlo tú? Yo le dije que estaba bien, pero sin mucha emoción, por aquello de las sospechas, se despidieron y quedaron de verse en la noche para irse al camión, una vez solos, me dijo, ¿vamos a las compras? O vamos a otro lado, yo hice como que no entendí, y le dije suavemente, donde tú quieras, pidió un taxi y luego de una indicación rápida al taxista este nos llevó fuera de la ciudad, nos dejó en un bello hotel campestre y prometió regresar por nosotros en 2 horas, yo iba con mucha emoción y nervios, realmente nunca había sido infiel, aunque siempre he sido apasionada y caliente.

Mi amigo se presentó como Sr. y Sra. Hernández y pidió una suite con jacuzzi, rápidamente nos llevaron a la misma y una vez solos, nos abrazamos y besamos con enorme ímpetu, eran muchos días de breves contactos y caricias y francamente ya lo deseábamos con muchas ganas, me beso, acaricio, por el cuello, la espalda, me cargo y abrazo con muchísimo amor, mientras no dejaba de decirme piropos y sentimientos de amor, yo, ya era su presa y permitía que me hiciera y dijera lo que fuera, cuando me pidió hacer el amor con él, me lo pidió con respeto y emoción argumentando que siempre me ha amado pero por el respeto y cariño que tiene por mi esposo, siempre se ha limitado, pero que en estos días, ya no le importa nada, además que se dio cuenta que la situación de nuestro matrimonio no es la mejor, por eso se animó a hacerme sentir una verdadera mujer, “como lo mereces”, dijo.

Yo con lágrimas en los ojos y una gran vulnerabilidad por estar con un hombre como él, solo, asentí con la cabeza y le di un beso lleno de ternura y pasión, esa fue mi respuesta, ya tampoco me importaba nada y de ahí en adelante que el mundo ruede, yo estaba dispuesta a recibir ese momento como algo largamente esperado y merecido.

Poco a poco y en medio de largos abrazos y besos, me fue quitando la ropa, primero la blusa dejándome solo con el brasier, luego los zapatos y por último la falda, de modo que solo quede con brasier y medias, como lo he dicho, no uso calzones de modo que me veía espectacular, y a la vez, a él, le desabroche la camisa y le abrí la bragueta, metiéndole la mano adentro del calzón, pude al fin tocar su enorme bulto, que se sentía listo para penetrarme, con suavidad nos acariciábamos sin prisa y con fervor, el me toco y lamio mis senos con dulces y suaves mordiscos y yo sin ningún pudor saque el pene de sus calzones y le di besos breves que fueron transformándose en ardientes lengüetazos, por ultimo abrí la boca y me comí el total de su verga, sentí que me atragantaba pero me encanto, cuando ya sentía que se venía, me alejo la cara del paquete y me dio un largo y profundo beso, intercambiando sus fluidos con mi saliva, el me acostó suavemente en la cama y me quito las pantimedias y el brasier, yo le quite los calzones y me monte en su cara, me dio una mamada de antología provocando que emitiera gritos y sonidos indescifrables.

Luego para calmarme y relajarme, me llevo cargando al jacuzzi y suavemente me introdujo con él en las aguas turbulentas y calientes, se sentía realmente placentero el golpeteo de los chorros de agua y la sensación de flotar sobre su cuerpo, poco a poco y sin ninguna prisa me introdujo su pene en mi ansiosa vagina, yo sentía un gusto y placer como nunca había sentido en mi vida y concluí que ese era el momento más especial que había tenido con un hombre, inducida por sus brazos y acomodada de frente a él, me penetro de tal manera que yo sentía que me iba a traspasar, me dolía un poquito pero era un dolor realmente delicioso, sin darme cuenta empecé a sentir como que me salían una especie de burbujas de la vagina y sentía que me estaba orinando, en verdad, perdí la noción del momento y de repente, estábamos fuera del jacuzzi y él me secaba con una gran toalla y con gran amor, le pregunte, que había pasado y me dijo que cuando estábamos cogiendo en el jacuzzi yo me empecé a venir con fuertes convulsiones y gritos, se asustó y me saco del agua y me tendió en la cama.

Me dijo que yo no paraba de temblar y que poco a poco me fui quedando dormida, he de aclarar, que no padezco de ninguna enfermedad pero por lo que veo, fue exagerado el placer que sentí, ya que desperté de lleno y estaba seca, el no dejo de abrazarme y darme suaves besos y poco a poco fui recuperando las ganas de sentirlo dentro de mí, otra vez, él no quería, ya que no quería arriesgarme pero para mí era vital sentirlo venirse en mi, le propuse que entrara suavemente y me puse a besarlo y lamerle todo el cuerpo hasta que me regalo una gran erección y me hizo suya ahora en la cama, lo fue haciendo con un cuidado extremo y poco a poco, yo fui sintiendo como me regresaban fuertes temblores y ganas de gritar, me controle para no asustarlo y apreté los labios vaginales para no venirme tan explosivamente, eso, le provoco una sensación inmensa y de pronto me dijo que se vendría, yo le pedí que arrojara su lechita en mi, y no se tardó nada en inundarme, con un chorro caliente que me provocó un escalofrío inaudito y otro orgasmo que yo pensé que me estaba orinando, cuando nos fuimos calmando.

Vimos que habíamos dejado la cama completamente mojada con nuestros jugos, vimos la hora y comprobamos que ya estábamos sobre las dos hora que le dijimos al taxista y rápidamente nos vestimos y nos aprestamos a ir, a la casa, durante el trayecto el me tocaba en la entrepierna y cada que hacia eso, yo sentía otro torrente de jugo vaginal, en el camino, pidió al taxista que parara en un centro comercial y bajamos a comprar algunas cosas para disimular nuestra ausencia de toda la tarde, me pidió que lo esperara en un café, mientras el compraba algo, yo lo espere con calma mientras meditaba lo ocurrido en esos días, poco rato después regreso y tomamos otro taxi a casa, llegamos solo una hora antes que mi marido llegara a casa y lo llevara a su camión, después de despedirse de mi mama y mi abuela, me dio un breve abrazo y beso en la mejilla, que, juro me provoco un choque eléctrico y volví a sentir una humedad en mis ya mojadisimas pantimedias.

Mi marido me propuso lo lleváramos a la central y sin muchas ganas le acepte su propuesta, ya estaba muy cansada y con sueño, pero el hecho de ir junto a el aunque fuera un rato, me despertó nuevamente el morbo y accedí, nos subimos a la camioneta de mi esposo que es angosta, yo iba en medio de los dos y por supuesto, el rápidamente aprovecho la oscuridad y la cercanía para rosar mi pierna y yo sabiendo que sería la última vez me deje hacer todo lo que quiso, en un momento que mi marido no vio, le toque la verga y la sentí dura y dispuesta, en eso mi marido le dijo que esperaba que le hubiera gustado su estancia en mi casa y el con una palabras muy gratas, le dijo: Amigo mío, te agradezco haber compartido conmigo tu hogar, no me imaginaba que tuvieras una familia tan acogedora, cuando dijo esos me alcanzo con la mano mi puchita y yo sentí un nuevo chorrito y burbujeo, de plano ese día me vacié.

Al regreso de la central de autobuses yo ya no aguantaba el sueño y el cansancio, mi marido me comento que me veía cansada, yo esboce una sonrisa y le dije, si, han sido días muy intensos y eso me ha dejado agotada.

Como pude llegue despierta a la casa y en cuanto llegamos me quede profundamente dormida. El inocente de mi marido, al día siguiente, me dijo, que para compensar tantos días de trabajo y agotamiento, me propuso que cuando tuviera vacaciones me llevaría a la ciudad de nuestro amigo, para pasar unos días en la playa, yo disimulando una sonrisa, le dije, está bien que sea cuando tú quieras.

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