Muchos hombres probablemente empaticéis conmigo, y es que siempre que voy al gimnasio encuentro alguna tía que llama mi atención. Algunas solamente las ves un día, porque no suelen ir en tu horario y ese día era una anomalía, o porque no están motivadas suficientemente y lo acaban dejando al poco tiempo. Uno de esos días me fijé en una chica que estaba a lo lejos descansando entre serie y serie.
Tenía el pelo castaño y era un poco morena de piel. Lucía un top deportivo gris y unos leggings a juego que remarcaban su figura tonificada por el gimnasio, un espectáculo de tía. Intercambiamos varias miradas a lo largo de la sesión, lo cuál fue la causa de que me atreviera a acercarme a hablar con ella. Resultó ser mucho más maja de lo que esperaba, me dijo que se llamaba Ana, que estudiaba Biología en la universidad y que venía a entrenar sola porque no había logrado que ninguna de sus amigas se animara a ir con ella. Desde aquel día nos hicimos “gymbros” y siempre que coincidíamos en el gimnasio, nos saludábamos y entrenábamos juntos, para con el paso del tiempo, según íbamos cogiendo confianza, quedar directamente para entrenar juntos.
Un día, íbamos a hacer unos ejercicios en la esterilla y nos encontramos con que no había sitio en la sala principal donde está la gente, así que nos fuimos a una sala adyacente que está habilitado para estos casos. Esta sala está comunicada del resto del gimnasio solamente por una puerta y no suele haber gente fuera del horario en el que se imparten clases dirigidas, por lo que fuimos, extendimos nuestras esterillas y nos pusimos a entrenar.
Yo empecé haciendo abdominales oblicuos y ella estaba haciendo unos ejercicios de glúteos en la esterilla, y la visión de ella en 4 me estaba poniendo un poco tontorrón. Me di cuenta de que estaba arqueando mucho la espalda y me levanté para corregirla, poniendo mi mano derecha en su abdomen y mi mano izquierda en la parte trasera del muslo muy cerca de su culo. Ella sonrío levemente cuándo la corregí. Un rato después, yo estaba estirando y ella estaba haciendo sentadillas. Estaba moviendo demasiado las rodillas, por lo que me acerqué de nuevo a ayudarla.
Primero lo intenté a su lado, pero no lo lograba corregir, por lo que me pegué a su espalda para acompañar su movimiento (tengo la teoría de que esto a lo mejor fue una táctica de ella). Bajamos y subimos unas cuantas veces, con mis manos alrededor de su abdomen y mi entrepierna pegada a su culo. La tensión entre nosotros se estaba disparando, ya que con el roce nos estábamos empezando a excitar los 2 (yo más si cabía), empezando a comernos la boca y dejando de lado el ejercicio.
Se volteó quedando los 2 frente a frente. Mi mano derecha, que seguía alrededor de su abdomen, comenzó a bajar en dirección a su culo, pero metiéndose a través de sus leggings. Ella por su parte comenzó a bajar su mano derecha desde mi cuello hasta mi entrepierna pasando por mi torso, para empezar a masajear mi pene por encima del pantalón. Yo por mi parte pase de su culo a su coño, introduciéndole 2 dedos y moviéndolos suavemente. Ella separó su boca de la mía para empezar a gemir levemente y bajó mis pantalones, agarrando posteriormente mi miembro y empezando a masturbarlo.
Marcos: Ufff, las ganas que te tengo. No aguanto más.
Ana: Yo tampoco. ¿Tienes preservativos aquí?
Marcos: Si, creo que tengo en la cartera. Voy por él, vengo ya.
Fui corriendo al vestuario a buscar mi cartera. No creo que tardará más de 1 minuto y cuándo llegué, me encontré la sorpresa de que había entrado una señora a hacer sus ejercicios también, por lo que se había visto entorpecido nuestro cometido. Estuvimos un rato disimulando, haciendo un poco el paripé de que entrenábamos a ver si la señora se iba pronto, riéndonos de vez en cuándo y mirándonos con lascivia. Tras unos 20 minutos, la señora por fin se marchó. Nada más cerrar la puerta, Ana se abalanzó encima de mí, que estaba echado encima de la esterilla
Ana: Te juro que como hubiera tardado 2 minutos más, te follaba con ella delante. Vete a cerrar la puerta por si acaso viene alguien más.
Me levanté rápidamente a cerrar la puerta y me quité la camiseta mientras iba en dirección a Ana. Tiré el preservativo al lado de nuestra esterilla y comencé a bajarle los leggings, quedando ella desnuda de cintura para abajo.
Marcos: Siéntate en mi cara, por favor
Se colocó encima de mi y comencé a comerle el coño. Ella por su parte dirigió su cabeza hacia mi pene, haciendo un 69. Me bajó los pantalones hasta los tobillos y comenzó a chupármela. Así estuvimos hasta que poco antes de su clímax, ella se separó de mi pene y empezó a gemir más fuerte hasta que se vino. Colocados aún de la misma forma, ella sacó el preservativo de su envoltorio y me lo colocó. Se levantó y se puso en 4 en la otra esterilla. Me quité la parte de abajo completamente, me arrodillé detrás de ella y le introduje mi pene poco a poco, soltando un leve gemido ambos.
Empecé dándole despacio y según ella me fue pidiendo, le empecé a dar más velocidad, agarrándola de los hombros hasta que ella finalmente se vino de nuevo con un sonoro “jodeeer”. Me hizo echarme en el suelo para después subirse encima de mí. Se acercó a besarme mientras que con su mano derecha colocaba mi pene en la entrada de su vagina y se sentaba encima de él. Se alzó encima de mi a la vez que se quitaba el top deportivo. Mis manos pasaron de agarrar su abdomen a sus pechos mientras que ella botaba encima de mí. Estuvimos dándole unos minutos y yo ese día, no se porque motivo, estaba aguantando como nunca.
Ana: ¿Todo este tiempo que llevamos dándole y aún no te has venido? Joder, ya le gustaría al payaso de mi ex.
Marcos: Serías mucha hembra para él jaja.
Ana: Jajaja, si, pero tú ahora vas a ver lo que es bueno.
Se levantó para ponerse acuclillada, con sus manos en mi abdomen, y darme unos sentones, pero justo antes de apuntar hacia su vagina con él, me quitó el preservativo y se introdujo mi miembro.
Ana: Te voy a follar mejor que a ninguno.
Sus nalgas chocando con mis muslos ensordecían nuestros gemidos y eran acompañados de alguna nalgada.
Marcos: Ufff, que bien lo haces, hija. Vas a lograr que me corra.
Ana: Ahh, ahh, lo sé, ese era el cometido.
Con esa follada que me estaba pegando y sumado a toda la actividad anterior, yo ya estaba que no aguantaba más.
Marcos: Ana, me corro, me corro.
Ana: Yo también, yo también. ¡¡¡Lléname toda jodeer!!!
Se vino, quedando sentada en mi pelvis y yo dándole una nalgada justo en el momento de descargarme en ella. Nos limpiamos lo que pudimos, nos vestimos, recogimos y nos fuimos hablando.
Marcos: Bueno, el entrenamiento de hoy muy productivo, ¿verdad?
Ana: Puf, como todos los entrenamientos a partir de ahora sean así, no voy a salir del gimnasio jajaja.
Marcos: Jaja
¡¡¡Si queréis más historias de Ana, dadle apoyo!!!