—¿A qué hora te caigo en tu casa? – Decía el texto de Johann.
—¿Cómo sabes que la oferta sigue vigente? – Contesté.
—Porque voy a llevarte cervezas y pizza para ver una peli.
—Que sea mejor vino tinto.
—Hecho. ¿A qué hora llego, entonces?
—Ven ahora, que me quiero dormir temprano. – Contesté, para apurar su llegada.
A los pocos minutos llegó con una pizza y un vino. Estábamos solos en la casa y yo tenía mucha hambre, así que pasé a comer de esa deliciosa pizza y a tomar vino tinto.
Ni Johann ni yo hablamos de lo que había pasado hace unos días, solo sentía una tensión y una emoción que no sabía describir. Algo en sostener las miradas o en el tono de la plática me hacía querer estar cerca de él.
La segunda copa de vino empezó a hacer su efecto en mi y me sentía ligeramente borracha.
Creyendo que Johann estaba igual le confesé que el día pasado que estuvimos juntos había estado más mojada que nunca, que había estado pensando él y que lo quería dentro de mí.
El no dijo nada. Le dio un trago a su copa, terminándose su vino tinto. Metió su mano en mis leggins y me sintió empapada otra vez. Tomo mi copa y la dejó en la mesa, me cargó en su hombro y me llevó a mi cuarto. Yo solo quería metérmelo, quería que lo hundiera entre mis piernas, quería ver su cara mientras lo hacía.
Me quitó los leggins, me quito la playera y me quitó las bragas. Me iba a quitar la playera de tirantes, pero me pidió que me la dejara. Me abrió las piernas con fuerza y se lanzó directo a mí. Me dio un sexo oral un poco agresivo pero placentero.
Le dije que quería que me la metiera pero que quería saborearlo otra vez, antes de que lo hiciera. En lo que me acomodaba el cabello para amarrarlo el se quitó los pantalones y el bóxer. Me dio la instrucción de que me pusiera de rodillas; oírlo hablar con esa seguridad me excitaba demasiado, así que obedecí.
Me agarró de la coleta y proyectó su falo a mi boca. Empezamos suave, pero cuando se estaba poniendo intenso escuchamos a mi mamá abrir los cerrojos de la puerta de la entrada. Maldita sea.
Johann salió corriendo al cuarto de invitados, donde había dejado su mochila.
Yo cerré la puerta de mi cuarto con llave y me dispuse a cambiar mi top de tirantes que estaba lleno de mi saliva.
*Toc, toc. Mi mamá estaba tocando la puerta. Pensé un segundo como salvarlo.
—¿Qué quieres, Johann? Ya te dije que me estoy cambiando. – Contesté a través de la puerta, como dando a entender que no me había dado cuenta de que mi mamá había llegado.
—Soy yo amor, solo quería avisarte que estaba en casa. – contestó mi mamá.
—Ok, ma. Ahorita salgo. – Contesté.
Alcancé a escuchar a través de la puerta como es que Johann le decía a mi mamá que se quería quedar a dormir para que acabara de ver la serie de Vikings conmigo. Ella dijo que no había problema pero que no quería que tomáramos más vino.
Salí con mis leggins y una playera limpia, el cabello perfumado y con una mentita en la boca.
Saludé a mi mamá y me hizo un comentario de que esos leggins estaban muy pegados y se me alcanzaba a ver el ombligo. Yo nada más la ignoré y reí por compromiso. Me gusta presumir mi cuerpo y mi cintura delgada y mis piernas gruesas y largas.
En la conversación con mi mamá y mi primo, Johann me pidió cobijas para la cama donde se supone que iba a dormir en la habitación de invitados, mi mamá me dijo de donde tomarlas para llevárselas a Johann y después ella se metió a la cocina.
Yo agarré las cobijas y se las llevé, en el momento en el que entré al cuarto de invitados, mi primo me vio y se sacó el falo que seguía erecto, me dio la instrucción de agacharme. Lo hice mientras me amarraba el cabello. El maldito utilizó mi boca a su antojo.
Me dijo que él estaba atento al pasillo, por si mi mamá venía. Me dijo que mantuviera la boca abierta y la mandíbula relajada. Obedecí. Lo sentía entrar y salir suavemente de mi boca. Después de varias embestidas sentía arcadas, que acababa por reprimir para que no nos escucharan, y me controlé con mi respiración.
“Respira”, me decía. Y solo sentía como es que él estaba usando mi boca. Yo estaba excitadísima de que mi primo me estuviera usando. Sentía que había algo raro, como si estuviera haciendo algo indebido, pero no me importaba. Yo lo estaba disfrutando.
Empecé a mover la cabeza adelante y atrás con ritmo. Escuchaba los gemidos suaves de mi primo, que decía suavecito: “Mámala suavecito, Reneé. Suavecito.”.
Procuraba acallar los tosidos y otros ruidos bucales, pero no me importó mas cuándo sentí que el pene de Johann se hinchó y me agarró del cabello para pegarme más a él.
Sentí como eyaculó en toda mi boca y garganta, sentí que iba a salir por mi nariz también. No podía respirar, pero sentía mucha excitación de sentir ese líquido cálido y viscoso dentro de mi boca. Lo tragué lo mejor que pude y aun así salieron gotas que cayeron en mi playera.
Mi primo recogió esas gotas de mi playera y mis mejillas con la punta de ese instrumento que escribiría en mi imaginación muchas fantasías. Estaba rojo y parecía que estaba hirviendo, y me las acercó a la boca como si fueran las últimas migajas de un plato que me tenía que acabar. Y otra vez uso mi boca hasta que lo dejé limpio.
Me tragué todo y luego lo miré con la cara más seductora que pude. Él estaba ido en éxtasis, pero nunca dejó de verme a los ojos.
—Que increíble estuvo eso. —dijo.
Lo besé y el me respondió el beso. Fui al baño a limpiar mi playera y a lavarme los dientes.
Pasamos el resto de la tarde en la sala viendo Netflix, hasta la noche, donde mi mamá dijo que iba a salir a tomar café con sus amigas, como la mayoría de los viernes. Johann le contestó con ligera desidia que se la pasara bien pero cuando volteó a verme lo hizo con una cara de ilusión, como si se hubiera ganado la lotería.
Pasaron apenas un par de minutos de que se fue mi mamá y sentí la mano de mi primo en mi pierna. Yo seguía súper excitada, así que metí su mano debajo de mis leggins para que me tocara, eso fue suficiente para que se empapara de nuevo.
Nos besamos mientras paseaba su mano por mi sexo:
—Quiero seguir lo que empezamos en la tarde. – Dije.
—Yo también quiero seguir, pero ¿dónde lo hacemos?
—Aquí en la sala, o en mi cuarto.
—¿En el cuarto de invitados?
—Puede ser en el cuarto de mi mamá… Mejor en el mío.
—¿Por qué no lo hacemos aquí?
—Porque está muy accesible, en mi cuarto podemos poner seguro.
Me paré, lo tomé de la mano y lo llevé a mi cuarto.
Nos besamos largo e intenso. Le quité la playera y el también me fue desvistiendo poco a poco. Se quedó en bóxers y alcancé a verlo ya erecto, realmente era inmenso. Me estaba agachando para meterlo a mi boca de nuevo pero el me detuvo, me siguió besando y me empujó a la cama, él estaba desnudo, yo aún tenía mis bragas puestas.
Yo estaba boca arriba y él estaba encima de mí. Podía sentir su cabeza, el tronco y el escroto golpear en mis muslos y en mis labios, que cada vez estaban más empapados. Nunca nos paramos de besar, sentía escalofríos por todo mi cuerpo y excitación por montones, estaba moviendo mi pelvis involuntariamente para restregarme con él y me encantaba hacerlo.
Me estaba respirando en el oído sensualmente, estaba maniobrando mis pechos con sensualidad, yo ya estaba preparada para entregarme a él.
—Métemelo.
—¿Qué?
—Métemelo, por favor.
—Pero eres virgen, ¿no?
—Quiero que te la quedes tú.
En ese momento, estaba frotando el lateral su pene contra mis bragas, como si yo fuera un violín y él el arco que hace que las cuerdas vibren y hagan música.
Cambió la secuencia y empezó a darme embestidas con la punta de su miembro en la tela de las bragas que protegían mi estrecho canal que, hasta ahora, nadie había transitado. Pensé que con las embestidas iba a romper la tela o que lo iba a meter con todo y todo, así que nada más los hice de ladito.
En cuanto sentí la punta tocar mis labios un escalofrío inmenso recorrió mi cuerpo. Me arqueé, alcancé a murmurar la palabra “más”, sentí como se acercaba hacía mí, más bien lento.
Sentí los espasmos de todo su cuerpo y como es que mi humedad lo estremecía de par en par. Me estaba abriendo toda. Yo ya me sentía empalada cuando le murmuré: “con cuidado”, solo para que me contestara: “todavía no es la punta”.
Yo estaba decidida a metérmelo hasta adentro, así que le pedí que siguiera, lento. Lo sacó, fue delicioso. Lo volvió a meter, pero esta vez fue un poco más profundo, sentía que cuando salía, exprimía mis jugos, solo para devolverlos de nuevo. Él estaba jugando con mi sexo y yo era su campo de juego. Estaba excitadísima, no me di cuenta que estaba gimiendo.
Para las siguientes embestidas le susurré: “un poco más adentro” y él me hizo caso. Me pidió que respirara profundo, sostuve mis bragas de lado y comencé a respirar fuerte.
Cuando exhalé, mi primo metió se metió en mi todo lo que pudo. Yo grité, pero él me puso su mano en la boca, había sentido un pellizco dentro, pensé que me había lastimado cuando me dijo: “Ahora eres mía”.
No sabía que decir, o que pensar, o que sentir. Quería retirarme a revisar ese dolor y contestarle a la vez que “sí”, que era suya. Respiré, unos segundos después regresó la excitación y sentí a mi primo dentro de mí, expandirme y contraerme.
Quería retenerlo, pero el insistía en entrar y salir de mí. Yo estaba gimiendo fortísimo, estaba gritando y no podía pensar en nada, estaba a su completa merced. Sentía que le pertenecía y que podía hacer conmigo lo que quisiera, me tenía abierta de par en par. Con sus poderosas embestidas veía mis pechos volar adelante y atrás.
Veía los ojos de mi primo, se veía la lujuria en ellos. Él se acercaba a besarme, pero yo no podía seguir sus besos por que no podía pensar, no podía cerrar la boca, solo podía gemir y gritar. El tiempo se había detenido y quería estar allí para siempre.
De repente, lanzo un gemido distinto. Me abrazó y me besó intensamente. Sentí como aquel monstruo que me expandía cuando entraba se metió hasta adentro de mí, sentía que llegaba a mi cabeza, o hasta mi alma; que se expandió más de lo que ya estaba, que tuvo espasmos y con una convulsión que me excitó me llenó toda de él. Sentía como su semen me golpeaba adentro a chorros.
Fue increíble, fue como recibir un premio. Me excitó de sobremanera saber que estaba lleno de él, yo sentía que era muchísimo, estaba cálido y viscoso, lo sentía dentro de mí.
—Te viniste adentro. – dije.
—S, s. Sí – dijo entre dientes.
—No usaste condón.
—No tenía condones conmigo.
—¿Qué vamos a hacer?
—A ver, intenta expulsarlo.
Él salió de mí y yo comencé a empujar hacia afuera; sentí brotar algo de mí y como caía y recorría mis muslos, estaba nerviosa. Mi primo lo recogió con la punta de su pene y lo metió de nuevo en mí, solo para abrirme de par en par otra vez y sentir como él reclamaba su espacio dentro de mí.
Yo estaba preocupada genuinamente por que se había venido adentro de mí, en ese momento pensé que éramos 2 primos que estaban teniendo relaciones y que era algo que sería un escándalo si se sabía. Pero conforme sentía sus embestidas la idea de que era prohibido me empezó a excitar demasiado y empecé a gemir más fuerte y más agudo.
Me dolía la garganta de gritar, sentí como mi primo se iba a venir otra vez adentro. Me excitó el pensamiento. Me dejé ir también. Liberé un grito fortísimo, me convulsioné, vi negro. Sentí la cálida corrida dentro de mí otra vez. Se me adormeció todo el cuerpo. No podía hablar.
Exploté en un orgasmo como nunca antes había sentido uno. Ese instante fue increíble para mí, si hubiera muerto en ese momento me hubiera sentido completa. Años después, todavía me masturbo pensando en ese momento. La verdad no se sí lo pueda superar.
Después de recuperar el aliento me miró a los ojos y me dijo que compráramos la pastilla del día siguiente.
Esa noche me quedé con su semen adentro. Fuimos a la sala y nos quedamos dormidos. Mi mamá al llegar a la casa, vio a dos inocentes primos que hicieron una noche de películas. Jajaja.
En la mañana, cuando revisé mis bragas, habían recolectado todo el semen que había dentro de mí. Era muchísimo y tenía los muslos escurridos. Salí a contarle a mi primo y nos reímos de una carcajada. Queríamos besarnos, pero mi mamá estaba por ahí, así que nos quedamos con las ganas. Johann se fue y yo me metí a bañar.
Esta fue la primera de una larga lista de aventuras que tuve con él. Era increíble porque sentía muchísima complicidad, era un secreto que sólo él y yo sabíamos y debíamos de esconderlo del resto de la familia. Hasta que se unió Daniela, pero esa es una historia distinta…