El aroma a almendras inunda la habitación, la espesa niebla del incienso apenas visible a la luz de las velas. Entre las sombras negras como cuervos distingo tu silueta a los pies de la cama y el tenue reflejo de la seda de tu sensual kimono.
Surges de la oscuridad, el flechazo de tu mirada se clava directo en mi corazón acelerándolo en lugar de detenerlo. Te arrodillas sobre el colchón y desatas tu cinturón dejándolo caer a un lado, la seda se desliza por tu cuerpo descubriendo tu piel.
Gateas y te estiras sobre mi para sumergimos al placer.