En la noche no sé si estoy despierto o dormido, no sé si es fantasía o realidad, pero si sé que mi subconsciente solo es para la señorita R.
Nos conocíamos desde hace unos años, solo de coincidir en el ascensor, ya que nuestras empresas estaban en el mismo edificio y también de coincidir en el bar de la planta baja. Salvo los saludos de rigor no habíamos cambiado palabra salvo en alguna discusión sobre futbol ya que ella era una autentica forofa del equipo de nuestra ciudad.
Aunque me gusta el futbol yo no era forofo ni de ningún equipo en particular, pero me gustaba llevar la contraria a la señorita R, me reía mucho a su costa. La señorita R, como ya deberíais saber, tiene unos 40 años, alta, cara agradable y buen cuerpo.
Llego el partido contra el máximo rival de la liga, si ganaba el equipo de ella, pondría tierra por medio y casi era campeón.
En el bar los comentarios sobre lo que pasaría, los podéis suponer según los colores de cada cual. A alguien se le ocurrió hacer una porra.
El viernes antes del partido baje a desayunar y estaba ella.
R- ¿Has jugado en la porra? –me preguntó-
Yo- No, esas cosas no van conmigo. –respondí-
Empezó a hacerme un lavado de cabeza para que hiciera una apuesta, yo me negaba. Al final más por aburrimiento que por otra cosa le dije.
Yo- En todo caso haría una apuesta contigo.
Tardo unos segundos en responder.
R- ¿Qué nos jugamos?
Yo- Cien euros a que tu equipo pierde –me lance sin pensarlo y con esperanza de que me dejara en paz-
R- Yo no puedo hacer esa apuesta –fue su respuesta-
Yo- Eso es que no te atreves y note fías tanto de tu equipo.
R- Si pudiera gastar ese dinero ten por seguro que aceptaría. Estoy segura de que ganaremos.
Me pico la curiosidad. Quería ver hasta donde llegaba.
Yo- Hagamos una cosa -le dije- Si pierdo la apuesta te doy los cien euros y si pierdes me invitas a cenar donde tú quieras. Creo que justo.
Se lo pensó un rato, pero contesto afirmativamente.
Yo- ¿Puedo invitarte al desayuno? –le pregunte-
R- Por supuesto –respondió-
Subimos en el ascensor, ella llego primero.
R- Nos vemos el lunes y por cierto trae los cien euros –se marchó riendo-
Me quede pensando en la que me había metido, palmar cien euros por una tontería, ya que lo lógico sería que ganara ella.
Llego el lunes y mientras que desayunaba vi en el periódico que yo había ganado la apuesta. La espere. Algunas personas se mofaron de ella, pero yo permanecí en silencio mirándola de vez en cuando.
Cuando pudo se me acerco.
R- Has ganado –dijo-
Conteste con un lacónico sí. Sin más comentarios.
R- Gracias por no reírte.
Yo- No es mi estilo –respondí-
R- ¿Cuándo quieres cobrar la apuesta?
Yo- Pues si te viene bien el viernes próximo creo que sería buen momento.
R- De acuerdo –me dijo- nos vemos y quedamos.
Llego el viernes, ella vino a buscarme en su coche. Llevaba un vestido negro por encima de la rodilla, medias finas también negras, ligero maquillaje, nada exagerado. La verdad estaba perfecta.
Me indico el restaurante, eligió uno de moda y la cena no le saldría barata. Por lo menos no trataba de aliviarme con algo de baja categoría.
Durante la cena hablamos de muchas cosas. Yo estaba francamente a gusto. Quería prolongar aquello, en el fondo me apetecía acostarme con ella.
R- ¿Saldada la deuda? Me inquirió de pronto.
Yo- Saldada –conteste-
R- Genial.
¿Te apetece tomar una copa en otro sitio? –le pregunte-
R- Vale.
Salimos del restaurante y la lleve a un disco-pub que también estaba de moda. Había bastante gente.
No fue una copa si no tres. Hablamos, bailamos, hablamos y bailamos de nuevo. Llego la hora de irnos.
R- Ya hemos llegado –dijo cuándo paré frente al portal-
Yo- Sí. Gracias, ha sido una buena noche.
R- Gracias a ti, lo he pasado fenomenal.
Llevo su mano a la manivela para abrir la puerta, pero se giró hacia mí y dijo:
R- Estaba claro que la apuesta era una cena, pero me ha sorprendido que no intentaras nada, ni siquiera bailando.
La mire a los ojos fijamente, espere un poco en contestar y decidí atacar con todo.
-Yo no insinúo, peque, yo exijo.
R- Eso es muy fuerte, así tendrás muchos noes.
Yo- En ese caso a otra cosa mariposa –le respondí-
Se quedó mirándome, interprete que estaba decidiendo si se bajaba del coche o no. Pasado un tiempo prudencial pase a la acción.
Yo- Quiero que me hagas una mamada.
R- Estás loco, en el coche y en la puerta de casa.
No le conteste. La miré con dureza, sin vacilar, hasta que vi que apartaba su mirada de mí. Pasaron unos cuantos segundos, yo estaba esperando y seguía mirándola. De repente sus manos se dirigieron a mis pantalones. Me comenzó a sobar la polla por encima de la tela. La señorita R se acercó e intento besarme. Me aparte y deje que lo hiciera en la cara al tiempo que le indicaba:
Yo -He dicho que me comas la polla, no que me beses.
Su cara mostro sorpresa por mi salida. Desabrocho la correa y la cremallera, saco mi miembro prácticamente en erección completa. Con la mano comprobó la dureza y se volcó para comenzar la mamada. Lo hacía despacio, la verdad es que sabía lo que debía hacer.
Recorrí sus muslos enfundados en unas magníficas medias y como suponía me encontré que eran pantys.
No tarde mucho en llegar a correrme y me hizo gozar bien, por descontado que no la avise cuando me corrí y apreté su cabeza contra mi polla para obligarla a tragarse mi semen.
No dijo nada y yo tampoco, me limite a girarla para que adoptara una posición más cómoda. Introduje la mano por debajo de la falda. Me entretuve acariciándole los muslos. Me encantaba el tacto de sus pantys.
Al pasar la mano por delante de su sexo lo note humedad. Genial, pensé, además está caliente. Jugué con el borde del elástico y lo bajé un poco.
Yo -Señorita R cuando salgas conmigo llevaras siempre medias, no quiero tener impedimentos cuando te toque.
R- Entendido –dijo mirándome a los ojos-
Comencé a tocar sus pechos, lo hice con suavidad al principio luego se los apreté de vez en cuando y ella suspiraba, le gustaba.
Los suspiros se hicieron generalizados cuando acariciaba al mismo tiempo sus senos y los labios de su vagina. Le fui abriendo el coño con cuidado y metí la punta de un dedo. Seguí profundizando hasta que me entro entero, bueno hasta que yo quise meterlo entero, ya que según estaba de mojada no hacía falta precauciones. De vez en cuando gemía bajito.
Saqué la mano y le puse el dedo mojado en los labios.
Yo- Lámelo.
Una vez que me pareció suficiente, volví a meter la mano en sus bajos, un dedo en su vagina y con otro la fui masturbando, todo muy lento. Su cuerpo se agitaba, abrió todo lo que pudo las piernas, su cara fue cambiando.
Seguí así hasta que noté que se iba a correr. Pare en seco. Vi la decepción en su rostro.
Lleve de nuevo el dedo a su boca y lo lamio hasta que lo dejo limpio.
Yo- Bésame –le ordene-
Se incorporó un poco y comenzó a besarme. Primero con algo de timidez, pero en cuanto sintió mi lengua presionando en sus labios, los abrió y enroscamos las lenguas. Me gusto el sabor de su flujo en la boca.
La masturbe de nuevo. Rápidamente estaba a tono otra vez, mejor dicho, preparada para llegar en cualquier momento. Volví a parar ya no era decepción lo que se veía en su cara, creo que era ira.
Después de unos segundos volví a masturbarla. Ella casi inmediatamente comenzó a gemir.
Yo- ¿Te quieres correr? –le dije-
R- Siiii
Yo -Pídemelo –mientras mis dedos no dejaban de entrar en su vagina y jugaban con su clítoris-
R- ¿Qué?
Yo- Lo que has oído –le respondí-
R- Haz que me corra de una vez –en tono con voz de cabreo-
Decidí forzar un poco más la situación.
Yo- ¿Así se piden las cosas, zorrita?
R- Haz que me corra –dudo un poco, pero añadió- por favor.
No le conteste, seguí manipulando su sexo. No tardo casi nada en correrse. Comenzó a tensar el cuerpo y se abandonó al placer. La agitación le duro un rato, igual que la respiración entrecortada.
Sin decir nada, me baje del coche, abrí su portezuela y la acompañe hasta el portal.
Yo- Hasta el lunes –me despedí-
R- Adiós –dijo, supongo que sin saber que decir más porque no esperaba esto-
Durante la semana coincidimos como siempre en la cafetería, si ella quería hablar sobre lo sucedido no pudo ya que no había intimidad para ello. El martes le pedí su número de móvil. Espere hasta el jueves para mandarle un mensaje.
Yo- “¿Cenamos mañana?”
Al rato llego la respuesta, un lacónico OK.
La cena trascurrió tranquila, hablamos de trivialidades, de futbol, pero no de lo sucedido en la anterior cita. Cuando salimos del restaurante y ya en el coche le pregunte:
Yo- ¿Tomamos una copa?
R- Claro –respondió-
Yo- ¿Prefieres algún sitio? –Hice una pausa- o ¿me invitas a la copa en tu casa?
R- Donde quieras –respondió-
No hablamos hasta que llegamos a su casa. Ni siquiera en el portal o en el ascensor.
Vivía en un apartamento no muy grande, solo tenía un cuarto de estar, un dormitorio, baño y cocina.
R- ¿Qué quieres tomar? –me pregunto-
Yo- Si tienes ron me apetece un cuba libre.
Se fue a la cocina, yo curioseé un poco y puse música tranquila.
Cuando vino y tras un trago la invite a bailar. Se arrimó más de lo necesario, dando a entender por si no lo había dejado claro ya, lo que deseaba.
La bese en el cuello y mientras que bailábamos le pregunte:
Yo – ¿Cuántas veces te has masturbado, recordado lo del coche?
Permaneció en silencio mirándome a los ojos.
Yo -Contesta –ordene-
Apoyo la cabeza sobre mi pecho y dijo:
R- Dos o tres veces.
Yo- No está mal en una semana.
Alzo los ojos y mirándome añadió:
R- Al día, incluso en el trabajo. Es recordarlo y mojarme.
Pues sí que se había impresionado por una simple masturbación.
R- Nunca me lo habían hecho así, ni siquiera yo misma, Fue muy intenso.
Era mía. La duda estaba en si la señorita R lo sabía ya.
Seguimos bailando hasta que termino la canción que sonaba en ese momento, Aproveche para comprobar lo que le había indicado sobre el vestuario. Había obedecido.
Le fui bajando el vestido. Llevaba un conjunto negro de encaje y medias con ligero. Le acaricie las nalgas y el culo.
Desabroche el sujetador y ella se lo quito. Tenía unos preciosos pechos. Luego baje el tanga y con un movimiento de sus pies lo saco. Pase la mano por su depilado sexo y estaba mojado.
Le baje las medias y se las quite. Con ellas en la mano me senté en el sofá y me quedé mirándola. Ella no sabía qué hacer, si venir o quedarse donde estaba, opto por quedarse.
Yo -Quiero verte bien –le dije- gira lentamente.
Obedeció. En el segundo giro la mande parar.
Yo- Presume de culo. Exhíbelo.
Lo saco un poco y dio otra vuelta, luego que doblo hacia delante y surgió aquella maravilla de la anatomía. Realmente era precioso y lo mejor de su cuerpo. Lógicamente no le dije mi opinión.
Yo- Arrodíllate, quiero ver tu culo en plenitud –no era necesario para admirarlo, pero sí lo era para que fuera metiéndose en su papel de obediente sumisa-
Se puso a cuatro y la verdad era magnifico. No pensé en cómo iba a disfrutarlo ya que no quería que mi miembro se pusiera duro del todo.
Yo- Acércate –le dije-
Fue a incorporarse, pero se lo impedí.
Yo- Ven como estas, a cuatro patas, como mi zorrita que eres.
Me miro con sorpresa, pero inicio su camino. Cuando llego la comente:
Yo- Muy bien, no has dudado, así debes comportarte.
R- No sé porque te hago caso –me respondió-
Yo- ¿Quieres que te lo diga o prefieres esperar a descubrirlo por ti misma?
No contesto. La hice girar para que mediera la espalda. Con una de sus medias le ate las manos por detrás. Mientras que se giraba me saque mi miembro.
Al verlo fue directa a besarlo.
Yo- ¿Qué vas hacer?
R- Lo que deseas, si no para que te has sacado la polla.
Yo- Tienes que esperar a que te lo ordene, eres mía.
Sin decir más, apoyé su cabeza en el sofá y le di cinco azotes con la mano en las nalgas. Cuando termine le dije que así iría aprendiendo. La oí que me llamaba cabrón en voz baja.
Yo -Efectivamente lo soy –le dije- no lo tomo como un insulto y si era un desahogo la próxima vez piénsalo para que no te oiga porque tendré que corregirte.
R -Vale –contesto-
Se quedó mirándome, esperando. Me demore a propósito, deseaba que sintiera cierta ansiedad.
Yo- ¿Quieres hacerme una mamada? –le pregunte de repente-
R- Si –contesto de forma fuerte y audible-
Yo- ¿Y por qué no lo preguntas, Cristina?
R- Quiero hacerte una mamada, ¿me dejas?
Bien parece que iba comprendiendo lo que deseaba de ella, sabía que era una chica lista.
Yo-Te dejo –le conteste-
Se acercó y comenzó a besarme la polla, desde la punta al final de tronco, también se ocupó de mis testículos. Se notaba que era la primera vez que no usaba las manos en estos menesteres. Me dio bastante placer, me corrí en su boca y se lo trago sin tener que decirle nada.
La separé y me puse de pie. La abracé desde atrás y comencé a masturbarla. Estaba completamente mojada. Suspiraba, yo seguí manipulando el clítoris. Cuando note que su cuerpo se tensaba…
R- Permiso para correrme –dijo-
Yo- No –le conteste- aguanta.
Afloje un poco la presión sobre su clítoris. Se relajó un poco. Volví a la carga, pero no tardó mucho en estar otra vez a tono. Note sus esfuerzos en contenerse. De repente me grito:
R- Para o me corro ya.
Yo- Aguanta –le indique mientras que volvía a bajar la intensidad de la masturbación.
Le bese el cuello, ella busco mi boca y nos besamos.
Repetí otra vez y la puse por tercera ocasión al borde del orgasmo. Ella no decía nada, pero tenso el cuerpo.
Yo- Córrete cuando quieras –le susurre- Córrete para mí.
Fue a decir algo, pero no pudo. Su cuerpo empezó como a temblar, se estaba corriendo en mis brazos. La sujete ya que se le doblaban las rodillas. La senté en el sofá para que se recuperara.
Esta noche tampoco la penetre, lo dejaba para la próxima cita.
Pasaron unos días, nos veíamos en la cafetería y hablábamos de lo que siempre lo hacíamos con otros clientes. Parecía que teníamos un pacto de silencio delante de otras personas. Un día coincidimos en el ascensor los dos solos.
Yo- ¿Cuántas veces, Cristina?
R-Casi igual que la semana pasada, dos o tres al día y otra cuando me acuesto.
Yo- Bien –le dije, mientras le besaba en la mejilla-
El jueves le envié un mensaje:
Yo- “Mañana cenamos en tu casa”
Su respuesta fue preguntarme si me apetecía algo en especial, le respondí que al abrirme la puerta tenía que estar desnuda.
R- Estás loco –respondió-
Cuando abrió la puerta estaba desnuda. Le sonreí y le di un beso en el frete mientras que murmuré un “muy bien”.
Durante la cena permaneció desnuda. Tenía que acostumbrarse a que esa sería su “vestimenta” cuando estuviéramos juntos, aunque la señorita R aun no lo sabía. Terminamos de cenar y recogió la mesa.
Yo- Ponte lo más sexi que puedas –le dije cuando volvió de la cocina-, que vamos a salir.
Se marcho a su dormitorio.
Yo- No tardes –agregue, mientras me tomaba una copa-
Sobre los quince minutos apareció, Estaba realmente bella y con empaque, pero no sexi según mi concepto. Vestía una blusa semi trasparente que dejaba ver parte de un sujetador blanco, falda negra justo por encima de la rodilla y asomaban unas finas medias negras. Elegante, bella, un punto sexi, pero no suficiente para donde iba a llevarla. Se lo dije.
Yo- Me tendré que ocupar de tu ropa.
R- Usare lo que me guste y apetezca -respondió-
Me acerque y le agarre de la cara.
Yo- Cuando vayas conmigo te pondrás lo que yo te diga. ¿Entiendes?
R- Si –contesto de forma lacónica-
Le solté y acaricie su pelo y la bese en el cuello, sabía que eso le gustaba.
Yo-Tienes que ser obediente, pequeña –le susurre-
Entonces me beso en la boca. Le deje, incluso nuestras lenguas se entrelazaron. Estaba madura, solo faltaba un par de pasos para que fuera mía totalmente.
Lo primero que hice fue llevarla a un sex-shop. La cara que puso fue de alucinada. Estuvimos viendo diversa ropa y elegí un mini vestido rojo con ropa interior trasparente a juego y medias rojas de red, solo desentonaban los zapatos que eran negros, pero eso no tenía solución. Page y le pedí al vendedor que, si podía cambiarse en el baño, evidentemente dijo que sí.
Me acerque a ella y le dije que pasara al baño y se pusiera la ropa. Me cogió la bolsa y sin decir nada se encamino al improvisado vestido, pero su cara era de mala leche. Me regocije interiormente de ello.
Cuando salió y la vi, se me acelero el corazón, estaba realmente espectacular. El vestido que era muy corto realzaba sus muslos.
Yo- ¿Te gusta? –le pregunte-
R- Parezco una zorra.
Yo- ¿Y lo eres?
R- No –dijo secamente-
Yo- ¿Estás segura?, mira en tu interior.
No respondió. Salimos de la tienda y ya sin dilaciones la lleve al club.
Antes de entrar le di unas indicaciones.
Yo- Al club al que vamos a entrar es privado, de gente con unos gustos muy concretos. Probablemente vas a ver cosas que solo has visto en algún video o ni siquiera has imaginado.
R- De acuerdo.
Yo-Te harás una idea más precisa de lo que me gusta. Si lo que ves hace que se sientas mal y quieres irte, dímelo y nos vamos.
Asintió con la cabeza.
Tras los saludos de rigor con el portero, entramos. Aparentemente era como un pub o club normal, con su barra, mesas, camareros y clientes. Lo único que podía llamar la atención era en las vestiduras de las personas que allí estaban, era un club de BDSM.
Todo el mundo se quedó mirándonos. Mi acompañante levanto miradas de admiración. Su cara se puso colorada cuando fue consciente de que era el centro de miradas y comentarios. Como dije estaba espectacular con su nueva ropa.
A la señorita R le fui dando algunas explicaciones. Pedimos unas copas y seguimos con el tour. Al fondo de la sala había una puerta, le informe que por allí se entraba a la zona de prácticas.
R- ¿Prácticas? –Pregunto con voz que me pareció llena de curiosidad-
Yo- ¿Quieres que demos una vuelta y lo ves?
R- Claro, vamos.
La zona reservada se componía de una amplia sala y en su centro había una especie de escenario.
Yo- Aquí se hacen prácticas públicas, cualquiera puede verlas y si el dominante quiere puede hacer participar a algunos de los espectadores.
R- Los dominantes son hombres ¿no? –pegunto-
Yo- También hay mujeres, pero son menos numerosas.
R- Ya entiendo porque me has vestido así.
Yo- No quería que desentonaras con el ambiente –le conteste- Además estas guapísima.
R- Ya me he dado cuenta que no me quitaban ojo de encima.
Yo- Y te ha gustado ser el centro de atención –mientras que con mis dedos palpe por encima de su tanga rojo que estaba mojado.
R- Debo ser una calentorra –contesto-
Yo- Una zorrita calentorra -le corregí-
R- Si, una zorra.
Se quedó mirando el escenario, había una chica a cuatro patas y un hombre que la azotaba las nalgas con una fusta.
R- ¿Por qué la pega? –me pregunto-
Yo- Puede ser por varios motivos. Desde un castigo, para calentarla, por placer….
R- Pero delante de todos –me corto- no lo entiendo.
Yo- Para ella es más humillante si es un castigo. Todo el mundo sabe que ha fallado y es castigada por ello. Normalmente suelen decir el motivo al principio.
Parecía extasiada viendo la escena, con cada azote y el gemido o grito de la sumisa, me hacía gracia porque ella daba un pequeño salto cada vez que veía azotar a la otra sumisa. Le deje un par de minutos viendo la azotaina.
Yo- Vamos a seguir.
R- Sí, vamos.
Llegamos a una puerta. La abrí, era un pasillo con varias puertas a los lados.
Yo- Esas son estancias para prácticas en privado, aunque se puede invitar algún amigo.
Estando en esto, un conocido mío fue a entrar. Me saludo, le presente a la señorita R como una amiga y en voz baja me dijo.
Conocido- Bonita amiga, ¿iniciándola?
Asentí con la cabeza.
Conocido- Estoy con dos sumisas ¿quieres pasar un rato? Y la pruebas más a fondo.
Me acerqué a la Señorita R y le comenté la invitación, acepto. Supongo que más que por complacerme.
Acompañamos a mi amigo. Al entrar a la celda vimos a dos mujeres atadas en unas cruces en forma de X. Una debía tener unos 40 años, la otra no llegaba a los 30. La señorita R y yo nos sentamos en un sofá que había, bueno en todas las celdas había uno.
Mi amigo desato a las dos mujeres, cogió una cadena que en cada extremo tenía dos pinzas. Les pinzo los pezones y entrego una fusta a cada una.
Conocido- A la que antes se le caiga una pinza pierde y pagara por ello.
Las chicas comenzaron a darse fustazos, no muy fuertes. La señorita R fue apretándose a mí. Me agarro del brazo con fuerza. Me fije y sus pezones comenzaron a marcarse en el vestido. Magnifico, pensé. Pase mis dedos por su tanga y estaba húmedo.
A la cuarentona se le soltó una pinza. Pararon en el “juego”. La perdedora se arrodillo y la joven se sentó al pie de una de las cruces con las piernas bien abiertas. Yo ya sabía cuál iba a ser el castigo.
Mire a mi sumisa, porque ya lo era, aunque ella aun no fuera consciente de su condición.
Yo- El castigo –le dije en un susurro- consiste en que la perdedora debe masturbar a la ganadora.
No dijo nada, pero se estremeció. Seguro que le excito la idea, aunque yo no sabía si le gustaban las mujeres.
-Vamos a hacer una variación –dijo mi amigo- si nuestros visitantes no tienen inconveniente me gustaría que el premio lo reciba la linda mujer que está mirando con los ojos tan abiertos.
Inmediatamente la mire. La señorita R ya estaba observándome y negando con la cabeza. No dije nada, pero puse una mirada dura.
Yo- Solo si tú quieres –le dije al oído-
R- Aún es pronto para eso –me contesto-, pero si lo deseas….
Yo- Querido amigo –comente- prefiero que sigan ellas.
Tenía en mente otra cosa que probaría su sumisión y tal vez sería más dura para ella.
Yo- He sido bueno, pero te costara algo y espero que cumplas –le dije a la señorita R.
La mujer mayor comenzó a masturbar a la joven y yo a tocar el sexo de mi sumisa por encima del tanga. Esta no quitaba ojo de lo que sucedía en la sala.
Cuando le metió los dedos en el coño yo se los metí a mi acompañante. Gimió. Estaba muy mojada, más que otras veces.
Luego comenzó a lamerle la vagina y el clítoris. En ese momento le dije a mi amigo:
Yo- ¿Te importa?
Amigo- Por supuesto que no.
Me acerque a las mujeres con la polla en la mano. La joven se la metió en la boca y comenzó a mamarme la polla.
Al poco mi amigo se sentó junto a la señorita R y sacándose la polla y se la ofreció.
Por el rabillo del ojo vi que dudaba, pero se la metió en la boca.
Me corrí en la boca de la sumisa y por descontado que trago mi semen. Luego pidió permiso para correrse y se lo di.
La señorita R seguía comiéndole la verga al tipo. Cuando iba a correrse, la saco y se vino en la cara de mi sumisa. Su cara era un poema, seguro que se había preparado para tragar la lefada pero que lo hiciera en su cara la pilla de sorpresa.
Tras un pequeño descanso llevé a la señorita R a una de las cruces y la até. Mi amigo se acercó y le puso unas pinzas en los pezones. Por su gesto supe que no quería eso, que no le agradaba, pero de su boca no salió una palabra. Creo que era consciente de la situación en la que estábamos.
Nos pusimos una copa y después de un rato viendo el gesto de dolor en la cara de la señorita R, le dije a la sumisa joven que fuera y le quitara las pinzas. Así lo hizo comenzó a lamerle los pezones.
Luego le ordene a la otra sumisa que la comiera el coño e hiciera que se corriera. Se acercó y poniéndose de rodillas comenzó a acariciar los muslos y el tanga. Lo aparto a un lado y sus dedos se deslizaron en busca de su vagina. Le metió dos dedos y los saco y me los enseño totalmente mojados. Mi sumisa negaba con la cabeza. La joven acaricio los pechos de mi amiga y fue subiendo besando el cuello, la cara, las orejas y finalmente la beso en la boca. Observe que oponía resistencia. La sumisa siguió insistiendo hasta que finalmente sucumbió y abrió la boca, dejando que las lenguas se juntaran.
No tardó mucho en pedir permiso para correrse, se lo negué. La sumisa que la estaba comiendo no fue misericordiosa y prosiguió al mismo ritmo. La señorita R me miraba suplicante y yo le hacía señas con la mano de que aguantara. La verdad es que estaba haciendo muchos esfuerzos para contenerse.
Yo- Puedes correrte– le dije cuando me pareció que no aguantaba más-
No tardo ni treinta segundos en tener el orgasmo. Fue tremendo, se agito todo lo que permitían sus ataduras y sus ojos pasaban de estar en blanco a estar cerrados
Una vez que termino, me levante y desde la puerta indique:
Yo- Aséate y te espero en la barra.
Nos fuimos del club sin dirigirnos la palabra. Nos montamos en el coche y nada más arrancar comenzó a hablar.
R- Eres un cabrón –me dijo-
Yo- Lo sé –conteste-
R- Pero ha sido brutal. Nunca me había corrido de esta manera.
Yo- Por lo que estabas preparada.
R- No sé, supongo –respondió con cierta ingenuidad-
Yo- Ya sabes lo que me gusta.
R- ¿Soy tu sumisa? –me pregunto-
Yo- No, aun no. Eso lo tienes que decir tú y yo aceptarte como tal.
Se quedó callada. Le di dos o tres minutos para que pensara.
Yo- ¿Me llevas a tu casa o vamos a la mía?
R- Soy tuya, tú decides –me contesto-
Yo -Mira pequeña, es una decisión que te cambiara la vida, tienes que estar segura y además yo también debo estar seguro de ti –le dije-
R- Pero…
Yo- Escucha –proseguí- ser sumisa no es solo pasarlo bien, tendrás que obedecer en todo y muchas cosas no te gustaran, yo debo tener la certeza que no te negaras a nada. Siempre podrás dejarlo. La misión de la sumisa es obedecer y complacer a su dominante.
R- Podemos intentarlo y ver qué pasa.
Yo- Está bien, vamos a mi casa y de lo que suceda esta noche, tomaremos una decisión.
Había salido mejor de lo que había planeado, no pensaba ir tan lejos, pero se había precipitado todo.
En casa tomamos una copa, pretendía que se relajara.
Yo- Esta noche –le dije- vas a tener lo que llevas deseando desde la primera vez que salimos Te voy a penetrar.
R- ¡Por fin!
Yo- No te alegres tan rápidamente. Sera la prueba que te pido para ver si de verdad estas dispuesta a ser mi sumisa. Lo voy hacer analmente.
R- Pero eso duele, según dicen, además yo no lo he hecho nunca.
Yo- Claro, que te va a doler las primeras veces, hasta que tu esfínter se acostumbre y se dilate de forma natural, luego sentirás cosas y con el tiempo lo disfrutaras y quizás llegues al orgasmo.
R- Tengo miedo, de verdad, me vas hacer daño y yo no quiero eso.
Yo- Pero ser sumisa lo lleva implícito, sufrimiento por tu amo, pero un buen amo cuida de su sumisa ya que es el objeto más preciado que tiene.
No contesto nada, su mirada lo decía todo.
Yo- Por ser la primera vez –proseguí- te permitiré que si no aguantas, te puedas mover y sacarte mi polla para que descanses un poco y luego seguimos. Si prefieres dejarlo, me lo dices y hasta aquí hemos llegado.
R- De acuerdo, probemos –me contesto-
Yo- Desnúdate.
No tardo casi nada en estar en cueros vivos dada la poca ropa que llevaba.
Yo- ¿Te acuerdas de lo que ordene para cuando fuera a tu casa?
R- Recibirte desnuda.
Yo- Estarás siempre desnuda cuando estemos los dos juntos, salvo que indique lo contrario
R- Entendido.
La llevé a mi dormitorio nos tumbamos en la cama y comencé con una sesión de besos y caricias. Su sexo estaba seco, pero poco a poco fue mojándose. De vez en cuando le daba un azote o le mordía los pezones, arrancándole suspiros cada vez.
Poco a poco su sexo se fue humedeciendo. Le dije que me chupara la polla. Sabía que eso le gustaba y lo note muy pronto en sus flujos vaginales. Al rato la aparte, tumbe y separe sus piernas. Comencé a lamer su sexo, los labios y el clítoris. Se puso como una moto. A mí me gusta el sabor de los jugos y lamerle el coño, cosa que no es muy frecuente entre los dominantes.
Mirándole a los ojos le ordene que se pusiera a cuatro patas.
R- Preparada para el matadero –dijo con voz nerviosa, sabiendo que se iba acercando el momento-
Le acaricié la cabeza y le di un beso en la boca. Al terminal le dije:
Yo- No tengas miedo, estate tranquila y fundamental que relajes el esfínter, No trates de impedir la penetración contrayéndolo.
Seguí lamiéndole el sexo y el ano. Tenía un ano precioso, cerrado. Me encantaba la posibilidad de fallármelo, pero supe que me costaría trabajo.
Metí un dedo en su sexo, suspiraba con cada acción. El dedo mojado se lo fui metiendo lentamente en el ano y lo moví. Repetí la acción varias veces. A continuación, le introduje dos dedos. Mi lengua seguía jugando en su vagina. La señorita R pasó de los suspiros a los gemidos, leves, bajos. Parecía que estaba relajada.
Entonces comencé a pasar mi verga desde el ano a la vagina. La primera vez que sintió la polla en su culo dio una contracción, yo seguí yendo hacia abajo.
Yo-Tranquila, relájate –le dije-
No contesto. Decidí follarla el coño y con dos dedos seguí abriéndole el culo. Cuando notaba que estaba excitada de más le sacaba la polla y los dedos. Volvía a ponerle la verga en el ano y ella volvía a contraerse, pero en cada ocasión era menor que la anterior.
Repetí el juego varias veces. La última casi no percibí que se contrajera por lo que decidí empezar a penetrar ese culito que me tenía loco.
Apoyé mi miembro y comencé a presionar agarrándola de las caderas. Espere que dijera algo, pero no lo hizo.
Yo miraba en los espejos que tenía por las paredes y que me permitían tener una buena vista de la cama y por tanto de ella, incluso de su cara. Estaba mordiendo la almohada. Bien por ella.
Cuando el glande estaba dentro le di un respiro. Note como se relajó y alzo la cabeza. Le di un par de azotes en las nalgas y volví a la carga. Entraba despacio pero ya sin concesiones. Centímetro a centímetro hasta que mis huevos toparon con su culo. Me quede quieto dando tiempo a que su recto se acostumbrara a mi polla.
Vi que volvió a morder la almohada varias veces, pero en honor a la verdad no hizo ni un comentario ni intento zafarse de la penetración anal.
Inicié el mete saca de forma suave y al mismo tiempo la fui masturbando. Aumente el ritmo y su esfínter se cerró sobre mi verga, sentía presión. Vi como daba puñetazos en la cama, volvió a morder la almohada, gimió, dio pequeños gritos, signos de que le estaba doliendo, pero aguanto.
Yo seguí masturbándola hasta que note que me iba a vaciar y le agarre con las dos manos de las caderas para entrar bien a fondo.
Fue una corrida monumental, con mucho semen. Me deje caer sobre ella y la aprisione entre mi cuerpo y el colchón, inmovilizándola. Con la verga en su culo la masturbe hasta que ella también llego. Nunca le había visto correrse de esa manera, los ojos en blanco, gritando, con espasmos.
Nos llevó algunos minutos recuperarnos. La abrace, no dije nada, esperaba que fuera ella la que hablara. Tardo un rato y me sorprendió.
R- ¿Te ha gustado romperme el culo? –me pregunto-
Yo- Mucho, un culo virgen es lo mejor que te puedes encontrar, incluso mejor que una vagina.
R- He pasado momentos duros, he estado a punto de mandarte a la mierda e irme a mi casa.
Yo- Pero no lo has hecho y al final has tenido tu recompensa.
R- Si –dijo.
Yo- Pero no has pedido permiso para correrte, eso supone que tendré que castigarte.
R- Por supuesto, amo.
Era la primera vez que me llamaba amo y había salido de ella, a mí no me gusta obligar a las sumisas el uso de tratamiento, prefiero que lo hagas cuando realmente lo sientan.
La apretuje contra mí, rodeándole con los brazos.
Yo- Ahora, puta, vamos a dormir.
R- Lo necesitamos –dijo mientras que me besaba-
Yo- Has estado fenomenal, mejor de lo que esperaba y eso que tenía confianza en ti. Mañana tendrás un premio.
R- Si mi amo, un premio y un castigo.
Y así no quedamos dormidos.
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