Un plato de frutillas en su mano.
Una en su boca y antes de morder la jugosa carne, su lengua, la punta de su lengua acaricia la roja piel erizando los casi invisibles hilos de su superficie.
“Como mis vellos públicos”
“Muy fuerte esto”
Me digo y busco los cigarrillos en mi cartera.
No logro encender.
Mi mirada en él, mi mano que no encuentra el cigarrillo.
Él que ya está a metro y medio de mí, sujeta mi mano.
Enciendo.
-“Manuel”
“Sara”
No dice nada, solo sonríe y… esas frutillas.
Que convida.
Imito su forma de comer.
“¡Manuel! De esta no te vas a escapar” dice la anfitriona.
Elegante dama de sesenta o más años.
Y a mí “prestámelo un rato, es reacio este bicho escurridizo, no quiere ser el centro, ni cuando lo es. Te lo devuelvo en un rato”
La fiesta es un éxito.
Más de 400 invitados comparten tragos, risas, charlas, atracciones, aversiones, enredos. Hablarán bien – y mal.
De los demás.
Desde la barra, vaso de vino blanco helado, una dama que mira hacia nosotros.
Disimula, pero su afán la descubre.
De espaldas ahora, se inclina hacia adelante para pedir otra copa y su pollera, corta ya, se levanta más descubriendo hermosos muslos.
Y no menor hermosa cola.
“Está provocando” pensé.
Y un sentimiento nuevo para mí: “¿a quién, a Manuel o a mí, o a los dos?”
No deseché la idea.
Es más.
Me encantó.
Ella sabe que la vi, y siguió.
Mientras Manuel nada percibe.
-“Es tarde, tengo que irme”
“También yo” digo.
Manuel, su suave mano en mi espalda.
-“Vamos”
El taxi.
A la derecha Manuel, a la izquierda yo.
¿A la izquierda?
Naaa.
En el medio.
Fantaseo con el interior de sus muslos, su bragueta que se abre.
Mi boca que desde esos muslos sube a su miembro, su cabeza reclinada hacia atrás, sus fuertes manos asiendo con rudeza mi cabeza.
Sueño con esto.
Mientras Manuel pregunta.
“¿Dónde vives?”
Y al chofer “me deja a mí primero y a la señorita después”
“¿Después?”
¿No juntos?
Memorizo la dirección.
¡No lo puedo creer!
Desciende, paga al chofer y besa mi mejilla.
“¡Esto no va a quedar así!”
Al minuto.
Mi dedo en el timbre
-“¿Qué haces acá?”
“¿Te parece podría dormir con todo lo que fantaseé en el taxi iba a hacer con vos?”
Sofá
Manuel ¿“que fantaseaste?”
Y por varón o por intuición se sentó como los varones, de piernas abiertas.
“Esto fantaseé”
Y acaricio del muslo su parte interior, mi lengua en su boca, mi mano en la bragueta.
Que abro.
Y devoro.
Y tal como fantasía del taxi, mi boca en su sexo, sus manos en mi cabeza.
Subo, bajo.
Las manos de Manuel acompañan el movimiento.
Su cabeza, tal como en mi imaginación, tumbada hacia atrás.
Interrumpe.
Con un beso profundo en mi boca, dos dedos diligentes en mi vulva, su pulgar en mi clítoris.
Me siento.
De frente.
Lo cabalgo.
Nos besamos.
Inclinada sobre su boca.
Erguida y tomándome de los pechos.
Con manos, con boca.
Que muerde.
Que duele.
Que excita.
Más.
De espaldas y ciñéndome de la cintura.
Fuerte.
Que duele.
Que excita.
Más.
Acabamos.
Acabados.
Miguel “algo para beber”
La noche transcurre.
Miguel “disculpa la descortesía pero tengo que preparar un trabajo para mañana y necesito descansar, te pido un taxi”
“Descansamos acá” intento.
Las risas se transforman en carcajadas.
“En 5 minutos, el taxi acá”
Despierto extenuada, muy feliz.
La cita es pasado mañana, cena.
“Nos encontramos en el subte y desde allí caminamos al restorán”, me dice.
Impaciente llego antes.
Mirando vidrieras en el boulevard.
Descubro que delante de mí, vestida como “tenista”, pollera corta casi minifalda, zapatillas deportivas y blusa ajustada, nuestra dama.
La de ayer.
Canina como si el mundo no existiera.
Y quienes la cruzan como si otra cosa no existiera.
¿Cuarentona, cincuentona?
No lo sé.
Atractiva, seductora, sí lo sé.
Quiero seguir sus pasos.
No puedo.
Tengo que volver.
A la estación de Metro.
Manuel ya allí.
Manos en los bolsillos, un pie en la pared, cigarrillo en la boca.
Nuestras cervezas servidas.
La mística cuarenta-cincuentona fortísima entra.
Se sienta.
Pide una cerveza.
Manuel de espaldas a ella.
Que bebe su cerveza y con su lengua quita la espuma de sus labios.
Para luego mirar hacia nosotros.
¿La espalda de Manuel o a mí?
Y luego, a través de su vacío vaso de cerveza.
Quito la espuma de mis labios como ella momentos antes.
Con mi lengua.
Apenas perceptible sonrisa de ella.
¿Cómo aprobación?
Esto me está gustando.
Esto promete.
Pero “¿qué?”
¿Manuel, la misteriosa y yo?
¿Ella y yo?
La fantasía fluye.
Lo oculto, lo no vivido.
Pero alguna vez soñado.
Mi calor enciende mis mejillas.
Manuel lo presiente.
“la primavera y sus alergias” respondo.
Un señor lee el periódico.
Que lo baja a cada instante.
Para mirar la misteriosa mujer de blanco.
Que no cabe dudas lo atrae.
Ella que se levanta.
Al baño.
Señor que la sigue.
“Si tuviera el coraje de seguirlos” me digo.
“Seguro que la dama entra, el caballero detrás de ella. Seguro que quiere que Ella, lo pajee o más. Seguro que pone mano en su boca para silenciarla, cierra la puerta con tranca, seguro que ahora la silencia con su lengua dentro de boca de Ella mientras baja la bombacha, seguro la inmoviliza junto a la pared, seguro que toma la rodilla de Ella y la levanta pone su miembro dentro de Ella, que Ella no quiere pero no puede evitar que su vulva se vuelva almíbar. Que ella lamenta, se autocompadece y al final cede. Todo goce. Quiere no querer, pero no puede dejar de querer. El caballero la ensarta y Ella goza y no quiere. Y acaba. Ella antes que Él. Y no quiere. No quiere pedir más. El caballero, parece leer la mente de Ella simula aún más su deseo como imposición. La da vuelta. De espaldas. Las manos de Ella contra el lavamanos. Las piernas abiertas. Él que escupe su miembro. Que pone a punta. Ella que se queja. Que quiere liberarse. Un instante. Él que pone dos dedos en boca de Ella. Que no quiere pero chupa. Su vulva y su boca océanos. Y él que escupe de nuevo. Y la entierra. Y Ella que nunca así, nunca de esta forma, nunca tan bestial, nunca sin deslizante. Y ella que recula, y quiere más mientras Él en sus últimos violentos golpes de cadera una cascada de semen en la cola de ella, que ella aprieta para no dejar salir gota alguna y Él se deja caer sobre la espalda de Ella. Ella, nunca así. Nunca tan salvaje. Nunca tan lindo, piensa entre jadeos”
Todo esto en mi mente.
Mientras la conversación con Manuel fluye
En una segunda cerveza.
El caballero reaparece.
Paga y se va.
La dama después.
Paga y se va.
“Voy al baño Manuel”
Y no me pude contener.
Me pajeo muy fuerte.
Pagamos y nos vamos.
Al restorán.
La cena deliciosa.
Manuel tiene mundo.
Me enseña a comer con palillos.
Los suyos en mi boca crustáceos.
¿Me mojé de nuevo o continúo empapada por la paja?
Por debajo de la mesa, con punta de mi pie, ahora descalzo, busco su bulto.
Lo que “viví” en mi imaginación fue terrible. Y excitante.
Sexos compartidos igualitarios, me gusta, tanto como ser dominada y dominante .
Y ahora esa curiosidad: atraída por una mujer.
¿Lo estaba?
¿O atraída por la idea a esa mujer le gustara Manuel?
¿O atraída por compartir esa atracción?
Mucho da vueltas en mi cabeza.
No pasaron dos días desde la fiesta.
¡Y todo esto!
Manuel sonríe.
-”Zorra, ustedes pueden tener orgasmos, poner cara de póker si lo desean o gritar como pasajeros en un naufragio, pueden además muchos, a nosotros nos cuesta la cuesta. Arriba después de uno. Picante la salsa?”
La cena transcurre.
Augura la noche que se avecina.
En mi mente Manuel.
¿Y la extraña dama de la fiesta y el bar?
¿Interesada en Manuel, en mí?
Que yo en ella no caben dudas.
Pero ¿en qué sentido, una punta del triángulo, más que punta en el centro o encuentro a dúo?
Ninguna de las tres opciones dejaban de fascinarme.
Ya en casa de Manuel.
Suave mano sobre mi espalda que me la recorre la columna, que me eriza.
Soy toda agua. Mi boca, mi vulva.
Sus besos que me beben.
De rodillas como quién pide a su amada que lo acepte como esposo, Manuel.
Manos arriba recorren mi espalda.
Me electrifica.
Su lengua baila alrededor de mi ombligo.
Y baja.
“Mi bebé” digo.
Y agrego “mi bebé te quiero todo vos dentro de mí”.
Sus manos diligentes con afán en mi columna vertebral.
Sus yemas me producen “urticaria, picazón, estremecimiento, placer” y como los diminutos vellos de la frutilla, los míos se elevan.
La lengua de Manuel ya en mi clítoris.
Mis manos en sus cabellos.
Su cabeza que la atraigo a mí.
“Más” pido.
Tomo una mano de Manuel y llevo su dedo mayor a la búsqueda de ese punto, del tamaño de una lenteja.
Lo encontramos.
Su pulgar ahora en mi clítoris.
Su mayor en mi punto.
Nos acostamos.
Manuel es un reloj de péndulo.
Exacto.
Metódico, meticuloso en sus movimientos.
Exploto.
Océanos de saliva y flujo.
Se funden en mi vulva, en mi boca, en la boca de Manuel.
Y Manuel ahora que separa mis piernas.
Mis muslos, bufanda en su cuello.
Y sigue y sigue.
Jadeo de satisfacción pero también de agotamiento.
Me cuesta respirar.
Mi abdomen es como gelatina de flan. Ondulante.
Primero.
Espasmódicos, epilépticos movimientos después.
Acabo.
Suspiro.
Sonrío.
Manuel se levanta a servir una copa.
-“no te levantes, te quiero mirar”, me dice.
“Toda vos, esa pícara sonrisa anuncia el deseo, esa entrega fiera, feroz, cuando cogés, esa plenitud de tu sonrisa al final”
Bebemos.
Lo que cuenta Manuel, nunca antes relatado por nadie para mí.
¿Será así?
-“ Vamos a coger mucho” me dice.
Y comenta “ahí apareció tu sonrisa de pilla”
Y no puedo otra cosa que reconocer.
Me besa con su boca llena de vodka.
Me caliento de nuevo.
Sus manos ahora en mis pechos.
Su boca en la mía.
Que ahora baja.
Y ya no sé donde estoy.
Y todo es “collage” de nuevas y viejas emociones.
Y de ese collage surge la dama de la fiesta y bar.
Y le cuento las encontradas sensaciones me produce esa dama.
Curiosidad desde el principio, luego fantasías.
La fantasía del baño con el caballero que lee el periódico, lo sensual de su boca lamiendo la espuma de la cerveza en su labio superior, mis fantasías de trío con ella, o solo de verte a vos con ella o lo excitante me vieras con ella, o entre los dos cogiéndonos a ella.
Manuel se excita aún más.
Me pajea con mayor en mi punto, pulgar en mi clítoris y me chupa los pezones.
Estoy de nuevo por acabar.
Manuel lo presiente.
-“Subite cabalgame” me dice.
“No puedo Manuel, estoy hecha un charco. Haceme la cola, por favor”
Y como la escena imaginada, ahora deseada del señor en el baño del bar, me pongo con las piernas abiertas, las manos en el colchón, la cabeza reclinada hacia abajo.
Y Manuel y yo, sin nombrarlo lo hicimos exactamente así.
Como mi imaginación en el bar.
Así.
A morir.
Con alma y vida.